El antropólogo errante


Plaza  de los Muertos
 Estaba tan harto.
Se había pasado media vida escarbando en necrópolis, hurgando entre  los esqueletos de gente muerta hacia miles de años, respirando polvo, bacterias y todo tipo de seres microscópicos mas o menos aletargados y agresivos,  a tutiplén. Su existencia se había vuelto tan monótona que el pesimismo le había ido tunelando como la carcoma y en este momento estaba enteramente invadido por el. Le había horadado el cuerpo sin clemencia y le había traspasado hasta el alma como un demonio. Necesitaba un buen exorcismo o mejor necesitaba otro trabajo.
Estas cerúleo, le había dicho su madre, que era un poco rebuscada. El sin embargo se veía amarillento, claro que tampoco andaba fino con los colores. Eran gajes de vivir en lo oscuro.

Como era alto parecía un cirio escuálido, de los de medio pelo, que también en los cirios hay categorías. Ya hace mucho que luces así, volvió a  decir su madre. Es que no tomas el sol ¿Cómo vas a estar?. Coge unas vacaciones y vete al Caribe, hazme caso.
Lo que le faltaba, ir al Caribe. El sol le desharía como a una momia. Desde luego las madres a veces…tendrán  buena intención, pero estarían mejor calladas.
Además, tenía un tufillo a rancio impregnado en la pituitaria que hacía que todo le oliera raro. Así que para mas inri, iba por la calle con cara de  repugnancia.
Ya no se puede estar peor. No puedo mas, me voy a morir de asco en cualquier enterramiento arcaico. Necesito dejar este trabajo. NECESITO DEJAR ESTE TRABAJO. Se lo repetía a menudo cuando se afeitaba en el espejo y hoy por fin se había decidido. Creo…

Siempre quiso estudiar filología hebrea pero cometió el error de enamorarse de Paloma, rubia de piernas largas cuyo exclusivo mérito consistía en poseer el mejor culo de la Universidad. Ella era militante de derechas  y estudiante de Historia y él cambió de carrera y de partido político porque en aquel momento de reacción química con efecto secundario de idiotez aguda, hubiera cambiado incluso de país y de  familia y hasta de cara si ella se lo hubiera pedido. Paloma le había abducido la voluntad. Solo hacía lo que ella le pedía que hiciera. Un día le dijo que llamara rojo cabrón de mierda al Rector y el fue y lo llamó. Le costó un año de carrera. Pero Paloma le admiraba por ello y eso no tenía precio.

Palomita de maíz, que así la llamaba cuando se ponía cursi, dejo al unísono la carrera y a el cuando se enamoró del catedrático de paleoantropología y se marchó a Egipto al valle de los reyes a excavar una KV no se cuantos.
Le destrozó el corazón. Y la vida. Y la carrera. Tardó muchos meses en recomponerse. Su madre estaba convencida de que nunca se había repuesto y de que el amor por Paloma le había quebrado el destino que desde luego, otro hubiera sido de no cruzarse el maíz explotado por el medio.
Se hizo paleoantropólogo, esperando tener la oportunidad de ir al King`s Valley y desde luego la tuvo. Pero para entonces Paloma se había largado de Egipto con el director de un museo americano de momias y estaba viviendo en New York.
Pues me iré a Nueva York también. Era una obstinación enfermiza. ¿Para que vas detrás de ella si te abandonó hace años y no has vuelto a tener contacto nunca mas?. Si te dejó al perro y al hámster y no se acordó de ninguno de los tres never again. Esto se lo reflexionaba el subconsciente, que era mas razonable y hablaba bien inglés, pero él lo ignoraba y el subconsciente sufría con la indiferencia.

En el ínterin, se había casado con una compañera. Era  irremediable, puesto que no alternaba con nadie mas, pero no salió bien porque, por lo visto,  no supo hacerla feliz. Nunca entendió el reproche:  él no fue feliz tampoco. La cosa podía haber quedado en tablas pero se ve que siempre pierde las partidas. Será su sino. Que se le va a hacer. Siempre fue conformista.

Un día, porque todo llega, tuvo la oportunidad de irse a Manhattan, a dar unos cursos a una universidad privada de esas que abundan en USA. Pero justo el día antes de su llegada Paloma había salido para Italia, con su nuevo novio, un escritor de libros de autoayuda, best sellers en el mundo mundial, que necesitaba documentación in situ para escribir sobre el papa de Roma. No sabemos que pinta el vicario de Cristo en un libro de autoayuda como no sea para explicar al mundo y que se comprenda, el entramado necesario para montar un tinglado místico y permanecer siglos nadando en la abundancia, predicando lo contrario y teniendo como coartada al espíritu santo, que nadie sabe que es lo que es. Sería un libro de autopromoción gracias a la religión, mas bien. Aunque las sectas ya saben mucho de eso. No hay nada nuevo bajo el sol.

Una vez terminó su estancia en la  Gran Manzana, regresó con el firme propósito de olvidar a Paloma de una puta vez. Fueron sus palabras exactas. Y mas o menos lo logró pero a cambió le empezó a comer la depresión como ya sabemos.
No obstante, hoy estaba decidido por completo después de afeitarse y verse la cara en el espejo: cada vez mas feo y mas amarillo. Dejaría el underground. Lo que no sabía era a que dedicarse en el futuro.

Buscó una posible ocupación entre sus amigos. Casi todos habían dejado la universidad y se habían dedicado a los negocios o la política. A todos ellos les iba bien. Incluso la mayoría continuaban casados.
Pensó que la política no sería buena actividad. No creía  servir para actor: no sabia mentir y estaba convencido de que en política esto era imprescindible; lo contario te convertía en un busto parlante, por no decir loro, sin carisma y si encima no eras ya guapo, porque la vida subterránea te había metamorfoseado al revés: de mariposa en gusano, el porvenir no iba a ser interesante. Iba a sufrir y ya no estaba por la labor. Sufrir por las mujeres, todavía, pero por la política le parecía absurdo.

Haciéndose estas reflexiones llegó al trabajo. Se hallaba en unas catacumbas anexas a la catedral y debajo de una plaza llamada “De los Muertos”, llena de terrazas a las que acudía la gente en manadas. Era un sitio solemne. Con la catedral a un lado y un convento de clausura del siglo IX en el opuesto desde el que volaba libre el canto de las monjas. Up stairs, la famosa casa de la parra y abajo y frente a ella un viejo palacio porticado que ocultaba la ciudad. La plaza tenía una particularidad: desde abajo se oían todas las conversaciones que se producían arriba. En los momentos de mayor gentío era como el rumor del mar en una tarde de resaca, pero cuando la afluencia no era excesiva eras capaz de oír claramente la cháchara de la gente. Citas clandestinas, confesiones amorosas, dejadas mas o menos agrias, excusas telefónicas al cónyuge, etc, etc.
Procuraba no escuchar, porque le parecía indecorosa la intromisión, aunque fuera  involuntaria, en  intimidades ajenas. Pero aquel día como iba a ser el último, se lo tomó con calma y se sentó un rato a escuchar mientras pasaba el cepillo minuciosamente a un omoplato de varón joven y rubio. Que todo se sabía estudiando la osamenta.
Mejor hubiera sido haberse quedado sordo.
Una voz de hombre hablaba por teléfono con alguien. Hablaba por teléfono, supuso, porque sólo se le escuchaba a él.
__Lo he matado y lo he metido en el armario envuelto en una sábana.
__Si, si. Era el hijo. A ella le hice lo mismo en la ciudad anterior.
__No, todavía no. Que yo sepa.
__Como no iba a  hacerlo. ¿Qué otra opción tenía?. Me conoce, por mucho que lo amenazara terminaría por contarlo todo.
__No, no. Me voy en coche a Portugal. Una vez allí tomaré un barco hacia algún sitio.
__Bueno no te pongas así. Sabes que volveré a hacerlo si se tercia. Yo no lo busco. Me persigue, ya lo sabes.
__Si mamá tendré cuidado. Si estoy solo. He matado al niño ¿recuerdas?
__No. No te preocupes. Si, te llamaré. Tengo que dejarte. Adiós mamá.

Antes del final de la inquietante conversión entre lo que parecían madre e hijo, salió corriendo del subterráneo. Atravesó como un bólido la catedral y subió a la Puerta  de dos saltos. Empujó a los peregrinos que estaban accediendo en ese momento. Escuchó improperios en varios idiomas y salió a la plaza. Miró en torno.
Fue descorazonador.
Estaba llena de gente. No observó a ningún hombre solo. Multitud de personas de ambos sexos, e incluso de sexo indefinido por el aspecto,  hablaban por el móvil, pero todo el mundo estaba acompañado y todos parecían felices y contentos. Se sentó en las escaleras que llevaban a la plaza “De los Vivos”, para tener una perspectiva general y poder divisar mejor al gentío. Era como un representación al revés. El público en el escenario y el actor en las gradas. Normal siendo él el actor.
Fue aun mas descorazonador.
Ni rastro del posible asesino.
Grupos, familias, novios, extranjeros. A saber donde estaba ya. Seguro que se largó mientras el subía. Tardaría mas o menos tres minutos.  Tuvo tiempo de recoger el coche y ya estaría de camino a Portugal.
Que asco de vida.
Permaneció un buen rato allí sentado, en las escaleras que separan a  los vivos de los muertos. Tomó la determinación de no volver a la necrópolis. Cogería el coche y se largaría a dar la vuelta al mundo. Ahora mismo. Tenía dinero de sobra. Tantos años trabajando sin gastar un euro, viviendo en casa de la madre. Ya se ducharía en algún sitio donde decidiera parar. También compraría ropa. Llamaría a su madre para que no se preocupara, como había hecho el  asesino, tan considerado con su vieja.
El asesino. ¿Quiénes habrían sido las victimas?. Posiblemente algún día dieran la noticia del hallazgo de unos cadáveres en dos armarios de  distintas habitaciones de diferentes ciudades. La policía es eficaz. Seguro que los asocia y  terminan por descubrirlo. Compraré los diarios cada día. Cuando lo atrapen volveré. Lo resolvió así de pronto. Era hombre de decisiones radicales.
__Sólo regresaré cuando pillen al criminal de Plaza dos Mortos__se dijo en voz alta como un juramento.
__ ¿Y si no lo pillan?__ preguntó el subconsciente.
__No volveré. Me convertiré en el antropólogo errante.
__Puede no aparecer jamás.
__Pues jamás regresaré. Pesimista, aguafiestas, cenizo, gruñón.
Siempre terminaba insultando al subconsciente que solamente tenía buenas intenciones y este sufría tanto que decidió abandonarlo allí mismo. Desde ese día se quedó sin Paloma, sin trabajo, sin subconsciente y sin sosiego.
Por idiota.
El Valle de los Reyes

Las cenizas

Relato de mi libro: El eco del bosque ( Editorial "El perro y la rana" )

Dunas de Maspalomas (Gran Canaria)

Lo dejó por escrito: “Quiero que lleven mis cenizas a las dunas de Maspalomas y las esparzan allí. Y quiero que sea mi sobrina Miriam. Para ello y para ella, lego tres mil euros, para que se pase allí unos días a todo confort.”

 A su mujer, casi le da un ataque. Eran tan diferentes. No comprendo como un hombre como él, inteligente, atractivo y divertido se casó con semejante sieso. Además ni siquiera era guapa.
__Porque era rica. Fue un braguetazo__decía mi madre.
Después del funeral me entregó las cenizas y me dijo con la misma cara de asco de siempre y con mucha solemnidad:
__Cumple la voluntad de tu tío.
__Pues que bien. Que experiencia tan interesante. Hacer el viaje con las cenizas y esparcirlas en las dunas. Me lo voy a pasar bomba. Eso si, para compensar, viajare en vuelo regular y en primera clase y luego, me instalare en el mejor hotel del sur de Gran Canaria. Con los tres mil euros, me daré la gran vida hasta que se acaben.
Tuve que esperar unos días con las cenizas en casa, hasta que la tía me entregó el dinero, que le costó bastante, todo hay que decirlo.

Entonces, me puse manos a la obra. Busqué el mas estrellado hotel de la zona y una vez hechas las reservas, saqué billete en primera clase en un vuelo regular, nada de charter.
Lo primero era transportar las cenizas con discreción y comodidad. En aquel tiempo no viajaba nunca en avión con equipaje de mano. Por consiguiente, la urna debería ir en la maleta. Pero corría el riesgo de que se abriera y las cenizas se mezclaran con mi ropa ¡que asco!, aunque fuera mi tío.

Luego de pensarlo bastante tomé la decisión de poner las cenizas en un cajetín de caudales, como si llevara mi bisutería, y meterla en al maleta. La caja, bien cerrada con llave, impediría que las cenizas se desparramasen por muchos golpes que llevara el equipaje, que no se por que imaginé, que iban a ser muchos.
Se me presentó un dilema con el modo de meter las cenizas: así a granel o mas recogidas dentro de una bolsa. Me decidí por lo último. Me pareció mas respetuoso y mas higiénico. Puse la urna en una bolsa de cierre hermético y basculé el contenido.  Cerré y para mas seguridad le di unas vueltas sobre si misma y la sujeté con un clip. Luego la aplané con la mano dentro del cajetín apara no pellizcar la bolsa con el cierre y listo.
Nadie sospecharía que allí iba mi tío Oscar corroborando la bíblica sentencia: polvo eres y en polvo te convertirás.

Llegó el día de la partida y comenzaron los problemas. Yo no había querido decir a nadie de mi entorno la fecha del viaje. No quería bromas ni cachondeitos en el aeropuerto. Así que una vez ya lista y en marcha llamé un taxi.
No funcionaba radio-taxi, no había modo de contactar por teléfono.
Como vivo en una ciudad pequeñita donde todos nos conocemos y yo utilizo bastante el taxi porque no conduzco, tengo el móvil de algunos taxistas, así que empecé a llamar. Uno estaba en Oviedo, imposible que viniera a tiempo. Otro estaba a punto de entrar en el paritorio con su mujer. Otro había tenido un accidente:  echando gasolina, vio a unas chicas despampanantes haciendo auto-stop, pagó y salió a toda velocidad, para recogerlas, sin percatarse de que no había sacado la manguera de la entrada de su depósito. Arrancó de cuajo el surtidor. El último que llame, que ya ni me acuerdo que impedimento tenía, me dijo: __Tranquila, que yo lo soluciono.
Después de varios minutos, que me parecieron siglos, me hizo una llamada.
__Vete bajando que va un taxi a buscarte.
Me di cuenta que no se puede dejar nada al azar, porque es un ácrata y todo lo estropea.
Llegaba tarde para facturar. Menos mal que había bajado una niebla espesísima. Digo menos mal porque esto, retrasaría el vuelo.
Cuando salí de casa la niebla era como merengue clarito, a medio camino parecía nata montada y en el aeropuerto era arroz con leche.
El avión venía de Madrid y había tenido que regresar desde la misma vertical del aeropuerto.

Nos informaron que, como la niebla era ya muy espesa, nos llevarían en Bus hasta Madrid.
__¿Queee?. ¿Y mi billete de primera clase?.
__No hay otra opción. Espere a mañana si quiere.
Pensé: tengo la reserva para hoy. Si espero a mañana puede suceder igual. La niebla lo mismo permanece días. No tengo ganas de regresar a casa y empezar de nuevo. Viajaré como sea.
El vuelo salía a las cuatro de la tarde. Cuando nos comunicaron la opción de viaje eran las cinco. El autocar llegó a las siete. Entre embarcar y demás las siete y media.
Llegamos a Madrid a las tres de la madrugada.
El viaje fue tedioso al máximo. El único aliciente que hubo, era una película de Richard Gere  “Yanquis”, que aunque ya la había visto, Gere siempre merece al pena. Como dura dos horas y  por lo visto no tenían otra, se repetía lo mismo que una sesión continua. Que cutrez  ¡por Dios!.Eso ya es demasiado Gere. Opté por dormir.
Cuando llegamos a Barajas tenía el trasero dolorido y las piernas entumecidas
__Menos mal que ahora me podré estirar en el avión. Primera clase es lo que tiene.

Naturalmente nuestro vuelo a Gando ya había salido. Era el que fue a buscarnos y dio la vuelta sin nosotros así que de Madrid salio “in time”.
__¿Que harán con nosotros?__ Se preguntaba la gente. Porque un viaje en avión, siempre es una aventura. Yo diría que es mas bien un secuestro, porque estas en manos de la compañía. Llegas al aeropuerto, les entregas la maleta que inmediatamente pierdes de vista  y ya estás perdido. Hacen contigo lo que quieren sin darte explicaciones.

Enseguida lo supimos. Los first class viajaríamos dentro de un momento en un Air Bus que hacía la ruta Las Palmas-Lagos-Malabo. El resto se irán a un hotel y viajaran mañana.
Era un Air Bus A320 de 200 plazas e iba lleno hasta la bandera. Pero hubo un problema: me sentaron en clase turista. Protesté a al azafata y me hizo notar que este modelo tiene sólo una clase.
__Serán cabrones. Para que pagué yo primera__. Lo mismo le sucedía a una señora catalana que viajaba al otro lado del armario ropero negro que llevábamos en medio.
__Perdí el vuelo y no tuve mas opción que esta__me dijo__Voy a Malabo a ver a mis nietos. Tengo una hija casada con un ingeniero que trabaja allí.
Bueno, pensé: no hay remedio. Así que relájate.
Me distraje contemplando la muñeca de mi compañero de viaje. Llevaba una pulsera de oro mas gruesa que la correa del reloj, por cierto un Rolex, con un nombre grabado “Denisse”, que supongo sería el suyo. No hablaba español. Cruzó alguna palabra en ingles con la señora catalana. Pocas, no era muy hablador. Le miraba la muñeca, como digo, cuando alguien me susurró casi al oído.
__Hola, soy el sobrecargo. Quieres un zumito o algo. Enseguida serviremos la cena.
__No muchas gracias, esperaré a la cena. Desde las nueve mas o menos que nos habían dado un bocata en el autobús, no había comido nada. Eran las cuatro y media. ¡Dios mío las cuatro y media de la madrugada!. Que viaje tío Oscar, que viaje.
__¿Que ha dicho?__ pregunto la catalana.
__Que nos servirán la cena. Co-mi-da., le dije por señas al africano, que asintió con la cabeza.
Trajeron una especie de carne asquerosa, con una guarnición rara. Tenía un olor bastante desagradable. Ni la toqué. Nuria, la catalana, tampoco. Le dimos nuestras raciones a Denisse que se las zampó mas el postre y se quedó tan tranquilo.
Luego volvió el sobrecargo meloso y nos trajo café. Vomitivo.
Para matar el tiempo, recliné el respaldo, cerré los ojos y me dediqué a imaginar fantasías eróticas con Denisse. Supuse que como era negro, estaría muy bien dotado. Es lo que dice todo el mundo, que yo no he tenido ocasión de comprobarlo nunca.

Cuando estábamos en lo mejor algo en mi oído me hizo volver a la realidad. Era el sobrecargo.
__No, no quiero ni bebida ni comida de esa tan asquerosa que servís.
__No es eso__dijo, sin cambiar el tono__es que vamos a aterrizar. Abróchate el cinturón.
__Menos mal, por fin llegamos. Después de tomar tierra, me despedí de la catalana y le dije adiós con la mano a Denisse.
__Adiós guapa que lo pases bien__dijo en un español mas que correcto.
Le miré sorprendida y se rió en mis narices. Encima que se comió nuestra cena.

Nos habían recordado que en las islas es una hora antes. Una vez en el aeropuerto y mientras esperaba el equipaje retrasé el reloj. Eran las  cinco de la madrugada, hora local. Salí de mi casa a las tres de la tarde. Llevaba quince horas de viaje, quince horas para llegar a Canarias que esta a tres mil kilómetros. Nadando hubiera llegado antes.
La cinta de los equipajes comenzó a funcionar. Esperé con paciencia a que apareciera mi maleta. No acababa de asomar. Conmigo esperaban mas viajeros procedentes de Asturias. Ninguna de nuestras maletas salió al canódromo.  
La cinta transportadora de los aeropuertos me recuerda a una carrera de perros pachones, al revés: La pista se mueve y los canes tienen que salir al ruedo, tratando de conservar el equilibrio. Lo hacen desorientados, tropezando, cayéndose. Algunos salen ya, patas arriba. Los amos se compadecen y los agarran sobre la marcha como pueden. ( Me aburro mucho en los aeropuertos y tengo que imaginar cosas). Bien, pues a nuestro perro pachón no le dio la gana de salir ese día.
__Como fuimos los últimos en embarcar….__ pensó en voz alta una señora.
__¿Y no debería ser lo contrario?__dijo un joven con pinta de intelectual.
 La cinta siguió funcionando un rato sin que salieran equipajes y de pronto paró.
Todos quedamos expectantes mirando fijamente el negro transporte mecánico, en silencio.
__No me jodas, no me jodas. Que las maletas siguen viaje a Guinea Ecuatorial__dijo un viajero interpretando el pensamiento de todos.
Como si nos hubieran accionado un resorte, salimos en tropel hacia el mostrador de reclamaciones.
__¿Que ha pasado?__nos preguntó el canario amable y guapo que estaba atendiendo, al ver que lo mirábamos sin decir ni pío.
__No han llegado nuestras maletas.
__¿Vienen ustedes…?
__De Madrid
__¿El Air-Bus destino Malabo?
Asentimos todos con la cabeza. No queríamos ni imaginar lo que le podía suceder a nuestro equipaje. Sobre todo yo.
__Vamos a ver. ¿proceden todos de Madrid?
Le explicamos lo sucedido.
__Tengan calma. Voy a hablar con Barajas. Posiblemente el equipaje se habrá quedado allí.
Rezamos mentalmente para que así fuera.
Comenzó a hablar con su dulce acento__hola mi niña que tal, cuanto hase que no coinsidimos__así estuvo un buen rato. Yo evitaba pensar en mi tío.
Por fin se acercó y nos dijo:__Lo siento  pero la persona que atendió su vuelo se ha ido y el relevo no sabe que paso con las maletas.
__¿Pero como puede no saberlo, que control es ese?__preguntó otro viajero con muchísima razón.
__No se preocupen estas cosas pasan mas a menudo de lo que deberían. Me dan a dar sus nombres y la dirección de sus hoteles y me cubren este impreso con los datos de su equipaje. Si viajó a Malabo, mañana por la tarde esta aquí y si se quedó en Barajas, que es lo mas probable, lo tienen es sus hoteles por la mañana temprano.

Cubrí el impreso y tome un taxi para el sur. Cuando llegamos a Maspalomas empezaba a amanecer. El recepcionista me preguntó muy amablemente que había sucedido que llegaba con tanto retraso. Yo había llamado al hotel antes de salir de Asturias, para no tener problemas con la reserva, pero igual que en Barajas el turno había cambiado. Este sabía que llegaría tarde pero desconocía porqué.

Tenía ganas de estar a solas. Necesitaba llorar pero no podía. Me di un baño con la sana intención de ahogarme. No me quitaba la maleta con las cenizas del pensamiento. Tras el baño y envuelta en la toalla, porque no tenía otra cosa, trate de dormir un rato.
Me quedé medio traspuesta con el cansancio y vi a mi tío, tendido inmóvil, con su traje negro, dando vueltas en la cinta transportadora del aeropuerto de Malabo, solo. Una vuelta y desaparecía para volver a aparecer. Otra vuelta y lo perdía de vista y de nuevo surgía por el otro extremo, como si viniera de ultratumba, como si el encargado de recogerlo en el otro lado, estuviera dormido o distraído. De pronto, una mano negra ( digo negra porque era de ese color), lo recogía y se lo llevaba a su casa. ¡Hay gente tan caritativa!.
__¿ A donde te llevan, tío Oscar?__ me descubrí sentada en la cama, gritando. Miré el reloj; eran las diez. Había dormido un par de horas.
Me vestí y llame a recepción por si había llegado la maleta. __Aún no. No se preocupe en cuanto llegue la subiremos a su suite__
Opté por ir a desayunar. El restaurante estaba en la última planta y la vista sobre las dunas, la playa y el océano era fantástica. Pero no estaba para admirar paisajes. Me serví un zumo y un café. En frente de mi se sentó un tío rubio con pinta de extranjero, que cuando comprobó que estaba sola se levanto y se acercó a mi mesa.
__Excuse me. My name is  Thomas. I’m from Wisconsin, USA. Do you understand me?
__Negué con la cabeza__. Mira que me han dicho veces que aprenda inglés. Pero no me apetece. __Un día lo lamentarás__me sentenció mi madre. Bueno, pues hoy lo lamento, porque el tal Thomas está como un queso.
Bebí el zumo y dejé al yanqui con un palmo de narices.
Cuando, al regresar, abrí la puerta de la habitación, fue lo primero que vi: ¡LA MALETA!. Se había quedado en  Barajas. La abracé como si realmente fuera mi tío Oscar redivivo. La puse sobre la cama con mucho cuidado, la abrí y saqué el cajetín. Mire alrededor para encontrarle un sitio. Decidí  ponerlo dentro del armario. Allí estaría bien hasta que investigara las dunas y encontrara el lugar idóneo par esparcir las cenizas.

Sentí hambre repentinamente, por lo que volví a subir al restaurante. Me serví queso, fiambre, fruta, café y tostada con mermelada de ciruela. Fui a sentarme mirando al mar. Buscando un sitio, volví a ver a Thomas, pero ya había ligado. ¡Que rápido!.

Dormí hasta bien entrada la tarde, entonces pensé que era buena hora para reconocer las dunas. Estaban allí mismo.
La inmensa playa tiene la arena blanca y el mar es azul cristalino. Caminando sólo unos metros llegas a las dunas. En el principio había muchas familias con niños, pero a medida que te internas en ellas, encuentras nudistas y…gays, muchísimos gays. Yo iba prácticamente pegada al mar. Desde una bastante elevada, miré hacia adentro. Son muy extensas, bastante mas de lo que pensaba. Escuché murmullos y gemidos. Miré hacia abajo y los vi. Eran dos hombres haciendo el amor.
Entonces se me pasó por la cabeza, como un flash; entonces lo comprendí. Con la sorpresa, perdí el equilibrio y caí duna abajo, lo mismo que por un tobogán. Aterricé en la arena mojada. Seguro que grité, no lo recuerdo. Al poco rato apareció sobre la duna un chico supongo que gay, que me preguntó:
__Mi niña, ¿estas bien?
__Si, gracias.
Bajo  corriendo y me ayudó a levantarme.
__Estabas fisgando, picarona.
__No digas tonterías. Estoy dando un paseo
__¿Por aquí?. Anda que no hay playa ni nada para pasear.
Pensé que era inútil discutir. Le dí las gracias y al darme la vuelta para irme, tropecé con otro, supongo que gay también, que estaba detrás de mi.
__¿ Te pone mirar?
__Iros los dos a la mierda.
Espera, me dijo el primero, que regresamos contigo. Anda cari, trae las cosas.
__Estas mojada. Puedes ponerte mi pareo.
__No gracias.
__Estas en ese hotel
__Si.
__Pues entonces nos veremos por aquí__me dijo mientras me rozaba un pecho con el codo.
Si no estuviera segurísima que era gay, diría que se estaba insinuando. Vinieron conmigo. Lo cierto es que eran ambos encantadores sobre todo el primero, de nombre Roberto.
Los despedí a la entrada el hotel, aunque me insistieron sin ningún pudor que les invitara a una copa.__Otro día__. Tenía ganas de estar sola de nuevo, porque me había asaltado una duda mas que razonable.
Mi tío Oscar viajaba muy a menudo a Maspalomas, según él para jugar al golf. Venía solo naturalmente porque a la tía no le gustaba viajar y además la relación entre ellos estaba acabada hacía tiempo. Si es que había existido alguna vez. En la casa dormían en habitaciones separadas. Eso era algo que habíamos descubierto de pequeños y nos extrañó mucho, porque  todas las parejas que conocíamos, incluso los abuelos, dormían juntos.
__Cada uno duerme como quiere__, nos dijo mi madre a modo de explicación.__ No quiero volver a oír hablar de esto.
Si era cierto que venía a jugar al golf y que tenía tanta afición, hubiera mandado esparcir las cenizas en el campo en el que jugaba habitualmente. ¿ por que en las dunas?
Por otra parte, si era cierto lo que estaba  pensando y dado que venía a menudo, el ambiente gay de aquí, tenía que conocerlo. Mañana buscaré a Roberto y hablaré con él.

No me fue difícil. Era el hamaquero de la playa. En cuanto me vio vino derecho hacia mi.
__Hola mi niña. Estas blanquita. Ponte protección solar alta. No la tienes, yo tengo. Llevas un bikini muy fashion. Oye, estas bastante buena.¿Estas sola, conoces la isla? ¿No?, yo te la enseño. ¿ De que te ríes?.
Me colocó la hamaca en posición y una sombrilla tumbada detrás para que no me molestara el viento que ese día soplaba con ganas, y se sentó a los pies.
__Oye Roberto
__Soy todo oídos__me contestó mientras me acariciaba una pierna__eres suabita…
__Deja de toquetearme y escucha. Voy a enseñarte una cosa. Oye ¿tu no eres gay?
__Si
__¿Y que haces casi metiéndome mano?.
__Es que algunas tías me gustan también, por ejemplo tú.
__¿Me estas llamando marimacho?
__Para nada. Pero es que hay mujeres muy especiales capaces de hacer sentir deseo sexual a los tíos como yo. Me ha pasado alguna vez. Pocas.
__¿Les pasa eso a todos los gays?
__Supongo. Yo sólo se lo que me pasa a mi.
__El chico que estaba ayer contigo ¿es tu novio?
__Si.
__¿Hace mucho que estas por aquí?
__Soy de aquí. Si me preguntas cuanto tiempo llevo con este trabajo, hace seis años.
Había sacado una foto de mi tío y se la puse delante de las narices.
___¡Aaaaaay Oscar!
__Lo sabía
Se levantó de un salto__No me digas que eres la mujer de Oscar.
__No, soy su sobrina.
__¿A que has venido?__me preguntó, mientras hacía una cruz con los dedos índice de las dos manos y los ponía delante de mi cara., como si tratara de ahuyentar a un vampiro.
__A esparcir las cenizas de mi tío.
__¿Se ha muerto Oscar?__. Volvió a sentarse
__Si, murió de cáncer hace unos días.
__¿ Y quiso que trajeras aquí sus cenizas?
Asentí con la cabeza.__Ayer, cuando os conocí, buscaba un sitio para esparcirlas.
__Yo conozco ese sitio.

Estaba llegando mucha gente y tenía trabajo. Quedamos para cenar y hablar con calma de Oscar. Acordamos que al atardecer del día siguiente arrojaríamos ¡por fin¡ las cenizas en las dunas.

Vino solo, aunque yo le había propuesto venir con su chico y le había dejado claro, clarísimo, que no iba a ligar conmigo.
Me contó como conoció a Oscar en la playa,__porque tu tío jamás jugó al golf, que lo sepas__ y como, aunque era mucho mayor que él, le gustó enseguida.
__ Era un hombre muy atractivo y elegante, con muy buenos modales y mucha clase__. Oscar, por lo visto, era bastante promiscuo, eso hizo que mantuvieran una relación totalmente abierta. Este último año, cuando Roberto ya tenía pareja fija salían los tres o los cuatro, incluso  si Oscar ligaba con mujeres.
__O sea que era bisexual.
__ Naturalmente. ¿Qué estabas pensando? Que poco conocías a tu tío. Oye, no sabía que estuviera enfermo.
__No, ni él tampoco. Fue muy rápido. Sintió unas molestias muy persistentes en la espalda y cuando le hicieron radiografías, apareció algo que corroboraron con análisis y una broncoscopia . Era un cáncer de pulmón, un adenocarcinoma que ya interesaba el mediastino y no tuvo operación posible. El oncólogo le dio tres meses de vida. Vivió solamente dos.
Los ojos se le llenaron de lágrimas__Que pena, oye, de verdad. Lo siento mucho__.Rompió a llorar un poco exageradamente.
Le cogí la mano y dejé que llorara un buen rato. Cuando se calmó, le propuse que diéramos un paseo. Necesitaba tomar el aire.

Caminábamos en silencio, cogidos del brazo. Yo pensaba en la doble vida de mi tío. ¡Que cabrón!. Yo sabía que era un hedonista y que todo lo que le proporcionara placer era válido. Disfrutaba de  todo lo que le gustaba. Sin límites. Menos de su mujer.
__Oye Roberto ¿tú cuando te diste cuenta que eras gay?
__¿Yo?, siempre. Cuando nací la comadrona le dijo a mi madre; has tenido un gay.
Nos reímos.
__Nena, tu tío era un hombre muy especial.
__No  estoy segura de que su mujer pensara lo mismo
__Si su mujer hubiera tenido la mitad de la clase que él tenía, hubieran sido felices.
__Tal vez. Estoy bastante confundida. La verdad es que la vida es muy complicada.
Roberto se detuvo y me cogió la mano.
__Mira, lo pasado, pasado está. Alégrate, porque él fue feliz aquí. Mañana cumplimos su voluntad y ya. Nadie es nunca totalmente dichoso y la mayoría de las parejas terminan rotas, aunque se entiendan bien en la cama, que parece que no era el caso. ¿Estamos?
__Estamos.
__Perfecto__dijo, mientras me daba un azote en el culo.

Al día siguiente pasé al mayor parte del tiempo en la playa. Ya me había puesto morena. Estaba muy a gusto con Roberto. ¡Que pena que fuera gay!.
Comimos juntos un bocadillo sentados en mi hamaca. Bien entrada la tarde me fui al hotel. Quedé con Robert a las ocho en recepción. Me dijo que su chico quería venir, porque apreciaba mucho a Oscar y se quedó de piedra cuando conoció la historia. Me pareció bien.

Cuando salí del ascensor con el cajetín metido en el bolso, y los vi, tuve que hacer esfuerzos para no reírme.
__¿De que vais disfrazados?
__Vamos de luto.
Iban vestidos con traje y corbata negros y deportivas rojas. Parecían dos ejecutivos de Manhattan. Estaban un poco ridículos.
__¿No querrás que vayamos por la arena con mocasines?
Comprendí que tenían razón. Roberto quiso llevar el bolso con las cenizas. Caminamos en silencio hasta llegar a las dunas.
__Mira, vamos a esparcirlas en el sitio favorito de Oscar.
__De acuerdo.
Una vez allí, Roberto sacó el cajetín, lo abrimos, extrajo la bolsa y me la entregó.
__Tu las esparces cuando yo te diga. Espera un momento.
Se colocaron muy serios a mi derecha. El novio encendió una vela roja y Roberto hizo ademán de comenzar  a cantar.
__Vamos.
__Oye, un momento. ¿Qué estáis haciendo?__Apenas podía contener al risa.
__Cantar la canción favorita de Oscar. Cuando diga tres, yo canto y tú arrojas las cenizas.
__¿Es necesario todo esto?
__SI. Tú déjame a mi, que yo se de que va esto.
__Bien, de acuerdo.
Roberto me miró fijamente durante un instante y comenzó la cuenta…
__Una, dos y tres
Era la canción de Joaquin Sabina...
Y nos dieron las diez y las once
Las doce y la una y las dos y las tres
Y desnudos al anochecer
Nos encontró la luna...