La reina hilandera


IX
Mauregato de Asturias


Sisinio de Nepi prosiguió viaje, pero no se dirigió a Roma. Una vez lejos de Flavium Avia, su caballo puso rumbo a los dominios de Mauregato. El príncipe no se hallaba en casa en ese momento puesto que se había unido a las huestes del nuevo rey para repeler un nuevo  levantamiento en San Martin que estaba siendo peor de lo esperado. El fraile se aposentó en el castillo como si fuera suyo y se entretuvo en escribir algo que el mayordomo supuso sería un diario para el papa.
   Una vez que Mauregato llegó al castillo   —Hay que estar a bien con Aurelio. Nunca se sabe que puede pasar— justifico como excusa por la ausencia, Sisinio interrumpió su trabajo para ponerle el corriente de las nuevas aprendidas en Samos, acerca de los planes de Adosinda y de la opinión de Argerico con respecto a ellas.
   —Así que el primo Silo, y que opina Argerico.
   —Le parece de perlas. Eso allanará el camino de Alfonso hacia el trono. El monasterio será el protector y el preceptor del nuevo rey, al que habrán educado a su imagen y a su conveniencia.
   —No dudo que Alfonso llegue a rey algún día, pero no será el sucesor de Silo. Yo estoy antes.
   —Tú puedes suceder a Aurelio.
   —Si matrimonian Silo y Adosinda, será difícil. Entre los dos tienen muchos adeptos y Samos movilizará a todo el occidente a su favor. Salvo que, por algún motivo, cambien mucho las cosas. Y luego está la conveniencia del califa, y ya sabemos que es pariente de Silo y tiene con él buena relación. Le apoyará con todos sus medios. Pero no adelantemos acontecimientos. Todo a su tiempo.
   —Mañana proseguiré camino.
   —¿Vas a ver al califa?
   —Haré lo que convenga. Pienso que el califa es menos importante para nosotros ahora mismo. Todavía está furioso por la muerte de su sobrino. Dejemos que enfríe el asunto, y mientras, hagamos ver ante él que Silo puede ser el próximo rey. Le gustará. Entre tanto, nosotros hacemos nuestro juego.
   —Así que al abad de Silos, no le parece mal la herejía…
   —No le da importancia y cree que es buena estrategia para que Carlomagno no asimile la iglesia de Toletum a la franca. Además hay algo, digamos, chocante: al príncipe Alfonso le gusta Carlomagno. Está deslumbrado por su aureola de héroe y de conquistador. Si prefiere al rey franco antes que al califa, puede ser bueno para ti.
   —Supongamos que Aurelio es rey durante mucho tiempo y Alfonso llega a la edad para reinar. Entonces ¿Qué?
   —Puede ser que pacte con el franco, incluso que quiera casar a su hermana con él, para sellar una alianza. Ya sabes el gusto del rey por las jovencitas.
   —¿Entonces? ¿Nos acercamos al califa?
   —Será bueno, de momento, estar a bien con ambos. Porque puede trascurrir mucho tiempo y las cosas en Hispania cambiar mucho también. Pienso que debo ir a Aquisgrán. Es bueno que Carlomagno sepa todo esto.


   —¿No crees que Samos hará cambiar la opinión de Alfonso con respecto a Carlomagno?
   —No olvides que está Bermudo de Guimará. Él le guiará.
   Mauregato iba a objetar alguna cosa, pero Sisinio le interrumpió.
   —Sabrá hacerlo. Es muy hábil. Cuando Alfonso salga de Samos, su opinión acerca de Carlomagno no habrá variado, incluso se habrá fortalecido.
   —¿Y no debería saberlo el califa?
   —De momento, no. ¿Quieres que comience a pensar en otra guerra, por si las moscas? Deja que se casen Adosinda y Silo y que el califa piense en su pariente como un aliado y que esté tranquilo. Mientras nosotros haremos planes con el rey franco.






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