La inspectora Salgado era
considerada por la profesión una mujer rigurosa, templada y dura; un hueso, en
una palabra. Sin embargo, ese día se sintió mal en la escena del crimen. Se
sintió muy mal. No le había vuelto a
suceder desde sus comienzos en la brigada de homicidios, aquella mañana
que se topó con los restos de un descuartizamiento: una cabeza, una bolsa con
las vísceras y el esternón. El resto del cuerpo lo había ido repartiendo el
asesino, minuciosamente, por diferentes contenedores alejados entre si y del
lugar del crimen. No había tenido tiempo de deshacerse del cadáver completo
cuando lo trincaron, porque un vecino insomne le vio serrando algo en la cocina
con mucho afán y a altas horas de la madrugada, días después de haber desaparecido
su mujer.
Blanco y en botella, pensó el
vecino, y avisó a la policía.
Aquella primera vez, había tratado
de disimular todo lo que pudo; aunque eso impresiona, que demonios, y mas si
eres novata. Da lo mismo que seas hombre o mujer. Hasta los compañeros lo
reconocieron. Lo de hoy no era para menos; lo que acababan de descubrir no había
dejado a nadie indiferente. Carmen Salgado tuvo que sentarse en el alfeizar de
una de las ojivas del claustro para no venirse abajo. Una lengua de hielo se
había adosado a su columna vertebral y la había dejado aterida; temblaba, la
cabeza le daba vueltas, sufría náuseas y se había puesto tan blanca como la
toca de las hermanas.
Se sintió incapaz de hacer lo que
tenía que hacer: detener a las culpables. No deseaba verlas delante. Tenía
miedo de si misma. Capaz era de pegarles un tiro. Algo que obviamente no debía
suceder bajo ningún concepto, a no ser que pretendiera ir ella a la cárcel en
su lugar.
Todo había comenzado como una
conversación trivial la noche en que su hija se trajo al novio a cenar a
casa. A Carmen le gustaba, por fin, un novio de la niña. Tenía una profesión
seria y rentable: era el heredero de la funeraria.
Funerarias del Camino S. L. Un negocio lo que
se dice seguro.
__Porque todo el mundo se muere__había
observado pretendiendo ser graciosa durante la cena.
__Los chinos no__replicó la niña
con la misma chispa.
__No, y vuestras vecinas las monjas
tampoco__terció el heredero igual de ingenioso.
__¿Y eso?. Algunas son muy mayores.
__Eso dice mi padre. Asegura que la
mayoría debería haberse muerto hace muchos años. Tienen que ser bastante mas
que centenarias. Con mucha gente como ellas nos arruinaríamos.
__La vida en el convento es
sana__apuntó la niña.
__Eso debe ser, porque a estas no
las pueden convertir en rollitos de primavera.
Se rieron los tres aunque no tuviera gracia. ¿Qué otra cosa podían hacer
ante el giro macabro que había tomado la conversación?.
Pero Carmen Salgado era policía,
nada le caía en saco roto. Aunque no hubiera caso, que no lo había, todo lo
grababa el disco duro del subconsciente que debía estar con la capacidad al
límite. Allí quedó almacenado hasta aquella noche.
†
__Inspectora Salgado, preguntan por
usted.
__¿Quien es?.
__Una tal Gloria Díaz. Dice que
fueron compañeras en la Universidad.
Le alegró el reencuentro, aunque
Gloria estaba muy cambiada. Se había separado, los hijos decidieron irse a
vivir con el padre- solo porque tienen mejor nivel de vida que conmigo-ella se
sumió en la depresión y- ya me ves…veinte kilos de mas-. Pero no había venido a
verla por eso, obviamente.
__¿Recuerdas a mi tía Rosario?
__¿La monja?
__Esa misma. Está en el convento
cercano a tu casa…
__¿Aun vive?. Pensé que se habría
muerto hace siglos.
__Morir se ha muerto. Pero verás,
ha sido todo un poco raro. Mi madre quiso llevarla a su casa, para que muriera
en la cama donde había nacido. Ya sabes como son estas cosas de los viejos y
los pueblos, pero la superiora se negó en redondo. ”Sor Rosario ha manifestado
el deseo de morirse aquí”. Ni siquiera permitieron a mi madre que la viera,
dado que era un convento de clausura. Ni aun en trance de muerte lo consintieron.
Cuando nos avisaron del óbito, llevaba tres meses enterrada. Mi madre protestó
incluso ante el obispado, aunque no creo que sirviera de mucho. Bien, pues
ahora mi madre acaba de fallecer.
__Cuanto lo siento
__Gracias Carmen. Verás…me hizo prometer que ya que la tía
Rosario no había podido morir en la cama de la casa familiar, trasladara los
restos para que todas las hermanas reposen, junto a los padres, en el panteón
familiar.
__Para eso no hace falta acudir a
la policía.
__Ya lo se. Lo que pasa es que la
comunidad no lo permite. Bajo ningún concepto. “Una hermana no vuelve a
traspasar la puerta ni viva ni muerta”. Así de tajante me lo han dicho. He
consultado a un abogado. No pueden hacer eso. Les hemos enviado un escrito y no
nos han hecho ni el mas mínimo caso. Pero lo peor es que, desde hace unos días,
tengo la sensación de que me vigilan y anteayer por la noche, cuando regresaba
del trabajo, me pareció notar que alguien me seguía. Esta mañana tenía las
ruedas del coche pinchadas y una nota en el parabrisas…
__¿La tienes ahí?
Gloria la extrajo del bolso y se la
entregó. Sobre la hoja cuadriculada de un bloc alguien había escrito con letras
mayúsculas y con tinta roja: “DEJA A LOS MUERTOS EN
PAZ. ESTO ES SÓLO EL PRINCIPIO”.
__Caray con las hermanas. Lo
investigaré, pierde cuidado. Mientras, deberías tomar ciertas medidas
precautorias. ¿Tienes algún sito donde poder quedarte unos días?. No te asustes,
es solo por cautela. Hay que tener cuidado con estos locos.
__En casa de mi hermana.
__Perfecto. No te vuelvas a poner
en contacto con las monjas. Que crean que ha hecho efecto la amenaza. Te
mantendré informada; tampoco es conveniente que vuelvas por aquí. Yo te
llamaré.
Carmen Salgado dudó bastante de que
las monjas hubieran sido las autoras de la nota amenazante, aunque la consideró
mera obra de aficionados; pero así y todo. Sin embargo y dada la coincidencia de
la reclamación con el anónimo, no tuvo alternativa: se ocupó un tiempo en
investigar la vida del convento.
En el obispado le informaron que la
comunidad estaba compuesta por cinco hermanas; tres de mediana edad y dos ya
ancianas. Hace años eran bastantes mas. Que el convento atravesó por
dificultades económicas-como la mayoría de los contemplativos-que las hermanas
habían solventado elaborando delicatessen para la tienda que unos franceses
habían abierto en el barrio, precisamente al lado del monasterio. Con eso
subsistían parece ser que bastante bien, dado que incluso habían podido
arreglar la techumbre que amenazaba con venirse abajo. La obra fue costosa, no
crea, le aclaró el sacerdote que la atendió, sin falta de que le preguntara.
__Pasaron de la casi indigencia a
la opulencia__ repasaba Carmen mentalmente mientras tomaba un café.__ No sabía
yo que las delicatessen dieran para tanto, aunque los franceses cobran caro.
Ella lo sabía bien. Les compraba
foies, mermeladas caseras, caldo natural y cuando tenía invitados, como el
novio de la niña, por ejemplo, unos rosbif con salsa que eran una delicia…El
teléfono la devolvió al café con leche. Era Gloria.
__Carmen, cuanto siento haberte
molestado. Veras, las monjas han accedido al traslado de los restos de mi tía.
Los exhumaremos mañana. Todo fue un malentendido. Ellas se resisten a que se
altere la vida del convento y la
Regla , que es muy estricta. También van a entregar los restos
de otra hermana a la familia, que los había requerido antes que yo los de mi
tía Rosario.
__¿Y los pinchazos y la nota?
__¿Que se yo?. Lo comenté muy
indignada en el trabajo y seguro que alguien quiso gastarme una broma sin mala
intención.
__Pero de muy mal gusto.
__ Lo siento. Me gustaría retirar la denuncia.
__De acuerdo. Bueno__se dijo__por
suerte caso cerrado. Tengo asuntos mas importantes que resolver
Aquella noche la hernia de hiato
que padecía por culpa del stress, le estaba dando demasiado la tabarra. Aguantó
lo que pudo pero al final no le quedó otra que levantarse para tomar el
antiácido. Se acercó con el vaso en la mano al ventanal del salón para
contemplar un rato la noche estrellada y serena de junio. La ventana daba sobre
el jardín del convento. A la izquierda se veía una esquina del pequeño
cementerio de la comunidad, con sus cipreses majestuosos y su camino de piedra.
Que buenos vecinos los muertos y las monjas y sobre manera éstas, que tienen
voto de silencio.
De pronto, el subconsciente, al
escuchar muertos y monjas, activó la memoria y le trajo a la mente aquel
comentario. Asegura mi padre que la
mayoría debería haberse muerto hace muchos años. Deben de ser mas que centenarias. Con
mucha gente como ellas nos arruinaríamos.
__
Veamos, veamos: si la funeraria no las entierra desde hace años ¿Quién lo
hace? Y ¿Quién certifica las muertes?.
A primera hora el futuro consuegro
se lo confirmó por teléfono.
__Hace mas de diez años que no
acudimos al convento a enterrar a nadie. Antes lo hacíamos, si. ¿La hermana
Rosario?...déjeme ver…, según la familia murió hace ocho años. No, nosotros no
la enterramos. Si, seguro.
__La Regla puede decir misa. Pero
esto es ilegal, muy ilegal.
†
El análisis de los restos
desenterrados de las dos hermanas confirmó sus peores sospechas. Eran huesos de
perro. De mastín para ser exactos. Y que, además, sólo llevaba enterrado dos
años. El viejo perro mastín del convento que tantas veces había visto correr
por el jardín desde su ventana y que había propiciado, en tiempos, un soberano disgusto
con su hija que quería tener uno igual. Un mastín en un piso. Lo que nos
faltaba.
__Si las hermanas que han fallecido
no están enterradas aquí ¿Dónde están?__preguntó el funerario con mucha lógica.
__Prefiero no imaginarlo__respondió
Carmen, porque su cerebro ya estaba procesando la respuesta del obispado: Las hermanas sobreviven muy bien elaborando
delicatessen.
Aquella carne de sabor tan
peculiar, ligeramente dulzona, que vendían los franceses y aquellos calditos
caseros tan exquisitos.
__Es que tenemos buena “mateggia prggima”—le
decía siempre la dueña cuando la atendía. Tenemos un “mateggial” que es una
bendición.
El registro del convento dio en la
diana. Los congeladores con el “mateggial” estaban a la vista. Como no entraba
nadie ¿para que tomar precauciones?. Los cuerpos se hallaban despiezados y
congelados en bolsas con su correspondiente letrero: huesos para caldo,
costillas, solomillos, chuletas, hígado, sesos…
Con la mano tapándose la boca,
escuchó el interrogatorio de su compañero a una de las monjas.
La religiosa confesó, con el mayor
desparpajo, que habían descuartizado a dieciséis hermanas. Algunas jóvenes.
Cuando esto sucedía los rosbif eran un primor.
__¿De muerte natural?__se aventuró
a preguntar Carmen.
__Generalmente si, inspectora…
bueno, a veces, no.
__¿Si o no?
__ Sólo la adelantamos un poco. Ya
no tenían cura. ¿Para que prolongar la agonía?. Es pura caridad cristiana.
Tuvo que salir al aire del claustro
y sentarse en una de las ojivas para no caer redonda.
Su compañero vino a buscarla
después de un rato. También estaba pálido.
__¿Quieres que lo haga yo?.
Negó con la cabeza. Se levantó y se
dispuso a hacer lo que debía. Tuvo que esforzarse mucho para no vomitar. Sentía
un asco terrible; por lo que había visto y oído, pero sobre todo por lo que
había comido tantas veces y con tanto placer.
Desde luego, se merecían que les
pegara un tiro, por criminales, pero mas que nada por falsarias y por
hipócritas. ¿Quién podía imaginar algo así de unas monjas?.
Tenía que mudarse a vivir a otro
sitio. No quería volver a ver el convento, ni volver a ver una monja en toda su
vida.
Pero, sobre todo, tenia que hacerse
vegetariana, ya mismo. De ahora en
adelante, vegetariana estricta; ni tan siquiera pescado.
A saber lo que comerían los peces
allá abajo.
6 comentarios:
Querida Maria Jose, me ha encantado tu relato como siempre, no es una novedad que lo diga, pero es que tengo que decirte que eres una escritora genial, consigues hacer una combinación perfecta entre el suspense y el humor.
El título me ha recordado a una pelicula francesa que se llamaba asi y creo recordar que iba de una comunidad de vecinos y supongo que dado también lo morboso del tema, esa pelicula se me quedó grabada.
Un besin amiga,
BINGO!!!. Desde que vi esa película me dije: tengo que escribir algún día un relato de canibalismo. Claro que el guion de esa peli francesa era mucho mas ingenioso, incluso surrealista...Era,como dices, una comunidad de postguerra con dos grupos: caníbales y vegetarianos( como colaboracionistas y resistentes)que se mataban sin misericordia. El dueño del edificio era el carnicero que elaboraba las delicatessen y conseguía el "mateggial" con ayuda de los vecinos. Al final se mata con el bumerán del payaso, novio de la hija, que iba a ser la próxima victima...
El relato iba a titularse "el convento" pero decidí ponerle Delicatessen en honor a la película y hacer que los dueños de la tienda fueran franceses...Atas cabos de maravilla. Se nota que eres psicóloga.
Muchas gracias, como siempre, por tu amabilidad.
Te deseo un buen finde. Muchos besinos.
El cuento buenisimo como siempre, pero
a ti te pasa algo con los chinos y las monjas.
Pues no, no me pasa nada en absoluto. Lo que sucede es que son dos colectivos fáciles de llevar a extremos ¿quien va a sospechar que unas monjas contemplativas se dediquen a cocinar a sus compañeras? y los chinos son tantos y tan laboriosos...¿quien tiene abierto un negocio 12 horas los siete días de la semana?.
Ya dije en otras ocasiones que tengo un recuerdo fantástico de mi colegio de monjas y también repito que nunca soy la protagonista de mis historias...
Por Barcelona corre el rumor que los chinos cocinan a sus muertos (y a los gatos, ya los perros, en fin...) y te los sirven en chop-suey.
Yo, por si a caso, hace mucho que no piso ese tipo de restaurantes.
Por cierto, amiga, muy bueno tu cuento. Me sorprendes cada vez que te leo, que es, lo reconozco, menos frecuentemente de lo que debería.
Un besote.
Y por Asturias también. Yo tampoco voy a estos sitios a no ser que no haya otro remedio. No sólo a los chinos, ni vietnamitas, ni tailandeses, ni orientales en general, capaces de cocinar todo lo que camina.
Me alegro que te haya gustado el cuento y me gustaría que publicaras mas a menudo, ya lo sabes.
Muchos besinos.
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