La leyenda del pueblo de los hombres-mujer

Capitulo IV

Juan no podía contener la risa. Ana no solo había perdido el conocimiento, se había hecho todo encima. Tan resuelta y valiente y al final como todos: cagada de miedo. Estaba en el baño, ayudada por la patrona. El viejo continuaba dormido. El se levantó del  sofá y cerró los postigos. Ya la habían visto; con una vez era mas que suficiente.
Cuando regresaron las mujeres al salón, evitó hacer comentarios jocosos. Ana estaba desencajada. Además era evidente que algo muy extraño estaba sucediendo. La patrona le dio una tila caliente y la envolvió en una manta.
__Quédese aquí al lado de la chimenea mientras les preparo la cama.
Juan se sentó a su lado y le cogió la mano. Estaba temblando.
__Te juro que jamás se me olvidará esta visión. Ha sido pavoroso.
__¿Por que has mirado?
__Porque quiero ver que es lo que pasa verdaderamente, no como tú. Además era una buena ocasión para librarse de ella o lo que sea.
__¿Tu que crees que es?.
__Lo que dice esta gente: una mujer mariposa.
__¿Y de donde ha salido?.
__Yo que se, si ellos no han llegado a ninguna conclusión en años, no voy a hacerlo yo en unas horas.
__¿Y piensas que en todo este tiempo no han intentado matarla, que has tenido que llegar tu para eso?.
Ella hizo como que no escuchaba. Cuando regresó la patrona, no tenía ganas de irse a dormir, prefería saber mas sobre la visitante.
__Cuéntenos a que conclusión llegaron en el pueblo.
 La mujer se sentó enfrente de Ana. No parecía estar asustada, después de años de convivencia con el ser estaba mas que acostumbrada.
“Como les decía discutieron largamente sobre el asunto del alma. El médico dijo que podrían ser rayos que quemaran a la gente por dentro.
__Si, pero ¿sólo a los hombres?. Eso no puede ser__argumentó con mucha lógica el alcalde.
__Solamente quiere el alma de los hombres. Es eso. No le den mas vueltas. Voy a rociar el pueblo entero con agua bendita y voy a rodearlo de cruces. Si es el diablo lo tendrá crudo. Ya tenía que haberlo hecho.
El alcalde no replicó. A estas alturas ya admitía cualquier posibilidad, incluso dispuso una cuadrilla para ayudar al cura a levantar las cruces. Excuso decir que no sirvieron de nada. La mariposa volvió siempre que le dio la gana o cuando necesitaba almas. Lo bueno fue que como estaban prevenidos y los hombres se pintaban nada mas anochecer, no hubo mas muertos. Entonces sucedió algo.
Juan y Ana continuaban expectantes mirando a la patrona.
__¿El que?__pregunto Juan.
La mariposa se fue a otro pueblo. Lo supo el médico, cuando su colega le pidió opinión acerca de unas extrañas muertes súbitas que se producían desde hacía un tiempo y unas aterradoras visiones que estaban teniendo los vecinos. El médico le contó lo del maquillaje y todo lo que ya ustedes conocen.
__¿Y, le creyeron?
__Naturalmente. Ya habían extraído conclusiones como en nuestro pueblo. Adoptaron con premura lo de pintarse la cara.
De este modo, cada vez que el problema irrumpía en un pueblo, el remedio le seguía de inmediato y la mujer mariposa lo iba teniendo difícil. Los meses se sucedían y los años. Aquí en el pueblo hacía mas de uno que no venía, aunque todos los hombres siguieron maquillándose. Ya era una rutina mas. Lo fue desde entonces. Por aquellos días, comenzaron las obras para hacer la estación de esquí.
Los pueblos de la comarca convinieron en que sería una buena cosa para el desarrollo de la zona­­. Pero claro la mariposa era un inconveniente y muy serio.
Entonces pensaron en hacer batidas todos juntos, para dar con el nido. Algunos pueblos, ya lo habían hecho por su cuenta. Sin resultados, obviamente. Peinaron la montaña entera. No quedó resquicio que no controlaran. Jamás divisaron rastro de la mujer. Terminaron por convencerse de que, o venía del espacio cada noche o vivía bajo las nieves perpetuas del glaciar. Pero sobre tierra o en los árboles o en las grietas no había ni rastro de ella.
__Va a ser un inconveniente para la estación. Paralizarán las obras.
__Hay que pensar en algo__dijeron a la vez los alcaldes.
Estuvieron reunidos varios días y al final tomaron un determinación muy drástica. Traerle comida.
Traerle comida mientras duraran las obras. Para que dejara a los obreros en paz.
__¿Y como lo hicieron?
__No se si les gustará saberlo.
__Tiene que decírnoslo de todos modos.
Se fueron a las ciudades, cada pueblo a una diferente, y recogieron a todos los mendigos que encontraron. Los alojaron en las casas, como  a los comediantes, y una noche cada tres días o cuatro días , el médico sedaba a uno que era abandonado en la plaza para que la mariposa lo viera. De este modo entre todos los pueblos dieron abasto al bicho que esperaba dócilmente por la cena.
__Lo convirtieron en un animal doméstico__pensó Juan en alta voz.
__Mas o menos si__convino la patrona.
__¿Y dio resultado, los mendigos no sospechaban?.
__Si. Al final hubo que mantenerlos sedados a todos, porque mas de uno trató de escapar.
__Tuvieron suficientes hasta el final__asintió Ana
__Si, suponemos que la mariposa vigilaría a la gente de las obras, pero para que esforzarse si tenía la comida asegurada.
__¿Y, al inaugurarse la estación?.Porque naturalmente no habría indigentes para seguir con el plan eternamente.
__Una vez en marcha, el problema ya no era solo de los pueblos. Cuando se percataran tendrían que hacer algo.
__¿Como sucedió?__Inquirió Ana__¿Comenzó a morir gente o la vieron o que …?
__Comenzó a morir gente.
__¿No les advirtieron lo de la pintura?.
__No. Porque entonces les culparían por no haberles avisado.
__Vamos a ver, un momento__Dijo Juan un tanto sobresaltado__¿Quiere decir que la mariposa mata en la estación, que es adonde vamos y ustedes no han advertido a nadie?
__Ya le dije que no. Hace cincuenta años que esta abierta la estación. ¿Se cree que no se han dado cuenta?.
__Esto es el colmo. Y que han hecho ellos. ¿Sabe usted si han tomado alguna medida, si le echan de comer también, por ejemplo?.
__Si.
__¿Si, que?.
__Que le pusieron comida. En aquel tiempo, ahora ya no lo se. Como va tanta gente aunque muera alguien de vez en cuando… Además a la sombra del esquí crecieron los pueblos.
__Este no, por lo que vimos.
__No este no, pero la mayoría, los que estaban mas cerca, si.
__¿Quiere decirme como hicieron para darle de comer en la estación?.
__Utilizaron la cárcel y el cuartel. Algún recluso y algún militar de los que visitaban la enfermería y para no levantar sospechas la dejaban cazar por las noches en el recinto, de vez en cuando. Se sabe que los alcaldes hablaron con la dirección y creo que ellos si se pintaban por las noches. Recientemente hubo mas de un comentario jocoso por haber descubierto algún jefe con la cara maquillada, pero ellos prefieren pasar por travestis, que contar la verdad.
__¿La mariposa lleva aquí todos estos años?
__Naturalmente.
__¿Y como la alimentan ahora que ya no hay cárcel ni cuartel?.
__No lo se, la verdad y tampoco me importa.
__¿ Por que no me han puesto a mi de cebo?
__¡Juan!
__Porque ya no lo hacemos. Ahora no es asunto nuestro.
__Tu haz lo que quieras__le dijo a Ana__pero yo no me duermo. Yo no cierro los ojos  por nada del mundo. Esperaré aquí sentado hasta que amanezca.
Se quedaron en silencio. Después de un rato, la patrona le dijo a Ana.
__Ya le advertí que no iba a gustarles el relato. Vayan a dormir, no hay ningún problema, ya se ha convencido de que no hay hombre nuevo. No volverá.
__¡Y una mierda!. No nos movemos de aquí.
__Bien. Como quieran. Tienen ahí la leña. Aticen el fuego. Hay café en la cocina. Les traeré mantas…
La mujer les proveyó de mantas y almohadas, atizó la lumbre y se fue a dormir.
__Buenas noches.
__Buenas noches __respondió solamente Ana__Que cosa ¿verdad?. Si lo contamos nadie nos creerá.__le dijo a Juan tras comprobar que la patrona se había ido.
 __Ya lo creo que si. No has oído que en la estación los jefes se maquillan. Lo que sucede es que no podremos contarlo o le serviremos de cebo. Haremos una cosa: nos iremos directamente a casa, sin pasar por el parador y nos olvidaremos de esto.
__Olvidarás tú, yo no creo que pueda. Además deberíamos advertir a la gente.
__¿Como?. Te tomarán por loca a las primeras de cambio.
__¿Como justifican las muertes?. Llegamos, observamos lo que pasa y actuamos en consecuencia.
__Vamos a ver, Sherlock, piensa…La gente que dirige ya lo sabe. Tú tendrías que decirlo a los visitantes y en cuanto abras la boca, los de arriba, te la cierran para siempre. Pareces tonta. Además, la inmensa mayoría, te tomará a chirigota.
__Encontraré el modo. Ahora duerme si quieres, yo velaré.
__Prefiero enfermar de insomnio crónico, antes que dormirme aquí. Así que no te molestes. En cuanto a lo de ir, irás tú sola.
__Vale, buenas noches.
__Ummmm.
La noche fue larga. Parece increíble lo que tardan en pasar las horas, incluso los minutos. Ana se durmió después de un rato, pero Juan estuvo el resto de la velada dándole vueltas a la cabeza. Parecía una broma absurda. No podía ser verdad lo que les había sucedido. Seguro que estaba en una pesadilla. De un momento a otro se despertaría en su cama y todo habría sido un mal sueño.
Pero, amaneció y todo continuaba igual, Ana se despertó, a la vez que la patrona y su marido, ya con la cara lavada, aparecieron en el salón.
__Vamos a desayunar y podrán irse. Hace un sol espléndido.
Juan no se había dado cuenta de que la niebla se había disipado por completo. Mientras preparaban el desayuno salió a la calle. Instintivamente, miró hacia arriba. El cielo era de un azul limpísimo y la luz tenía un brillo muy especial. Nada que hiciera recordar los sucesos de la noche anterior. Todo estaba en silencio. Le extrañó no escuchar ni siquiera el canto de un pájaro a aquellas horas tempranas y con aquel día magnifico.
El coche estaba aparcado delante. Por lo visto Ana lo había movido del sitio en el que lo dejaran anoche.
La fonda era la última casa habitada a ese lado de la calzada. En frente estaban los restos de lo que parecía haber sido la escuela. Se notaba por la forma del edificio típico de los años sesenta, con la vivienda de los maestros encima. Juan era arquitecto técnico; aquellos edificios siempre le habían parecido un modo magnífico de aprovechar el espacio. Eran un ejemplo de funcionalidad y de integración. No desentonaban en ninguna parte, tuvieran alrededor, la arquitectura que tuvieran.
Siguiendo la calle hacia la izquierda, se llegaba a la plaza. Al fondo, estaba la iglesia cerrada, con la espadaña medio derruida y casi invadida por el bosque que aparecía inmediatamente detrás. La campana, abollada y herrumbrosa, estaba colocada delante de la puerta. El gran tejo desde donde, según el relato de la patrona, se descolgaba la mariposa, se veía en cambio verde y frondoso, como un triunfo de la naturaleza sobre lo construido por el hombre. El resto de las casas estaban medio derruidas. Algunas, con un poco mas de suerte o de solidez, aún conservaban las fachadas en pie, aunque la techumbre se había venido abajo, ayudada, muchas veces,  por derrumbes de la montaña.
__Que desolación de lugar.
Había algo que le chocaba, no sabía decir el que, pero notaba algo extraño en todo el conjunto. Estaba tan embotado después de los acontecimientos y de la noche de vigilia que no tenía la mente clara.
Regresó a la casa, al oír que Ana le llamaba.
__Venga, vamos a desayunar para poder irnos. ¿No tenías tanta prisa?.
Desayunaron en silencio. De pronto a Juan se le ocurrió preguntar.
__¿Cuantos vecinos hay en el pueblo?.
__Nosotros nada mas.
__¿Como ustedes?. Ayer vimos por lo menos otras dos casas con gente.
__Imposible. No hay nadie mas. Todo el mundo se fue hace años.
Juan miró a Ana, pero estaba concentrada en el café como si tuviera delante una bola de cristal que le fuera a mostrar el futuro de un momento a otro. La tocó con el pie por debajo de la mesa, pero ni se inmutó. De pronto se levantó, como accionada por una palanca y le instó a irse ya de aquel lugar.
__Vale, vale…
Se despidieron de la patrona y su marido, que no quisieron cobrarles bajo ningún concepto. Ni aceptaron una propina, siquiera por la comida.
__Vamos, vamos, déjalo ya__Insistía Ana, que parecía tener de repente mucha prisa. Se sentó al volante antes de que Juan tuviera tiempo ni de abrir la puerta.
__El retorno de Ana la rápida.
__¡Déjate de tonterías!. Tu no has dormido y la carretera es peligrosa. Conduzco yo. Punto.
Juan no se atrevió a llevarle la contraria. Al abandonar el pueblo por donde habían llegado ( no existía otro camino), le chocó no ver mas casas en pie.
__Vete despacio, quiero ver la primera casa donde llamamos anoche. La patrona dirá lo que quiera, pero ayer…
__No te molestes, no existe. Ya lo comprobé esta mañana, cuando fui a buscar el coche.
__¿Entonces?.
__Entonces, nada. Es todo muy extraño. Cállate y salgamos de aquí cuanto antes.
Siguieron en silencio. Ana miraba continuamente por el retrovisor, quizá esperaba que el pueblo desapareciera de pronto como por arte de magia. Fue entonces cuando Juan cayó en la cuenta.
__Las casas, las casas…__exclamó de pronto chasqueando los dedos.
__¿Que dices?
__Las casas, es como si las hubieran bombardeado. Están todas destruidas del mismo modo. No es que se fueran cayendo; es que arrasaron el pueblo. Ahora lo veo claro.
__¿Con que objeto?                                                                      
__Quizá para matar a la mariposa.
Ana detuvo el coche. El pueblo ya no se veía.
__Arrasaron el pueblo para matar  a la mariposa. ¿Por qué motivo?. No creo que viva en el pueblo. ¿Dónde iba a esconderse un ser así?. A no ser…
__¿A no ser…?
__Que algún vecino se transforme como los hombres lobo o como los vampiros. Por eso nunca dieron con su escondite y por eso nadie le disparó, porque averiguaron quien era.
__Tu no has podido hacerlo.
__No, pero entre varios si hubieran podido. Mientras uno la distrae los otros le disparan. Además le trajeron comida. ¿Recuerdas?.
__Si, también la gente de la estación.
__No lo creo. Ni en la estación ni en los otros pueblos. La patrona nos mintió.
__¿Y por que no dejaron que me matara?
__Pienso que quieren que conozcamos la historia. No se por qué motivo, pero estoy segura de que quieren que sepamos lo que pasa. Voy a dar la vuelta.
__¿Queee?, de ninguna manera.
__Te apuesto lo que quieras a que tampoco existe la fonda.
__No vuelvas. ¿quieres que esta vez nos maten?.
__¿Quienes?. Estoy segura de que no hay nadie. Ayer los vimos, pero hoy ya no, no te preocupes.
Era inútil discutir. Ana comenzó a maniobrar. Juan se vio volando montaña abajo con coche y todo; tuvo intención de bajarse, pero Ana era capaz ¡ya lo creo!, de dejarlo allí abandonado.  Ella era una buena conductora y logró dar la vuelta apenas sin problemas. Condujo en silencio. Al dar la última curva donde el pueblo dejara anteriormente de verse, éste no apareció por ningún lado. Juan estaba mudo y pálido como un muerto
__Quizá sea la siguiente__pensó Ana en voz alta.
A la siguiente tampoco apareció el pueblo. Continuaron un buen trecho. No había ni rastro. Comenzaron a cruzarse con otros vehículos.
__Hoy hay tránsito por esta carretera, es extraño.
__Ya teníamos que haberlo encontrado. Te lo dije, no está.__Ana seguía concentrada en lo suyo.
__Fue una visión. Ya lo sabía.
__De eso, nada. Ayer fue real por completo.
__¿Y por que no esta hoy?
__Pues, porque no.
__Ah. La montaña del pueblo fantasma, que aparece y desaparece como la isla de san Balandran…
 De pronto, vieron muy en la lejanía, las torres del parador con su techumbre de pizarra.
__No puede ser. No puede ser, es  increíble.
__Continua por aquí. Quizá hallamos venido por este lado.
__No, llegamos por el otro. Recuerda como estaba aparcado el coche esta mañana.
__Esto es todo una broma…
__¿De quien?. Hemos vivido lo que hemos vivido. Un suceso extraordinario y paranormal.
__Hemos tenido una alucinación y punto. Lo cierto es que se me quita un peso de encima. Cuando lleguemos sigues de largo. Nos vamos a casa.
 Ana asintió no tenía ganas de discutir. Juan se quedó relajado y después de un rato se durmió. La visión del parador le había sedado.
__Genial__ pensó ella__Por lo menos estará callado.



Llegaron tras una hora. Juan continuaba dormido. El sitio era precioso, la paz era tan evidente que casi se podía tocar. Ana salió del coche y sacó el equipaje antes de que su todavía novio, se diese cuenta. Cuando él despertó, tuvieron una bronca de mucho cuidado. Tanto, que llamaron la atención de tal modo que la gente salía de las cafeterías, a pesar del frío, para ver que estaba pasando.
Al final Juan decidió pasar allí la noche y regresar a casa al día siguiente a primera hora. Podría haberse marchado ese mismo día, pero no sabía por que no quería dejar allí sola a Ana, de momento, aunque pidió otra habitación.
__¿Otra habitación, para que?
__Es que no quiero ni verte delante.
__Esto es totalmente ridículo, Juan…
__Aquí la única ridícula eres tu. Tu y tus alucinadas visiones. No discutas, no quiero verte ni volver a hablar del tema. Allá te las compongas. Mañana me iré en el Bus a primera hora.
__Acuérdate de maquillarte por la noche__le gritó Ana cuando él ya estaba en el ascensor.
El recepcionista la miró por encima de las gafas con mucha curiosidad. Cuando se fue avisó al director.

La leyenda del pueblo de los hombres-mujer

   Capítulo III





Viorel C: Sánchez. El Nido. 1981

Ana y Juan estaban cada vez mas intrigados con la historia. No podía ser cierta, pensaba Juan, pero era entretenida. Aquella gente tenía mucha fantasía y la patrona contaba bien los hechos. Sabía darles interés.
__¿Y a que conclusión llegaron?__preguntó Ana__Me refiero a que, ¿para que mata hombres?.
“Le dieron muchas vueltas al asunto.  El cura tenía la teoría de un demonio salido del infierno. Culpaba a la mina , decía que habían cavado muy hondo y  por allí se habían escapado los diablos. El alcalde le prohibió asistir a las reuniones si no cambiaba de argumentos.  Estaba hasta las narices de sahumerios, de sermones y de demonios. El maestro, mas lógico,  buscó y rebuscó en sus libros. Incluso hizo un viaje a la ciudad para documentarse”.
__Que pena, no existía Google.
__¿De que habla?
__De nada, señora. No lo escuche, continúe.
“Le llevó su tiempo. Mientras, la mujer mariposa aparecía cada varios días. Como ya nadie salía a su encuentro, adquirió  la costumbre de acercarse a las casas y mirar por las ventanas. El primero en verla fue mi abuelo. Se llevó un buen susto, cuando se acerco al cristal para ver porqué ladraba tanto el perro y se encontró dos ojos enormes, brillantes y rojos, que le traspasaron. Retrocedió tambaleante.
__Está ahí, en la ventana. No miréis…no miréis.
Mi abuela se acercó y sin levantar la vista, cerró los postigos.
__Me miró muy adentro. Siento como si me faltara el alma.
Murió esa noche.
__Vengo diciéndolo desde el principio. Son demonios__afirmó el cura, atreviéndose a opinar de nuevo.
__En todo caso, serán demonias__dijo el alcalde__Y sólo nos faltaba que fueran mas de
una.
Esto último dejó preocupados a los vecinos. Hasta el presente todos habían imaginado una sola mariposa. Tampoco se les ocurrió  pensar que deberían pintarse la cara incluso para estar en casa. La mujer o la demonia o lo que fuera, al no encontrar a nadie por la calle se acercaba a las viviendas y miraba por las ventanas. Así que, una de dos: o se pintaban o se encerraban a cal y canto.
La noche del día que murió el abuelo, el pueblo reunido en el velatorio, tomó la decisión de que los hombres, sin excepción, se maquillaran cada noche. Hubo quien propuso contar los intervalos de las apariciones, pero convinieron en que no eran de fiar. Se aparecía de modo bastante arbitrario. Así que decidieron, por unanimidad, pintarse las caras y dejar las contraventanas abiertas para que la mariposa viera que no había hombres y se fuera a buscarlos a otro pueblo.
__Al valle, por ejemplo.
__No, al valle no, que después nos linchan
Transcurrieron dos  semanas en las que no murió nadie. Una tarde el maestro se presento en el ayuntamiento con un montón de papeles en una carpeta y varios libros.
Los extendió sobre la mesa y procedió a explicarse con el alcalde. En las láminas se veían dibujos de hombres alados, pero ninguna mujer. Hizo referencia a unos… ¿como se dice... cistozologos?.
__Criptozoólogos__aclaró Ana.
Eso es. Unos hombres de ciencia que en Africa observaron seres alados que se movían por la noche por las neblinosas selvas y se acercaban a los poblados, para llevarse el alma de las mujeres.
__¿De las mujeres?__preguntó el alcalde.
__Si, de las mujeres. Las citas que pude hallar son todas referidas a mujeres que ven un enorme hombre alado. Como este__dijo el maestro, señalando una de las láminas.
__Y¿ Que hacía con las mujeres?
__Les robaba el alma
__¿Y morían?
__Si. Como los hombres de aquí, sin ningún signo de violencia.
__Y…¿Qué son esos seres?
__No lo se. Hay varias teorías. Parece ser que hace muchos años, alguien traspasó la puerta hacia otra dimensión y por ésta o a través de él salieron estas criaturas.  Estas , los vampiros, los hombre lobo, en fin, todo tipo de seres extraordinarios inimaginables por los humanos y con poderes que no podemos comprender. Unos refieren que engañaron al viajero y lo convirtieron en uno de ellos, multiplicándose luego dentro de el, otros dicen que sacó la semilla y los esparció sin querer por el mundo. Primero en Africa y luego por otras zonas. Son un grupo que, hasta el presente se mueve con libertad y no está amenazado por nadie”.
__Si__dijo Juan que ya estaba muy interesado__como los Mothman en Estados Unidos. Hay mucha gente que los vio. Pero éstos predicen catástrofes…
“Estos, según el maestro, se alimentan de las almas y para que el alma se separe del cuerpo primero los mata”.
__Tal vez no__dijo Ana__ a lo mejor les roba el alma y por eso mueren.
“Lo mismo pensó el cura, lo cual dio origen a un encendido debate con el alcalde y el maestro sobre lo que pudo ser antes: la muerte del cuerpo o la marcha del alma”.
__¿A que conclusión llegaron?
A ninguna.
“Discutieron durante días y noches. Resultaba extraño verlos debatir a los tres con las caras pintadas. El cura y el maestro decían que si el alma nos abandona morimos en el acto.
__Como los del pueblo. De muerte súbita__afirmo muy contento el médico de que por fin le hubieran dado la razón.
El alcalde decía que la mujer mariposa los mataba, aunque fuera de miedo, antes de llevarse el alma.
__Si es así como sucede que me cuesta creerlo.
__¿Y por que no mueren mujeres?
__Quizá son mas valientes. O quizá los hombres tienen alguna dolencia cardiaca que desconocen o desconocemos y mueren con el susto. Estaría bien que les hiciera un chequeo, doctor, antes de seguir haciendo conjeturas.
Después de un silencio durante el cual contemplaron absortos los dibujos. El alcalde preguntó.
__¿Y de donde cree que vino y como sobrevivió y donde se esconde por el día?. Si encontráramos el nido, solucionado el problema.
__¿Tendrá un nido?
__Llámele nido o lo que sea. Tendrá un lugar donde vivir.
__El infier…__se interrumpió el cura, cuando el alcalde lo fulminó con la mirada.
Lo primero fue lo primero: comprobar el estado del corazón de los hombres del pueblo. No se halló ninguna dolencia en ninguno excepto en el cura, que tenía un poco de arritmia.
__No los mata el susto__ sentenció el médico
__No  mataría  a estos, pero quizá los otros sufrieran algún problema. Recuerde que en una casa murieron el padre y todos los hijos.
__¿Entonces el bicho mata sin querer, mata para nada?.
__¿Y por que tendría que querer matar?.
__Y entonces, ¿para que se aparece, a que viene al pueblo y por que se acerca a las casas si no salimos?. Necesita vernos, es evidente y será por algo.
__¿Será una sola?
__Seguro que si. Si no vendrían en manada.
__Puede ser un vestigio de algún animal prehistórico. No sabemos todo lo que hubo antes de que se extinguieran los dinosaurios. También pudo haber llegado del espacio exterior.
__¿Como?
__No lo se. Quizá con un meteorito. Puede venir de algún planeta extinguido, o ser explorador de alguna civilización que piensa visitarnos.
__¿Comen almas los extraterrestres?.
__¡Yo que se!. Sólo son suposiciones. Son tan dignas de tener en cuenta como los hombres come almas de Africa”.

Juan y Ana seguían absortos el relato de la patrona. Nadie se había levantado de la mesa. En ese momento, volvió a oírse el alarido.
__Ya esta aquí, de nuevo.¿Quiere verla?__Pregunto a Juan la patrona.
__No,…no se…yo no se si….
__Yo si quiero__dijo Ana.
__Muy bien abriré los postigos. Usted tiene que ponerse aquí, al lado de mi marido, para que ella vea que no hay ningún hombre en la casa.
__Tanto como eso…                                            
__Bueno, usted ya me entiende no sea suspicaz.
__Oiga una cosa__dijo Ana__¿tienen un arma?.
__¿Se refiere a un rifle?.
__Si. Yo podría dispararle. ¿Nunca lo han intentado antes?.
La mujer dudó. __Si, pero en el momento preciso se quedaban paralizados. Nunca nadie fue capaz de disparar.
__Traiga el arma. Yo lo haré.
__Tu te has vuelto loca por completo__dijo Juan.
La patrona trajo el rifle y la munición. Mientras Ana lo cargaba retiró las gruesas trancas y abrió los postigos de par en par. Comprobó que los dos hombres estaban en el campo de visión de la mariposa y se colocó al lado de Ana.
Se oyó todo igual a la vez anterior: el grito, el golpe seco, los pasos…
El visitante descubrió las ventanas abiertas y se acercó a mirar.
Un extraño rostro de mujer, con las facciones  remarcadas  por una sombra negra y el contorno difuminado entre un fondo de pelaje corto, parduzco y aterciopelado, ocupó el cristal. Unos ojos rasgados, enormes y penetrantes que se fueron transformando de color a medida que miraba hacia el interior, lo traspasaron como un par de infrarrojos.
Los ojos carmesí de la mariposa se fueron posando en todos y cada uno de los presentes, observando con mayor detenimiento a los hombres.
A Ana se le erizaron todos los pelos del cuerpo, incluso los que se acababa de depilar. Tuvo que contenerse para no desviar la mirada.  Sintió que los rayos la traspasaban y encogió el estómago como si la quemaran. El marido de la patrona parecía dormido y Juan tenía los ojos cerrados con saña, lo mismo que si le fuera la vida en ello. Levantó el rifle y apuntó hacia el cristal. Intentó presionar el gatillo. Su dedo no obedecía: el cerebro daba la orden, pero su cuerpo la ignoraba. Escuchaba su voz distorsionada diciendo: dispara. Sonaba como un vinilo a muchas menos revoluciones de las debidas rallado, gangoso, moribundo: d—i—s—p—a—r—a.
 La vieja, a su lado, no osaba ni siquiera moverse. Ni respiraba.
Fue un instante, pero a Ana le pareció una eternidad. La mujer con alas retiró el rostro del cristal, una especie de garra arañó el vidrio, produciendo un chirrido escalofriante. Al poco, se escuchó el siseo, sopló el viento gélido y luego el silencio denso y cortante en la noche neblinosa, fría y terrorífica.
Ana se desmayó.


La leyenda del pueblo de los hombres-mujer

Capitulo II

__Tiene que contarnos que coño pasa y que ha sido ese alarido, que ya nosotros habíamos oído, y quien trató de entrar en la casa__dijo Ana resueltamente, mientras traía el bolso y sacaba el neceser para maquillar a Juan.
__Se lo diré en pocas palabras, pero píntele la cara ya.
__Ni hablar
Viorel C. Sánchez. Fusión del ser. 1989
__Deja que te pinte, es evidente que ocurre algo.
La patrona se encaró con Juan
__Si no se maquilla, le echaré a la calle y que la mariposa de la muerte se entienda con usted.
__¿La mariposa de la muerte?
__Cuéntenoslo todo__apremió Ana mientras le ponía el maquillaje a Juan que se retorcía como una anguila para esquivarla.
“Sucedió por primera vez hace muchos años. Mi abuela me lo contó. Dijo que una noche, ya entrado el otoño cuando los días son mas cortos y la gente se encierra en las casas a asar castañas y a preparar las despensas para el invierno, resonó en el pueblo un alarido estremecedor.
__¿Como este de hoy?.
__Lo mismo.
 Los vecinos se llamaron desde las ventanas. Todos lo habían oído. El alcalde y mi abuelo decidieron salir a ver  de que se trataba. Los demás asomaron a las puertas con la escopeta para cubrirles la retaguardia y acudir a socorrerles si fuera necesario”.
__Ni hablar, no me pintas los labios, de ninguna manera.
__¡Cállate!, o seré yo misma la que te ponga en la calle. Continúe por favor. No interrumpas mas__le dijo a Juan bajando la voz.
La patrona daba la vuelta a una olorosa tortilla de patata. Unas no menos olorosas sopas de ajo borboteaban en una olla sobre el fogón.
Ana, después de terminar con su tarea de maquilladora, colocó los platos para la cena que la mujer había dejado sobre la mesa. El hombre pintado de mujer entró en la cocina. Al sentarse a la mesa miró a Juan con curiosidad.
__¿Que le parezco, a que estoy atractiva?
__No debería mofarse__dijo la patrona__la historia no tiene gracia.
__¡Cállate!__dijo Ana, dándole un manotazo__Continúe señora, haga el favor.
“Pues eso, que salieron a ver que pasaba. No vieron absolutamente nada. La noche estaba tan tranquila como fría. Un niño, el mayor del tío Ignacio, comenzó a gritar que la había visto”.
__¿Dejaron salir  a los niños?
__Y si no los dejaron, salieron solos.
“Como le decía comenzó a gritar:
__¿El que? ¿Qué es lo que has visto?
__La mujer mariposa, la he visto, la he visto, la he visto, la vi__repetía histérico.
Su madre mujer resuelta, llegó y le dio un bofetón__para que se calme__explicó a los vecinos. El chico, se tranquilizó con el cachete y contó que había sentido un siseo detrás de él, como si lanzaran un cohete y al volverse a mirar vio una mujer muy alta que se elevó en vertical para luego salir volando con unas alas enormes.
__Para cohetes estamos__dijo el alcalde.
__Bueno, la fantasía de los chicos__dijo el maestro__ya se sabe.
__La he visto, la he visto, una mujer enorme, con alas…__Su madre se lo llevó a casa a rastras. Antes de entrar se lo advirtió:__Deja ya de decir chorradas, si no quieres cobrar de verdad. Y te vas a la cama sin cenar, por embustero.
__Mama, te lo juro…
El niño se calló cuando vio a la madre coger la escoba. Se fue de refilón a la cama sin rechistar.
Al día siguiente su padre subió a buscarlo al ver que no estaba para desayunar.
___Este chico. Hay que salir con las cabras. Siempre hace lo mismo.
Se lo encontró muerto, dormido tranquilamente, sin ningún signo de violencia. Muerte súbita, dijo el médico. Se da a todas las edades, explicó antes de que le preguntaran si eso no era mas propio de bebés”.
Ana y Juan no habían comenzado a cenar, escuchaban absortos a la patrona.
“Días mas tarde, cuando aun rezaban el rosario cada tarde por el pequeño difunto, volvió  a escucharse el grito. Esa noche los niños y las mujeres se encerraron en las casas y todos los hombres salieron en grupos de a cuatro a patrullar por el pueblo, armados con  lo que tenían a mano. Dieron varias veces la vuelta al recinto sin observar nada raro, hasta que, de pronto el tío Genaro y sus tres hijos, sintieron un siseo a la derecha de donde se hallaban.
__El zumbido del volador__dijo el mas joven.
__Chissst.
Sigilosos se dirigieron al lugar de donde procedía el ruido; una repentina ráfaga de viento helado les detuvo al tiempo que una mujer envuelta en algo membranoso se elevó ante ellos y antes de que reaccionaran, desplegó unas enorme alas y se perdió en la noche”.
__¡Que buena está esta la sopa!__exclamó Ana que necesitaba decir algo.
__A mi todo me sabe a pintalabios.
La patrona miro de reojo a Juan y siguió con su historia.
“__Aquí, aquí, esta aquí.
__¿Que habéis visto?
__La enorme mujer que vio el niño. Salió volando. Era cierto.
__Nosotros hemos notado un viento frío.
__Estamos en octubre. Es normal.
El padre se había apoyado en un árbol. Le costaba respirar. Nunca jamás en sus muchos años de cacerías y noches a la intemperie había visto cosa igual. Ni siquiera la hubiera podido imaginar.
__Ahora si, estoy seguro de que el mundo se acaba. Lo dice la Biblia: veréis señales. Pues yo las he visto. Quiero confesión, que venga el cura.
No hizo falta esperar mucho, el sacerdote estaba allí mismo. También se había unido a la expedición armado con un hisopo y una cruz.
__Lo mejor contra los vampiros, además del ajo.
__¿Pero son vampiros?
__No sabemos, lo seguro es que son criaturas del demonio.
__Estos siempre encuentran trabajo__dijo el alcalde, que era ateo.
Hizo bien el viejo confesarse. Aquella noche falleció, lo mismo que sus tres hijos. Muerte súbita, volvió a decir el médico.
__¿Usted no sabe diagnosticar otra cosa?
__Es lo que es. Muerte súbita.
__Míreles el cuello a ver si los ha mordido un vampiro.
__No diga tonterías.
__Coño, míreles ¿Qué trabajo le cuesta?
No, no tenían marcas de mordeduras ni ninguna otra señal. Era una muerte plácida; ni se enteraban. Pero la gente comenzó a atemorizarse. En todas las conversaciones se referían los hechos del mismo modo: Se oye el alarido, salen los hombres y los que ven a la mujer, mueren. El pueblo acordó no salir de casa oyeran lo que oyesen. Pasaron los días y el grito no volvió a escucharse. Los vecinos recuperaron un poco la calma.
Pero la última semana  antes del día de difuntos, un alarido lastimero retumbó en el hielo de la noche y se coló en cada morada. Los vecinos habían acordado no salir, pero la tía Calixta que sabía que sus días en este mundo estaban contados, hizo una sugerencia no exenta de lógica.
__Hasta ahora han sido hombres los que la han visto y han muerto. Pero ¿y si la ve una mujer, que sucedería?. Voy a salir a comprobarlo. Además no quiero morirme sin ver algo extraordinario.
Sus hijos protestaron, pero ella les convenció con el argumento de que estando desahuciada, como lo estaba, no importaba morir unos días antes. Posiblemente se ahorrara sufrimientos inútiles. De modo que, cogió su cachava y salió a la noche, bien abrigada eso si  para no pillar un resfriado, en el momento en que el grito volvió a escucharse.
__ Así y todo, tiene un par de huevos__sentenció el alcalde.
Se encontró a la  mujer mariposa justo delante de la iglesia. Pareció descolgarse del viejo tejo. Sin miedo ninguno se miraron ambas. La mariposa se inclinó hacia delante para verla mejor y logrado el propósito, se escucho el siseo y se elevó en vertical, tan alto, que la tía Calixta no la pudo ver emprender el vuelo.
Regresó a casa y convencida de su final, se despidió de la familia.
__Llamad al cura que me administre los sacramentos y luego dejadme sola.
A la mañana siguiente la oyeron gritar llamando a su hija. No se había muerto. Vivió aun bastantes meses. Esto hizo que la gente llegara a una conclusión:
Sólo mueren los hombres.
Por alguna razón que desconocían la muerte súbita era para los varones que veían a la mujer con alas.  Del mismo modo desconocían quien o que era la mariposa y de donde había surgido, pero ahora les intrigaba mas porque morían los hombres y no las mujeres.
__Tampoco esta claro. Sólo ha ocurrido una vez, no es porcentaje suficiente__dijo el maestro.
__Tiene razón__convino el alcalde, lo cual era raro porque no estaban de acuerdo en nada. El edil consideraba al maestro un meapilas inaguantable.
Haciendo cábalas se sucedieron los días. Noviembre ya estaba ahí, vendrían los comediantes”.
__¿Venían comediantes al pueblo?__preguntó Ana__lo mismo que en el de mis abuelos cuando mi madre  era niña. Recuerdo que me hablaba de una familia que se llamaban Los Magdalenos. Ella era amiga de la hija mas pequeña. Se llamaba Amparito. Un día enfermó y mi madre hizo su papel. Le dieron una bolsa enorme de caramelos.
Juan la miraba con su cara pintada. Ana no dejaba de sorprenderlo. Ahora resultaba que su madre había sido comedianta de niña.
__Que vida tan interesante habéis tenido.
__Mas que la tuya, niño de barrio pijo. Recuerdo que interpretó al hijo de Genoveva de Brabante__dijo entornando los ojos con nostalgia.
__Interpretaría a la hija.
__Hizo de hijo.
__ Claro, una buena actriz hace cualquier papel.
__Vete a la mierda.
La patrona les miraba sin perder la paciencia. Su marido después de comer un buen trozo de tortilla, se había dormido.
“Les decía que vinieron comediantes”.
Picasso. Mujer en azul. 1901
Juan y Ana, que se observaban con el cuello estirado como gallos de pelea, volvieron a prestarle atención. La vieja prosiguió.
“La gente acordó no hacer mención a los sucesos. La vida volvió mas o menos a la normalidad. Las comedias se representaban en la iglesia, pero los actores vivían esos días repartidos por las casas, de allí salían ya maquillados para la función. No eran suficientes, así que cada uno podía hacer varios personajes en la misma obra. Una noche uno de los hijos venía perfectamente caracterizado de mujer, le acompañaba otro hermano que hacía papel de hombre. Estaban representando “El perro del hortelano”. Todos lo escuchamos. El muchacho llegó pálido a pesar del maquillaje, el otro se hizo las necesidades encima. Juraron entre sollozos haberla visto: si, la mujer con alas que vieron antes los muertos. Nadie se atrevió a decir la verdad. El cura se les acercó y con disimulo les administró la extremaunción o algo parecido.
Se suspendió la función por indisposición de dos actores. Pero nadie del pueblo se fue a su casa, se quedaron haciendo apuestas sobre lo que sucedería esa noche.
__Me juego la mula a que muere el hombre.
__Hombres son los dos.
__Si, pero el otro parecía una mujer. Recuerda lo de la tía Calixta.
__La mariposa sabrá diferenciar entre una mujer y un hombre pintado de mujer.
__O no.
A la mañana siguiente todo el pueblo esperaba la noticia del fallecimiento de alguno o de ambos. La hermana salió llorando a buscar a los padres que  dormían en otra casa.
__Mi hermano, mi hermano, esta muerto.
__¿Cual, cual hermano?
__Manuel
__¿El que iba vestido de mujer?
__No, el otro. Mama, papa, por Dios…
La familia de actores itinerantes, se cansó de preguntar a todo el mundo que había sido aquello.
__¿Que aquello?
__Eso, lo que habían visto los hijos.
La gente había convenido no soltar prenda. Ahora ya estaba muerto el chico ¿para que decir nada?. Se correría la voz y vendrían gentes de la ciudad a investigar. Capaces serían de fumigar el pueblo con ellos dentro. Todavía recordaban cuando años atrás, un águila enorme descendió sobre el valle y se llevó en sus garras un niño del cesto en el que lo tenía su madre, mientras trabajaba en el huerto. Los huertanos subieron montaña arriba culpándoles de criar pajarracos y soltarlos sobre el valle para acabar con ellos. Gracias que la Providencia hizo que unos militares estuvieran realizando prácticas de escalada en un lugar cercano y se apercibieran de los sucesos, encaminándose hacia el pueblo para defenderlos de sus agresores, si no, no lo hubieran contado. De todos modos se vieron obligados a montar guardia por las noches durante mucho tiempo.
__Oye y ahora que caigo. ¿y si fue un bicho de estos en vez de un águila lo que vieron en el valle?.
__No lo creo, esta mariposa no se lleva a nadie.
__Bueno, ahora en lo que estamos es en descubrir si mata mujeres. Es muy importante. Nos va la vida en ello. Sugiero que la próxima vez, sean mujeres las que salgan  a la calle.
__Cobardes, eso es lo que sois.
__Necesitamos estar seguros.
__Oye__dijo la tía Honoria__¿Y por que no salen hombres vestidos de mujer?. Parece que al comediante fue eso lo que lo salvó.
__Si, si. Tiene mucha razón.
__Esta bien, que no se diga que somos caguetas. Yo me disfrazaré de hembra, la próxima vez__se ofreció el tío Ramón.
__Pues no se hable mas.
__Además llevaré la escopeta y le pegaré un tiro. Por ahí deberíamos de haber empezado.
La mariposa tardó tres días en aparecer de nuevo. En casa del tío Ramón, el maquillaje estaba preparado; su mujer que nunca se pintó, había comprado todo lo necesario. Hasta esmalte para las uñas. En cuanto se oyó el grito, se pusieron manos a la obra. El resultado fue ridículo por completo. Si no fuera el temor, la mujer se hubiera reído con ganas. Además Ramón se había puesto un vestido que había pertenecido a su suegra con un pañuelo por la cabeza, para que el pelo no lo delatara, que le picaba y se le caía sobre los ojos. Si la mujer mariposa tuviera sentido del humor, se hubiera divertido con la visión. Y si tuviera amor propio se llevaría un berrinche con la visión del hombre-mujer. Habían pensado engañarla con un mamarracho armado con un rifle. ¡Que cutres!. Pero la mariposa o era miope o carecía por completo de sentido de la estética.
Cerca de la era se encontraron. Ella lo miró con detenimiento y él se orinó encima. No recordó para que servía el arma que llevaba abrazada, mientras hacía ímprobos esfuerzos por no salir corriendo. Al final la mujer con alas se fue con la misma escenografía de siempre y el tío Ramón corrió para casa aunque sólo fuera para cambiarse de calzoncillos. No murió esa noche. Y quedó como un héroe para algunos y como un cagueta para los mas.
Al final el pueblo se convenció: sólo mueren hombres. Pero ¿Por qué?. La mariposa no se los come. Entonces ¿Qué gana con su muerte?
Ese fue el siguiente dilema”.


La leyenda del pueblo de los hombres-mujer

Capitulo I

__Ves, se nos ha hecho de noche por estos montes del diablo. Si hubieras llegado antes, pero el señorito no sabe ser puntual.
Picasso. Dora Maar. 1941
__Vale, déjalo ya. Es imposible extraviarse.
__¿Ah si? Y como llamarías a esto. Llevamos horas y no hemos llegado a ninguna parte, parece que estemos dando vueltas.
__Mira en el mapa.
__No es cuestión de mapa. Con esta niebla es imposible saber donde estamos. Seguro que nos hemos confundido en el cruce. Te estrangulaba con gusto.
__Tu elegiste el camino, no me eches a mi la culpa de todo.
__No, si encima soy yo la culpable, el señorito jamás se equivoca.
__Deja ya de llamarme señorito.
__Sigue conduciendo y cállate. A ver si llagamos por fin a alguna parte.

Cuando comprobaron que realmente se habían extraviado sintieron deseos de matarse el uno al otro. De todos modos eso era algo muy habitual últimamente que, por lo menos a Juan, le preocupaba bastante. Por la mínima ya estaban agarrados. Saltaban chispas, pero no como al principio. Entonces se miraban y tenían que aparcar urgentemente. Ahora, cuando se miraban era para reprocharse algo. En este momento la tempestad estaba a punto de caramelo. Habían llegado a un pueblo, era cierto, pero no a la estación de montaña a la que se dirigían: Después de mas una hora de conducir por una carretera desierta y peligrosa se toparon, ya noche cerrada, con un lugar medio derruido, cuyas maltrechas formas aparecían insinuadas en medio de la niebla como gigantes de piedra, custodiando la nada. Primero echaron una ojeada en derredor para cerciorarse y luego se dirigieron todo tipo de improperios subidos de tono; ambos tenían un lenguaje afilado y ordinario, incluso soez, como si sus familias no se hubieran gastado el dinero en colegios caros.
Una vez cesó la tormenta verbal, con aparato de tacos de todos los colores y algún puñetazo en el brazo de Juan, porque el lo colocó para esquivar el golpe que iba certeramente dirigido a la cara, un silencio denso invadió la oscuridad. Cuando se restablece la calma nunca se sabe que se puede esperar, si mas furia de nuevo o por fin, el anhelado equilibrio
__¿Y ahora que?
__No empecemos otra vez; nos hemos perdido, es evidente. Pero como verás estamos en un pueblo, la cosa no es tan grave.
__Estamos en medio de ninguna parte. Yo sólo he visto ruinas…
Ana que era de puñetazo fácil, iba a golpearlo de nuevo y él, hábil y rápido, se había vuelto a  cubrir la cara, cuando algo la detuvo: una sombra rozó el coche. Ana creyó ver de reojo, una cabeza apoyarse en la luna de la ventanilla trasera e incluso creyó percibir un intento, apenas insinuado, de abrir la puerta. Se volvió rápidamente para divisar una sombra que se alejaba. Abrió y bajo del coche.
__¿Donde vas con esta niebla tu sola?. Espera…__Juan la escuchó gritar llamando a alguien. Antes de que tuviera tiempo de apearse y seguirla,  Ana la rápida, ya  se había sentado de nuevo.
__Era una mujer, creo. Llamé, pero no me hizo caso. La perdí en la niebla. Es cada vez mas espesa, no se ve ni a un palmo de distancia.
__Tengo que aparcar estamos en medio de no se donde. Yo me apeo y voy delante y tu me sigues con mucho cuidado. No te den intenciones de atropellarme.
__Ni hablar. Tú te orientas fatal. Iré yo delante
__¿Yo me oriento fatal?. Te recuerdo que tú eras la que miraba el mapa…
__¡Dejémoslo ya!. Yo me apeo y tú me sigues.¡Punto!.
Ana se bajo del coche dando un portazo y se dirigió hacia la izquierda donde creía haber visto una luz. En efecto, un débil resplandor que parecía proceder de una casa, se insinuaba a no mucha distancia. Miró hacia Juan y afirmó con la cabeza. Era cierto lo que había supuesto, había una vivienda al lado del camino, unos metros mas abajo. Cuando llegaron, el estacionó como mejor pudo, bien orillado por si acaso, y ambos se dirigieron a buscar, suplicando si fuera necesario, un sitio donde pasar la noche y esperar a que la niebla se disipase.
Una mujer abrió la puerta dejando apenas una rendija por donde mirar a los recién llegados. Al ver a Ana, iba a cerrar, pero Juan se interpuso. Cuando lo vio, la mujer cambió de actitud.
__¿Que es lo que quieren?
__Nos hemos perdido. Íbamos hacia la cima del puerto  y nos despistó la niebla. En un cruce nos equivocamos de camino y hemos llegado hasta aquí. Necesitamos un sitio para pasar la noche…
En ese punto Juan enmudeció al ver aparecer en segundo plano, el rostro de un hombre con la cara pintada de mujer.
__Hemos llegado en mal momento__pensó en voz alta.
Ana se asomó al oír el comentario y se quedó absorta contemplando el rostro pintarrajeado en el que el maquillaje no podía disimular totalmente la sombra de barba y unos círculos de color  manchaban grotescamente las mejillas del mismo tono de rojo que la pintura de los labios. Los párpados eran dos informes manchas verdes. El hombre los miraba inexpresivo y silencioso, con su cara pintada. La imagen era irrisoria, pero a la vez inquietante. Juan le dio un codazo.
__Vámonos, estos están de fantasía erótica.
Ana no se movió. La cara pintada de mujer  para nada indicaba juegos eróticos, era mas bien patética.
__¿Sucede algo?__preguntó a la mujer.
__Nada que a usted le importe. Vayan dos casas mas abajo, allí podrán pasar la noche.
Cerró dando un portazo. Ana y Juan se quedaron clavados en la puerta.
__No podría imaginar esto ni en sueños.
__¿Imaginar que?
__Que iba a encontrar en medio de la nada una pareja, madura además, con este tipo de fantasía.
__Tú todo lo llevas al mismo terreno. Yo creo que ocurre algo raro.
__Ya esta Alana Poe, dándole a la imaginación. Vamos a donde nos han indicado, si no queremos morir de frío.
Apenas dieron dos pasos, resonó en el aire saturado de vapor de agua, una especie de alarido, como el graznido de un ave inmensa. Se oyó lejano, pero claro.
__¿Has oído eso?
__Será un águila. Estamos muy altos.
__¿Por la noche?
__Si no es un águila será cualquier otro pajarraco nocturno. Vamos.
Apuraron el andar. De camino pasaron por delante de otra vivienda. Ana no pudo evitar mirar por la ventana iluminada. Con voz ronca llamó a Juan. El volvió, de mala gana, sobre sus pasos. Ella le señaló hacia dentro con el dedo.
Era un habitación con dos camas, en ellas estaban acostados dos chicos jóvenes, con los rostros pintados de mujer, del mismo tosco modo que el de la casa anterior. Permanecían inmóviles, como si durmieran. La sombra de los párpados era azul en este caso y rebosaba por todos lados. El colorete y los labios tenían el mismo tono fucsia. Aquellos rostros inexpresivos daban una cierta zozobra, para Ana tenían un algo amenazador
Ella y Juan se miraron. Era raro si, tuvo que convenir Juan.
__Estarán  celebrando el carnaval.
__¿En noviembre?
__Vamos a la otra casa, que nos morimos aquí de frío.
Cuando llegaron vieron que era una fonda. “La patrona” ponía el destartalado cartel, que se mecía sujeto solamente por un extremo. Había luz en la ventana pero Ana no se acercó a mirar.
Les abrió una mujer mayor y con tantos kilos que no cabía por una hoja de la puerta. No pensaba salir, porque si no, hubiera abierto las dos. Miró primero a Juan con detenimiento y luego a Ana.
__¿Que se les ofrece?
__¿No es esto un fonda?__respondió preguntando Juan
__Lo es.
__Queremos pasar la noche, por favor__terció Ana__nos hemos perdido.
__¿Cuanto hace que andan por aquí dando vueltas?
__Hace un rato grande.
La mujer asintió repetidamente con la cabeza, los miró otra vez de abajo a arriba y se hizo totalmente a un lado para permitirles pasar.  Una vez que entraron sacó la cabeza y miró hacia el cielo. No se veía nada con la niebla. Echó el cerrojo y colocó la tranca de hierro, cruzando las contraventanas.
Juan y Ana accedieron directamente a la sala donde al fondo había un buen fuego en la chimenea.  Se acercaron corriendo y pusieron las manos sobre las llamas.
__¿Querrán cenar?. Luego les preparo la habitación.
Al darse la vuelta para responder ambos se quedaron inmóviles mirando hacia el sofá.
Un hombre mayor y tan entrado en kilos como la patrona, estaba sentado quieto como un muerto, mirándolos sin pestañear con la cara pintada como una puerta.
__Dígame una cosa.¿Por que los hombres llevan la cara pintada?__preguntó Ana, reponiéndose del susto primero que Juan, que aun miraba absorto al hombre maquillado.
__¿Y por que no?__dijo la patrona plantada en jarras delante de ella.
__Hombre, no es lo normal.
__No lo será en su pueblo. Aquí si. Y le sugiero a su marido o lo que sea que se maquille la suya si quiere llegar  vivo a mañana. Vaya pintándolo mientras pongo la mesa.
Ana y Juan se miraron en silencio. No se lo podían creer.
La patrona les gritó desde la cocina:
__Ya me extraña que no haya palmado.
__Vámonos__ dijo Juan__Vámonos.
__¿Adonde, con esta niebla?. Mira yo te pinto la cara, cenamos, subimos a la habitación y mañana nos largamos con viento fresco.
__Ni hablar. No me pintas nada.
Juan se dirigió a la cocina a hablar con la vieja. El hombre del sofá ni se había inmutado. Ana le tocó para comprobar que estaba vivo. Tenía las manos calientes.
__Muerto no está.
__¿Me quiere decir a que viene lo de la pintura?
En ese momento escucharon un golpe seco en el exterior, lo mismo que si algo hubiera impactado contra el suelo. Siguió un ruido como de pasos torpes y luego alguien golpeó  la puerta de la calle, intentando  abrirla.
__Venga aquí. Póngase detrás de mi. ¡Apague la luz!__le dijo a Ana que entraba por la puerta.__¡Apague la luz de una vez, cagoenlaleche!
__¿Quien está en la puerta?__preguntó Ana. Juan tenia el enorme trasero de la patrona sobre el estómago. 
__Me va a asfixiar__pensó ya entre sopores.
__Chissssst.
Quienquiera que estuviera a la puerta tenía empeño en entrar. Golpes, zarandeos, patadas. Ana y Juan con la patrona no decían ni pío en la cocina. Oyeron como se derramaba la leche en el fogón. Nadie se movió. Mientras, el visitante continuaba con su afán de derribar la puerta. Al cabo de un rato, se hizo el silencio. Luego se escuchó un siseo pronunciado, como el ruido de un cohete al elevarse y después el silencio de nuevo.
__Menos mal__suspiró Ana__¿Que ha sido eso?
La patrona se llevó el índice a los labios. En ese momento un grito como un lamento escalofriante, resonó en el silencio haciendo vibrar las ventanas y tintinear todos los cacharros de los aparadores. Una ráfaga de viento sopló en la quietud de la noche y se coló por todos los rincones; Ana y Juan lo percibieron como una corriente gélida que atravesó la casa y los envolvió con detenimiento, como si buscara algo.
__Ya pasó__dijo la mujer__Píntele la cara rápido, antes de que vuelva.