El renglón torcido

Capítulo VIII





El sargento y García después de mucha discusión acordaron que el Inda y su abuela continuaran en su casa. Si querían que el chico no se alterara demasiado y les mostrara los dibujos, todo debería aparentar normalidad. Los guardias montarían una vigilancia discreta, por si acaso. Porque el hecho de que hubiera regresado el lugarteniente del cardenal no les tranquilizaba para nada.
   __El Inda se dará cuenta. Es más perspicaz que cualquiera.
   __Ya, pero no hay otra opción.
  __Con el testimonio de Elisa es suficiente para inculparlo.
   __ ¿Qué dice abuela? Elisa no vio la violación y el día de la muerte del criado solo vio al cardenal regresar con la escopeta. Podía venir de cazar como solía….eso no es nada. Y no sabemos quién disparó contra ella. Necesitamos algo más sólido.
   __El pistolero del Vaticano, que acaba de regresar.
   __Eso es pura suposición.
   __Recordad que la bruja me dijo que la solución estaba en las fotos del bar.
   __Esa señora podía dejar los enigmas y colaborar con lo que sepa. Al fin y al cabo Sofía era su nieta.
   __Posiblemente no lo fuera. La nuera estaba liada con el cardenal__ corroboró Aníbal.
   __Con el cardenal y con alguno más. A saber de quién era la niña. En eso tiene razón doña Sofía.
   __Tengo una idea__ apuntó Casimiro__ voy a invitar a mis amigos del tilo a una caña en el bar. A ver si me entero de algo mirando las fotos.
   __Buena idea.
   __Mientras sería bueno pensar en algo para lograr que el muchacho nos  diga donde escondió el cuaderno.
   __ Seguramente también haya visto quien disparó contra las niñas o por lo menos contra una. Eso bastaría ya que fue el mismo pistolero con toda seguridad.
   __Es cojonudo que las respuestas estén en un chico, bueno en un hombre, porque es un hombre hecho y derecho, que no habla ni se comunica, pero sabe todo de todos.

   En efecto, el Inda sabía todo de todos, tenía razón doña Sofía. El muchacho era la crónica viva del pueblo. Todo estaba en él. No en lo que dijera, porque apenas hablaba y nunca con desconocidos, pero todo lo que veía lo dibujaba con minuciosidad. Sus dibujos hablaban por él. Hubiera sido un pintor hiperrealista de los buenos. Sus cuadernos eran como un documental. Allí estaba todo: lo bueno y lo malo. Las bodas, los nacimientos, las muertes, los cuernos, las peleas, los abusos y los crímenes. Todo lo veía, todo lo presenciaba como si estuviera dotado de un extraño y personal don de la ubicuidad. Cada acontecimiento triste o festivo, cada nueva esperada o sorprendente, cada visita, cada ausencia, cada pena y cada alegría de todos y cada uno de los vecinos del pueblo, tenían como testigo tal vez involuntario, pero siempre puntual, al Inda. No hacía falta mirar en derredor para saber que en algún lugar, sin ser visto ni oído, estaba Indalecio, el tonto del pueblo. Aunque sería más exacto si dijeran el cronista mudo, el pintor de realidades, el atrapa secretos, el observador.
   Por eso aquel día lejano, cuando Elisa venía casi al anochecer de poner flores en la tumba de su madre y escuchó  gritos en la capilla y se acercó a mirar, casi se muere del susto pensando que el padre Alejandro, que estaba haciendo daño a la Irene, le iba a hacer lo mismo a la Elisa. Cuando el cura se fue, el sacó primero a Elisa del confesionario donde se había escondido y luego se acercó a la Irene que parecía estar muerta. Se dio cuenta de que Elisa no había reconocido al padre Alejandro. “Mejor” pensó y la llevó hasta cerca de su casa. Luego volvió sobre sus pasos y cuando escuchó que alguien se acercaba, se escondió también dentro del confesionario. El padre Alejandro volvió a entrar y salió corriendo con la Irene en brazos llamando a los vecinos, porque la habían agredido salvajemente y él creía saber quien había sido; “y tanto” pensó Inda. Luego don Antonio y su sobrino culparon a un gañan forastero que trabajaba las tierras del marqués, a quien los civiles dejaron en libertad por falta de pruebas contundentes y porque tenía coartada fiable. Pero esa libertad le duró poco ya que el padre Alejandro lo mató de un disparo una mañana temprano, a los pocos días. Él lo había visto todo, como siempre, y no había sido capaz de comprender por qué el novio de la Irene fue hallado culpable y encarcelado.
   Como consecuencia tuvo una de sus crisis; comenzó a golpearse la cabeza contra la pared sin descanso. No tenía sosiego. Le ocurría cada vez que algo le sobresaltaba en exceso, cada vez que no podía comprender la lógica que seguían las cosas, completamente absurda para él. Los demás eran muy raros. ¿Por qué el Julián había confesado un crimen que no había cometido aunque Alejandro, muy listo, hubiera utilizado su escopeta?
   Cuando el cura joven mató al criado de la casona, Julián estaba arando desde la amanecida, era fácil de comprobar; si él lo había visto, el resto de la gente también. Tuvo tiempo de llegar a los campos, regresar a pie, matar al mozo y volver a arar, como si no hubiera ocurrido nada. Eso fue lo que dijeron. ¿Nadie vio al padre Alejandro salir con la escopeta? Sí, pero como tiene la costumbre de salir de caza, nadie sospechó. ¿Por qué iba matar al criado el padre Alejandro? Para culpar al Julián y quitarlo de en medio, ya que la Irene estaba enamorada de él y no consentía en tener relaciones con Alejandro que la perseguía hasta la saciedad ¿sin que nadie se diera cuenta? Por eso le propinó una paliza que casi la mata y después le hizo por la fuerza lo mismo que el médico le hace a la madre de Elisa, solo que ella se deja… ¿Y nadie notó nada extraño en la conducta del Julián después de que el padre Antonio le visitara en la celda? Que raros eran sus vecinos y que ingenuos ¿no se dice así? No se enteraban de nada y eso que hablaban por los codos. Tal vez fuera por eso, porque hablaban demasiado. La Irene no dijo la verdad cuando pudo hablar. Dijo que probablemente hubiera sido el criado quien la había violado, que no pudo verlo, porque le cubrió la cabeza con un saco, pero creyó reconocer su voz, porque ya la había acosado y amenazado otras veces;  culpó al criado que por otra parte, ya estaba muerto. El padre Antonio iba a verla cada día al hospital y con la excusa de administrarle los sacramentos y perdonarle los pecados se quedó a solas con ella. Por eso contó lo que contó y luego se fue y nunca más volvió a saberse de ella, ni se puso en contacto con Julián que desesperado se quitó la vida. A saber que fue de la Irene, a lo peor ya ni está viva. Le pegaron un tiro como a la Elisa. Qué suerte que pasara por allí el galgo de los Ponte, que la tiene tomada con los ciclistas, si no Elisa estaría muerta y ya no habría ningún testigo de aquello.
   Solo yo.
   Pero como yo no existo…
   Para mayor afrenta, había algo más; algo muy evidente que todo el mundo parecía ignorar y los de verde también: al criado le mataron de un disparo hecho con la zurda y el novio de la Irene era diestro. Sólo hay que fijarse en las fotos del bar para darse cuenta.

   Casimiro estaba en el bar, con sus amigos del tilo, tomando unos vinos. Ellos andaban ahora obsesionados con la marcha de la mujer de don Pedro de Sierra, que ya se había producido. Casimiro les dejó hablar a ver si por ese lado aparecía algo de provecho, que no apareció. Tras un buen rato de cháchara inútil, trató de conducir la conversación a donde le interesaba. Resultó difícil porque los viejos eran como sabuesos y no soltaban la presa así como así.
   __ ¿Están ustedes en estas fotos tan chulas?
   __No, nosotros no. Están mis hijos y los hijos de estos.
   __Muéstrenme a su hijos. ¡Oh que buenos mozos!__ exclamo Casimiro cuando se los señalaron con el dedo, cada cual a los suyos__ Todos cazadores ¿Quién es este tan alto?, les rebasa a todos.
   __El cardenal__ dijeron a coro.
   __Está en casi todas. Buen cazador, por lo que parece. ¿Quién es este que nos apunta tan decidido?
   __El pobre Julián, el novio de la pobre Irene. Que suceso fue aquel ¿sabe usted?
   __Algo he oído, si. Mató al violador de su novia. Normal, yo habría hecho lo mismo. Le habría disparado con la… con la derecha__ se dijo ya para sí __ Bueno tengo que irme. Volveremos a vernos. Hasta otro momento…Con la derecha, todos en la foto apuntan con la derecha, todos menos el asesino, claro.
   Casimiro llegó a casa a la carrera, casi sin aliento, cuando las campanas comenzaban a tañer a muerto.
   __Que oportunas.
   __ ¿Quien se ha muerto?—preguntó la abuela.
   __Don Antonio se acaba de morir. Se quedó dormido como un pajarito__ informó una voz de mujer desde la calle.
   __Menudo pajarito__ comentó García__ Bueno, uno menos. Un testigo menos.
   __Lo tengo, lo tengo.
   __ ¿El qué?
   __El misterio. Hay una foto en la que están todos los mozos del pueblo que eran cazadores apuntando a cámara con la escopeta en la diestra, todos menos uno…
   __El cardenal__ dijo Aníbal__ es zurdo, yo lo vi en el campo.
   __Todos los demás son diestros incluido el Julián. ¿Cómo se les pasó por alto una cosa así en la investigación?
   __ ¿Qué investigación?__ preguntó García__ aquí nadie investigó una mierda. El cura les dio hecho el trabajo y nadie se molestó en corroborar nada. El sargento dice que está dispuesto a reabrir el caso, en cuanto tengamos algo tangible.
   __Ahora hay algo más. Pero necesitamos los dibujos del Inda. Eso sería definitivo.
   __Vamos a hacer guardia nosotros en la casa, porque los entierros son muy propicios para cometer delitos.
   __ ¿Qué quieres decir?
   __ Que mientras Corleone oficia en la iglesia, Luca Brasi pega tiros en la calle y quien dice en la calle dice en la casa de Dolores.
   Aníbal, en momentos así, lamentaba no ser aficionado al cine.



Continuará...






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