Asesinato en el geriátrico, último capítulo


Kandinsky- Juicio final-1912

Julián el camarero, llegó tarde. Cuando apareció ya habían comenzado a servir las comidas. Su compañero Pedro le había estado llamando al móvil sin fortuna, desde bien temprano. __¿Pero, que te ha pasado?. Te va a caer una buena. ¿Sabes lo que ha sucedido?. Han matado a don Felipe. ¿Qué te has hecho en la cara?.
Julián le cogió del brazo y lo empujó al pasillo.
__He tenido un a bronca con Paqui. Cree que me estoy viendo con mi anterior novia. Se puso echa una fiera y me arañó la cara. Yo le di un empujón y se golpeó contra la pared. Me dijo que me denunciaría. Así que me fui de casa, no quería que me detuvieran. Cuando llegué esta mañana y vi coches de policía, creí que me estaban esperando. Me fui a la choza de mi vieja. Sobre las once Paqui se presentó allí y me dijo que no había puesto la denuncia, que lo había dicho para fastidiarme. Me lo juró. Entonces volví a venir para acá. Un policía gordo que esta abajo me contó lo que había pasado.
__No se si creerte.
__Allá tú. Oye, yo tenía un negocio con don Felipe, me había prometido una cantidad de dinero. ¿Sabes si esta cerrada su habitación?.
__Naturalmente. Esta precintada. Ni se te ocurra acercarte. Hay policías en el tercer piso.
__Me dijo que tenía el dinero para mi… pero no terminaba de dármelo. Necesito esa pasta. Tendría que echar un vistazo.
__No puedes. Esta aquí la policía. ¿No has hablado con uno de ellos?. Olvídalo.



Rosa y Ofelia se fueron a su cuarto. Antes Rosa se había acercado a Monero y le había hecho una observación.
__Oiga joven, verá. Yo no utilizo andador. Mi compañera si, pero soy testigo de que durmió toda la noche y le juro que ni es capaz de matar una mosca, ni creo que sepa donde está la yugular…ademas es medio santa.¿Me comprende?. No tenemos porque estar encerradas toda la tarde.
__Lo siento señora,  no hay mas remedio. Pero voy a hacer algo por ustedes. Comenzaré la inspección por su cuarto. Así quedarán tranquilas el resto del día.
__Bueno algo es algo. Muchas gracias joven__dijo doña Rosa mirándolo descaradamente de arriba abajo.


Juan Monero cumplió su palabra e inspeccionó el taca-taca de doña Ofelia. Se entretuvo un buen rato mirando las ruedas. Había tiempo: toda la tarde. Era el único que iban a investigar. Evidentemente no existía la marca delatora. Se le había ocurrido de pronto, como se le ocurrían otras soluciones, así sobre la marcha, con tal de no andar haciendo preguntas que era muy aburrido.
A veces, resultaba.
Pocas.
Monero esperaba que el criminal se deshiciera del andador esa misma noche a las doce. A esa hora exacta pasaba el camión de la basura, puntual como la carroza de Cenicienta. Tenia la teoría de que el culpable arrojaría el artilugio delator por la ventana del tercer piso, cuando el vehículo estuviera debajo. Se había informado y  averiguado que el camión  de recogida era muy moderno, con un sistema de carga lateral, debido al cual el conductor, mediante un robot y un ordenador realizaba toda la operación. Sin mas personal. Por eso el criminal lo tenía fácil: No habría nadie fuera del camión que pudiera verlo y el ruido de éste, ahogaría el estruendo de la caída.
Desgracia y él estarían esperando.
Pasaron el resto de la tarde en el salón del tercer piso, viendo baseball en la televisión por satélite de la Residencia.
__Este sitio debe costar un pastón. Hay que ver que bien viven estos cabrones__comentó Desgracia mientras merendaba una hamburguesa que le habían preparado en la cocina y se manchaba de grasa, naturalmente.

Transcurrió la tarde con los pobres residentes secuestrados en sus habitaciones y la tercera planta envuelta en un silencio de muerte, nunca mejor dicho. Para mayor seguridad de que nadie salía ni entraba apostaron un guardia en el ascensor y otro en la escalera.
Por la noche hubo que servir la cena en las habitaciones. Monero y Desgracia acompañaron uno a cada uno de los dos camareros, haciendo el paripé.
Desgracia, que no estaba muy convencido de que la trampa diera resultados, se dedicó a preguntar a los ancianos sobre la vida de Felipe. Se enteró de algunas cosas interesantes.
Supo que últimamente andaba detrás de una tal doña Isabel, una mujer muy guapa que era diseñadora de joyas, con tanta insistencia que ésta se había quejado a la dirección del centro, porque ya lo consideraba acoso; que hacía tratos con un camarero que había estado en la cárcel y que unos cuantos días atrás había discutido acaloradamente en el jardín con otro residente: don Jacinto Escobar. Desde ese día no se volvieron a hablar y don Jacinto lo evitaba de modo ostensible.
__Bueno, posiblemente el criminal sea alguno de estos tres. Ya veremos.

Las horas transcurrían lentamente. Los ancianos no eran capaces de conciliar el sueño. La mayoría no quiso tomar el somnífero acostumbrado, preferían estar en vela. Esperaban que el policía guapo estuviera en lo cierto y el criminal se descubriera esa misma noche. No les hacía ninguna gracia que conviviera con ellos y menos que le diera por volver a matar. Aunque trataban de convencerse de que Felipe se lo había buscado y que el crimen había sido un hecho puntual, por motivos personales, no las tenían todas consigo.
__Lo mismo es un asesino de ancianos compulsivo__decía doña Rosa.
__Se dice en serie__corregía doña Ofelia.
__Pues eso. Mata ancianos en serie de modo compulsivo. Lo que yo digo. Que afición tienes a corregirme.

Monero y Desgracia estaban en sus puestos. La tercera planta permanecía a oscuras y en silencio. No se oía ni un rumor. Hasta la brisa nocturna de poniente había cesado.
El reloj de la torre de la Iglesia cercana de la Virgen de los Ojos Grandes, dio las doce. El ruido de lo que podría ser un camión comenzó a escucharse cada vez mas cerca. Cuando rodeó el edificio y enfiló el callejón de los contenedores, a Juan Monero se le encogió el estómago.
__Allá vamos__pensó
Alerta como estaba, no escuchó ni un rumor de pasos. Solamente percibió un ligero roce en el hombro. De un salto se dio la vuelta a la vez que empuñaba su arma reglamentaria y apuntaba con ella, hacia la sombra que le había rozado.
__¡Quieto, quieto, no se mueva!
Con la otra mano buscó el interruptor. Al encenderse la luz, comprobó que tenía delante a don Jacinto Escobar portando un andador que dejó en el suelo a los pies del sorprendido subinspector.
 Desgracia que estaba en las escaleras, subió a toda prisa. Su compañero ya estaba trincando al culpable.
__Lo siento caballero, queda usted detenido como sospechoso de la autoría del asesinato de don Felipe Iglesias.
__Pensaba entregarme antes, pero cuando vi la trama que había ideado no quise estropeársela…__afirmó don Jacinto extendiendo las manos con las muñecas juntas para facilitar el esposamiento.
__Muy considerado de su parte.



 Doña Elisa, la vieja directora, les contó lo ocurrido. Doña Isabel y doña Luisa estaban presentes. Ambas corroboraron todo lo que ella afirmó.
Se sentía culpable. Debería haber puesto en la calle a Felipe esa misma tarde. Pero le costaba enfrentarse a él. Aunque ni siquiera la había reconocido; Sin embargo, ella no se olvidó jamás de su cara ni de su vileza.
__Si le hubiera echado, nada de esto habría sucedido.
__ No se culpe señora. No hay razón para ello__la consoló Desgracia.
__Dígame una cosa__inquirió Monero__Por que don Felipe le pidió el favor a don Jacinto de que conquistara a doña Isabel. ¿ Se conocían de antes?.
__Es una larga historia. Verán. Yo estuve a punto de casarme con Jacinto. Me dejo plantada ante el altar.
Los subinspectores se miraron.
__Todo fue una burla que urdió Felipe despechado porque no quise nada con él. Había fallecido el padre de Jacinto y se llevó la llave de la despensa ¿entiende lo que le digo?.
Monero asintió.
__El quería terminar su carrera de medicina. Felipe le ofreció un buen dinero que le permitiría continuar los estudios. Aceptó y siguió adelante hasta las últimas consecuencias. Pasado el tiempo me pidió perdón…toda la vida tuvo remordimientos. Es un buen hombre. Fue un buen cirujano. Uno de los mejores.
__Eso explica la precisión del corte__terció Desgracia.
__¿Que le ocurrirá ahora?
__Con lo que ustedes me han  contado y un buen abogado dudo que vaya a la cárcel, teniendo en cuenta su edad…
__Haremos por él todo lo que sea posible__terció doña Isabel.
__Muy bien señoras, tenemos que irnos. Lo siento__dijo Monero dirigiéndose a las tres.
Don Jacinto estaba en la salita contigua al despacho de la directora custodiado por dos policías. No lo habían esposado. Monero no lo consideró necesario.
La directora salio y le abrazó. Lo mismo hicieron Isabel y Luisa. Esta luchaba duramente por contener las lágrimas.
__Te buscaremos el mejor abogado. No temas nada__le dijo su antigua novia__Yo me ocuparé de todo__ Y acercándose a su oído para que nadie pudiera escuchar, afirmó:
__Has hecho lo que debías. Ahora ya estas en paz.

__Dígame una cosa__inquirió Monero a don Jacinto cuando se iban
__Usted dirá.
__Porqué el andador si usted no lo necesita.
__Cogí uno en la enfermería. Como en la tercera muchos lo utilizan se me ocurrió que nadie sospecharía si escuchaba un taca taca y tal vez  pensara que era Felipe que se iba de ronda, como hacía muchas noches. Estaba decidido a hacer lo que hice y no quería interrupciones. No me di cuenta del dichoso rastro, hasta que llegué a la ventana. De todos modos son cosas que uno hace sin saber bien el porqué… lo del andador me refiero.
__Ya.



Habían transcurrido varias semanas. Los ánimos se habían calmado, pero a los residentes que tenían memoria, les costaba olvidar.
Aquella mañana corrió la noticia de que llegaba nuevo inquilino para la habitación de Felipe.

__Supongo que será un tío__dijo doña Rosa.
__¿A ti que mas te da?
__Pues me da. Hemos perdido dos tíos, lo justo es que venga por lo menos uno.

Efectivamente eso parecía lo justo. Y eso fue lo que ocurrió. La directora joven entró dando el brazo a un caballero.
__¡Coño!. Arturo Fernández, el hombre de mi vida.
__¡Cállate Rosa!.
__No me da la gana. Siempre quise tener algo con él y mira por donde…
__Señoras y señores, este es don Jenaro Puerta…
__Lo ves, no es Arturo.
__Pero se le parece muchísimo. Así que como si lo fuera. Te lo advierto Isabel, no me lo levantes.
__No tengo la mas minima intención.
__Bueno, hay que averiguar como está de la próstata. Si está bien, me lo pido. Coño Ofelia no me mires así. Que culpa tengo yo de que seas una estrecha.
__¡……!
__Oye Isabel, cuando lo ligue, te pido prestada la habitación. Tu puedes pagarte un hotel por una noche…
__Es mas joven que tú__sentenció doña Ofelia, que era bastante aguafiestas.
__Arturo es de mi edad.
__Si, pero este no es Arturo, es alguien que se le parece. Nada mas.
__¿Y que, si es mas joven?.
__Pues que, evidentemente, no va ni siquiera a notar que existes.
__Mierda Ofelia. Vete a la mierda y déjame en paz.
__A lo mejor es homosexual__dijo doña Luisa con muy buena intención.
__Sois unas impresentables y unas envidiosas, que no soportáis que yo ligue con Arturo Fernández__dijo Rosa puesta en pie, antes de abandonar la mesa y el comedor.
Al salir pasó, sin necesidad ninguna, por delante del recién llegado, que como vaticinó Ofelia, ni siquiera se percató de su existencia fijo como estaba en ese momento, en el culo del camarero. Sus compañeras no se perdieron detalle.
__Menuda la que nos espera__sentenció Ofelia__Aquí va a arder Troya. Dios nos pille confesadas y a ese pobre, también. Lo que hace la necesidad. Señor, Señor…


FIN

5 comentarios:

El Topillo dijo...

Vaya, vaya con Mister Taca-Taca. Se demuestra que nunca hay edad para hacer pagar las injusticias.

El final te ha quedado algo Boris, pero todas la personas y tendencias tienen derecho a verse representadas en la literatura.

Otro relato digno de la calidad con la que te comunicas con el lector.

Maria Jose Mallo dijo...

Muchas gracias Topillo.

Espero que el final no te haya defraudado y que no se viera venir el asesino... En cuanto al final es puramente doña Rosa, que es así la mujer: un poco deslenguada y pelin salida.

Nieves dijo...

Me ha gustado mucho tu relato Maria Jose, muy bien escrito y narrado manteniendo el suspense hasta el final. Un abrazo fuerte,

Nieves dijo...

Por cierto, muy graciosos los personajes de Ofelia e Isabel, poniendo el toque de humor a la historia.

Maria Jose Mallo dijo...

Muchas gracias Nieves.
Celebro que te parezca que mantengo bien el suspense y que te gusten los personajes tanto los inspectores, como las señoras.
Me alegra mucho tenerte como amiga y lectora.
Un abrazo.