El renglón torcido

Capitulo IX




Por una vez, a García le falló la intuición peliculera. Durante el funeral de don Antonio, oficiado por el cardenal y concelebrado por otros ocho sacerdotes, nadie intentó secuestrar ni matar al Inda; nadie merodeó por los alrededores, ni nadie sospechoso o desconocido se acercó a la casa, que estaba casi en las afueras y aunque rodeada por otras, estaba solitaria, puesto que esas otras estaban vacías de gente en estos momentos y a través de alguna era fácil acceder a la casa de Dolores. Aníbal y Casimiro pasaron allí la tarde para nada.
   Indalecio hacía como si no estuvieran y no parecía afectado por el hecho de su presencia allí, ni por la de los guardias delante de la casa.
   __Mejor__ le dijo Aníbal a Dolores cuando se lo hizo notar.
   __Ahora que don Antonio ha muerto el cardenal se volverá a Roma__ auguró Casimiro.
   __ Sería bueno encontrar los dichosos cuadernos por si acaso.
   Apremiaron a García para que a su vez apremiara a Elisa.
 __Así no vamos a conseguir nada, esto va a requerir su tiempo y si no conseguimos los dibujos habrá que ir pensando en otra cosa, en otro modo de lograr comunicarnos con él.
   __Lo veo muy difícil.
   __También pudiera ser que el cardenal actué antes de irse. No creo que después de intentar matar a la chica, se vaya a ir así por las buenas dejando las cosas aun peor.
   __ ¿Y?
   __Podíamos tratar de actuar por ese lado, trazando un plan. Lo estuve pensando mientras hacíamos guardia en casa del Inda para nada.
   __ ¿Y?
   __¡Que poca imaginación! Démosle un motivo para actuar, hagamos algo que le lleve a confiarse.

    El cardenal, en efecto, pensaba ya en regresar a Roma, pero no podía dejar los cabos sueltos como estuvieron desde entonces hasta ahora. Solo que ahora estaban aun peor.
   __Si no me rodeara de inútiles como tú ya estaría todo resuelto. No debí perdonarte aquello.
   __Tengo una idea para terminar el asunto.
   __Miedo me dan tus ideas.
   __Será fácil. Escuche. La niña que debería estar muerta y no lo está, la que le vio aquella mañana…
   __Siii, la Elisa, prosigue.
   __Va todas las tardes a casa del muchacho a la misma hora. Sigue una rutina como los tontos…
   __A estas alturas dudo de que nadie en esta historia sea tonto excepto nosotros, y me refiero a ti y a mí, sobre todo a ti.
   __Vale, pues tengo ideado un plan. Es fácil, no puede fallar.
   __Eso permíteme que lo dude viniendo de ti. Explícamelo bien con todo lujo de detalles, hasta los más nimios, y yo decidiré.

   Estaba anocheciendo; había transcurrido un día más y todo continuaba igual. Los guardias vigilando en casa de Dolores, Elisa yendo todas las tardes a ver al Inda, acompañada de Aníbal y de su madre, que se había empeñado en agregarse; todos esperando y el cardenal sin irse, saliendo de caza cada mañana escoltado por su secretario o guardaespaldas o matón o lo que fuera.
   Desesperante.
  Elisa madre, después de que Isabel se hubiera vuelto a la ciudad, había reanudado sus encuentros casuales y no tanto, con Aníbal, que se dejaba encontrar sin ningún esfuerzo. Era el único aliciente para él. Para los demás, sobre todo para García, era una molestia añadida, porque no les parecía adecuado ni acertado que Aníbal se dejara querer por “esa fresca”, en opinión de la abuela.
   En la Casona, don Pedro se había quedado solo y se movía por la oficina como un autómata en opinión de quienes le observaban. No sabían bien si por la muerte de la hija o por la huida de su mujer o por las burlas de su madre o por todo, que ya era más que suficiente.
   Los viejos del tilo, bajo el tilo cada mañana y cada tarde.
   El sargento y García desesperando, Casimiro comiendo y engordando y Aníbal flirteando con la Elisa.
   Inesperadamente, aquella tarde, algo sobresaltó la rutina de todos. De pronto, una explosión muy fuerte sacudió las casas como un seísmo y una llamarada se elevó hacia el cielo, sobrepasando la torre de la iglesia.
   __ ¿Que ha sido eso?
   Cuando salieron a la calle, la gente corría hacia las afueras.
   __Ha sido en el almacén de trigo. Algo ha explotado.
   La campana de la torre tocaba a rebato y toda la gente corría en dirección al almacén como si fuera a haber un bombardeo. Eso fue lo que rememoró la memoria asociada de la abuela.
   __Dios santo, parece la guerra.
   García y Casimiro, se cruzaron con el sargento que regresaba al cuartel.
   __Ha sido una explosión en el almacén. Había gente dentro, posiblemente también don Pedro. Voy a avisar a Emergencias.
   __ Vaya a ver qué ha sucedido. Yo voy a casa de Dolores.
   __ ¿Piensa que…?
   __Seguro que sí.
   Cuando llegaron, los guardias habían dejado la vigilancia y se habían ido hacia el lugar de la catástrofe. Dolores salía apresurada para ver qué había ocurrido.
   __Mire que llamaradas.
   __Ya está todo bajo control. Métase para casa y no se separe de Elisa y del Inda. Pónganse a cubierto, enciérrense en el sótano como habíamos acordado.
  Aníbal y García cerraron la puerta en casa de Dolores, apagaron la luz  y se dispusieron a esperar. Afuera el bullicio era continuo: idas y venidas, gritos y carreras, sirenas de bomberos y de ambulancias; el crepitar del fuego era tan violento que se oía desde allí con nitidez. Dentro, el silencio flotaba por la casa suave, pero perseverante; se iba haciendo notar, orgulloso, a medida que el tiempo transcurría.
   Pasaron varios minutos interminables. Por fin, un sonido casi imperceptible les puso sobre aviso: alguien estaba abriendo la puerta que daba al corral. La puerta de la cocina. Quienquiera que fuese había saltado la tapia y había venido por la trasera de la casa obviando, lógicamente, la puerta de la calle. García apuntó con su arma hacia la puerta desde su sitio inmóvil y Aníbal desde la escalera tenía una perspectiva general.
   Una sombra se recortó en el umbral de la puerta entreabierta, insinuada apenas contra la débil luz de la tarde; mientras García afianzaba la puntería, abajo en el sótano se escucho claramente la rotura de cristales. Aníbal se sobresaltó.
   __ ¿Qué cojones…?
   Un fogonazo iluminó la cocina acompañado de un alarido gutural, seguido del golpe de un cuerpo al caer y de una serie de improperios solapados entre gritos de dolor.
   __Hostia puta…aaaaaaaah…me cago en tus muertos cabrón…
   __No pensarías que te íbamos a recibir con banderitas__ respondió García mientras recogía la escopeta del herido que se revolcaba en el suelo__ cállate, no malgastes las energías. Por cierto ¿Quién cojones eres?
   __Soy Bernardo… el de la Josefita…Dolores me conoce.
   __ ¿Has venido a saludar?
   __El italiano me contrató, me dijo que iba a ser pan comido.
   __ ¿Dónde está el?
   __Ha entrado por el sótano.
   __Por el sótano, imposible.
   __Eso me ha dicho. ¡Llame a un médico!
   __Están todos en el accidente. No te vas a morir, no te preocupes.
   Aníbal se había dirigido hacia  la puerta del sótano con precaución y con preocupación. Cuando la tenía  a la vista, se abrió con violencia y una humareda rala se extendió por el pasillo como la neblina por los valles; mientras él apuntaba al tuntún, Dolores, Elisa y el Inda aparecieron desorientados y tosiendo. Aníbal cerró con el pie, mientras los ayudaba a encontrar un sitio seguro en el jonuco de la escalera.
   __ ¿Están bien?
   __Si…no se preocupe por nosotros. ¿Qué ha ocurrido? ¿Está ardiendo también la casa?
   __Ha sido solamente una bomba de humo, manténgase aquí.
   El espacio era muy reducido. Dolores acomodó a los chicos al fondo, mientras ella permanecía mirando por detrás de la puerta entreabierta. Padecía claustrofobia, por eso Aníbal, desechó el jonuco y los llevó al sótano.
   Mientras Aníbal los ocultaba, la puerta de la calle se abrió con furia golpeando las dos hojas contra la pared y desde el umbral, a través del oscilante hueco, alguien abrió fuego repetidamente contra el detective.
   __La Walther PPK__ reconoció García__ aquí lo tenemos.
   Aníbal se dobló sobre sí mismo y cayó de rodillas antes de desplomarse inerte sobre el piso neblinoso todavía. Dolores, Elisa y el Inda protegidos bajo el hueco de las escaleras escucharon el disparo y el ruido de la caída. Dolores contempló los pies de Aníbal con sus mocasines italianos inconfundibles y se persignó, mientras protegía con su cuerpo al Inda, mudo como siempre. Elisa, pegada a la pared se había tapado los oídos y lloraba en silencio.
   __Padre nuestro que estás en el cielo…ten misericordia de nosotros…acógelo en tu seno…ten piedad de todos…piensa en mi nieto…
   García movía la silla con la izquierda mientras disparaba su Beretta con la diestra,  contra la oscuridad del recibidor. El italiano giró a su derecha para hacer lo mismo. En décimas de segundo Aníbal se incorporó y disparó su Heckler USP contra la figura que ya había comenzado a disparar, a su vez, contra García.
  __ ¡Jesús bendito! Ha resucitado como Lázaro. Gracias Señor, gracias__ exclamaba Dolores totalmente excitada. Por fin había visto un milagro. ¡Por fin!
   __ Chico listo__ pensó el Inda__ se había puesto un chaleco anti balas. Esto pinta bien.
   El sicario de la pistola a lo Jamesbon, yacía en el suelo cuan largo era, que era bastante. Aníbal pensó con acierto, que iría protegido como él, por eso le disparó a las piernas, mientras García lo mantenía entretenido por la derecha. Uno de los disparos del italiano había rozado la sien del inspector que sangraba exageradamente. “La sangre es vanidosa como una vedette. Cuando entra en escena quiere todo el protagonismo”. Fue el comentario de la abuela cuando lo vio chorreando por el cuello, como si lo hubiera mordido un vampiro.
   Aníbal, recogió la Walther y la contempló fugazmente, mientras encendía la luz, para ver los estragos de la batalla.
   __No tengo nada, solo un rasguño__ le tranquilizó García.
   __ ¿Tú qué haces aquí? Es el hijo de la Josefita__ explicaba Dolores sorprendida __ ¡Cabrón! ¿Has venido a matarnos? ¡Hijo de la gran puta! ¡Te vas a enterar! ¿Qué te hemos hecho nosotros?
   Aníbal tuvo que impedir que Dolores lo rematara con una sartén, mientras  García, conteniendo la hemorragia con un paño de cocina, apuntaba al sicario torpe que estaba tratando de incorporarse.
   __Aníbal, Aníbal, echa un ojo…
   No fue necesario. Un bastón manejado con destreza se había partido en dos sobre la cabeza del italiano.
  __¡Ca-a-a-brón!__ dijo una voz desconocida para ellos.
   __¡Inda! __exclamó la abuela soltando la sartén__ Mi niño querido.



   Casimiro había escuchado los disparos cuando venía de camino, y preocupado, comenzó a correr a todo lo que le daban sus cortas piernas y la grasa de su cuerpo, que no era demasiado. Justo en frente de la casa de Dolores, redujo la marcha. Una figura alta, escopeta en mano, se dirigía hacia el mismo sitio. Cada zancada del cardenal era una carrera esforzada de él.
   __Cuanto poderío.
   Se detuvieron uno frente a otro, y se contemplaron. Casimiro estiró el cuello como un gallo de pelea osado y desafiante, mientras al otro le bastaba mantener la compostura, para impresionar. Las diferencias entre ellos eran notables, sobre todo la estatura. Como un pigmeo congoleño y un jugador de la NBA. Pero los pigmeos son hábiles y rápidos, les va en ello la supervivencia. Por eso, Casimiro, visto y no visto, levantó la derecha con destreza, hacia la entrepierna del cardenal que, sorprendido y dolorido, se dobló sobre la cintura escorándose a la diestra, mientras el detective, esta vez con la izquierda, repetía la jugada. Alejandro cayó de rodillas y miró de frente, a la cara a su agresor.
   __David y Goliat__ le dijo el enano, mientras le partía el mentón de un culatazo.
   Los demás lo habían presenciado todo desde el interior de la casa. Cuando Casimiro se dirigía hacia ellos con cara de satisfacción, Indalecio salió corriendo y sin mediar palabra, como era su costumbre, se abrazó al detective. Se abrazó de aquella manera. Digamos que lo agarró por la cintura y apoyó la cabeza sobre su hombro. Casimiro, sorprendido sin saber muy bien qué hacer, terminó por acariciarle la cabeza. Ninguno de los dos era un experto en la materia.
   Dolores y Elisa lloraban, García y Aníbal se emocionaron también, mientras los dos heridos clamaban por un médico, aunque llegó antes el sargento de la guardia civil.
   __Todo en orden__ les dijo, mientras recogía la pistola del italiano que Aníbal le entregó.
   __ ¿Y el fuego?
  __Alguien provocó una explosión en el almacén para distraer nuestra atención. Hubo un muerto y algunos heridos de diversa consideración, entre ellos el marqués. Ya está todo controlado. Han hecho ustedes un buen trabajo.
   __ Ite missa est__ remató García, para después decirle a Elisa:__ eres libre. Por completo.






 Continuará...

El renglón torcido

Capítulo VIII





El sargento y García después de mucha discusión acordaron que el Inda y su abuela continuaran en su casa. Si querían que el chico no se alterara demasiado y les mostrara los dibujos, todo debería aparentar normalidad. Los guardias montarían una vigilancia discreta, por si acaso. Porque el hecho de que hubiera regresado el lugarteniente del cardenal no les tranquilizaba para nada.
   __El Inda se dará cuenta. Es más perspicaz que cualquiera.
   __Ya, pero no hay otra opción.
  __Con el testimonio de Elisa es suficiente para inculparlo.
   __ ¿Qué dice abuela? Elisa no vio la violación y el día de la muerte del criado solo vio al cardenal regresar con la escopeta. Podía venir de cazar como solía….eso no es nada. Y no sabemos quién disparó contra ella. Necesitamos algo más sólido.
   __El pistolero del Vaticano, que acaba de regresar.
   __Eso es pura suposición.
   __Recordad que la bruja me dijo que la solución estaba en las fotos del bar.
   __Esa señora podía dejar los enigmas y colaborar con lo que sepa. Al fin y al cabo Sofía era su nieta.
   __Posiblemente no lo fuera. La nuera estaba liada con el cardenal__ corroboró Aníbal.
   __Con el cardenal y con alguno más. A saber de quién era la niña. En eso tiene razón doña Sofía.
   __Tengo una idea__ apuntó Casimiro__ voy a invitar a mis amigos del tilo a una caña en el bar. A ver si me entero de algo mirando las fotos.
   __Buena idea.
   __Mientras sería bueno pensar en algo para lograr que el muchacho nos  diga donde escondió el cuaderno.
   __ Seguramente también haya visto quien disparó contra las niñas o por lo menos contra una. Eso bastaría ya que fue el mismo pistolero con toda seguridad.
   __Es cojonudo que las respuestas estén en un chico, bueno en un hombre, porque es un hombre hecho y derecho, que no habla ni se comunica, pero sabe todo de todos.

   En efecto, el Inda sabía todo de todos, tenía razón doña Sofía. El muchacho era la crónica viva del pueblo. Todo estaba en él. No en lo que dijera, porque apenas hablaba y nunca con desconocidos, pero todo lo que veía lo dibujaba con minuciosidad. Sus dibujos hablaban por él. Hubiera sido un pintor hiperrealista de los buenos. Sus cuadernos eran como un documental. Allí estaba todo: lo bueno y lo malo. Las bodas, los nacimientos, las muertes, los cuernos, las peleas, los abusos y los crímenes. Todo lo veía, todo lo presenciaba como si estuviera dotado de un extraño y personal don de la ubicuidad. Cada acontecimiento triste o festivo, cada nueva esperada o sorprendente, cada visita, cada ausencia, cada pena y cada alegría de todos y cada uno de los vecinos del pueblo, tenían como testigo tal vez involuntario, pero siempre puntual, al Inda. No hacía falta mirar en derredor para saber que en algún lugar, sin ser visto ni oído, estaba Indalecio, el tonto del pueblo. Aunque sería más exacto si dijeran el cronista mudo, el pintor de realidades, el atrapa secretos, el observador.
   Por eso aquel día lejano, cuando Elisa venía casi al anochecer de poner flores en la tumba de su madre y escuchó  gritos en la capilla y se acercó a mirar, casi se muere del susto pensando que el padre Alejandro, que estaba haciendo daño a la Irene, le iba a hacer lo mismo a la Elisa. Cuando el cura se fue, el sacó primero a Elisa del confesionario donde se había escondido y luego se acercó a la Irene que parecía estar muerta. Se dio cuenta de que Elisa no había reconocido al padre Alejandro. “Mejor” pensó y la llevó hasta cerca de su casa. Luego volvió sobre sus pasos y cuando escuchó que alguien se acercaba, se escondió también dentro del confesionario. El padre Alejandro volvió a entrar y salió corriendo con la Irene en brazos llamando a los vecinos, porque la habían agredido salvajemente y él creía saber quien había sido; “y tanto” pensó Inda. Luego don Antonio y su sobrino culparon a un gañan forastero que trabajaba las tierras del marqués, a quien los civiles dejaron en libertad por falta de pruebas contundentes y porque tenía coartada fiable. Pero esa libertad le duró poco ya que el padre Alejandro lo mató de un disparo una mañana temprano, a los pocos días. Él lo había visto todo, como siempre, y no había sido capaz de comprender por qué el novio de la Irene fue hallado culpable y encarcelado.
   Como consecuencia tuvo una de sus crisis; comenzó a golpearse la cabeza contra la pared sin descanso. No tenía sosiego. Le ocurría cada vez que algo le sobresaltaba en exceso, cada vez que no podía comprender la lógica que seguían las cosas, completamente absurda para él. Los demás eran muy raros. ¿Por qué el Julián había confesado un crimen que no había cometido aunque Alejandro, muy listo, hubiera utilizado su escopeta?
   Cuando el cura joven mató al criado de la casona, Julián estaba arando desde la amanecida, era fácil de comprobar; si él lo había visto, el resto de la gente también. Tuvo tiempo de llegar a los campos, regresar a pie, matar al mozo y volver a arar, como si no hubiera ocurrido nada. Eso fue lo que dijeron. ¿Nadie vio al padre Alejandro salir con la escopeta? Sí, pero como tiene la costumbre de salir de caza, nadie sospechó. ¿Por qué iba matar al criado el padre Alejandro? Para culpar al Julián y quitarlo de en medio, ya que la Irene estaba enamorada de él y no consentía en tener relaciones con Alejandro que la perseguía hasta la saciedad ¿sin que nadie se diera cuenta? Por eso le propinó una paliza que casi la mata y después le hizo por la fuerza lo mismo que el médico le hace a la madre de Elisa, solo que ella se deja… ¿Y nadie notó nada extraño en la conducta del Julián después de que el padre Antonio le visitara en la celda? Que raros eran sus vecinos y que ingenuos ¿no se dice así? No se enteraban de nada y eso que hablaban por los codos. Tal vez fuera por eso, porque hablaban demasiado. La Irene no dijo la verdad cuando pudo hablar. Dijo que probablemente hubiera sido el criado quien la había violado, que no pudo verlo, porque le cubrió la cabeza con un saco, pero creyó reconocer su voz, porque ya la había acosado y amenazado otras veces;  culpó al criado que por otra parte, ya estaba muerto. El padre Antonio iba a verla cada día al hospital y con la excusa de administrarle los sacramentos y perdonarle los pecados se quedó a solas con ella. Por eso contó lo que contó y luego se fue y nunca más volvió a saberse de ella, ni se puso en contacto con Julián que desesperado se quitó la vida. A saber que fue de la Irene, a lo peor ya ni está viva. Le pegaron un tiro como a la Elisa. Qué suerte que pasara por allí el galgo de los Ponte, que la tiene tomada con los ciclistas, si no Elisa estaría muerta y ya no habría ningún testigo de aquello.
   Solo yo.
   Pero como yo no existo…
   Para mayor afrenta, había algo más; algo muy evidente que todo el mundo parecía ignorar y los de verde también: al criado le mataron de un disparo hecho con la zurda y el novio de la Irene era diestro. Sólo hay que fijarse en las fotos del bar para darse cuenta.

   Casimiro estaba en el bar, con sus amigos del tilo, tomando unos vinos. Ellos andaban ahora obsesionados con la marcha de la mujer de don Pedro de Sierra, que ya se había producido. Casimiro les dejó hablar a ver si por ese lado aparecía algo de provecho, que no apareció. Tras un buen rato de cháchara inútil, trató de conducir la conversación a donde le interesaba. Resultó difícil porque los viejos eran como sabuesos y no soltaban la presa así como así.
   __ ¿Están ustedes en estas fotos tan chulas?
   __No, nosotros no. Están mis hijos y los hijos de estos.
   __Muéstrenme a su hijos. ¡Oh que buenos mozos!__ exclamo Casimiro cuando se los señalaron con el dedo, cada cual a los suyos__ Todos cazadores ¿Quién es este tan alto?, les rebasa a todos.
   __El cardenal__ dijeron a coro.
   __Está en casi todas. Buen cazador, por lo que parece. ¿Quién es este que nos apunta tan decidido?
   __El pobre Julián, el novio de la pobre Irene. Que suceso fue aquel ¿sabe usted?
   __Algo he oído, si. Mató al violador de su novia. Normal, yo habría hecho lo mismo. Le habría disparado con la… con la derecha__ se dijo ya para sí __ Bueno tengo que irme. Volveremos a vernos. Hasta otro momento…Con la derecha, todos en la foto apuntan con la derecha, todos menos el asesino, claro.
   Casimiro llegó a casa a la carrera, casi sin aliento, cuando las campanas comenzaban a tañer a muerto.
   __Que oportunas.
   __ ¿Quien se ha muerto?—preguntó la abuela.
   __Don Antonio se acaba de morir. Se quedó dormido como un pajarito__ informó una voz de mujer desde la calle.
   __Menudo pajarito__ comentó García__ Bueno, uno menos. Un testigo menos.
   __Lo tengo, lo tengo.
   __ ¿El qué?
   __El misterio. Hay una foto en la que están todos los mozos del pueblo que eran cazadores apuntando a cámara con la escopeta en la diestra, todos menos uno…
   __El cardenal__ dijo Aníbal__ es zurdo, yo lo vi en el campo.
   __Todos los demás son diestros incluido el Julián. ¿Cómo se les pasó por alto una cosa así en la investigación?
   __ ¿Qué investigación?__ preguntó García__ aquí nadie investigó una mierda. El cura les dio hecho el trabajo y nadie se molestó en corroborar nada. El sargento dice que está dispuesto a reabrir el caso, en cuanto tengamos algo tangible.
   __Ahora hay algo más. Pero necesitamos los dibujos del Inda. Eso sería definitivo.
   __Vamos a hacer guardia nosotros en la casa, porque los entierros son muy propicios para cometer delitos.
   __ ¿Qué quieres decir?
   __ Que mientras Corleone oficia en la iglesia, Luca Brasi pega tiros en la calle y quien dice en la calle dice en la casa de Dolores.
   Aníbal, en momentos así, lamentaba no ser aficionado al cine.



Continuará...






El renglón torcido

Capítulo VII






García fue el encargado de hablar con el sargento. El crimen estaba a medias de explicar. El asesino había matado a Sofía por error. La había confundido con Elisa porque llevaba la misma ropa ese día y se iba en bicicleta, también igual que la de Elisa, hacia la casa de María pensando que la Elisa estaba allí. Porque la niña de la casona tenía fijación por las cosas de su hermana y deseaba tener todo lo que ella tenía, incluso los amigos. Eso resultó, al final, fatal para ella.
   Ahora la pregunta era ¿Quién y por qué quería matar a Elisa? La respuesta estaba como todos suponían en el Inda. Pero el Inda apenas hablaba. Solamente con su abuela y poco. El muchacho tenía que haber visto algo muy definitivo.
   __Como si no hubiera visto nada. No habla. Tampoco comprendo por qué tanta fijación con el Inda; es un testigo mudo y no creo que tenga capacidad para deducir__ razonó Casimiro.
   __Igual si la tiene__ corrigió la abuela__ Lo que pasa es que no la puede expresar como todo el mundo.
   El chico había presenciado la violación de la Irene lo mismo que la Elisa. Incluso había sacado a Elisa de su escondite y la había acompañado a casa.  Ella se lo confesó a García. Pero nunca se lo había contado a nadie. Sabía que eso pondría en peligro al muchacho y más después de lo que le dijo don Antonio, el cura, cuando su abuela la llevó  hablar con él antes de la comunión.
   __ ¿Recuerdas lo que te dijo?
   __ ¡Sí!
   __ Soy todo oídos.
   Elisa dudó. La sola mención de don Antonio o del cardenal tenía la virtud de hacerla enmudecer. Sentía una necesidad imperiosa de huir a un sitio seguro, y como no sabía a dónde, meterse dentro de sí misma le parecía la mejor opción. Como el caracol. Dentro de su concha inexpugnable, a salvo de depredadores. Casi se había convertido en autista como el Inda, por eso, quizá, le comprendía tan bien y por eso, quizá, él se fiaba de ella, incluso la protegía desde su aparente fragilidad.
   __ ¿Me vas a decir que te dijo don Antonio para que le tengas ese miedo? Escucha, si no sabemos cosas, no avanzaremos, los crímenes quedarán impunes, el Inda continuará en peligro y todo esto no habrá servido para nada. Tienes que ser valiente.
   __Me dijo que si decía algo de lo que había visto el demonio me perseguiría y vendría a buscarme en cualquier momento, probablemente por la noche mientras dormía, para llevarme con él al infierno donde me harían durante toda la eternidad, lo mismo que yo había visto hacerle a la Irene. Me dijo que él y su sobrino eran los protegidos de Dios y por tanto nadie podía hacerles daño sin que Dios descargara su ira contra él, y que si yo me refería a ellos por cualquier circunstancia, Dios haría que el demonio viniera a por mí y me violara con su enorme miembro que me destrozaría…
   __¡Dios mío! Como se puede… ¿No se lo has dicho ni siquiera a tu madre?
   __ ¡No! Don Antonio me dijo que no hablara ni siquiera con mi madre, porque el demonio…Yo no sabía lo que quería decir…con lo del miembro…pensaba que era el rabo, el del demonio…tiene rabo y cuernos…yo no sabía…pensará que soy tonta.
   __Para nada. Pienso que don Antonio es un canalla.
   García estaba absolutamente conmovido  e igualmente cabreado por el sufrimiento de aquella niña inocente que tuvo la mala suerte de tropezarse con dos canallas que le destrozaron la infancia. “Casi como si la hubieran violado”, pensó.
   __Escucha, te doy mi palabra de que el demonio no va a venir por ti en ningún momento y ¿sabes por qué? Porque ni siquiera existe. Créeme. Don Antonio y su sobrino, no son los protegidos de Dios. Son  sus enemigos, en todo caso; ellos representan el mal en este mundo. Son ellos los que hacen daño, nadie más que ellos. Dios está de tu parte, no de la suya. Dios, en todo caso, os protege a ti y al Inda. Vive tranquila. Esto ya terminó. Te doy mi palabra.
   Elisa lloraba mansamente sentada frente a García. El antiguo policía sentía rabia y pena, casi en la misma proporción. Vaya par de elementos. Se acercó a Elisa y le tomó las manos con suavidad.
   __Escucha Elisa, ahora que estás más tranquila. Tú no reconociste al violador.
   __No, no le vi. Tampoco vi a la Irene, no vi nada, simplemente escuche las voces.
  __Entonces por qué ese empeño en que no hablaras… ¿No le dijiste que no habías visto nada?
   __SI.
   __Entonces…
  __No me creyó. Me dijo que mi abuela le había dicho que lo vi todo. Me llamó embustera y me dijo que el demonio me destrozaría…
 __Calma, calma. Ya te he dicho que no hay demonio. Don Antonio es el embustero.
   Elisa miró a García con suspicacia, tratando de aceptar que el policía decía la verdad. Era una necesidad creer que García estaba en lo cierto. Si fuera así, estaba salvada, estaba libre.
   __Si lo hubieras visto todo hubieras corroborado la versión del padre Alejandro, cuando culpó al obrero de la Casona__ razonó García.
   __Yo no vi al hombre y supe que era la Irene porque el padre Alejando corrió la voz y llamó a los guardias.
   __ ¿Fue el padre Alejandro quien encontró a la Irene?
   __Si. Yo ya me había ido. El Inda me sacó de allí.
   Hubo un silencio prolongado. García pensaba y Elisa lloraba en silencio. Fue ella quien habló.
   __El Inda lo sabe.
   __El Inda.
   __Si, el tiene un cuaderno donde lo dibuja todo. Yo lo he visto.
   __Un cuaderno.
   __Si. Sabe dibujar muy bien. Parece una película. Tiene todo dibujado.
  __ ¿Tú has visto el cuaderno? Quiero decir si has visto todo lo que tiene dibujado.
   __Todo no. He visto algo. He visto que no fue el novio de la Irene quien mató al gañan que la violó.
   __¿Ah no?
   __No. Según el Inda fue el padre Alejandro.
   __¿Que me estás contando? ¿El Inda te lo enseñó? ¿Y por qué?
   __Porque yo pasaba por allí cerca, cuando escuche un disparo y el grito de una persona…entonces vi al padre Alejandro con su escopeta y me escondí…pero él me vio.
   __¿Como lo sabes?
   __Porque me llamó y me anduvo buscando, pero yo me escondí y me tapé con ramas, pasó cerca pero no me vio. No quiero hablar con ellos desde aquello, les tengo mucho miedo…
   __Ya no debes temerles, en absoluto. Prosigue no te detengas…
   __Entonces apareció el Inda y volvió a llevarme a casa. Unos días más tarde, después de que se llevaran preso al novio de la Elisa, vino por mi casa y me hizo señas. Salí a verle y me enseño los dibujos. El padre Alejandro mataba al gañan y también vi otros en los cuales don Antonio parecía amenazar al novio de la Irene con mucha violencia en los calabozos. Después de eso confesó…y ya sabe luego se ahorcó en la cárcel.
   Por fin había aparecido el móvil. El cardenal pensaba que Elisa lo había visto matar al supuesto violador. En aquel tiempo estaba amedrentada por don Antonio, pero los niños crecen y pierden el miedo y el era ahora cardenal. Tenía mucho más que perder. Así que hizo venir un pistolero para matar a Elisa, pero el matón erró la primera vez y se equivocó de víctima más tarde. Sofía murió para nada.
   __ Tú has comprendido que tu media hermana no era la victima realmente.
   __No, no lo era. Estoy segura que la confundieron conmigo y estoy segura también, que fue por lo de la muerte del criado, por eso comprendí que el Inda estaba en peligro. Porque todo el mundo sabe que el Inda lo controla todo, aunque no le dan importancia. Lo tienen por tonto ¿sabe usted? Pero no es tonto, simplemente es diferente. Pensé que era cuestión de tiempo que se fijaran en el. Los asesinos, me refiero…
   __Chica lista. ¿Podrías lograr que el Inda nos enseñara los dibujos?
   __El Inda no es tonto como le digo  y ha escondido los cuadernos. Ya no los tenía encima cuando lo llevamos a nuestro desván.
   __Y no sabes donde…
   Elisa negó con la cabeza.
  __ ¿No podrías tratar de hacerle comprender lo importante que sería que nos mostrara el cuaderno donde está la muerte del supuesto violador? ¿No podrías lograr que confiara en nosotros?
   __No lo sé. Puedo intentarlo.





Continuará...

El renglón torcido


Capítulo VI




Casimiro tiró del hilo de las tierras y encontró el ovillo. Parece ser que las dichosas vides estaban en medio de las fincas de ambos: el cardenal y el señorito. Estaban entre las tierras de los Ayalas, que habían comprado el cura con el dinero del cardenal, se supone, y la linde del marqués de Sierra y ¡oh maravilla! las tierras en cuestión a punto estuvieron de ser recalificadas para convertir el viñedo en el núcleo de una urbanización de lujo. Las vides pertenecían a una familia que hacía años habían emigrado a Suiza y allí se quedaron sin mantener apenas contacto con el pueblo. Hasta Lucerna viajaron emisarios de ambas familias para adquirir las fincas a precio de saldo porque no servían para nada, nunca habían dado buena uva ni la iban a dar. Aquellas eran tierras de cereal…
    __ ¿Y entonces por qué tanto empeño en adquirirlas?__ se preguntaron los actuales propietarios.
   __Para que no queden en tierra de nadie aisladas en medio de dos latifundios y pierdan todo el valor.
   __ ¡Que considerados!
   Los herederos intentaron vender las tierras a la supuesta constructora que no apareció por ninguna parte. Alguien iba a construir, de lo contrario para que querían las vides los Sierra y los curas, pero aparentemente nadie estaba interesado, nadie sabía nada, incluso en el consistorio local se burlaron de ellos cuando insinuaron lo de la urbanización.
   __No les vendría nada mal ¿eh?
   __Queremos hablar con el alcalde.
   Hablaron con él tras varios días de espera, para nada. El alcalde les juró que  alguien les había engañado, o ellos tenían demasiada imaginación y les dio su palabra de político honrado de que nadie, nunca, bajo ningún concepto, había pensado en recalificar semejantes terrenos en medio de la nada rodeada de cereal y reses. Los suizos se volvieron al país de Heidi decepcionados, pero como habían desarrollado una mente práctica, por mimetismo tal vez, se pusieron en contacto de nuevo con los compradores subiendo el precio de las tierras, pero dejando margen suficiente para que los compradores hicieran negocio y pagaran las mordidas. Así por lo menos ganaban todos. Los curas hicieron la puja más alta y se llevaron el gato al agua, pero casi al mismo tiempo hubo elecciones municipales y autonómicas y el marqués de Sierra resultó elegido alcalde y su primo político presidente de la Comunidad y los viñedos continuaron siendo solamente eso, viñedos con mala uva.
   __Según me contaron las lumis del lupanar, ese día don Antonio blasfemó como un carretero y juró por  su jefe y todo el santoral que don Pedro de la Sierra, ese sifilítico hijo de la gran puta, se iba a arrepentir, ya lo creo que si__ refirió Casimiro a la hora de la comida que era la hora también de mostrar resultados.
   __ ¿Cuánto hace de eso?
   __Seis meses más o menos. Fue después de las elecciones.
   __No creo que haya sido como para matar a las niñas…pienso yo, aunque nunca se sabe.
   __De todos modos, los disparos no los hicieron ellos, quiero decir ni el cura ni el cardenal. Tuvo que ser un sicario…
   __Eso para Alejandro sería facilísimo__ aseguró la abuela__ en el Vaticano habrá pistoleros a mogollón. Y ya os digo que ese secretario o lo que sea, tiene mala pinta.
   Se hizo el silencio en la mesa tras semejante aseveración. Todos estaban de acuerdo, no era necesario rebatir nada. Lo que no estaba claro era el móvil. Ni Aníbal, ni García, aunque habían visto cosas muy raras a lo largo de su vida profesional,  lo daban por bueno. Con el crimen no se conseguía nada. El dinero estaba perdido y los ánimos más enconados y el alcalde ya no tenía nada que perder y en consecuencia, no había nada para negociar.
   __Pero se han vengado__ insistió la abuela.
   __No los considero tan simples__ terció García.
   __Mafia pura.
   __No. La mafia negocia con la muerte. No mata a una niña a cambio de poner las cosas aun peor. Pudieron ser ellos, sí, pero por otro motivo. Además nosotros pensamos que a quien trataban de matar era a Elisa no a Sofía…hay algo raro que se nos escapa. Vamos a rebobinar. Elisa abuela nos contó que las niñas se hablaban y que Elisa aseguraba que su media hermana era una envidiosa…
   __Si__ interrumpió la abuela__ hasta el punto de querer la ropa que llevaba Elisa. Nuestra niña es muy guapa, mucho más de lo que era la pobre Sofía y cualquier cosa que se pone le sienta bien. El día que la mataron Sofía llevaba una chaqueta igual a una que Elisa se compró en el mercadillo de los domingos. Hizo que el servicio de la casona fuera a buscarle una igual al mercado de los martes del pueblo de al lado…
   Aníbal y García levantaron la cabeza del plato.
   __ ¿Iba vestida igual que Elisa? Eso no lo sabíamos. ¿Cómo no lo dijo antes abuela?
   __Se me olvidó…bueno no, no lo sabía…mi prima Elisa me lo comentó ayer o anteayer…cuando me contó lo rara que está la niña y hablábamos del robo de las recetas del Inda… Por cierto he leído el informe sobre el autismo que te trajo Isabel y he aprendido cosas interesantes.
   __¿Como cuáles?
   __Como que a estos chicos no les falta inteligencia y que suplen las carencias de comunicación desarrollando otras aptitudes. Son buenos observadores, tienen memoria y lógica. Pueden ser excelentes matemáticos, son capaces incluso de  interpretar claves y mensajes cifrados. Son minuciosos y pueden sustituir el lenguaje por el dibujo, por ejemplo. Y eso es cierto porque le he escuchado a Dolores que el chico se entretiene mucho dibujando y que tiene un cuaderno donde pinta cosas y que no se separa de él ni cuando duerme.
   __ ¿Quién pinta? __ preguntó Casimiro que se había ausentado a por café.
   __ El Indalecio.
   En ese preciso momento, como si hubieran dicho las palabras mágicas, Elisa madre irrumpió en la cocina. Se sentó al lado de Isabel, frente a Aníbal y espetó casi sin aliento.
   __Han robado en la farmacia las pastillas del Inda. La boticaria iba ahora a avisar a los civiles.
   __ ¿Cómo sabe que falta la medicación del Inda precisamente?
   __Porque es muy específica y ella la guarda junto con las medicinas de la Genara y las de la bruja que también lo son. Las pone todas juntas en un cajón en cuanto le llegan y faltan las del Inda.
   __ ¿No habían robado las recetas a Dolores?
   __Si.
   __ ¿Y?
   __Pues lo habrán hecho para reconocer la medicación exacta. Esto es un pueblo, supongo que la gente se habrá fijado en donde guarda la boticaria las medicinas raras…El ladrón no sabe cuáles son las del Inda precisamente y no quiso llevárselas todas…
   __Muy considerado.
   __ O sea, que alguien sabe dónde está el Inda.
   __O alguien lo tiene retenido.
   García, Aníbal y Casimiro cruzaron una mirada.
   __No creo que esté retenido. Alguien lo tiene escondido.
   __¿Quien?
   __Tengo una teoría__ afirmó Aníbal.
   __Y yo__ corroboró García, mientras Casimiro asentía con la cabeza.


   Elisa y María estaban sentadas donde Aníbal les indicó que lo hicieran, frente a él y a García. Casimiro había ido a por el hermano de María, llamado Juan, y se había encerrado con él en el granero.
   __Vamos a ver quien empieza a contar la verdad. No me voy a andar con rodeos. No hay tiempo. ¿Dónde tenéis oculto al Inda?
   Ellas ni se inmutaron.
   __Cuanto más tiempo pase, peor va a ser. A estas alturas todo el mundo sabe con certeza que el Inda sabe lo ocurrido, que el Inda lo vio todo.
   Aníbal hizo esta afirmación con total osadía, sin saber a ciencia cierta qué quería decir todo, pero seguro también de que la afirmación iba a hacer mella en las niñas, como así fue. Para otro observador la reacción de ellas pasaría inadvertida pero no para García ni para él.
   __Decid ya de una vez el lugar donde tenéis al Inda. Cuanto primero lo encontremos mejor para él, porque si lo encuentra el asesino se acabó.
   Silencio. Elisa estiró el brazo casi imperceptiblemente y se agarró al borde de la  chaqueta de María.
   __Estamos esperando…
   El mutismo de las niñas era parejo con la impaciencia de Aníbal.
   __Escuchad… ¿Qué vais a hacer cuando se acaben las medicinas que habéis robado, que medicación le vais a dar? Seréis responsables de lo que le ocurra.
   __No entendemos de que nos habla__ respondió María con cierta insolencia.
   __¿Que no entendéis?…mecagoenlaputa….
   De pronto del granero salieron unos gritos desgarradores, y tras ellos una voz suplicó a grito pelado:
   __Nooooo, no me pegue más por Dios que me va a matar, lo diré todo, lo voy a decir todo, nooooo…
   Aníbal y García se miraron.
  __Esto se pone cada vez más feo, será mejor que habléis…
   En el granero continuaban los golpes y los gritos. La abuela había salido al corral y se había puesto a llamar a Casimiro.
   __Casimiro déjalo, lo vas a matar. No es más que un niño. No son maneras. ¡Aníbal por Dios detén esto, Aníbal!
   __Abuela, no interfiera, ¡vuelva para casa!__ le grito Aníbal desde la ventana.
   __Es que lo va a matar…
   __Abuela regrese para la casa, ¡déjenos a nosotros! ¡Vuelva!
   Isabel abuela continuó plantada en el mismo sitio mirando a la ventana. El detective le hizo una seña para que volviera a la casa, pero la abuela ni se movió.
   __Abuela, hágame caso, todo está bajo control.
   En el salón continuaba el silencio. Las niñas miraban hacia el suelo sin decir ni pio. García y Aníbal esperaban. De pronto en el granero sonó un disparo. El detective y el policía palidecieron. María saltó del asiento y comenzó a dar puñetazos y patadas a Aníbal.
   __¡Lo habéis matado hijos de puta! Juan, Juan….
   Aníbal la sujetó sin saber muy bien lo que había sucedido, la abuela entró en la habitación pálida como una muerta, seguida por Isabel.
   __Esto ha ido demasiado lejos__ balbuceó.
   __Yo diré donde está el Inda, yo lo diré. Se lo diré a él__ Dijo Elisa señalando a García__ Hablaré solo con él.
   __Rápido__ apremió Aníbal__ no nos hagas perder más tiempo.
   __¡No digas nada todavía!, si han matado a mi hermano no hablaremos, matarán al Inda. Quiero saber qué pasó con mi hermano__ gritaba María mientras Aníbal la arrastraba fuera de la habitación.
   Las dos Isabeles estaban pálidas mirando al detective como inquisidores.
   __ No ha ocurrido nada irreparable, tu hermano está bien, te doy mi palabra.
   __Quiero verlo.
   Aníbal llamó al móvil a Casimiro.
   __¿Era necesario el tiro?
   __Ya lo creo. Es que este jura que no sabe dónde está el Inda, que son ellas las que lo saben, que él solo robó las recetas y después las medicinas y que se las dio a María. Si ellas no cantan no avanzamos…
   __De acuerdo, asoma al chico a la puerta para que vean que está bien. Están dispuestas a hablar.
   El hermano de María apareció encogido y temeroso por un resquicio de la puerta. Fue visto y no visto, porque Casimiro tiró de él hacia dentro y ocupó su lugar para decir:
   __Si tengo que volver a disparar, no lo volveréis a ver con vida.
   Aníbal meneó la cabeza con desaprobación y Casimiro se encogió de hombros.
   __Dímelo ya de una vez__ apremió García__ no hay tiempo. Te lo ruego, haz un esfuerzo…
   __Lo tenemos escondido.
   __Eso ya lo sé. ¿Dónde?
   Elisa dudó. Miró a García con ojos todavía incrédulos, con el deseo ferviente de confiar y de sentirse segura y protegida y a salvo y de que, por la misma razón, el Inda lo estuviera también. Aunque el policía inválido le inspirara confianza, tantos años de miedo cerval no podían desaparecer así de golpe. No obstante, pensó que si no confiaba, si no hacía un esfuerzo para volver a abrirse, nunca volvería a ser libre. Así que…
   __En el desván de mi casa.
   __Anda la hostia…


   El sargento de la guardia civil fue a casa de María a buscar a los chicos, sobre todo a Juan, porque la boticaria lo vio salir huyendo poco antes de descubrir el robo, y porque con las prisas dejó abierto el cajón. Por eso, se presentó de improviso en la casa de Isabel, porque la madre de Juan y María le había dicho que los detectives de la capital se los habían llevado para interrogarles.
   __ ¿Para interrogarles? ¿Qué dice? ¿A santo de qué? Ya se me adelantaron esos cabrones.
   Cuando entró los tres niños estaban sentados merendando en la cocina con la abuela de Isabel y la de Elisa, como si tal cosa.
   __ ¿Donde están los detectives?
   __Andan por ahí, investigando…lo que no hace usted__ respondió Elisa.
   __He escuchado disparos.
   __Casimiro practica tiro en el corral. Le estuvo haciendo una demostración a Juan ¿verdad?
   Juan asintió sin levantar la cabeza.
  __Contigo tengo yo que hablar. La boticaria te vio. Tienes que contarme muchas cosas.
  __No pierda el tiempo sargento__ le aconsejó Isabel abuela.
  __ ¿Estáis bien?__ preguntó a los chicos.
  Los tres niños asintieron convencidos con la boca llena de bocadillo de salchichón.
 El sargento se puso serio y en posición de firmes.
 __Por cierto, doña Isabel, dígales a los detectives que quiero verlos en mi despacho ya, que considero que entorpecen la investigación oficial y por tanto deben darme una explicación, sin más dilación.
  Las dos abuelas sintieron ganas de cuadrarse y saludar. El sargento percibió la coña. Por eso, relajó la postura para decir:
   __ Dígales también que me acabo de cruzar con el lugarteniente del cardenal, un italiano con pinta de matón. Se había ido, pero acaba de regresar. Esto se pone cada vez más feo.



 Continuará...