Los crímenes de las cuatro estaciones

El crimen del otoño, última




   __Se refiere a Elena Osorio. Es en verdad una mujer muy bella. El pobre Lope lo pasó muy mal por su culpa. Ella se había separado de su marido el también actor Cristóbal Calderón al que ponía los cuernos a porfía y se enredó con  Lope, quien le pagaba los favores con obras de teatro, hasta que ella decidió casarse por interés con un noble poderoso sobrino del cardenal Granvela, ¿comprende? El hombre tuvo que pasarlo realmente mal.
   __Dígamelo a mí, que se bastante de amores traicioneros.
   El mesonero trajo la cecina y el poema. Josefo se apresuró a leer

Una dama se vende a quien la quiera.
En almoneda está. ¿Quieren compralla?
Su padre es quien la vende, que aunque calla,
su madre la sirvió de pregonera...

   __Que mala leche__ dijo sonriendo
   __¿Usted cree? Ella es una mala pécora, bellísima, eso sí, pero muy puta y los padres unos alcahuetes. Los dos.
   __¿Los conoce usted don Nuño?
   __Si, desde luego. Cuando vienen a actuar a  Madisboa se alojan en mi casa y cuando regresan de Portugal, también, antes de continuar viaje hacia España. Quizá tengáis oportunidad de conocerlos.
   __Me encantará. Tengo alguna obrilla de teatro que a lo mejor podría interesarles…
El ventero se dirigía al corral y al pasar por delante de la mesa comentó como quien no quiere la cosa:
   __El día del crimen, a la tarde, el boticario pasó de vuelta.
   Los viajeros se miraron.
   Podría ser el criminal. Los boticarios solían visitar los monasterios con cada cambio de estación para llevar medicinas específicas para las enfermedades típicas de cada época del año en los diferentes lugares, según la situación, el clima, el tránsito de viajeros o el nivel de vida. Los conventos tenían su propio huerto medicinal, pero a menudo no era suficiente
   Los viajeros se animaron. El boticario de San Vicente, visitaba también el convento de Saláceres.
   __Podría ser él__ dijo Josefo con la boca llena de cecina.
   __No se, no se…Recuerde lo de las abarcas.
   ___No era él__ afirmó una voz de mujer.
   No les hizo falta girar la cabeza. La criada ya se había colocado delante de sus narices, había dejado la fuente con el cabrito sobre la mesa al tiempo que su generosa pechera sobresalía por encima del, en exceso, ajustado corpiño casi hasta el pezón  y amenazaba con desparramarse sobre el mantel. Ella, consciente de que la visión de sus abundancias agradaba a los viajeros, soltó la fuente pero continuó inclinada, mirando a ambos alternativamente esperando las preguntas. Y si uno o los dos alargaban la mano para sobarle el pecho, pues mejor aún, faltaría más. Hay que ser generosa y saber compartir lo que Dios te dio de balde.
   __¿A quién te refieres?__ preguntó Josefo, sin ceder  a la tentación, no porque se hubiera regenerado, sino porque las abundancias no le incitaban. Todo lo que excedía la capacidad de la mano era poco práctico, se perdía el tiempo agarrando por aquí y por allá sin demasiado provecho.
    __Al monje. Creen que soy tonta pero de eso nada. Yo me fijo en todo. Este fraile calzaba botas con espuela. El fraile anterior era un desarrapado. Aunque a este no le vi la cara porque se tapaba con la capucha, podría jurar por Dios que no era el mismo, no__ afirmó dando con el busto contra la mesa, para corroborar la negación. Con tanta fuerza que el derecho se salió de su sitio y se descolgó a sus anchas sobre la carne de cabrito.
   Don Nuño dio un salto en la silla.
   __¿He dicho algo que ha molestado a vuestra señoría?__ Preguntó parpadeando con estudiada ingenuidad limpiando el seno con el delantal antes de colocarlo de nuevo en su reducto, con absoluta naturalidad. Tenía muchas tablas la moza, seguro que había sido lanceada en muchas plazas.
   Josefo ni parpadeaba. Jacinto y el criado de don Nuño se habían levantado de su sitio y se habían acercado discretamente para ver el espectáculo.
   __En absoluto joven__ replicó el marqués como si nada rebuscando en su alforja__. Toma unos maravedís. Has sido muy observadora y muy generosa. Te estamos muy agradecidos.
   __¿Qué haces puta?, largo de aquí, largo o te daré de palos__ vociferaba el ventero, regresando del corral a toda prisa subiéndose los calzones.
   __Ni se le ocurra castigar a la muchacha__ advirtió don Nuño__ nos ha sido muy útil. Es una chica lista y observadora. Se lo advierto.
   __Pensé que les estaba molestando__ replicó mansamente, limpiándose las manos en la culera del calzón.
   __En absoluto. Traiga mas vino, haga el favor.
   __Lo que ordene vuesa merced.
   __Bueno, bueno__dijo el marqués frotándose las manos__ seguro que el criminal es un falso fraile, que mata con el inicio de la estación. Ya está atestiguado en tres crímenes. Estaba en lo cierto. Habíamos deducido bien. Don Gonzalo y yo, naturalmente.
   __ Podría ser el boticario. Es posible, viaja mucho__ apuntó Josefo, todavía algo turbado por el incidente senil.
   __Si, pero por aquí pasó varios días antes y seguro que siguió viaje al día siguiente hacia el  próximo monasterio. Además ya lo oyó. Calzaba abarcas.
   __Podría cambiarse de calzado para matar.
   __¿Con que objeto? No haga conjeturas a la ligera__ Don Nuño hizo una pausa para saborear el cabrito y continuó__ Hay que saber donde mató en invierno.
   __¿El boticario?
   __No diga tonterías para confundirme; el falso fraile
   __¿Y cómo lo sabremos?
   __Preguntando
   __¿Donde?

  __¡Yo que sé! Déjeme comer en paz.


Continuará...

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