We recicle o El fantasma verde




La encontré penando por mi jardín. Me dio un buen susto. No es que yo no crea en las almas en pena, que si creo; sólo que pensé serían mas propias de Galicia y no se me ocurrió que aquí en Las Palmas en pleno barrio de Tafira Alta  fuera a encontrarme con una. Había puesto más cuidado en no cruzarme con ningún antiguo nazi de los que dicen que residen por estos lugares donde todos pasamos inadvertidos, aunque hasta el momento no había olido a chucrut por ninguna parte.
   Digo alma y digo una, cuando debería decir uno, porque era un hombre cuya alma llevaba penado siglos, no se si por haberse ido o por haber dejado algo sin hacer antes de irse. Como decía, lo encontré penando por mi jardín una noche de agosto en la que yo estaba tomando el fresco debajo de un aguacate.
   Me dio un buen susto.
   —No se inquiete, no voy a hacerle nada.
   —¿Quien es usted y que hace aquí?. No me dijeron que la casa tuviera un fantasma.
   —No y no lo tiene. Yo soy en realidad de la casa de enfrente, el antiguo palacete. Lo derribaron y ahora en el nuevo edificio tan moderno no puedo penar como Dios manda.
   —Ah. ¿Y porque no?
   —Porque me enredo la mortaja en la puerta giratoria y no me gustan los aparatos esos de subir a los pisos en vez de ir por las escaleras.
   —Pues los ascensores tienen mucho encanto para los fantasmas. Pueden asustar abriendo y cerrando las puertas y haciendo subir y bajar el aparato sin que nadie visible lo manipule. Son la pesadilla de los guardias de seguridad.
   —¿Ha hablado usted con muchos fantasmas que hagan eso?
   —¿Yo?,con ninguno. Lo he oído
   —Ah. Bueno pues yo no me encuentro entre ellos. Mi mayordomo y yo nos fuimos de allí, nada mas tiraron el edificio y no hemos vuelto. Preferimos penar por aquí.
   —¿Por qué penan?
   —Ahhhh —dijo expeliendo el aire. Yo nunca había visto suspirar a un fantasma….Bueno, nunca había visto un fantasma, tampoco.
   —Ahhhh. Desde aquella noche en la que tome cicuta por amor. Al buen Dios no le pareció bien que me tomara la justicia por mi mano y me obligó a vagar eternamente para purgar mi pecado de soberbia.
   —Hay que ver como se las gasta el buen Dios ¿y su mayordomo, por que pena?
   —Por lo mismo. El se quitó la vida por amor hacia mi.
   —Entonces es eso lo que no le gusto al buen dios: la sodomía. Eso dicen que lo pone muy nervioso.
   —¿Que dice? Mi buen Gervasio es todo fidelidad y amor desinteresado. Nunca osaría cometer la infamia de ponerme una mano encima. El se mató conmigo para no abandonarme en brazos de lo desconocido.
   —Pues entonces ese Dios debería premiarle la lealtad.
   —Si, se la premió. El no está condenado a penar, lo hace también para no dejarme solo. Ha pedido la excedencia en el cielo.
   —Eso son fidelidades y lo demás cuentos. Y ahora que me fijo, esa mortaja o  lo que sea que lleva ¿no debería ser blanca?
   —Si. Esto sucedió penado en el jardín de la casa de al lado, mientras ésta estuvo cerrada. Es que me gustan las casas con gente ¿sabe? Ocurrió que tienen unos niños muy salvajes y un día nos esperaron emboscados tras un árbol y nos rociaron con una cosa que llaman Spray, creo. A mi me dejaron verde y a Gervasio, negro. Además a mi pobre amigo los perros de la casa de mas abajo le atacaron mientras trataba de coger una sábana para mi, de una cuerda donde estaba puesta a secar, y le dejaron la mortaja hecha jirones. Si lo viera, parece un pulpo, el pobre. Está escondido detrás del tilo. No se atreve a salir.
   —¡Vaya por dios! Se me ocurre que podía suministrarles unas sabanas para que continúen  penando con decoro.
   —Se lo agradeceremos eternamente. Ya que es tan amable, si pudieran ser de hilo…Es que estas telas modernas me dan urticaria.


   —Tengo unas antiguas de mi bisabuela, que ni pintadas. Mañana salgo de viaje. Se las dejaré aquí sobre la mesa y ya me contarán.
    Cuando regresé, la primera noche que salí al jardín, encontré sobre la mesa un sobre y una rosa roja. Dentro del sobre había una nota con una caligrafía inglesa impecable que ponía:

Eternamente agradecido

 Juan Ignacio Santana y Cuevas, marqués de Tafira.

    En el suelo al lado de la mesa, había una bolsa verde con las mortajas teñidas y rotas y otra nota que ponía:

Nosotros también reciclamos.





 FIN


2 comentarios:

cura xago y vaqueiro dijo...

Desde luego imaginación no te falta...
Además no sabía yo que estabas tan al tanto de lo que sucede en el país de los fantasmas, o del un poco más allá: donde habita dios, (perdón, quería decir Dios).
De rapacín nos contaron cientos de cuentos de fantasmas en las noches de invierno, durante aquellos lejanos filandones... Solían terminar todos no con mortajas, no, solían terminar con una frase que repetían y repetían... "¡andad de día, que la noche es mía!".
Y en esas andamos, María José... ah,
y felices pascuas aunque sean fantasmales...
José Manuel

Maria Jose Mallo dijo...

Ja, ja, ja. Si, si, puse un dios así, con minúscula. Se me coló...Menos mal que tengo un buen corrector.

Me gusta que tenga tiempo para leer mis cosas. Felices pascuas a ser posible sin fantasmas.

Un abrazo.