La granja


 Capítulo X
 




 Composición jugando / Viorel Sánchez


Llevó el libro a su habitación. Permaneció leyendo con la puerta abierta mientras Petra se bañaba. No sabía aún lo que iba a hacer con ella.
   No se acordó para nada del viejo. No le había aseado ni dado la comida ni siquiera la medicación.
   Continuó con la lectura.
   En el texto constaba una descripción de cada “paridora”, seguido de la contabilidad de cada parto y cada venta.

El principio:
Irene y Ana, hermanas. Los padres fusilados. Iban camino a la frontera. Les dejé pasar la noche. Ana venía enferma. Irene me gustó en cuanto la vi. Le dije que se quedaran todo el tiempo que fuera necesario para que su hermana se curara. Quedó embarazada enseguida. Yo sabía que la mujer del capitán de la guardia civil quería una niña. Pero la muy imbécil tuvo un niño. No puede uno fiarse de las mujeres. Ana estaba también embarazada. No quería en principio, pero no tuvo más remedio. Le dije que las entregaría  a la guardia civil. Cuando se enteró la hermana se montó una buena… Tuve que atarlas a la cama. Más adelante se me ocurrió lo del desván. Era grande, habría sitio para mas. El negocio se presentaba productivo. Había muchas mujeres estériles en la comarca.

   __A este no se le ocurrió pensar que podrían  ser los maridos los estériles o un porcentaje de ambos cónyuges.
    Recordó las notas del final.  Tras unas hojas en blanco, el viejo había hecho un resumen con los problemas que se fueron presentando a lo largo de los años. Le había puesto un título. “ No todo fue fácil”.
   __Supongo que se referirá a él.

No todo fue fácil.
Algunas trataron de rebelarse y se pasaban el día gritando (hubo que amordazarlas), lo cual resultaba incómodo y pesado: tanto quitar y poner vendas. Aparte, luego se negaban a comer, ”que preferían morirse”, decían las muy imbéciles. Menos mal que estaba Irene.  Ella era la que  se ocupaba de hacer la comida, porque yo no soy buen cocinero. Irene me convenció de que si las mujeres comían bien, las camas estaban limpias y ellas también; aparte de ser bueno para el negocio,  todo marcharía mucho mejor. “Además, me dijo, si hacemos que colaboren en los trabajos, si las mantenemos ocupadas, eso las distraerá y les hará la situación más llevadera.”.
 __A mí que me importa como sea para ellas la situación.
__Si se sienten mejor mentalmente, la salud física no se resentirá, los embarazos no tendrán problemas y a la larga el beneficio será ti.
¡Qué lista era!

   __Seguro que se refiere a la mujer de mi sueño. Ya sabía yo que era diferente.

Ella lo organizó todo: Distribuyó el trabajo. Estableció turnos. Por la mañana se hacía limpieza, luego se aseaban. Las que tenían más habilidad se ocupaban de arreglar el pelo a las otras. Es increíble lo que les gusta a las mujeres llevar el pelo arreglado. Siempre me ha llamado la atención. Por las tardes cosían o tejían.  Subimos la vieja máquina de coser de mi madre. Ahora que lo pienso:¿Era realmente mi madre aquella mujer que me crió y que vivía con el viejo? Siempre la maltrató, yo me escondía debajo de la cama y me tapaba los oídos para no sentir los golpes y los gritos de ella. Otros niños que nacieron el viejo se los llevaba. Seguro que los vendía también, aunque alguna vez le había visto tirando un bulto al río. No sé, pero un día trató de huir y él se fue al monte con ella y la escopeta. La vieja no volvió. No me atreví a preguntar qué había ocurrido…. Pusimos la máquina, como digo, en el desván al lado de la cama de Carmen que sabía manejarla. Confeccionaban ropa para ellas y para los niños. Yo compraba lana  y telas casi siempre al otro lado de la frontera.  Ellas necesitaban poco vestuario ¡no salían del desván!
A las que sabían hacer galletas o conservas o mermeladas o cualquier otra cosa, las bajábamos a la cocina una vez por semana. Alguna no quiso colaborar al principio, pero cuando vio la mejoría de las otras, termino aceptando.
Parecía increíble. No sé como lo lograba. Pero hizo que todo marchara a la perfección.
Una noche se lo pregunté en la cama después de hacer el amor, porque con Irene siempre hice el amor, y ella me dijo: “que lo lograba con esperanza” ¿Con esperanza, de qué? “De salir de aquí algún día”.
No lo pude evitar, me reí a gusto. ¿Cómo piensas lograrlo? “No lo sé, pero Dios nos ayudará, estoy segura. Algún día en alguna parte, cuando pasen los años de miedo, alguien recordará que tiene una familiar desaparecida y comenzará a hacer preguntas. Ese será el cabo que conducirá al final de la pesadilla”. Podía tener razón, pero era difícil, muy difícil. A no ser que algún comprador se vaya de la lengua en una noche de copas o cosa similar. Nunca se sabe. Pero no es fácil, por la cuenta que les trae. Además casi toda la comarca se le echaría encima. Hay mucha gente importante implicada.
Pese a ello, no iba del todo desencaminada. Un día de otoño, yo estaba en el monte recogiendo setas y el capitán se había ido a la capital. Petra ya era grandecita. A media tarde un cazador extraviado se acercó a la casa. Traía un Jeep que hacía un ruido de mil demonios, como si viniera arrastrando una tonelada de piedras. Las mujeres lo oyeron desde el desván. Comenzaron a gritar. Petra, la pobre, fingió ser ella, pero no coló. Además ellas, las locas, comenzaron a golpear las cadenas contra las camas. El ruido era ensordecedor y se escuchaba abajo, a pesar del aislante.
El hombre quiso subir al desván, pero la puerta tenía candado. Desde allí escuchó perfectamente a las mujeres, incluso les habló y ellas le contestaron. Huyó despavorido rumbo al pueblo. Cuando regresé, Petra tenía un resumen de la situación escrito en la pizarra. Salí a toda prisa detrás de él. El infeliz había estado en el cuartel. A las mujeres no les dio tiempo de contarle que el capitán participaba en el asunto.
Cuando llegué uno de los hombres de confianza del jefe, de los que me daban escolta, me dijo que ya lo había llamado por teléfono a la ciudad y puesto al corriente. Acordaron que otro de los nuestros lo siguiera discretamente mientras el capitán venía a su encuentro.
Lo esperó y lo interceptó en la cima del puerto. El Jeep apareció en el río con el cadáver del cazador dentro. Murió ahogado. Nadie sospechó que el ahogamiento había sido previo a la caída al río. Je, je. El capitán y sus métodos, acabaron ese día con la esperanza de Irene.
Pero aún hubo otro momento de peligro. Este fue mucho peor. Temí seriamente que se descubriera todo. Aunque luego había  reflexionado ¿a dónde iba a ir? A cualquier lugar al que se dirigiese, estaría perdida. Casi todo el mundo era cliente de la granja o tenía un pariente que también lo era. Además la primera casa que iba a encontrar en el hipotético caso de que llegara, era la de Tamargo, el cacique.
Estaba perdida.

   __Mi casa, bueno mejor dicho la del cacique. ¿Pero por qué estaba perdida? ¿Mi padre estaba en el ajo? Voy a ser de la granja, estoy seguro. Lo estoy viendo más claro por momentos.

Pero el negocio no debía tener fisuras y el hecho de que una escapara, haría temblar  a toda la ciudad y dejaría en serio entredicho su, hasta ahora  total e indiscutible seguridad
Fue en el invierno del 68. Yo estaba muy enfermo, tenía una bronquitis con cuarenta de fiebre. Cometimos un error: no quise que el capitán enviara uno de los hombres a quedarse aquí mientras tuviera que permanecer en cama. Digo cometimos, porque él no insistió. Bajó la guardia lo mismo que yo. Era enero y hacía un temporal de lluvia y frío como si todas las borrascas que debieran caer sobre la tierra esos días, se concentraran aquí por alguna oscura razón de venganza divina o cosa así. Dios, caso de existir, no estaría muy contento con nosotros, digo yo…Dejé suelta a Irene. ¿Dónde iba a ir con ese temporal, si no sabía conducir? Ella era la que llevaba el peso de la casa hasta que Petra tomó completamente el relevo, además necesitaba que me diera las medicinas.
Todo iba bien. Dormía en la habitación en una cama supletoria. No la consideraba bajo ningún concepto, capaz de intentar matarme o algo parecido. Además ¿para que? El capitán no la dejaría salirse con la suya. Podía irse dando por muerta, también. Y ni que decir tiene que  el resto de las mujeres, correría la misma suerte.
Pero una noche no terminaba de subir. La llamé. Nadie contestó. Volví a llamar. Petra apareció en la puerta.
__¿Donde está Irene?
Se encogió de hombros. Le dije que bajara a ver. Tardó un buen rato en subir. Ya estaba levantándome cuando apareció con la pizarra. Venía chorreando, mojada de arriba abajo.
__¿Pero, que ha pasado?
“Irene se ha ido. La mula no está en la cuadra”
Me vestí a toda prisa. Dudé, pero decidí llamar al capitán. Había que impedir que llegara a ninguna parte. El teléfono no funcionaba. Comprobé con furor contra mí mismo que había cortado el cable.
__Me está bien empleado por imbécil.
En ese momento granizaba. Las piedras de hielo eran como garbanzos y la fuerza del viento los lanzaba como proyectiles.
No podía haber llegado lejos. Perdió tiempo entre cortar el cable y aparejar la mula.
Enfilé el camino de tierra. Alumbrado por los faros era una interminable línea recta sobre la que el temporal formaba espirales de agua y  piedras, como fantasmas que bailaban  delante de la luz. Cualquiera hubiera tenido miedo, pero Irene era arrojada como ella sola.
No había ni rastro de ambas.
Comenzó a tronar. Los relámpagos me cegaban aun más que la ira. Reduje la velocidad. Miraba a un lado y a otro. Podía  haber visto los faros y estar escondida detrás de los árboles, pensé.  Yo sabía que la mula temía a la tormenta. Si arreciaba se encabritaría, seguro. Tuve una corazonada. Decidí  parar y esperar. Tenía que caminar paralela al camino, de lo contrario se perdería en el bosque.
Los relámpagos eran continuos  e iluminaban el paisaje como si fuera de día.
No me equivocaba.
De pronto, algo se movió a la izquierda. Una sombra avanzó a toda prisa y salió al camino unos metros por delante de donde estaba. Era la mula trotando despavorida. No había ni rastro de Irene. Arranqué de nuevo y avancé despacio. La vi agarrada al tronco de un árbol tratando de sostenerse en pie. Baje la luna y la llamé. Se incorporó y trato de huir corriendo. Tuve intención de esperar que saliera al camino y atropellarla. Si fuera cualquier otra lo hubiera hecho. Dejé que saliera a la curva de la carretera, entonces la adelanté con el coche, baje y le di alcance. Logré arrastrarla hasta el vehículo. Antes de hacerla subir le pegue varios puñetazos en la cara. Tuve que contenerme para no matarla a golpes allí mismo. Perdió el conocimiento.
Cuando llegamos a casa, aun no se había recuperado del todo. Le dije a Petra que la ayudara a entrar. La tormenta alumbró la escena. Yo las miraba desde la puerta. Le permití lavarse el barro, pero le puse el grillete, naturalmente. Nunca más bajé la guardia.
__Ahora si se terminó la esperanza__ le dije.__ Despídete. Nunca saldréis vivas de aquí.
¡Jamás!
Levantó la frente y ni me miró. Pero yo sabía que estaba herida por dentro.
Muy herida.
Sin embargo, estoy convencido de que jamás perdió la esperanza. Era muy especial.
No le dije nada al capitán. Advertí a Petra.
__Ni una palabra.
Si lo averiguaba, era capaz de matarla.

   __¿El capitán? ¿Será el amigo de don Antonio? Seguro que sí. Menudo elemento. Con razón nunca me gustó. Y toda la comarca estaba enterada. No lo puedo creer.
   Tras una página en blanco, había más notas. También tenían título:”el viejo”.


Continuará...


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