La leyenda de los cementerios


Siempre que viajo a Galicia, una de las cosas que me fascinan del viaje, son dos cementerios barrocos prácticamente iguales que están situados a muy poca distancia uno del otro y en distintos lados de la carretera en la provincia de Lugo, poco antes de llegar a Villalba.
Son pequeños y sobre las tapias sobresalen los pináculos de las tumbas, rematados con una cruz, igual que encajes de piedra.
Pura filigrana, delicada tracería digna de la mejor catedral.( La foto esta hecha desde el coche y no les hace justicia).

Siempre me pregunto por qué tan cerca dos cementerios iguales. Buscando una respuesta, dí con la leyenda.
Es posible que me la inventara. No recuerdo bien.


Corría el siglo XVII.
En dos pueblos vecinos de la provincia de Lugo dos hidalgos estaban enfrentados, como casi siempre pasa, por las tierras.
Además en aquel siglo se inició en Galicia una autentica “ fiebre del oro”. Se había corrido el rumor de que en las mámoas (monumentos megalíticos funerarios, llamados así por su parecido con un pecho femenino), existía oro y plata como en las tumbas de America. El origen fue el permiso concedido por Felipe III a un clérigo amigo, llegado de América, para excavar dichos monumentos en busca de oro, tan necesario para la corona en aquellos momentos, quien se iba a beneficiar de la mayor parte de lo hallado.

Entre las tierras de los dos señores había varias mámoas.
Uno de ellos don Mencio, se puso manos a la obra, mientras su vecino don Ferrán, mas prudente y menos avaricioso, decidió que aunque hubiera oro, cosa que dudaba, hay que dejar a los muertos descansar en paz ; si se han enterrado con sus tesoros, así deben permanecer por los siglos de los siglos. Nunca le pareció bien que la corona lo autorizara, ni mucho menos que se intentara aprovechar de las supuestas riquezas, que nunca aparecieron.
Lo único que se consiguió fue destruir material prehistórico.

Don Ferrán tenia una hija, Griselda, melosa, rubia y delicada, que estaba enamorada y era correspondida por el hijo de don Mencio, quien se oponía a esta relación,__ con esa paliducha__, porque quería casar a su hijo con la heredera de un mercader de Ribadeo, muy adinerado, de quién se decía en la mariña que era un pirata moro. Los jóvenes se veían, con la complicidad de ambas madres, que habían sido amigas, de niñas, y soñaban con que sus hijos se unieran en matrimonio y tener nietos en común.

En poco tiempo, fue tan grande la expoliación de mámoas, con peleas y asesinatos incluidos, que el rey decidió poner horcas al lado de ellas para detener su violación, ya que cada tumba excavada por lugareños, suponía una merma para las arcas reales, tan maltrechas después de que al rey y a su valido, el duque de Lerma, se les hubiera ocurrido la genialidad de expulsar a los moriscos.
Como no sirvió de mucho, Felipe III amenazó a los responsables judiciales con encarcelarlos a ellos si no detenían, de una vez por todas, a los culpables, lo cual desató una serie de denuncias falsas, que dieron lugar a miles de procesos .
Mas que la caza de brujas de la Inquisición.
Mucho mas.
No debe existir pueblo en Galicia donde no haya permanecido por los siglos, noticia de esto.
Don Mencio, sobornando a diestro y siniestro y matando si era menester, no dejó mámoa intacta. Como estaba en connivencia con la autoridad, y necesitando un culpable denunciaron a don Ferrán. ¿Que mejor cabeza de turco, si además, había criticado abiertamente al rey?. Fue apresado y llevado a la Corte, para servir de escarmiento, dada su posición, y allí fue juzgado y condenado a morir en la horca . Atendiendo a su linaje se conmutó la muerte por ahorcamiento por el degollamiento, mas rápido y menos plebeyo.

Su hija, emprendió varios viajes a la Corte para implorar perdón y tratar de ver a su padre. Tarea muy difícil, ya que el rey había extremado los castigos, al resultar imposible detener las excavaciones. Y eso que era un monarca sin carácter…
En uno de estos viajes encontró la muchacha la muerte a manos de unos salteadores de caminos. El hijo de don Mencio huyó de casa para acompañarla y fue muy mal herido en la reyerta donde Griselda perdió la vida.
La madre, desesperada, mandó construir un cementerio nuevo para ella, de lo que se encargó un cantero venido de Italia que traía las nuevas técnicas del Barroco.

Es el primero de los dos que encontramos de camino a Santiago.

Pasados unos meses el hijo de don Mencio, a quien su padre fue a recoger malherido a una venta de Castilla, se quitó la vida, ya que no quería desposar a la hija del moro. Quiso correr la misma suerte que Griselda de la que seguía enamorado.
Rogó a su padre que lo enterraran junto a ella.
Este ignoró tal deseo y aunque ambas madres le suplicaron muchas veces que accediera a que reposaran juntos, fue en vano.

Uno de los brujos que tenía contratados para esconxurar las excavaciones, sobornado por la madre del muchacho, le advirtió que debería acceder a que su hijo tuviera la misma tumba que su amada. Entonces don Mencio, interpretando la advertencia a su manera, mandó construir otro cementerio idéntico en su pueblo, para enterrar a su hijo en “la misma tumba”.

Es el otro cementerio.

Se dice en la Galicia rural de aquellos contornos tan verde y recogida, tan mágica y misteriosa, que cuando por las noches la neblina y la llovizna, envuelven el paraje en un húmedo abrazo, el amante va a la tumba de la amada y se le ve por la carretera flotando entre la bruma con un resplandor especial.
Yo nunca lo vi.
Pero me gustaría mucho verlo.
Si alguno lo veis cuando vais a Galicia, hacedme el favor de contarlo aquí.

No tiene pérdida. Lleva ropajes del siglo XVII.

2 comentarios:

Juanma dijo...

Hola. Yo paso a menudo por los cementerios y la verdad es que son preciosos.
Gustome la leyenda
Saludo.

Maria Jose Mallo dijo...

Hola Juamma,
Muchas gracias por la lectura y por el comentario.
Si pasas por alli a menudo, lo mismo una noche ves al doncel. Ya sabes lo que tienes que hacer.
Un saludo.