La última cena (Cuento de Navidad)

Raul Sampietro Martínez, La última cena
Abrió los ojos al sentir que alguien la tocaba. No lo vio con nitidez; era un médico. ¿Era un médico?. ¿Dónde estaba?. Intentó hablar pero no llegó a discernir si lo logró. Tenía la lengua pastosa y torpe, como pegada al paladar. El probable médico le hurgó en los ojos. ¿Qué buscará ahí dentro? Cuando se quedó sola miró alrededor con atención procurando conservar la calma. Si, estaba en un hospital, posiblemente en una UCI. Tenía varios aparatos conectados, un catéter en el brazo y algo metido por la nariz que la molestaba bastante. Uno de los artefactos pitaba a intervalos precisos. Estaba rodeada de tecnología por todas partes, pero no se acordaba de como había llegado hasta allí, ni porqué. Trató de hacer memoria; no recordaba haber conducido por lo cual descartaba el accidente de tráfico. Además no parecía tener traumatismos. Comprendió- tenía el cerebro a ralentí- que hacía un rato no había articulado palabra porque el facultativo, o enfermero, o lo que fuera, no le respondió. Claro que los médicos cuando les preguntas algo suelen hacer como que no te han oído. Como si tu salud sólo les importara a ellos. Buscó en algún recodo de la memoria noticia de las horas previas al ingreso en este sitio. Tiene que haber algo en alguna parte. ¿Qué había estado haciendo?. ¿Por qué acabó en un hospital? ¿Era de día o de noche? Desistió. Estaba muy cansada, se notaba extremadamente débil. Percibía su cuerpo como una carcasa vacía. Cerró los ojos. Así estaba cómoda. Durmió.

 Fuera era madrugada de Navidad y en el hospital también. Había espumillón dorado con bolas de colores en el control de cada planta y pegatinas del portal de Belén con pastorcillos y todo en las puertas acristaladas profusamente ribeteadas de escarcha, mas un árbol enorme en el hall, lleno de luces y de orondos papa noeles de blancas barbas y trajes colorados. Un poco excesivo pensaría Elvira si pudiera verlo.

 La noche de nochebuena no había sido demasiado movida en urgencias. Algún coma etílico- anda una copita mas, que es Nochebuena-; algún traumatismo y/o herida inciso contusa por peleas familiares- juntarse familias enteras en un espacio reducido puede ser peligroso-; alguna intoxicación- porque le gente le da al langostino aunque tenga alergia al marisco, que una noche es una noche, hasta que se les hincha la cara como un balón de futbol-; algún accidente de tráfico por no respetar los semáforos- no pares que no viene nadie y llegamos tarde-, y dos extraños envenenamientos por arsénico: una señora de mediana edad que no tenía aspecto de suicida, y un africano de raza no blanca, como se dice ahora tan eufemísticamente para no herir sensibilidades, que tampoco tenía pinta ni edad para haber querido quitarse de en medio.
Según la documentación que portaba, Elvira residía en un barrio bien de la ciudad, pero el taxista aseguró haberla recogido en uno que antes era de medio pelo en la periferia, pero que ahora, al contar con almacenes y salas de cine cerradas había sido invadido por los sin papeles, habiendo devenido, por ello, en marginal y cuyas señas anotó en un papel a la policía. Ella lo llamó, o eso creía, pero cuando la recogió estaba a gatas por el suelo incapaz de tenerse en pie y con fuertes dolores abdominales. No pudo cobrar la carrera, porque cuando llegaron al hospital la señora estaba inconsciente.
No se preocupe cuando todo se haya resuelto ya le pagará.
No, si no me importa.

 Elvira Moran había ingresado sobre las diez de la noche con síntomas de haber sido envenenada con arsénico. ¿Suicidio? No lo creo. Porque no estaba en su casa, no iba a suicidarse en la calle en el otro extremo de la ciudad, pudiendo morirse en su cama tan ricamente. Además va arreglada y vestida como si hubiera estado cenando con alguien. Ese alguien pudo haberla envenenado. ¿Dónde estuvo?¿Con el africano? Cuando pueda hablar nos lo dirá, si lo tiene a bien.
El muchacho llegó por su pie un poco mas tarde; tras el ingreso en urgencias perdió el conocimiento. Después del correspondiente lavado de estómago una vez comprobada la intoxicación, pasó a planta, no preciso UCI. Era un tipo robusto. Sin embargo no había podido decir ninguna cosa coherente. Desvariaba bastante; además o hablaba en su lengua nativa o acababa de inventarse un idioma. Era imposible el entendimiento. Ni que decir tiene que no llevaba ningún tipo de documentación. Tenía los bolsillos tan limpios como el estómago en este momento.
 Elvira vivía sola. Su hijo arquitecto estaba en un país de los Emiratos árabes trabajando en la construcción de un complejo hotelero sobre una plataforma en medio del mar. Excentricidades de nuevos ricos. Ella no había querido desplazarse hasta allí porque no le daba la gana de ir tapada hasta los pies y con un velo en la cabeza como cuando era niña para ir a misa en la iglesia de Franco. Aquellos tiempos de desigualdades ya habían terminado hacia mucho, por suerte para todos.
Cuando los jeques y las jequesas vienen a Europa visten como quieren. Pues que vayan aprendiendo.
Cenaré sola tan ricamente.
Pero no, puede que no hubiera cenado sola.
El hijo no tenía ni idea de lo que había decidido hacer su madre esa noche. Habían discutido y ella ya no estaba en casa cuando el llamó, con eso de la diferencia horaria, ya sabe. La llamé al móvil pero lo tenía apagado. Iré para allá en el próximo avión.
Si no quiere no hace falta. En el hospital dicen que se pondrá bien. Salvo algún imponderable…¿Usted sabe si tiene algún pariente o algún amigo o amiga en este barrio o por la zona?
Que yo conozca no. Sus amigas viven todas en el centro como ella.
Y parientes por allí que yo sepa, pues tampoco.
¿Y algún novio?
¿Qué dice?
¿Qué si tiene algún novio por esa zona o aledaños?
Que va, mi madre no tiene novio.
Ya. ¿Y de donde venía a esas horas y con una buena dosis de arsénico en el cuerpo?
Usted sabrá, que para eso es policía.

 Pues no, no sabía. Estaba tan perdido como un taxi en medio del Sahara. Había habido dos envenenamientos pero no podía establecer ninguna relación entre las victimas. Entre otras razones porque no hablaban. Decidió darse una vuelta por el lugar donde el taxista recogió a Elvira. Era un parque descuidado en el extrarradio, sin rastro de césped, con árboles escuálidos, papeleras arrancadas y bancos llenos de excrementos de paloma. Ella esperaba donde la parada de autobús, había relatado el conductor. Lógicamente no había un alma por allí a aquellas horas. Cruzó la calle; enfrente la zona era peatonal. Vestigio de otras épocas mas boyantes. Había bazares de Oriente, una librería de viejo, una pequeña frutería, una antigua sala de cine atrancada a cal y canto, un locutorio que ya había cerrado y enfrente un antiguo convento de monjas bastante ruinoso, aunque habitado porque se veía luz. En la asquerosa vidriera del locutorio, sobre montones de pegatinas, había un anuncio escrito a mano con rotulador rojo y sujeto al cristal con celo, por las esquinas:
Cena de Nochebuena gratis en el convento como cada año.
A las siete y media.
Sopa de pollo, pollo guisado con patatas fritas y turrón. 
Es solo para indigentes. Abstenerse listillos, que no está el horno para bollos. 
Se quedó parado frente al portón del cenobio. Iba a llamar, no sabía muy bien para que, cuando se abrió una de las hojas y apareció una monja portando una bolsa de basura.
Buenas noches hermana, ¿mucha gente en la cena?
Bastante. Aun nos queda un poco de sopa, si gusta.
Gracias. Verá, soy policía, me gustaría hablar con usted.

 ¡Bingo!. Elvira había estado ayudando a servir el condumio. Ella y sor Clementina se conocían desde el colegio. Aunque era evidente que habían tenido vidas muy diferentes seguían conservando una buena amistad. Se fue temprano porque iba a cenar con una amiga a su casa. Tomó un caldito para entonarse, mientras yo llamaba un taxi. Luego salió para esperar donde para el bus. Esta calle es peatonal como habrá visto. Si le daré caldo para que lo analicen. El pollo se terminó. Tiré los huesos a la basura. Ah, va a rescatar la bolsa. ¿Turrón?. Si también me queda algo. Mientras va a por la bolsa le prepararé las cosas. Ah, que no toque nada. Bien vale, usted tiene guantes para no contaminar. Perfecto.
¿El muchacho negro?. Si posiblemente estuvo aquí. Cada año son diferentes este es un barrio con mucho inmigrante sin papeles. No duran demasiado por la zona. Desde hace unos años nadie repite cada Nochebuena. Antes venían indigentes del barrio y todos nos conocíamos. Ahora siempre son desconocidos. ¿Qué que fue de los indigentes de siempre? Habrán muerto, supongo. La calle mata mucho, sabe usted. Deberían detenerla. Que me prepare para acompañarle al hospital a ver si reconozco al chico. Supongo que luego me traerá de vuelta. Perfecto. ¿Podré ver a Elvira? Deberían avisar a su hijo. ¡Que eficiente es usted!.

 La hermana Clementina creyó, solo creyó, reconocer al muchacho. Es que son todos muy parecidos. Se acercó para verlo mejor y entonces si, le reconoció porque tenía dos pequeñas cicatrices en la nariz de haber llevado metido un arete o algo así en su tribu. No hablaba español, apenas hacía una semana que había llegado, me lo dijo el otro joven que le acompañaba ¿por cierto, ahora que caigo, por que se han envenenado? Nosotras hemos cenado lo mismo y estamos tan saludables. Elvira también tomó un caldito. Si, hemos cenado lo mismo que ellos. Todo, todo lo mismo. Este joven creo que en su pueblo era un príncipe. No comprendo para que ha venido. El otro chico me contó que era de Uganda. Si, este. El otro era congoleño.
 Acababa de llegar el interprete; un antiguo misionero al que las tropas de Idi Amin cortaran las manos décadas atrás; afirmó que no hablaba una lengua inventada, aunque tampoco swahili, pero eso si, era una lengua bantú, sin duda. Si la hermana afirma que es ugandés seguro que habla luganda. Vamos a ver. Va a ser complicado, puede ser una especie de dialecto del luganda…En fin…haré lo que pueda. Si, ya se que nadie me pide mas.

 Señor comisario…ah perdone, subinspector, acabo de recordar algo. Esta memoria mía…No se si tendrá algún interés. Nosotras no probamos el turrón. Yo soy diabética perdida y la hermana Angustias es celiaca de nacimiento. Los dulces ni tocarlos. Ya le dije que los comercios de la zona nos dan la comida. Tiene que ser pollo, o conejo, o cordero con un poco de suerte. Nunca cerdo. Por los musulmanes, ya sabe. ¿Qué, el turrón?También nos dan algo de vino barato, fruta y pan. Ah, si, el turrón. A veces nos dan pescado ¿sabe? Un poco de merluza incluso. Entonces ponemos tres platos. ¿Qué? Ah, si hombre, el turrón. Para eso hemos tenido suerte. Nos lo regala la confitería Bailén. El dueño es muy generoso. Hace por lo menos diez años que nos lo envía. El mismo lo empaqueta y nos lo trae al convento en persona. Tan ocupado como está en estas fechas y sin embargo nunca falla. Es un caballero. De misa y comunión diarias. Siempre refunfuña que hay demasiados vagos en este país y demasiados negros y moros, que el gobierno nunca debió consentir que vinieran, que había que ametrallarlos cuando llegan en pateras…ay Señor, Señor; que deberían meterlos en un avión y tirarlos al mar como en Argentina- no se a que se refiere-pero es sólo palabrería de viejo gruñón que trabajó mucho desde niño. Luego ya ve. Se desvive por ellos. Es un santo cascarrabias. ¿Qué? si, el sabe que nosotras no probamos el turrón bajo ningún concepto. Precisamente nos manda uno sin azúcar ni gluten para que podamos comerlo sin problemas. Ya le digo que es un hombre muy generoso y considerado.. Si, todo el mundo come y si sobra se lo regalo para llevar. El dueño nos trae mas para Nochevieja. ¿El muchacho? si, comió turrón para probarlo, pero parece ser que no le gustó mucho. Solo lo probó y Elvira ahora que recuerdo, cogió un cachito de turrón blando para el camino. Si, hoy tienen abierto. Abren por la tarde. Si, vive justo encima. ¿Qué? que no me mueva de aquí, que vendrá alguien ahora para llevarme a casa. ¿Y usted? Va a la confitería.¿le gusta el turrón verdad?. . .Pero, no hace falta que le moleste tan temprano, comprenda que es una falta de consideración. Hay turrón de sobra. Bueno, pues si se empeña…Salude a don Adolfo de mi parte. Déle un abrazo…Que rápido desaparece este hombre. Si hay turrón de sobra. No son horas para ir a molestar.

6 comentarios:

Nieves dijo...

Muy bueno Maria Jose, me ha encantado, lo que ya sé que no es ninguna novedad, porque todos tus relatos no es que me gusten simplemente, sino que me encantan, porque escribes de maravilla y haces que el lector se meta en la historia como si la estuviera viviendo él mismo.

Y volviendo a este relato, pobres monjitas, tan inocentes ellas pensando en el propietario de la confiteria Bailén como un alma buena y caritativa.......

Y además es un relato muy apropiado para la Navidad y original con el toque de humor negro. ¿Es un relato escrito recientemente?

Un beso muy fuerte amiga,

Maria Jose Mallo dijo...

Muchas gracias Nieves. Es que eres muy buena amiga...

Comenzando por el final, si, este cuento lo escribí hace unos días para publicarlo como cuento de navidad. Confío de ahora en adelante publicar relatos nuevos y dejar de echar mano de los anteriores, que son eso: anteriores. Vamos a dejarlos reposar.

Me agrada el humor negro,pienso ademas, que hay hechos que sólo pueden contarse asi. Las pobres monjitas tan inocentes frente a la maldad tan refinada de don Adolfo...Yo, no obstante tengo muy buen recuerdo de las monjas de mi colegio. Lo pasé muy bien en esa época. Pienso que son buena gente en general. No hay nada peyorativo.

Muchas gracias de nuevo y un besin desde Asturias ventosa.

Maria Jose Mallo dijo...

Se me había olvidado Nieves, gracias por hacerte seguidora de mi otro blog, el de historia, que he retomado también de nuevo y que me sorprende porque tiene muchos lectores. Se ve que la Historia interesa. Trataré de escribir algún relato histórico de vez en cuando.

Nieves dijo...

Me paso de nuevo por aqui para desearte una muy Feliz Navidad y que pases unas muy felices y entrañables fiestas en compañia de todos tus seres queridos. Feliz ñavida y provechosu añu nuevu! Con todo el cariño y muchos besines de tu amiga desde Madrid,

Angel Luis dijo...

Feliz año guapa. Gustome el cuento hay que ver como son los turroneros de misa diaria, je, je.
Me alegra que publiquess relatos nuevos, porque claro yo ya lei los del libro.
Que el año te traiga cosas buenas, pese al eje Merkozy como tu dices...a mi me preocupa mas el eje Cascos Rajoy.como lo llamariamos? Casjoy o Rascos. Haber que opinas.

Maria Jose Mallo dijo...

Esta bien de las dos maneras, lo malo de esto es que lo sufrimos también, incluso mas, los que no los hemos votado.

Feliz año para ti también con salud, paciencia y optimismo. Saludos por ahí a la gente.

Un besin.