La granja, capítulo VII


Llevó el libro a su habitación. Permaneció leyendo con la puerta abierta mientras Petra se bañaba. No sabía aún lo que iba a hacer con ella.
No se acordó para nada del viejo. No le había aseado, ni dado la comida, ni la medicación.
Continuó con la lectura.
En el texto constaba una descripción de cada “paridora”, seguido de la contabilidad de cada parto y cada venta.

El principio:
Irene y Ana, hermanas. Los padres fusilados. Iban camino a la frontera. Les dejé pasar la noche. Ana venía enferma. Irene me gustó en cuanto la vi. Le dije que se quedaran todo el tiempo que fuera necesario para que su hermana se curara. Quedó embarazada enseguida. Yo sabía que la mujer del capitán quería una niña. Pero la muy imbécil tuvo un niño. No puede uno fiarse de las mujeres. Ana estaba también embarazada. No quería en principio, pero no tuvo mas remedio. Le dije que las entregaría a la guardia civil. Cuando se enteró la hermana se montó una buena… Tuve que atarlas a la cama. Mas adelante se me ocurrió lo del desván. Era grande, habría sitio para mas. El negocio se presentaba productivo. Había muchas mujeres estériles en la comarca.

__A este no se le ocurrió pensar que podrían ser los maridos los estériles o un porcentaje de ambos cónyuges.

2 de agosto de 1940. Madre Irene.
Venta niño de dos meses.
Comprador: Juan Ferrán, el boticario. Calle Principal n.º 10.
Pagó 10.000 Ptas. Una fortuna. Me dio también medicamentos.
El capitán mandó a un hombre de confianza vigilar el camino, por si hubiera algún inconveniente. Los niños lloran. Pero éste se quedó dormido con el movimiento de la mula. Además de conseguirle una niña, le voy a dar un porcentaje. Así todos contentos.

__¿El capitán?. ¿Será el amigo de don Antonio?. Seguro que si. Menudo elemento. Con razón nunca me gustó.

30 de diciembre de 1940. Madre Ana.
Venta niña de tres semanas.
Comprador: Adolfo Linares, el capitán. Calle Libertad n.º4.

__¡El mismo!. Cuando le enseñe el libro a don Antonio…

Yo pensaba cobrarle 5000 ptas ( las madres comen). Pero me dijo que tururú. Me paga con la protección y otro tipo de servicios.
Unos días después, me envió una mujer joven que habían capturado con mas gente tratando de huir por el monte. Se llama Carmen. Ya estaba preñada. Al día siguiente trajo otras dos.
He terminado de acondicionar el desván. Ya hay cuatro inquilinas. Irene sigue abajo. Con otras dos arriba, el negocio será de lo mas productivo. El capitán quiere participar en la “fabricación” de los niños. Acepté, pero eso no aumentará el porcentaje que le doy. Se lo he dejado claro.

2 de Abril de 1941: Madre Carmen.
Venta niño de un mes.
Comprador: Venancio Márquez, el médico.
7.000 ptas. Mas la promesa de atenderme gratis, siempre que lo necesite.
El capitán y yo nos reímos a gusto. El niño es hijo de un maquis y el médico falangista. Ahora tiene un niño rojo y además hijo de puta…

Hablaba de los niños y las mujeres como si fueran animales.
Era fácil imaginar el terror que se viviría en la casa. Las mujeres sujetas a la pared por una cadena, siendo sometidas por ese par de canallas. Dándose consuelo las unas a las otras, ayudándose en el parto… pensó en las escenas de dolor cuando les quitaban a los hijos.
Siguió leyendo. Era lo mismo siempre.
__Aquí hay algo nuevo. Llegan mas mujeres. ¡Oh no, por Dios!

El capitán ha traído a Teresa, la hermana del mueblero. Hacía tiempo que la rondaba el muy cabrón. Ella que es de misa diaria, ni caso. Ya me ha dicho que esa es sólo para él. Ya veremos. De momento, al desván.
Hoy han venido por aquí una pareja rumbo a la frontera. Ella preñada. Pidieron pasar la noche. Estaban extenuados. Les acogí. Ya lo había pensado antes, pero de todos modos no hubiera tenido mas remedio. Oyeron los gritos de algunas, cuando les quité la mordaza para que comieran. Irene, que les lleva la comida, las mandaba callarse. Es lista sabía lo que iba a suceder. El capitán llegó llovido del cielo…Le metió un tiro al hombre. Lo enterramos bajo el roble. A ella la subimos al desván con las otras.
Ahora ya está completo el cupo.

Pensó en lo que diría don Antonio cuando lo supiera. Sonrió imaginando la cara del capitán.
__Veremos quien se ríe ahora.

A medida que leía estaba mas convencido de que él procedía de la granja. Siguió leyendo un poco por alto. Quería llegar a 1948, el año de su nacimiento. Pero al pasar la vista algo llamó su atención: se citaba a Pedro Tamargo, su padre.
Se le aceleró el corazón, ahí estaba.

5 de Enero de 1947: Madre Elena
Venta niña de un mes
Comprador: Pedro Tamargo, el jodido cacique.

__¿Una niña? Y donde estaba…nadie le había dicho nunca que tuviera una hermana.
5.000 ptas. No le dio la gana de pagarme mas. El capitán me aconsejó cerrar el trato. No conviene enemistarse con Pedro. Todavía conserva muchos amigos en el poder.
Al mes volvió a por otra. A la anterior la había vendido bien en la capital de la provincia. No fuimos capaces de saber a quién.

10 de Febrero de 1947: Madre Olga
Venta niña de doce días.
Comprador: Otra vez el condenado cacique. Seguro que saca el doble. Ahora quiere un niño para el verano.

__Ese voy a ser yo. Pero no, yo nací en el 48.
Pasó por alto las demás ventas. La granja marchaba viento en popa. Las mujeres parían a niño por año. Por el momento solamente uno había muerto al nacer. Estaba también bajo el roble.
Llegó el verano. Nacieron dos varones. Uno de Teresa y otro de Irene. Esta tenía por costumbre poner nombre a todos los que paría. Las otras se lo desaconsejaban:__Es mejor que no lo hagas. Se sufre menos__. Al niño de ahora le llamó… ¡Gerardo!.
Se dirigió a la habitación de Petra.
El temporal continuaba cada vez con mas fuerza.
__¿Conserva tu amo alguna foto de las mujeres?
Negó con la cabeza. El no la creyó y le lanzó una mirada agresiva.
Ella afirmó repetidas veces e hizo gestos de necesitar escribir. Félix trajo la pizarra.
“ Guarda la documentación y los retratos que traían algunas de ellas. Supongo que habrá visto la otra caja. Allí están. Acuérdese del señor, déle la medicación. Yo tengo hambre.”
Era noche cerrada. Había oscurecido muy pronto. Bajo a Petra a la cocina. Sujetó el grillete a un hierro de la ventana y dejó que preparara algo de comer.
Apartó la mesa a donde ella no pudiera llegar, abrió la otra caja y se dispuso a encontrar a Irene. En efecto, allí estaba. Volvió a estremecerse.
Era ella.
La mujer rubia que veía en el sueño. Cayó en la cuenta de que se parecían mucho físicamente. Siguió leyendo

30 de Julio: Madre Irene
Venta niño de un mes al dichoso cacique. No se a quien se lo venderá. El muy cabrón seguro que saca el doble.

Así que era hijo de Irene y del viejo. Ya no se sorprendió. Pero, un momento…estamos en julio de 1947, él nació en mayo de 1948. No puede ser. Siguió buscando mas ventas a Pedro Tamargo. No las había .
Entonces no era él.
Escudriñó todo el año 48 buscando mas ventas a su padre. No las halló. En todo el libro no había constancia de que el cacique hubiera comprado ningún niño mas.

La granja, capitulo VI



Al día siguiente tenía el plan perfectamente trazado. No cabía otra opción.
La salud del viejo pareció resentirse esa misma mañana. Petra lo encontró muy agitado cuando subió a verlo. No tenía por costumbre presentarse en la habitación de Higinio fuera de los horarios de las comidas. Pero estaba preocupada. El día anterior ya lo observó muy inquieto. Félix apareció en el cuarto detrás de ella.
Le tomó el pulso y la tensión . Ambos habían aumentado. El enfermo intentaba llevarse el brazo al pecho y se retorcía como si tuviera una fuerte molestia.
__¿Tiene dolor precordial?. Cierre los ojos si es que si
El viejo obedeció con prontitud. Félix le puso una cafinitrina bajo la lengua.
__No se inquiete Petra. Le pasará dentro de un rato.

Una vez su paciente se recuperó y quedó relajado, bajó a desayunar. Ella le sirvió como cada día. Antes de que él terminara se dirigió al corral a dar de comer a los animales.
Cuando acabó su tarea y se dio la vuelta, apenas tuvo tiempo de sobresaltarse al ver a Félix justo detrás. Este le dio un certero y efectivo puñetazo en el rostro que le hizo perder el sentido. Despertó en la cama atada de pies y manos.
Era viernes.
El no perdió tiempo.
Trepó por la vieja escalera hasta lo alto de la plataforma. Bajo el brazo llevaba una mas pequeña, metálica y ligera, de uso doméstico. Cuando estuvo arriba, la apostó contra la pared, le faltaban unos cuarenta o cincuenta centímetros para llegar al borde, pero serviría. Ascendió unos peldaños, retiró la tapa y miró dentro. Estaba oscuro. El cielo también se había oscurecido de repente. El sol otoñal de la mañana se dejó ocultar por las orondas nubes que precedían, como avanzada, a la tormenta. Difícil ver la caja que además, era negra. El agua permanecía un metro por debajo del nivel total.
Subió un poco mas y miró de nuevo. Se encaramó sobre el borde, tanto, que estuvo a punto de caer de cabeza. Ni rastro.
Decidió bajar; se fue a la casa y abrió todos los grifos. Cuando el agua dejo de correr, trepó de nuevo al tanque. Una vez arriba, se detuvo a pensar un momento: era preferible retirar la tapa por completo, no fuera a ser que el viento que había comenzado a soplar con fuerza, la moviera hacia delante y le impidiera salir. No lo creía probable, pero, por si acaso. La empujó demasiado fuerte y una ráfaga ayudó a tirarla al suelo, produciendo un escandaloso estruendo al chocar contras las piedras. Sonó como una explosión.
Petra y el viejo la oyeron desde sus respectivas habitaciones. Incluso Félix se sobresaltó.
Se puso las botas de agua. Arriba de nuevo, se sentó a horcajadas en el borde del depósito, izó la escalera y la introdujo en el interior, poniendo mucho cuidado para no caerse. El viento arreciaba.
__Debí de atarme con una cuerda, como prevención.
Había muy poco agua, apenas unos treinta centímetros. Bajó de espalda a la pared. Una vez dentro, fue fácil encontrar la caja. Cuando iba a emprender el ascenso, algo llamó su atención. Parecía otra caja. Estaba como un metro mas allá. Caminó arrastrando los pies por el limo del fondo hasta llegar a ella. En efecto era otra caja estanca. Rebuscó por si hubiera mas. No encontró ninguna otra. Las cogió y salió del depósito. Respiró profundamente cuando se vio fuera.
Una vez en la plataforma y cuando se disponía a retirarla, la escalera salió volando empujada por el viento, obligando a Félix a apartarse rápidamente para no verse golpeado.
__Por poco. He tenido suerte__pensó, mientras se pegaba a la pared del tanque para evitar que una ráfaga lo derribara también.
Se agachó para protegerse del temporal que arreciaba y se asió con fuerza al final de la escala de acceso. Comenzó a descender. La bajada era difícil y lenta con ambas cajas en una mano. El viento lo zarandeaba. A media altura las dejó caer. Necesitaba las dos manos para sujetarse.
Se dirigió con prisa hacía la casa. Las nubes iban cambiando de color. Ahora eran gris oscuro casi negro y estaban cargadas de agua.
En la cocina colocó las cajas sobre la encimera de mármol para proceder a abrirlas
En ese momento sonó el teléfono.
Era Marta hecha un basilisco.
__¿Estás tonto o que? ¿Por qué no me has llamado?. Pienso ir mañana a verte sin falta.
__Imposible__dijo él con tranquilidad.
__¿Como que imposible?
__El viejo ha empeorado y yo no puedo despegarme de su lado. Además cualquier pequeña alteración le molesta y le agrava. O sea que no puedes ni aparecer por la habitación porque le daría un sincope. Mira, yo te llamaré. De todos modos no creo que Higinio dure mucho. Quizá mañana tengamos que internarlo de nuevo…
__Es que tengo ganas de verte
__Yo también__mintió Félix.__ Estoy casi seguro de que tendremos que llevarlo al hospital. Entonces te llamaré.
__Te echo de menos en la cama…
Lo que faltaba. Ahora se iba a poner erótica. Decidió cortar por lo sano.
__Marta, tengo que dejarte. No puedo perderlo de vista. Además es la hora de la medicación. Estoy aquí haciendo un trabajo ¿recuerdas? Y no se puede tomar a la ligera la salud de los pacientes.
__Que sieso eres.
__Me pagas para que haga bien mi trabajo ¿No?
__Vale. No dejes de llamarme. Besitos donde tu ya sabes…
¡Que pesada por dios!. Colgó y se dirigió a terminar el otro trabajo.

Una vez abierta la caja del libro ( lo sabía porque estaba limpia a diferencia de la otra que llevaba mas tiempo dentro del agua), levantó la tapa. Allí estaba, en efecto.
Al cogerlo vio que debajo había una llave pequeña como de candado y otra que en principio no identificó con claridad, pero que pudiera ser para esposas o grilletes. Recordó entonces la argolla que había visto tras la cama del viejo.
__Aquí sucedió alguna cosa rara, muy rara, que tiene que ver con mi sueño. No se de que manera me concierne, pero creo que ocurrió algo terrible.
Con las manos temblorosas abrió el libro y comenzó a leer:

Hoy he decidido empezar el negocio. Hay tres niños en la casa y conozco tres familias dispuestas a pagar una buena cantidad por cada uno de ellos. Estas dos tontas no quieren que los venda, peor para ellas. Eso me obligará a tomar una determinación que no hubiera sido necesaria si fueran razonables. Pero las mujeres se ponen intratables con ese dichoso instinto maternal. No pensarán las muy imbéciles que voy a trabajar para mantener esos gritones voraces. Mañana cerraré el trato y si todo sale como espero comenzaré un negocio muy productivo. Ya hay otro mocoso en camino…

A partir de ahí, comenzaba lo que parecía simple contabilidad. Tuvo que cerrar el libro. Arriba sonó un golpe como si alguien se hubiera caído de la cama.
Subió las escaleras de dos en dos y se dirigió a la habitación de Petra. Efectivamente se había caído. Posiblemente tratando de levantarse para ir al baño. Se lo había hecho todo encima.
La levantó y la empujó de nuevo sobre el lecho.
__Quédate así hasta que yo vuelva. De lo contrario te partiré la cara.
Volvió a la cocina y cogió las llaves. Como había pensado, la pequeña abría el candado. Subió al desván. El corazón le latía con fuerza. Había otra puerta, la empujó y se encontró con algo inesperado y desconcertante. Estaba seguro de que allí se escondía la clave, pero no se figuraba ese horror. Y era sólo el principio.

El desván era grande, toda la superficie de la casa. Las ventanas de las solanas estaban tapiadas. El techo estaba forrado toscamente de tablex de modo que no sobresalieran las vigas.
__Por si alguna sentía tentaciones de colgarse…
Había tres camas metálicas, como de hospital, a cada lado de un pasillo central, con sus correspondientes mesitas.
__Así que fueron mas de dos. Aumentó el negocio.
A la derecha de la puerta un tabique a media altura hacía las veces de rudimentario biombo, ocultando detrás un aseo con lo esencial. Al fondo, lo mismo, pero a la izquierda. Al lado de cada cama una argolla empotrada en la pared sostenía una cadena soldada a ella. Cada una descansaba en el suelo en este momento. En el otro extremo tenía un grillete.
Cogió el mas próximo e introdujo la llave universal que contenía la caja. Se abrió con un ligero chirrido.
Se sentó en el suelo, al principio del pasillo e imaginó el resto. ¿ Como pudieron pasar estas cosas?. Recordó a las mujeres que su padre llevaba a la casa. Eran años difíciles. El nació a finales de los cuarenta. Las guerras habían terminado no hacía mucho. Por aquella pequeña ciudad casi en la frontera pasaban todo tipo de gentes. Eran tiempos duros de hambre y persecución. Cada cual tenía suficiente con sobrevivir. Si alguien desaparecía sin dejar rastro, nadie hacía demasiadas preguntas.
Por un momento creyó verlas: seis mujeres encadenadas, esperando ser violadas y una vez embarazadas, esperando de nuevo durante nueve meses para que les quite el hijo y vuelta a empezar. Aguardando un milagro que no llegaba. Ayudándose y confortándose las unas a las otras.
Sin esperanza.
__Supongo que las violaría abajo.
El mismo horror, la misma vileza tantas veces repetida que, posiblemente, las hizo acostumbrarse y ver lo irremediable como natural.
Conformándose.
Es un mecanismo de defensa. El lo sabía perfectamente. Además la sumisión anula las voluntades y algunas personas terminan por creer que se merecen lo que les está pasando.
__Somos muy complicados los humanos.
Aunque, quizá no todas aquellas mujeres reaccionaran igual…Pensó en la rubia que vio en sueños. La vio dando ánimos a las mas débiles. No sabía por que, pero se la imaginaba mas fuerte, de esa clase de gente que jamás se doblega por mucho que la humillen, de esa clase de gente hecha de una pasta especial.
__Que mala suerte ha tenido….__pensó mientras se levantaba.
Reparó que sobre la pared- biombo que estaba a su lado colgaba otra cadena terminada en grillete en ambos extremos. Con ella en la mano regresó a la habitación de la muda.
Le soltó las ataduras de los pies y le encajó el grillete.
__Levántate. Vamos al baño, te aseas y luego hablaremos.
Encajó el grillete del otro extremo en el radiador y ordenó a Petra abrir el grifo. No había agua.
__Voy a llenar el depósito. En cuanto salga agua, te vas lavando y no hagas tonterías.
Bajó y accionó el interruptor en la cocina. El motor se puso en marcha. Calculó unos quince minutos mas o menos. Había comenzado a llover con ganas. Las fuertes rachas de viento arrastraban las últimas hojas de los árboles y las mezclaban con la lluvia, formando vistosos molinillos de colores. Empezó a tronar. Cuando el agua rebosó por encima del tanque, desconectó el motor. Subió al primer piso y se asomó al baño, para ver que hacía la sirvienta. Estaba de pie en la bañera. No hizo ningún ademán de taparse cuando entró Félix. Al sacarse la ropa, las bragas y la falda se habían quedado colgando de la cadena como en un tendedero. Félix entró, abrió el extremo del grillete y las dejó caer.
__Volveré dentro de un rato y haré lo mismo para que puedas vestirte.
Hasta ese momento no había reparado en que Petra era una mujer.


La granja, capítulo V


Esa noche no durmió apenas. Hacía viento. Imaginaba oír pasos por el desván y un sonido como si arrastraran cadenas.
Se rió de si mismo: __estás bastante paranoico; es muy obvio lo de las cadenas y los fantasmas…__Casi de madrugada consiguió que el sueño lo visitara. Fue una especie de duermevela. En medio del sopor creyó ver una mujer rubia a los pies de la cama que lo observaba y le decía: __Gerardo, Gerardo…estoy abajo, abajo…
Abrió los ojos; no había nadie. No obstante se levantó y bajó. Tampoco había nadie allí. Todo estaba a oscuras y tranquilo. Volvió a subir. Se quedó un rato mirando la puerta del desván. El candado era muy grueso. Podía probar con una sierra de metales, pero haría demasiado ruido y además, Petra vería el candado serrado y se descubriría todo.
Se acostó, pero ya fue imposible volver a dormir.
__¿Estaré teniendo alucinaciones por la paranoia que me ha entrado?. Lo cierto es que desde que vi el camino y luego al viejo, tengo la seguridad de que este lugar encierra algo que tiene que ver mucho conmigo.
El día siguiente transcurrió como el anterior. La misma rutina. Por la tarde llamó Marta.
__¿Estas tan ocupado que ni siquiera llamas para contarme como va todo?
__Todo va bien. No te preocupes.
__¿Como es el enfermo?
__Viejo
__Desde luego, que borde eres, si no fuera lo bien que follas…
Hablaron un cuarto de hora. Marta sugirió ir un fin de semana a verlo. Quedaron en que él la avisaría. Respiró aliviado cuando colgó. Tenía prisa por seguir con sus planes.

El panadero pasaba cada día de lunes a viernes sobre las diez de la mañana. O sea que tenía, el resto del viernes, sábado y domingo para sonsacar a Petra y si se ponía difícil otro día mas . El lunes el recogía el pan y listo. Diría que la sirvienta estaba enferma. Había pensado atarla y si fuera necesario golpearla, hasta que le diera la llave del desván.
Cualquier persona en sus cabales se preocuparía por el cariz que estaba tomando la obsesión. Pero a Félix, acostumbrado desde niño a vivir situaciones singulares, le parecía normal.
Tenía que hacerse con la llave a cualquier precio. El camino, el hombre, la mula, los fardos y la manta eran demasiadas coincidencias. Todo lo había visto en el sueño que llevaba años repitiéndose. Tenía que saber mas, cayera quien cayese.

Esa noche el viejo estuvo muy inquieto, Félix temía que le repitiera el infarto. Se quedó a velar en la habitación. Petra se presentó con la pizarra. “Vaya a acostarse. Yo velaré. Es mejor que usted esté descansado por si hay que llamar al médico y acompañarle al hospital”
Le hizo caso, porque tenía razón.
Durmió mal. Volvió a ver a la mujer rubia que llamaba a Gerardo.
No era el nombre del viejo. Este se llamaba Higinio. Higinio Alonso.
Despertó y decidió ir a la habitación del enfermo para ver como iban las cosas. Se asomó a la puerta y vio a Petra empujando la cama para colocarla de nuevo en su sitio.
__¿Que hace, por que lo ha movido?.
Evidentemente no obtuvo respuesta.
Sobre la cama descansaba una especie de libro de contabilidad. La mujer se apresuró a cogerlo y lo rodeó con los brazos sobre el pecho, mirando a Félix desafiante.
__Me he desvelado, váyase a dormir, queda poco para el amanecer. Descanse un rato, yo velaré.
Notó que estaba reacia a marcharse. Insistió.
__Petra, vaya a acostarse y duerma un poco. Me quedaré aquí con él. Váyase tranquila, mujer…
Transcurrido un buen rato desde que ella se fuera, salió al pasillo y comprobó que la puerta de su habitación estaba cerrada y la luz apagada. Regresó donde el viejo, se arrodilló y miró bajo la cama. No se veía bien. Cogió la lámpara de la mesilla y se alumbró con ella colocándola horizontal como una linterna. No vio nada anormal. Se pegó al suelo y extendió el brazo. Entonces si, al pasar la mano, notó la ranura entre las tablas, siguió avanzando y acarició un asidero. Se retiró hacia atrás rápidamente y se incorporó. El enfermo contemplaba todos sus movimientos con los ojos muy abiertos fijos en él.
Decidió no esperar mas. Cerró la puerta y puso el pestillo. Movió la cama, dejando al descubierto la trampilla. Estaba muy bien disimulada; puso el asa vertical y tiró de ella con cuidado no fuera a romperse. La puertecilla se abrió. Había una caja metálica del tamaño del agujero. Con el corazón a toda velocidad la sacó y la depositó en el suelo. La abrió y comprobó que estaba vacía.
__El libro__pensó en voz alta.
Volvió la caja a su sitio, cerró el zulo y puso la cama en su posición habitual. Cuando lo hizo, reparó en algo: una argolla de pared justo detrás del cabecero. En ese momento no le prestó demasiada atención. Tampoco miró al viejo. Este tenía los ojos cerrados y estaba rígido como si llevara muerto varias horas.
No sabía que hacer. Se había puesto nervioso.
__Esa puta. Se lo ha llevado. Tengo que hacerme con el. En ese libro hay algo que me concierne, cada día estoy mas seguro.
Reparó entonces en el aspecto del enfermo. Este se sobresaltó cuando lo tocó en el brazo.
__No estas muerto. No puedes morirte hasta que yo lo diga.
Se sentó en el sillón. No volvió a preguntarse si acaso se estaba volviendo loco por la obsesión de su relación con aquel lugar. Muy al contrario. En este momento, vivía convencido de que el destino le había guiado hasta allí por algo. Y cada día estaba mas cerca de descubrirlo.

Cuando sintió levantarse a Petra, comenzó su rutina de atención al enfermo, para que estuviera finalizada cuando ella viniera con el desayuno. La sirvienta se asomó a la puerta para ver si todo iba bien. Comprobada la normalidad, se fue para iniciar su tarea diaria.
El hombre observaba a Félix. Si éste hubiera prestado atención a su expresión, se habría dado cuenta de que su mirada no era de temor como otras veces; era de odio. Un odio infinito.
Dejó que Petra le diera el desayuno al viejo, mientras él iba al baño a asearse. Abrió la ventana. Olía a pino quemado.
Pasó la mañana espiándola. Ella seguía con sus tareas habituales. No hizo nada diferente a otros días.
__Tengo que saber que pasó con el dichoso libro. Miraré en su dormitorio.
No tuvo falta.
Llevaba todo el día sintiéndose mal. Cuando era niño, una noche, ardió el bosque de pinos centenarios que bordeaba la pequeña ciudad. Soplaba un fuerte viento de poniente. El humo lo invadió todo; hubo que desalojar a la gente que vivía mas próxima al fuego, él y su familia entre ellos.
Pasó mucho miedo.
Los animales que no dio tiempo a evacuar, murieron abrasados en sus cuadras. En días sucesivos un penetrante olor a madera y carne carbonizados persistió en el ambiente, mientras comprobaba con horror y tristeza como el fuego había convertido el monte en cenizas y los troncos de los árboles en figuras fantasmales que vagaban entre el humo. Parecían escapadas del infierno a medio consumir. Comenzó a darle miedo aquel lugar en el que jugaba de niño con los perros, persiguiendo alimañas. Desde ese día, cada vez que el olor a pino quemado hacía acto de presencia, era presa de un extraño desasosiego, que terminaba por ponerle enfermo.
Cuando estaba en la habitación con Higinio, dándole la medicación de la tarde, sintió náuseas. Se dirigió al baño con toda la rapidez que le permitía su cada vez mas persistente mareo. Una vez allí se apoyó en el alfeizar de la ventana abierta, buscando un poco de alivio en el fresco vespertino. Con la vista aún borrosa, pudo ver a Petra atravesar el corral con algo en las manos, que depositó en el suelo al lado de una de la columnas que sostenían el depósito del agua, donde reposaba tras de su viaje desde el aljibe, antes de abastecer la vivienda.
Félix observó el tanque. Arriba, la mujer ya tenía adosada a la pared otra escalera portátil de pequeño tamaño.
Antes de coger el bulto que esperaba en el suelo miró hacia la casa. El se retiró rápidamente de la ventana. Trepó con el objeto, ¿parecía una caja?, hasta la altura del depósito por la herrumbrosa escala adosada a una de las columnas, en la que faltaban algunos peldaños. Cuando llegó a la plataforma, se encaramó por la otra escalera, levantó con trabajo la tapa y tiró dentro lo que , en efecto, era una caja. Tal vez la estanca que había visto días atrás.
__ No jodas... ¿ A que es el libro?. ¿Pero, por que en el depósito, por que no quemarlo?__. Se alejó de la ventana antes de que pudiera descubrirlo.__ No quiere destruirlo, únicamente pretende que yo no lo encuentre.
Se echo agua a la cara. Las náuseas habían desaparecido, pero el mareo continuaba. Se sentó en el borde de la bañera hasta sentirse mejor y volvió a la habitación del viejo. Olvidó por completo la medicación.
Apoyado en el piecero de la cama, de espaldas al enfermo, hizo un repaso de la situación:
Recoger el libro sería mas difícil: el depósito tendría mas o menos dos metros de altura, calculó Félix comparándolo con la estatura de Petra y un diámetro de casi otros dos. Ignoraba si la caja se habría sumergido o, por el contrario, estaría flotando.
Subiría y miraría dentro. Si no se veía, vaciaría el tanque.
Tenía que retirar la tapa y necesitaría otra escalera para descender a por ella y lo mas importante, para salir después. Además suponía que el tanque tendría en el fondo varios centímetros de limo.La maniobra era peligrosa. En la plataforma había poco espacio, si la escalera se movía por cualquier circunstancia, la caída podía ser mortal.
Bien, prepararía un plan. El único inconveniente era Petra.
Nunca se ausentaba, por eso iba a ser una tarea difícil. Necesitaba tiempo para llevar a cabo el rescate y ella no debía sorprenderlo. Eso podría significar un peligro añadido al que ya tenía de por si la ascensión hasta la base, cuya altura se aproximaba a la de la casa.
Era imprescindible tener a la muda fuera de combate. Dedicó el resto de la tarde a idear el modo de librarse de ella.
Mientras Félix paseaba por la habitación gesticulando y hablando a media voz, el viejo le miraba cada vez mas temeroso. La impotencia y el miedo asomaban claramente en su afilado y pálido rostro. Apenas tenía vida.
Para Félix no existía en esos momentos.

La granja, capítulo IV

El calvario....Viorel C. Sánchez

Sintió alivio al saber que tendría que quedarse en el campo y no podría regresar a diario. Dormir con Marta de vez en cuando estaba bien, pero todas las noches se le antojaba excesivo.
El nuevo enfermo no tenia familia. Vivía en una especie de granja a bastantes kilómetros de la ciudad. No quería abandonar su casa. La mujer que lo acompañaba había entregado un escrito a las asistentes sociales en el cual el viejo disponía que, en caso de no recuperarse totalmente le buscaran alguien que lo atendiera las 24 horas. Ellas se pusieron en contacto con Marta.

Salió de la pequeña ciudad y antes de llegar a la recién inaugurada autopista, dobló a la derecha, justo por detrás de su antigua casa. Siguió por la vieja carretera unos veinte kilómetros, antes de coger un desvió a la izquierda. No se cruzó con ningún vehículo. Unos metros mas allá del puente medieval, que permitía sortear el riachuelo de montaña aún con poco caudal y luego de una pronunciada curva, lo que vio ante sus ojos le hizo detenerse en seco.
No se lo podía creer.¡Era el camino!.¡El camino que tantas noches había visto en sueños!. Con su suelo de tierra y las hileras de árboles. Se quedó atónito. Estaba ahí. Tan cerca de donde había vivido.
Sintió una lengua de hielo que le recorría la espina dorsal.
Después de un rato de contemplar absorto la senda arbolada que tenía delante, notó que un sudor frío le estaba dejando yerto. Paró el motor y salió del coche. Se plantó en el centro del camino y estuvo un rato pensativo. Esperaba que de la misma manera que avanzaba en el sueño, retrocediera de un momento a otro y desapareciera. Se retiró hacia atrás por si acaso, parpadeando. Pero, el sendero continuaba obstinado en su sitio.
Le dieron ganas de irse a toda prisa, sin embargo, optó por subir de nuevo al coche y continuar. ¿Qué iba a decirle a Marta si volviera, que había visto antes en sueños el lugar y se había asustado?.Menuda bronca le esperaba. Además no podía andarse con bromas. No tenía otro trabajo. Por eso, después de dudarlo bastante, arrancó y enfiló la conocida senda, lamentando haberse dejado convencer para abandonar la mueblería.
Era rectilínea durante un buen trecho, luego torcía a la derecha y al poco, se divisaba la casa. Los árboles la flanqueaban entera.
Del hombre y la mula no había ni rastro, por suerte.
La vivienda era de dos plantas mas desván, porque tenía solanas en el tejado. Estaba un poco falta de pintura, pero no tenía mal aspecto. A la izquierda había un amplio cobertizo que hacía las veces de garaje y un pequeño huerto con hortalizas. El resto era campo seco y peñascoso.
Aparcó cerca de la puerta principal. Una ambulancia estaba justo delante. Dos empleados salían de la casa en ese momento, les acompañaba una mujer que al ver al recién llegado se quedó esperando en la puerta.
Félix recogió sus cosas y se dispuso a entrar. Saludó a la mujer que se lo quedó mirando y le hizo una seña para que la siguiera.
Sin decir una palabra lo condujo hasta la planta superior, se paró delante de una puerta y le hizo otra seña para que entrara. Una vez dentro le quitó la maleta de la mano y le empujó de nuevo hacia la puerta.
__¿No sería mas fácil si me dijera lo que debo hacer?
La mujer se dio la vuelta y soltó un gruñido gutural.
__Espere un momento. ¿No puede hablar?
Negó con la cabeza sin mirarle siquiera.
__Pero si oye perfectamente__se dijo a si mismo en voz alta.
La mujer se paró delante de otra puerta situada en frente de la anterior y le invitó a entrar con la cabeza.
Félix traspasó el umbral y se quedó mirando el cuarto. Era una habitación no muy amplia; en frente estaba la ventana y en el lado izquierdo la cama con el paciente, una mesilla de noche, una butaca y una silla de ruedas.
Se acercó para echar un vistazo al enfermo y saludar. Se quedó paralizado y un tanto confuso. Un nuevo escalofrío le recorrió de la nuca a los talones y el vello se le erizó en cada poro de la piel.
¡Era él!. El hombre que veía en su sueño conduciendo la mula. Con mas edad, pero él seguro. Alto, aunque menos corpulento por la enfermedad, con el pelo pajizo y la cara llena de pecas. Avanzó titubeante hasta el sillón y se sentó sin dejar de mirar al enfermo que también lo contemplaba sin pestañear.
La mujer le puso una pizarra delante de los ojos:
“ No puede hablar. Hay que darle la medicación que tiene ahí escrita en esa hoja sobre la mesita. Come con dificultad solamente dieta blanda. Como ve tiene puesta una vía. Yo vivo aquí también. No puedo hablar, pero oigo perfectamente. Cualquier cosa que necesite me llama . Soy Petra”.
Félix estaba demasiado aturdido, dejó la pizarra y cogió la hoja con las instrucciones para los medicamentos. Comprobó que estaban todos y luego volvió a mirar al hombre que no le había quitado la vista de encima.
__Me llamo Félix. Soy quien va a cuidarle. Ya nos iremos conociendo.
Se levantó, salio y se dirigió a la habitación donde había dejado el equipaje. Se sentó en la cama. ¡Que extraño era todo!. Si hubiera soñado con el camino y el hombre por vez primera en las últimas semanas, entraría dentro de lo posible. A veces sucede que tenemos sueños premonitorios de lo que nos va a acontecer en unos días; pero llevaba viéndolo hacía por lo menos, treinta años. No era normal. Algo muy definitivo tendría que significar.
La inquietud dejó paso a la curiosidad. Deshizo el equipaje y bajó a hablar con Petra. Antes echó un vistazo en el comedor y la salita, que junto con la cocina conformaban la planta baja. Le llamó la atención una fotocopiadora que descansaba sobre una mesa al lado de la tele. Era un modelo muy moderno exactamente igual a la que tenía Marta en la oficina.
__¿Para que querrán aquí este aparato?. Nunca lo he visto en sueños, que yo recuerde…

Encontró a la sirvienta preparando la cena. La cocina era grande, le recordó la de su antigua casa. Pero esta relucía de limpia. Había multitud de cacharros de cobre que brillaban con el sol de la tarde, proporcionando a la estancia una agradable y cálida tonalidad rojiza.
__¿Lleva mucho tiempo aquí?
Petra asintió.
__¿El viejo siempre vivió solo?
Negó con la cabeza.
__¿Estuvo casado?
La sirvienta o no le oyó o fingió no oírle. Salió por la puerta de atrás y se dirigió al corral.
Félix se asomó a la puerta. Había un gallinero y otra construcción que no se veía desde el frente de la casa. Parecía una antigua cuadra. Algo llamó su atención. Ya lo había observado desde arriba. Todo estaba seco, pero delante de sus ojos tenía un trozo de campo, una especie de pradera, con un roble en el centro y una hierba bastante alta y de un verde exuberante.
__¿Como es que está ese trozo tan fértil?
Ella pasó por su lado sin responder; cuando él entró, tenía la respuesta en la pizarra: “Ahí echamos el estiércol de los conejos. No me pregunte sobre la vida privada del señor. ¿A usted que le importa?”.

Durmió mal. Se levantó temprano y se dirigió a atender a su cliente. Lo aseó, lo afeitó, hizo los ejercicios muy suavemente, porque el enfermo no estaba para muchos trotes, lo cogió en brazos, aunque alto pesaba bastante poco, y lo sentó en el sofá orejero. La silla de ruedas era muy incómoda para alguien que apenas sostenía la cabeza. El hombre no dejaba de observarle, hubo un momento en el que Félix creyó adivinar un cierto temor en la mirada del anciano.
__Es normal, no me conoce y no se fía.
En ese momento entraba Petra con el desayuno.

Al final del pasillo estaba el cuarto de baño que él utilizaba. A la derecha arrancaba la escalera de acceso al desván. La puerta estaba cerrada. Notó que tenía puesto un grueso candado. Le preguntó a Petra cuando dejaba la habitación del señor, tras hacer la cama y se acercaba por el pasillo.
__¿Y esto?
Ella le miró fijamente y negó con la cabeza. Félix apuró el paso y se puso delante:
___Hay un desván, es evidente. ¿Pero por que esta cerrado el acceso?
Petra lo esquivó y bajó las escaleras. Cuando Félix llegó a la cocina para desayunar tenía la pizarra delante de la taza.
“¿A usted que le importa si hay o no desván, ni porque está cerrado?. Limítese a hacer su trabajo y déjenos en paz”.
Decidió aparentar normalidad, era mejor no levantar sospechas. Podría fingir indiferencia e investigar todo lo que le diera la gana , aprovechando que Petra estuviera ocupada.
__Tiene razón mujer. Es que soy curioso por naturaleza. No volverá a pasar.
Ella lo miró con desconfianza.
Los días siguientes estudió las costumbres de la casa. Petra no se ausentaba nunca. Una vez por semana por medio del panadero, enviaba la lista del pedido al supermercado y éstos se la traían a casa por la tarde. Lo encontró raro, porque ella conducía. Podría perfectamente ausentarse para hacer la compra, sobre todo ahora que estaba él.
La mujer parecía tener una relación cordial con todo el mundo. En la casa había hortalizas del huerto, fruta, huevos y carne de conejo y pollo.
Si no fuera por el sueño, todo le hubiera parecido bien, pero el hecho de llevar años soñando con el camino y el hombre, hacía que cualquier cosa le infundiera sospechas. Probablemente fuera premonición; quizá algo definitivo iba a ocurrirle en aquel lugar, a lo mejor algo bueno. Pero él no lo creía así. Estaba convencido de que el sueño tenía relación mas bien con su pasado.
__Me estoy volviendo paranoico.
No obstante preparó una hoja de ruta:
“Encontrar vestigios de la existencia de la mula y los fardos. Pero, sobre todo, hallar la llave de acceso al desván”. No sabía bien porqué, pero estaba seguro que el desván desvelaría el misterio.
Investigó los cobertizos buscando la mula. No la encontró. No había mas animales que gallinas y conejos. En el que hacía las veces de garaje, en un anexo cerrado, encontró una antigua Isocarro. Cuando era niño veía una igual pasar a menudo por la carretera de detrás de su casa.
__Menuda reliquia.
Había también una bicicleta con las ruedas pinchadas y multitud de objetos en una estantería adosada a la pared del fondo. Herramientas, una manguera de riego, antiguos motores sumergibles inservibles (posiblemente de extraer agua del aljibe) y una caja estanca colocada allí hacía poco porque resaltaba entre todo lo demás, viejo y polvoriento. Una gran variedad de aperos de labranza contemplaban el paso del tiempo apoyados en la pared.
La antigua cuadra, estaba vacía. No era muy amplia, cabrían dos o tres animales. Se notaba que llevaba tiempo sin ser habitada. Había un altillo lleno de paja vieja con una escalera muy rudimentaria de madera para acceder. Subió con cuidado; algunos peldaños estaban podridos. Cogió una horca y se dedico a buscar entre el heno ya rancio y casi convertido en polvo. Comenzaba a sentirse ridículo cuando tropezó con un obstáculo, retiró la paja a toda prisa y ante su asombro un tanto receloso, apareció algo que le erizó la piel:¡la silla y los fardos!. Iguales a los que veía en el sueño. Había algo mas: la manta que los tapaba . Sucia, rota y decolorada, pero era la frazada que él viera en el sueño. Seguro.
__Seguro, estoy seguro.
Estuvo a punto de llamar a Petra, pero se contuvo. __No seas idiota.¿Para que llamarla?.
No debía conocer sus sospechas bajo ningún concepto. Comenzaba a considerar peligrosa la situación.
Ella lo estaba observando tras los verdosos cristales de la ventana. Cuando vio que bajaba del altillo, se fue a toda prisa hacia la casa.