La granja


Capítulo VII
 
Concierto en cuatro__Viorel Sánchez 2010
Cenó poco como era su costumbre. Pese a ello, durmió mal. Sólo pudo conciliar el sueño a ratos. Continuaba receloso. Se levantó temprano y se dirigió a atender a su cliente. Lo aseó, lo afeitó e hicieron los ejercicios muy suavemente, porque el enfermo no estaba para muchos trotes; luego, lo cogió en brazos, aunque alto pesaba bastante poco, y lo sentó en el sofá orejero. La silla de ruedas era muy incómoda para alguien que apenas sostenía la cabeza. El hombre no dejaba de observarle, hubo un momento en el que Félix creyó adivinar un cierto temor en la mirada del anciano.
   __Es normal, no me conoce y no se fía.
   Se quedó pensativo, mirando al viejo.
   __ ¿Y si resulta que me conoce? Ya no se qué pensar.
   En ese momento entraba Petra con el desayuno.

   Al final del pasillo estaba el cuarto de baño que él utilizaba. A la derecha arrancaba la escalera de acceso al desván. La puerta estaba cerrada. Notó que tenía puesto un grueso candado. Eso le llamó la atención.
   __Que extraño, ¿qué guardarán ahí arriba con tanto secreto?
   Le preguntó a Petra cuando dejaba la habitación del señor, tras hacer la cama y se acercaba por el pasillo.
   __ ¿Y esto?
   Ella le miró fijamente y se encogió de hombros, siguiendo su camino.. Félix apuró el paso y se puso delante:
   ___Hay un desván, es evidente. ¿Pero, por que está cerrado el acceso?
   Petra lo esquivó y bajó las escaleras. Cuando Félix llegó a la cocina para desayunar tenía la pizarra delante de la taza.
   “¿A usted que le importa si hay o no desván, ni porque está cerrado? Limítese a hacer su trabajo y déjenos en paz”.
   Tenía toda la razón, pero no para Félix.
   Decidió aparentar normalidad, era mejor no levantar sospechas. Podría fingir indiferencia e investigar todo lo que le diera la gana , aprovechando que Petra estuviera ocupada.
   __Tiene razón mujer. Es que soy curioso por naturaleza. No volverá a pasar.
   Ella lo miró con desconfianza.
   Los días siguientes estudió las costumbres de la casa. Petra no se ausentaba nunca. Una vez por semana  por medio del panadero, enviaba la lista de la compra al supermercado y éstos se la traían a casa por la tarde. Lo encontró raro, porque ella conducía. Podría perfectamente ausentarse para hacer la compra, sobre todo ahora que estaba él.
   Vivian en medio del monte, casi aislados. La mujer, no obstante, parecía tener una relación cordial con todo el mundo.
   En la casa había hortalizas del huerto, fruta, huevos y carne de conejo y pollo. En caso de emergencia podían subsistir.
   Si no fuera por el sueño, todo hubiera estado bien, pero el hecho de llevar años soñando con el camino y el hombre, hacía que cualquier cosa le infundiera sospechas. Probablemente fuera premonición; quizá algo definitivo iba a ocurrirle en aquel lugar, a lo mejor algo bueno. Pero él no lo creía así. Estaba convencido de que el sueño tenía relación más bien con su pasado.
   __Me estoy volviendo paranoico__ dijo para sí, sin ningún convencimiento.
   Por eso trazó un plan.
   “Encontrar vestigios de la existencia de la mula y los fardos. Pero, sobre todo, hallar  la llave de acceso al desván”. No sabía bien por qué, pero estaba seguro que el desván desvelaría el misterio.
   Investigó los cobertizos buscando la mula. No la encontró. Solo estaba en el  primero el coche de la familia y en el otro, varios toneles de roble, probablemente de cuando hacían vino, apilados en un lateral. En la granja, en estos momentos, no había más animales que gallinas y conejos. En el que hacía las veces de garaje, en un anexo cerrado, encontró una antigua Isocarro.  Cuando era niño veía una igual pasar a menudo por la carretera de detrás de su casa.
   __Menuda reliquia.
   Había también una bicicleta con las ruedas pinchadas y multitud de objetos en una estantería adosada a la pared del fondo. Herramientas, una manguera de riego, antiguos motores sumergibles inservibles (posiblemente de extraer agua del aljibe) y una caja estanca colocada allí hacía poco porque resaltaba entre todo lo demás, viejo y polvoriento. Una gran variedad de aperos de labranza contemplaban el paso del tiempo apoyados cómodamente en la pared.
   La antigua cuadra, estaba vacía. No era muy amplia, cabrían dos o tres animales. Se notaba que llevaba tiempo sin ser habitada. Estaba decorada por telas de araña de todos los tamaños y espesores, la mayoría ennegrecidas por el paso del tiempo. Colgaban a diferentes alturas.  De algunas quedaban ya solamente jirones. Era como el escenario de un teatro abandonado, en el los telones se hubieran ido superponiendo, hasta el fondo. Había un altillo lleno de paja vieja con una escalera muy rudimentaria de madera para acceder. Subió con cuidado, tras apartar las telarañas; algunos peldaños estaban podridos. Cogió una horca y se dedico a buscar entre el heno ya rancio y casi convertido en polvo. Comenzó a picarle la garganta y la nariz y a estornudar.  Estaba próximo a sentirse ridículo cuando tropezó con un obstáculo, retiró la paja a toda prisa, apartando la cara para esquivar el polvo, y ante su asombro un tanto receloso, apareció algo que le erizó la piel: ¡la silla y los fardos!
   Iguales a  los que veía en el sueño.
   Había algo más: la manta que los tapaba . Sucia, rota y descolorida, pero era la frazada que él viera en su pesadilla. Seguro.
   __Seguro, estoy seguro.
   Estuvo a punto de gritar llamando a Petra, pero se contuvo.
   __No seas idiota. ¿Para qué llamarla? Pareces tonto.
   No debía conocer sus sospechas bajo ningún concepto. Comenzaba a considerar peligrosa la situación.
   Se quedó un rato pensativo. Volvió a dejarlo todo como lo había encontrado.
   __Petra no debe ni imaginar que he estado aquí.
    Ella lo estaba observando tras los verdosos cristales de la ventana. Cuando vio que bajaba del altillo, se fue a toda prisa hacia la casa.

   Esa noche no durmió apenas. Hacía viento. Imaginaba oír pasos por el desván  y un sonido como si arrastraran cadenas. 
   Se rió de sí mismo: __estás bastante paranoico; es muy obvio lo de las cadenas y los fantasmas…__Casi de madrugada consiguió que el sueño lo visitara. Fue una especie de duermevela. En medio del sopor creyó ver una mujer rubia a los pies de la cama que lo observaba y le decía:        __Gerardo, Gerardo…estoy abajo, abajo…
   Abrió los ojos; no había nadie. No obstante se levantó, echó un vistazo al enfermo que parecía dormir y bajó. Tampoco había nadie allí. Todo estaba a oscuras y tranquilo. Volvió a subir. Se quedó un rato mirando la puerta del desván. El candado era muy grueso. Podía probar con una sierra de metales, pero haría demasiado ruido y además, Petra vería el candado serrado y se descubriría todo. Se acostó, pero ya fue imposible volver a dormir.
   __¿Estaré teniendo alucinaciones por la paranoia que me ha entrado? Lo cierto es que desde que vi el camino y luego al viejo, tengo la seguridad de que este lugar encierra algo que tiene que ver mucho conmigo.
   Rebobinó la secuencia del viaje varias veces. Pensó en la puerta candada y en la misteriosa Petra. ¿De dónde habría salido? ¿Desde cuándo estaría en la casa?
   ¿No tendría familia?
   __Que extraño es todo esto. ¿Le habrán arrancado la lengua para que no cuente nada de la casa? Sin embargo, tiene fervor por el viejo.

   El día siguiente transcurrió como el anterior. La misma rutina. Por la tarde llamó Marta.
   __ ¿Estás tan ocupado que ni siquiera llamas para contarme como va todo?
   __Todo va bien. No te preocupes.
   __ ¿Cómo es el enfermo?
   __Viejo
   __Desde luego, que borde eres, si no fuera lo bien que follas…
   Hablaron un cuarto de hora. Marta sugirió ir un fin de semana a verlo. Quedaron en que él la avisaría. Respiró aliviado cuando colgó. Tenía prisa por seguir con sus planes.


Continuará...

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