Berenguela de Navarra, reina de Inglaterra


Ricardo I partiendo a las Cruzadas

Nació, tal vez en  Tudela, hacia 1170 y murió en  le Mans, Francia, en 1230. Reina de Inglaterra, duquesa de Normandía y condesa de Anjou, fue la mayor de las hijas de Sancho VI de Navarra y de Sancha de Castilla, hija de Alfonso el Emperador.

Se casó con Ricardo Corazón de León, eternamente prometido a Aélis de Francia que era, por cierto, prima de Berenguela. El acuerdo con Aélis se rompe al esperar ésta un hijo de Enrique II, el padre de Ricardo. (Enrique II es el rey que aparece en Los pilares de la tierra, el hijo de Matilde).

Leonor de Aquitania (recuerdo a Katherine Hepburn en El león en Invierno), elige personalmente a la princesa Navarra para esposa de su primogénito. Hay quien dice que la reina madre escogió a una princesa oscura. No comparto esa opinión: una nieta de Alfonso VII el emperador, princesa de un reino como el de Navarra, no pasaba desapercibida en aquellos tiempos. Además los cónyuges de tres hermanos de Ricardo eran primos suyos: Margarita de Francia, casada con Enrique el joven, futuro Enrique III, Alfonso VIII de Castilla, marido de Leonor Plantagenet y Guillermo “el bueno” de Sicilia cuya esposa Juana Plantagenet fue compañera de la princesa Navarra en viajes y aventuras de todo tipo, durante la tercera cruzada, en la que participó Ricardo.

Berenguela se unió a la comitiva del rey en Mesina, Italia, cuando este iba ya camino de Palestina. Parece que convivieron durante un tiempo hasta casarse en la capilla de San Jorge en Limassol, Chipre el 12 de marzo de 1191. Leonor de Aquitania viajó desde Inglaterra, para acompañar a la novia, a pesar de tener ya 70 años.
Se discute la consumación de este matrimonio, apoyándose en el hecho de que no hubieran tenido hijos, ya que se insinúa la posible homosexualidad de Ricardo, recogida incluso, por La Enciclopedia Británica. Sin embargo se conoce la existencia de un hijo bastardo del rey y su costumbre de violar a las mujeres de los pueblos que osaban contestar su autoridad (poco han cambiado las cosas desde entonces). Esta bastante probado que el rey era como su padre amante de los placeres de la carne y no tenía ningún reparo en acostarse con hombres o mujeres. Era un autentico bisexual, libertino y vividor también, como su progenitor.

Además la ausencia de hijos, puede ser debida a la infertilidad de uno de los cónyuges. Si se afirma que Ricardo tenía un bastardo cabe pensar que el problema lo tuviera la reina. Y siendo asi ¿Por qué no fue repudiada?. El papa hubiera accedido. Se aducen otras razones: que Ricardo no podía perder a su mejor aliado para defender sus intereses en el sur de Francia, Navarra, aunque una vez recuperado el control de sus dominios esta apoyo ya no era tan necesario. Entonces, pudiera ser que el rey fuera consciente de que el estéril era él, por alguna razón posterior al nacimiento de su hijo, ya que curiosamente no tuvo ningún otro.

Como sabemos Ricardo I de Inglaterra, participó en  la tercera cruzada. El rey y sus tropas ayudaron a conquistar Acre, a pesar de estar muy enfermo de escorbuto. Mientras duró la enfermedad, se cuenta que mataba guardias con una ballesta, teniendo que ser para ello llevado en camilla por sus ayudantes.

Berenguela residió en San Juan de Acre a la vez que el rey guerreaba contra los sarracenos. Terminada la campaña, volvieron a Europa por separado. Ricardo fue hecho prisionero en Alemania y la reina se quedó en Poitiers, tratando de ayudar a su suegra Leonor, regente del reino, a conseguir la fabulosa suma que el emperador alemán exigía por Ricardo. Uno de los hermanos de Berenguela, Fernando, fue ofrecido como rehén para cubrir la garantía del rescate que quedó por pagar.

Aunque se asegura que tras la liberación del rey, éste y Berenguela no volvieron a reunirse, lo cierto es que se reconciliaron y reiniciaron su convivencia, decidiendo residir en el condado de Anjou. Pero las continuas disputas territoriales entre Ricardo y Felipe Augusto de Francia, los volvieron a separar definitivamente.

Cuando muere Ricardo (6 de abril de 1199) en el asedio a Châlus, la reina inicia un largo litigio con Juan sin Tierra, el sucesor, por negarse éste a dar cumplimiento a las disposiciones testamentarias de su hermano para su viuda. Con la ayuda de los papas Inocencio III y su sucesor Honorio III, Berenguela consigue que el rey Enrique III, cumpla los acuerdos alcanzados.

Berenguela de Navarra nunca llegó a pisar Inglaterra, por eso se la conoce como “la reina ausente”, aunque hay historiadores que aseguran que lo hizo después de viuda.
En realidad fueron unos reyes poco ingleses. Ricardo Corazón de León estuvo en su tierra solamente en un par de ocasiones. Siempre fue mas francés que inglés, lo cual molesta bastante a los británicos.

Asesinato en el geriátrico, último capítulo


Kandinsky- Juicio final-1912

Julián el camarero, llegó tarde. Cuando apareció ya habían comenzado a servir las comidas. Su compañero Pedro le había estado llamando al móvil sin fortuna, desde bien temprano. __¿Pero, que te ha pasado?. Te va a caer una buena. ¿Sabes lo que ha sucedido?. Han matado a don Felipe. ¿Qué te has hecho en la cara?.
Julián le cogió del brazo y lo empujó al pasillo.
__He tenido un a bronca con Paqui. Cree que me estoy viendo con mi anterior novia. Se puso echa una fiera y me arañó la cara. Yo le di un empujón y se golpeó contra la pared. Me dijo que me denunciaría. Así que me fui de casa, no quería que me detuvieran. Cuando llegué esta mañana y vi coches de policía, creí que me estaban esperando. Me fui a la choza de mi vieja. Sobre las once Paqui se presentó allí y me dijo que no había puesto la denuncia, que lo había dicho para fastidiarme. Me lo juró. Entonces volví a venir para acá. Un policía gordo que esta abajo me contó lo que había pasado.
__No se si creerte.
__Allá tú. Oye, yo tenía un negocio con don Felipe, me había prometido una cantidad de dinero. ¿Sabes si esta cerrada su habitación?.
__Naturalmente. Esta precintada. Ni se te ocurra acercarte. Hay policías en el tercer piso.
__Me dijo que tenía el dinero para mi… pero no terminaba de dármelo. Necesito esa pasta. Tendría que echar un vistazo.
__No puedes. Esta aquí la policía. ¿No has hablado con uno de ellos?. Olvídalo.



Rosa y Ofelia se fueron a su cuarto. Antes Rosa se había acercado a Monero y le había hecho una observación.
__Oiga joven, verá. Yo no utilizo andador. Mi compañera si, pero soy testigo de que durmió toda la noche y le juro que ni es capaz de matar una mosca, ni creo que sepa donde está la yugular…ademas es medio santa.¿Me comprende?. No tenemos porque estar encerradas toda la tarde.
__Lo siento señora,  no hay mas remedio. Pero voy a hacer algo por ustedes. Comenzaré la inspección por su cuarto. Así quedarán tranquilas el resto del día.
__Bueno algo es algo. Muchas gracias joven__dijo doña Rosa mirándolo descaradamente de arriba abajo.


Juan Monero cumplió su palabra e inspeccionó el taca-taca de doña Ofelia. Se entretuvo un buen rato mirando las ruedas. Había tiempo: toda la tarde. Era el único que iban a investigar. Evidentemente no existía la marca delatora. Se le había ocurrido de pronto, como se le ocurrían otras soluciones, así sobre la marcha, con tal de no andar haciendo preguntas que era muy aburrido.
A veces, resultaba.
Pocas.
Monero esperaba que el criminal se deshiciera del andador esa misma noche a las doce. A esa hora exacta pasaba el camión de la basura, puntual como la carroza de Cenicienta. Tenia la teoría de que el culpable arrojaría el artilugio delator por la ventana del tercer piso, cuando el vehículo estuviera debajo. Se había informado y  averiguado que el camión  de recogida era muy moderno, con un sistema de carga lateral, debido al cual el conductor, mediante un robot y un ordenador realizaba toda la operación. Sin mas personal. Por eso el criminal lo tenía fácil: No habría nadie fuera del camión que pudiera verlo y el ruido de éste, ahogaría el estruendo de la caída.
Desgracia y él estarían esperando.
Pasaron el resto de la tarde en el salón del tercer piso, viendo baseball en la televisión por satélite de la Residencia.
__Este sitio debe costar un pastón. Hay que ver que bien viven estos cabrones__comentó Desgracia mientras merendaba una hamburguesa que le habían preparado en la cocina y se manchaba de grasa, naturalmente.

Transcurrió la tarde con los pobres residentes secuestrados en sus habitaciones y la tercera planta envuelta en un silencio de muerte, nunca mejor dicho. Para mayor seguridad de que nadie salía ni entraba apostaron un guardia en el ascensor y otro en la escalera.
Por la noche hubo que servir la cena en las habitaciones. Monero y Desgracia acompañaron uno a cada uno de los dos camareros, haciendo el paripé.
Desgracia, que no estaba muy convencido de que la trampa diera resultados, se dedicó a preguntar a los ancianos sobre la vida de Felipe. Se enteró de algunas cosas interesantes.
Supo que últimamente andaba detrás de una tal doña Isabel, una mujer muy guapa que era diseñadora de joyas, con tanta insistencia que ésta se había quejado a la dirección del centro, porque ya lo consideraba acoso; que hacía tratos con un camarero que había estado en la cárcel y que unos cuantos días atrás había discutido acaloradamente en el jardín con otro residente: don Jacinto Escobar. Desde ese día no se volvieron a hablar y don Jacinto lo evitaba de modo ostensible.
__Bueno, posiblemente el criminal sea alguno de estos tres. Ya veremos.

Las horas transcurrían lentamente. Los ancianos no eran capaces de conciliar el sueño. La mayoría no quiso tomar el somnífero acostumbrado, preferían estar en vela. Esperaban que el policía guapo estuviera en lo cierto y el criminal se descubriera esa misma noche. No les hacía ninguna gracia que conviviera con ellos y menos que le diera por volver a matar. Aunque trataban de convencerse de que Felipe se lo había buscado y que el crimen había sido un hecho puntual, por motivos personales, no las tenían todas consigo.
__Lo mismo es un asesino de ancianos compulsivo__decía doña Rosa.
__Se dice en serie__corregía doña Ofelia.
__Pues eso. Mata ancianos en serie de modo compulsivo. Lo que yo digo. Que afición tienes a corregirme.

Monero y Desgracia estaban en sus puestos. La tercera planta permanecía a oscuras y en silencio. No se oía ni un rumor. Hasta la brisa nocturna de poniente había cesado.
El reloj de la torre de la Iglesia cercana de la Virgen de los Ojos Grandes, dio las doce. El ruido de lo que podría ser un camión comenzó a escucharse cada vez mas cerca. Cuando rodeó el edificio y enfiló el callejón de los contenedores, a Juan Monero se le encogió el estómago.
__Allá vamos__pensó
Alerta como estaba, no escuchó ni un rumor de pasos. Solamente percibió un ligero roce en el hombro. De un salto se dio la vuelta a la vez que empuñaba su arma reglamentaria y apuntaba con ella, hacia la sombra que le había rozado.
__¡Quieto, quieto, no se mueva!
Con la otra mano buscó el interruptor. Al encenderse la luz, comprobó que tenía delante a don Jacinto Escobar portando un andador que dejó en el suelo a los pies del sorprendido subinspector.
 Desgracia que estaba en las escaleras, subió a toda prisa. Su compañero ya estaba trincando al culpable.
__Lo siento caballero, queda usted detenido como sospechoso de la autoría del asesinato de don Felipe Iglesias.
__Pensaba entregarme antes, pero cuando vi la trama que había ideado no quise estropeársela…__afirmó don Jacinto extendiendo las manos con las muñecas juntas para facilitar el esposamiento.
__Muy considerado de su parte.



 Doña Elisa, la vieja directora, les contó lo ocurrido. Doña Isabel y doña Luisa estaban presentes. Ambas corroboraron todo lo que ella afirmó.
Se sentía culpable. Debería haber puesto en la calle a Felipe esa misma tarde. Pero le costaba enfrentarse a él. Aunque ni siquiera la había reconocido; Sin embargo, ella no se olvidó jamás de su cara ni de su vileza.
__Si le hubiera echado, nada de esto habría sucedido.
__ No se culpe señora. No hay razón para ello__la consoló Desgracia.
__Dígame una cosa__inquirió Monero__Por que don Felipe le pidió el favor a don Jacinto de que conquistara a doña Isabel. ¿ Se conocían de antes?.
__Es una larga historia. Verán. Yo estuve a punto de casarme con Jacinto. Me dejo plantada ante el altar.
Los subinspectores se miraron.
__Todo fue una burla que urdió Felipe despechado porque no quise nada con él. Había fallecido el padre de Jacinto y se llevó la llave de la despensa ¿entiende lo que le digo?.
Monero asintió.
__El quería terminar su carrera de medicina. Felipe le ofreció un buen dinero que le permitiría continuar los estudios. Aceptó y siguió adelante hasta las últimas consecuencias. Pasado el tiempo me pidió perdón…toda la vida tuvo remordimientos. Es un buen hombre. Fue un buen cirujano. Uno de los mejores.
__Eso explica la precisión del corte__terció Desgracia.
__¿Que le ocurrirá ahora?
__Con lo que ustedes me han  contado y un buen abogado dudo que vaya a la cárcel, teniendo en cuenta su edad…
__Haremos por él todo lo que sea posible__terció doña Isabel.
__Muy bien señoras, tenemos que irnos. Lo siento__dijo Monero dirigiéndose a las tres.
Don Jacinto estaba en la salita contigua al despacho de la directora custodiado por dos policías. No lo habían esposado. Monero no lo consideró necesario.
La directora salio y le abrazó. Lo mismo hicieron Isabel y Luisa. Esta luchaba duramente por contener las lágrimas.
__Te buscaremos el mejor abogado. No temas nada__le dijo su antigua novia__Yo me ocuparé de todo__ Y acercándose a su oído para que nadie pudiera escuchar, afirmó:
__Has hecho lo que debías. Ahora ya estas en paz.

__Dígame una cosa__inquirió Monero a don Jacinto cuando se iban
__Usted dirá.
__Porqué el andador si usted no lo necesita.
__Cogí uno en la enfermería. Como en la tercera muchos lo utilizan se me ocurrió que nadie sospecharía si escuchaba un taca taca y tal vez  pensara que era Felipe que se iba de ronda, como hacía muchas noches. Estaba decidido a hacer lo que hice y no quería interrupciones. No me di cuenta del dichoso rastro, hasta que llegué a la ventana. De todos modos son cosas que uno hace sin saber bien el porqué… lo del andador me refiero.
__Ya.



Habían transcurrido varias semanas. Los ánimos se habían calmado, pero a los residentes que tenían memoria, les costaba olvidar.
Aquella mañana corrió la noticia de que llegaba nuevo inquilino para la habitación de Felipe.

__Supongo que será un tío__dijo doña Rosa.
__¿A ti que mas te da?
__Pues me da. Hemos perdido dos tíos, lo justo es que venga por lo menos uno.

Efectivamente eso parecía lo justo. Y eso fue lo que ocurrió. La directora joven entró dando el brazo a un caballero.
__¡Coño!. Arturo Fernández, el hombre de mi vida.
__¡Cállate Rosa!.
__No me da la gana. Siempre quise tener algo con él y mira por donde…
__Señoras y señores, este es don Jenaro Puerta…
__Lo ves, no es Arturo.
__Pero se le parece muchísimo. Así que como si lo fuera. Te lo advierto Isabel, no me lo levantes.
__No tengo la mas minima intención.
__Bueno, hay que averiguar como está de la próstata. Si está bien, me lo pido. Coño Ofelia no me mires así. Que culpa tengo yo de que seas una estrecha.
__¡……!
__Oye Isabel, cuando lo ligue, te pido prestada la habitación. Tu puedes pagarte un hotel por una noche…
__Es mas joven que tú__sentenció doña Ofelia, que era bastante aguafiestas.
__Arturo es de mi edad.
__Si, pero este no es Arturo, es alguien que se le parece. Nada mas.
__¿Y que, si es mas joven?.
__Pues que, evidentemente, no va ni siquiera a notar que existes.
__Mierda Ofelia. Vete a la mierda y déjame en paz.
__A lo mejor es homosexual__dijo doña Luisa con muy buena intención.
__Sois unas impresentables y unas envidiosas, que no soportáis que yo ligue con Arturo Fernández__dijo Rosa puesta en pie, antes de abandonar la mesa y el comedor.
Al salir pasó, sin necesidad ninguna, por delante del recién llegado, que como vaticinó Ofelia, ni siquiera se percató de su existencia fijo como estaba en ese momento, en el culo del camarero. Sus compañeras no se perdieron detalle.
__Menuda la que nos espera__sentenció Ofelia__Aquí va a arder Troya. Dios nos pille confesadas y a ese pobre, también. Lo que hace la necesidad. Señor, Señor…


FIN

Asesinato en el geriátrico, capítulo II


Kandinsky-Relaciones-1934

Los subinspectores Monero y Desgracia eran diferentes como la mar y la arena, pero como ellas, inseparables y complementarios. Juan Monero era alto y guapetón, con un estudiado look casual.
 Impetuoso y atrayente como el mar. 
Mientras Casimiro era un ordinario de mucho cuidado, con la camisa rechinante, los puños deshilachados, los cuellos retorcidos y la  americana llena de brillos de excesivo uso y poca limpieza. La corbata, todas las corbatas que se ataba al cuello,  terminaban decoradas por lamparones de grasa de la comida basura que se metía entre pecho y espalda.
Era como la arena de la playa tras un naufragio.
Y como ella desparramado a lo ancho.
Todo lo contrario a Juan que se machacaba en el gimnasio y se bronceaba en la terraza o la piscina o donde tenía ocasión, para conseguir ese aspecto sano y deportivo que tanto le gustaba.
Al  hacer su aparición en el comedor del geriátrico, las miradas de todas las mujeres, residentes y empleadas, jóvenes y menos jóvenes, salieron disparadas hacia Juan atraídas por su magnetismo, lo mismo que un  haz de agujas cuando se les pone a tiro un imán.
Doña Rosa le dio un codazo a doña Ofelia.
__Has visto que tío tan bueno. Tiene un aire a Gary Cooper.
__¿El alto o el bajo?
Rosa la miró como a un bicho raro y meneó la cabeza.

Monero aceptó un café mientras echaba una ojeada sobre el personal; era una actitud muy americana que le encantaba. Los detectives de las películas siempre tenían una taza de café en la mano. Luego se dirigió con su camarada y la directora, hacia el lugar del crimen. Los de la científica ya habían hecho su trabajo. Al difunto le habían seccionado la yugular de un corte limpio con su propia navaja de afeitar. El asesino no dejó huellas, excepto la rueda del andador que se manchó con la sangre que vertió el cadáver, mientras su matador se entretenía en taparle la cara con la almohada.
Preguntó a la directora, por preguntar algo, lo obvio: si don Felipe tenía enemigos, si había tenido problemas con alguien últimamente, si como era un conquistador, podría existir un marido celoso. La directora contestó lo mismo a todas la preguntas.
__No, que yo sepa.
__Que sosa es la tía__pensó Monero__está buenísima, pero parece una muñeca hinchable.

Efectivamente, don Felipe Iglesias era un conquistador. Solterón y rico por su casa, jamás le había dado un palo al agua.
Al poco de fallecer su madre a la que adoraba, se vino a vivir a la Residencia. (Aunque se llamaba “El Mirador del Edén”, era la Residencia por antonomasia. La mejor de la provincia, con diferencia). Antes y durante toda su vida había morado en la casona familiar mimado por la tata y la madre, además de dos tías solteras, paterna y materna, que lo malcriaron. Estudió derecho, porque algo tenía que estudiar. Tardó años y años en terminar la carrera, debido a que dedicaba todo su tiempo a conquistar a  las mujeres que se ponían o le ponían a su alcance. Se rumoreaba que había estado con unas diez mil. Igual que don Juan Tenorio, su ídolo, “había recorrido su amor toda la escala social”. También se decía que había tenido varios hijos, la mayoría con una vicetiple, que los fue dando en adopción. Así llegó a la vejez: solo, fané y un poco descangayado, como en el tango, pero con la moral conquistadora intacta.
En la Residencia siguió haciendo de las suyas. Ligó hasta con la cocinera, rechoncha y de buen ver y mejor tocar. Últimamente andaba un poco cabizbajo  porque se le resistía doña Isabel. Pero todo se andaría. Se había reencontrado con un viejo conocido y tenía planes.
Tiempo al tiempo.
Lo que no sabía era que su tiempo se acababa.



Doña Luisa llegó tarde, como siempre y un poco desconcertada por los sucesos. Luisa vivía en permanente desconcierto desde que sus nietos la habían metido en un tren con su raída maleta de cuadros y un billete hasta el final de trayecto, que era precisamente esta ciudad.  Sucedió unos cuantos años atrás. La policía la recogió sentada en un banco de la estación aterida de frío. Creía que sus nietos vendrían en el próximo tren.
__Es que seguramente no tuvieron billete en éste.
Lo cierto que es que su tren había llegado hacía ya tres días. La asistencia social la llevó al Mirador del Edén de modo provisional. En los geriátricos  públicos no había plazas libres.
Fue imposible encontrar a los nietos. Como si se los hubiese tragado la tierra. Habían vendido las propiedades, repartido el dinero y se habían esfumado después de meterla en el tren.
El mismo día llegó a la Residencia doña Isabel. Era una mujer guapísima diseñadora de joyas y aún joven para un geriátrico. Pero ya la habían asaltado varias veces, algunas por la noche mientras dormía y en la última  casi acaban con su vida. Todas las medidas de seguridad que tenía instaladas no sirvieron para nada. Los ladrones eran como algunos virus: inmunes a las barreras. Antigua conocida de doña Elisa, la directora, decidió mudarse  al Mirador del Edén, para estar acompañada. Pese a ello necesitaba alguien con ella en la habitación. A pesar del tratamiento psicológico seguía teniendo terror a la noche. Se trajo su propia acompañante.
Continuaba con su trabajo. Tenía un pequeño estudio donde hacía los diseños y pasaba mucho tiempo en la calle, comprando material o visitando a los clientes.
Hizo buenas migas con doña Luisa, que era extrovertida y discreta. Conocedora de su historia acordó con la directora contratarla como acompañante y así, ésta no tendría que abandonar la Residencia.
Hacía un par de noches que Isabel dormía en la enfermería. Tenía bronquitis y no quería contagiar a Luisa cuyo corazón estaba bastante resentido; no era para menos.

 Luisa se sentó a la mesa con Rosa y Ofelia. No había traído el andador y se movía con dificultad.
__¿Has visto que tío tan bueno?__Le espetó Rosa señalando a Juan Monero.
__¿Como han podido matar a Felipe?__preguntó con voz temblorosa.
__Pues ya ves. Alguna amante insatisfecha.
Luisa tenia los ojos arrasados en lágrimas.
__Uy, uy, uy, que tú te lo has tirado.
__¡Rosa!__dijo Ofelia__¿Como puedes hablar así en estos momentos?.
Luisa se puso colorada como un pimiento morrón.
__Lo ves__chilló Rosa__mira como se ha puesto. El color la delata. Y cuenta, cuenta, ¿qué tal?.
__¡Cállate ya!__terció Ofelia muy preocupada al ver como el rostro de Luisa iba tomando el color de la berenjena.
__Por cierto, Isabel no esta en el comedor, lo mismo es que ha matado a alguien__zanjó Rosa, que era incorregible.



Según el forense la muerte se había producido por desangramiento sobre las cinco de la madrugada.
La cama  estaba empapada. Había un pequeño charco en la alfombra y un rastro por el pasillo que fue dejando la rueda del andador. La huella terminaba de improviso en frente del ventanal donde el pasillo se bifurca. Casualmente éste da a la calle en la que se colocan los contenedores de basura. Pero el andador no se encontraba allí.
Desgracia bajó y lo comprobó. Los dos vigilantes del turno de noche ni vieron ni oyeron nada y a las cinco de la mañana un andador lanzado desde el tercer piso __haría un ruido de cojones__afirmó uno de los  seguratas.

__¿Cuantos residentes hay en total?__preguntó Monero a la directora.
__En total trescientos.
__¿Y en esta planta?
__Cincuenta.
__¿Cuantos utilizan andador?.
__Unos treinta. Casi en cada habitación hay alguien que lo necesita.
__¿Puede reunir a los cincuenta de esta planta en el comedor?
__Desde luego. Pero no a todos. Hay varios imposibilitados.

__¿Que hacemos?__preguntó Desgracia una vez solos en el pasillo.
__Tengo una idea que simplificará las cosas. Si resulta, caso resuelto.
__¿No indagamos los posibles motivos del crimen?.
__¿Para que?. Si cogemos al culpable él nos dirá los motivos.
Monero era famoso en el gremio por simplificar las investigaciones, tanto, que a veces se quedaban en nada.


Doña Isabel llegó de las últimas. Se notaba que había estado enferma, tenía mal color y unas ojeras muy pronunciadas. Estaba sin arreglar y  el pelo era un desorden caótico. Parecía un árbol  en medio de un vendaval.
__¡Que barbaridad!__exclamó Rosa__parece que has estado matando a alguien.
__¡Rosa!.
__¿No estabas enferma?.
__Si. Estoy un poco mejor, ya no tengo fiebre, aunque no he dormido__dijo, sentándose.
__¿Que te ha pasado en la muñeca?__Preguntó Luisa al ver la tirita.
__Me he cortado….
__ ¿No te habrás cortado con la navaja de afeitar de Felipe, por un casual?__interrumpió Rosa
__¡Rosa, por Dios!.
Isabel hizo como si no la hubiera escuchado.
__Me corté con el frasco de jarabe. No podía abrirlo. Estaba tosiendo sin parar. Casi me ahogo.
__Ya__concluyó Rosa, mirándola fijamente.

Don Jacinto apareció tarde también y buscó a doña Luisa. Habían hecho muy buenas migas. Se sentó primero en la mesa de al lado. Isabel le mandó acercarse. Ella no iba a desayunar. Solamente tomaría un café. Luisa se levantó.
__No os mováis, yo me sentaré con él.
__Uy, estos dos__dijo Rosa juntando repetidamente ambos dedos índices.
La anciana observó como cuchicheaban. Jacinto parecía nervioso, pero era natural. Todo el mundo lo estaba. Además él tenía cierta relación con Felipe. Ninguno de los dos desayunó. Se levantaron y se fueron directos al jardín. Rosa, que no les perdió de vista,  se fijó en que Luisa cojeaba mucho mas de lo habitual y él caminaba despacio adaptando su paso al de ella. Jacinto era de los que no usaba andador; era mayor que Luisa, pero estaba hecho un chaval. En el jardín se encontraron con la  anterior directora. Se sentaron juntos en la pérgola.
__¿Que se traerán entre manos estos tres?.


 Antes del primer turno de comidas, los cuarenta y cinco residentes de la tercera planta que no estaban encamados, se encontraban sentados en el comedor, esperando escuchar lo que el policía guapo les iba a comunicar. El gordo estaba en la calle al lado de los contenedores. Paseaba arriba y abajo continuamente, resoplando y sudando. En este momento se había apoyado en la pared y fumaba un cigarrillo

Juan Monero utilizó la megafonía de la sala para dirigirse al personal.
__Buenos días señores. Como ya conocen un compañero suyo ha sido asesinado esta noche. El asesino, muy hábil, no dejó huellas. Pero ustedes ya sabrán que no hay crimen perfecto. Ni asesino infalible.  Se le pasó por alto una cosa__Monero hizo una larga pausa valorativa__Fue dejando un rastro de sangre por el pasillo.
Esperaba oír un ooooh, pero en el comedor había un silencio de cementerio.
__Si, ya lo se. Lo se. Era la sangre del difunto, no la del criminal. Pero….la huella que fue dejando el andador, tenía una marca personal e intransferible. Como el ADN. ¿Comprenden?. La rueda tenía, por la causa que fuera,__ Monero se encogió  de hombros__ un dibujo casi imperceptible, pero que quedó estampado en el rastro de sangre.
__Muy claramente__dijo tras otra larga pausa.
Se acercó un poco mas a su auditorio.
__Vaya, que el andador dejó su firma. Solamente tengo que encontrar a su dueño, lo cual es fácil, convendrán conmigo. Sabemos que sigue dentro de la Residencia. Es mas yo me atrevería a afirmar que continua en el tercer piso. Así que, cuando terminen de comer, subirán a sus habitaciones y esperarán allí hasta que mi compañero y yo comprobemos sus andadores. Esto nos puede llevar… el resto del día. Incluso es probable que no terminemos hoy. Se les cortará el teléfono y se les requisarán los móviles. Si necesitan algo o se ponen enfermos usarán el timbre. Buen provecho.