El antropólogo errante


Plaza  de los Muertos
 Estaba tan harto.
Se había pasado media vida escarbando en necrópolis, hurgando entre  los esqueletos de gente muerta hacia miles de años, respirando polvo, bacterias y todo tipo de seres microscópicos mas o menos aletargados y agresivos,  a tutiplén. Su existencia se había vuelto tan monótona que el pesimismo le había ido tunelando como la carcoma y en este momento estaba enteramente invadido por el. Le había horadado el cuerpo sin clemencia y le había traspasado hasta el alma como un demonio. Necesitaba un buen exorcismo o mejor necesitaba otro trabajo.
Estas cerúleo, le había dicho su madre, que era un poco rebuscada. El sin embargo se veía amarillento, claro que tampoco andaba fino con los colores. Eran gajes de vivir en lo oscuro.

Como era alto parecía un cirio escuálido, de los de medio pelo, que también en los cirios hay categorías. Ya hace mucho que luces así, volvió a  decir su madre. Es que no tomas el sol ¿Cómo vas a estar?. Coge unas vacaciones y vete al Caribe, hazme caso.
Lo que le faltaba, ir al Caribe. El sol le desharía como a una momia. Desde luego las madres a veces…tendrán  buena intención, pero estarían mejor calladas.
Además, tenía un tufillo a rancio impregnado en la pituitaria que hacía que todo le oliera raro. Así que para mas inri, iba por la calle con cara de  repugnancia.
Ya no se puede estar peor. No puedo mas, me voy a morir de asco en cualquier enterramiento arcaico. Necesito dejar este trabajo. NECESITO DEJAR ESTE TRABAJO. Se lo repetía a menudo cuando se afeitaba en el espejo y hoy por fin se había decidido. Creo…

Siempre quiso estudiar filología hebrea pero cometió el error de enamorarse de Paloma, rubia de piernas largas cuyo exclusivo mérito consistía en poseer el mejor culo de la Universidad. Ella era militante de derechas  y estudiante de Historia y él cambió de carrera y de partido político porque en aquel momento de reacción química con efecto secundario de idiotez aguda, hubiera cambiado incluso de país y de  familia y hasta de cara si ella se lo hubiera pedido. Paloma le había abducido la voluntad. Solo hacía lo que ella le pedía que hiciera. Un día le dijo que llamara rojo cabrón de mierda al Rector y el fue y lo llamó. Le costó un año de carrera. Pero Paloma le admiraba por ello y eso no tenía precio.

Palomita de maíz, que así la llamaba cuando se ponía cursi, dejo al unísono la carrera y a el cuando se enamoró del catedrático de paleoantropología y se marchó a Egipto al valle de los reyes a excavar una KV no se cuantos.
Le destrozó el corazón. Y la vida. Y la carrera. Tardó muchos meses en recomponerse. Su madre estaba convencida de que nunca se había repuesto y de que el amor por Paloma le había quebrado el destino que desde luego, otro hubiera sido de no cruzarse el maíz explotado por el medio.
Se hizo paleoantropólogo, esperando tener la oportunidad de ir al King`s Valley y desde luego la tuvo. Pero para entonces Paloma se había largado de Egipto con el director de un museo americano de momias y estaba viviendo en New York.
Pues me iré a Nueva York también. Era una obstinación enfermiza. ¿Para que vas detrás de ella si te abandonó hace años y no has vuelto a tener contacto nunca mas?. Si te dejó al perro y al hámster y no se acordó de ninguno de los tres never again. Esto se lo reflexionaba el subconsciente, que era mas razonable y hablaba bien inglés, pero él lo ignoraba y el subconsciente sufría con la indiferencia.

En el ínterin, se había casado con una compañera. Era  irremediable, puesto que no alternaba con nadie mas, pero no salió bien porque, por lo visto,  no supo hacerla feliz. Nunca entendió el reproche:  él no fue feliz tampoco. La cosa podía haber quedado en tablas pero se ve que siempre pierde las partidas. Será su sino. Que se le va a hacer. Siempre fue conformista.

Un día, porque todo llega, tuvo la oportunidad de irse a Manhattan, a dar unos cursos a una universidad privada de esas que abundan en USA. Pero justo el día antes de su llegada Paloma había salido para Italia, con su nuevo novio, un escritor de libros de autoayuda, best sellers en el mundo mundial, que necesitaba documentación in situ para escribir sobre el papa de Roma. No sabemos que pinta el vicario de Cristo en un libro de autoayuda como no sea para explicar al mundo y que se comprenda, el entramado necesario para montar un tinglado místico y permanecer siglos nadando en la abundancia, predicando lo contrario y teniendo como coartada al espíritu santo, que nadie sabe que es lo que es. Sería un libro de autopromoción gracias a la religión, mas bien. Aunque las sectas ya saben mucho de eso. No hay nada nuevo bajo el sol.

Una vez terminó su estancia en la  Gran Manzana, regresó con el firme propósito de olvidar a Paloma de una puta vez. Fueron sus palabras exactas. Y mas o menos lo logró pero a cambió le empezó a comer la depresión como ya sabemos.
No obstante, hoy estaba decidido por completo después de afeitarse y verse la cara en el espejo: cada vez mas feo y mas amarillo. Dejaría el underground. Lo que no sabía era a que dedicarse en el futuro.

Buscó una posible ocupación entre sus amigos. Casi todos habían dejado la universidad y se habían dedicado a los negocios o la política. A todos ellos les iba bien. Incluso la mayoría continuaban casados.
Pensó que la política no sería buena actividad. No creía  servir para actor: no sabia mentir y estaba convencido de que en política esto era imprescindible; lo contario te convertía en un busto parlante, por no decir loro, sin carisma y si encima no eras ya guapo, porque la vida subterránea te había metamorfoseado al revés: de mariposa en gusano, el porvenir no iba a ser interesante. Iba a sufrir y ya no estaba por la labor. Sufrir por las mujeres, todavía, pero por la política le parecía absurdo.

Haciéndose estas reflexiones llegó al trabajo. Se hallaba en unas catacumbas anexas a la catedral y debajo de una plaza llamada “De los Muertos”, llena de terrazas a las que acudía la gente en manadas. Era un sitio solemne. Con la catedral a un lado y un convento de clausura del siglo IX en el opuesto desde el que volaba libre el canto de las monjas. Up stairs, la famosa casa de la parra y abajo y frente a ella un viejo palacio porticado que ocultaba la ciudad. La plaza tenía una particularidad: desde abajo se oían todas las conversaciones que se producían arriba. En los momentos de mayor gentío era como el rumor del mar en una tarde de resaca, pero cuando la afluencia no era excesiva eras capaz de oír claramente la cháchara de la gente. Citas clandestinas, confesiones amorosas, dejadas mas o menos agrias, excusas telefónicas al cónyuge, etc, etc.
Procuraba no escuchar, porque le parecía indecorosa la intromisión, aunque fuera  involuntaria, en  intimidades ajenas. Pero aquel día como iba a ser el último, se lo tomó con calma y se sentó un rato a escuchar mientras pasaba el cepillo minuciosamente a un omoplato de varón joven y rubio. Que todo se sabía estudiando la osamenta.
Mejor hubiera sido haberse quedado sordo.
Una voz de hombre hablaba por teléfono con alguien. Hablaba por teléfono, supuso, porque sólo se le escuchaba a él.
__Lo he matado y lo he metido en el armario envuelto en una sábana.
__Si, si. Era el hijo. A ella le hice lo mismo en la ciudad anterior.
__No, todavía no. Que yo sepa.
__Como no iba a  hacerlo. ¿Qué otra opción tenía?. Me conoce, por mucho que lo amenazara terminaría por contarlo todo.
__No, no. Me voy en coche a Portugal. Una vez allí tomaré un barco hacia algún sitio.
__Bueno no te pongas así. Sabes que volveré a hacerlo si se tercia. Yo no lo busco. Me persigue, ya lo sabes.
__Si mamá tendré cuidado. Si estoy solo. He matado al niño ¿recuerdas?
__No. No te preocupes. Si, te llamaré. Tengo que dejarte. Adiós mamá.

Antes del final de la inquietante conversión entre lo que parecían madre e hijo, salió corriendo del subterráneo. Atravesó como un bólido la catedral y subió a la Puerta  de dos saltos. Empujó a los peregrinos que estaban accediendo en ese momento. Escuchó improperios en varios idiomas y salió a la plaza. Miró en torno.
Fue descorazonador.
Estaba llena de gente. No observó a ningún hombre solo. Multitud de personas de ambos sexos, e incluso de sexo indefinido por el aspecto,  hablaban por el móvil, pero todo el mundo estaba acompañado y todos parecían felices y contentos. Se sentó en las escaleras que llevaban a la plaza “De los Vivos”, para tener una perspectiva general y poder divisar mejor al gentío. Era como un representación al revés. El público en el escenario y el actor en las gradas. Normal siendo él el actor.
Fue aun mas descorazonador.
Ni rastro del posible asesino.
Grupos, familias, novios, extranjeros. A saber donde estaba ya. Seguro que se largó mientras el subía. Tardaría mas o menos tres minutos.  Tuvo tiempo de recoger el coche y ya estaría de camino a Portugal.
Que asco de vida.
Permaneció un buen rato allí sentado, en las escaleras que separan a  los vivos de los muertos. Tomó la determinación de no volver a la necrópolis. Cogería el coche y se largaría a dar la vuelta al mundo. Ahora mismo. Tenía dinero de sobra. Tantos años trabajando sin gastar un euro, viviendo en casa de la madre. Ya se ducharía en algún sitio donde decidiera parar. También compraría ropa. Llamaría a su madre para que no se preocupara, como había hecho el  asesino, tan considerado con su vieja.
El asesino. ¿Quiénes habrían sido las victimas?. Posiblemente algún día dieran la noticia del hallazgo de unos cadáveres en dos armarios de  distintas habitaciones de diferentes ciudades. La policía es eficaz. Seguro que los asocia y  terminan por descubrirlo. Compraré los diarios cada día. Cuando lo atrapen volveré. Lo resolvió así de pronto. Era hombre de decisiones radicales.
__Sólo regresaré cuando pillen al criminal de Plaza dos Mortos__se dijo en voz alta como un juramento.
__ ¿Y si no lo pillan?__ preguntó el subconsciente.
__No volveré. Me convertiré en el antropólogo errante.
__Puede no aparecer jamás.
__Pues jamás regresaré. Pesimista, aguafiestas, cenizo, gruñón.
Siempre terminaba insultando al subconsciente que solamente tenía buenas intenciones y este sufría tanto que decidió abandonarlo allí mismo. Desde ese día se quedó sin Paloma, sin trabajo, sin subconsciente y sin sosiego.
Por idiota.
El Valle de los Reyes

6 comentarios:

Nieves dijo...

Mª Jose, como siempre tus relatos consiguen atraparme,igual no me pongo a leerlos con la rapidez que a mi me gustaria, despues de colgarlos tú en el blog (siempre por falta de tiempo, ya sabes, el dichoso tiempo), pero cuando me pongo, no puedo dejar de leerlos hasta el final, como este del pobre antropólogo errante, que me ha hecho reir al final jejejje.

Un beso muy fuerte amiga y que disfrutes tu finde al máximo,

Maria Jose Mallo dijo...

Gracias Nieves. Lo cierto es que el asunto del tiempo es lo que peor llevamos todos. Por eso he decidido poner "opciones" porque a mi me resulta mas fácil hacer click sobre interesante, por ejemplo, que escribir un comentario. Asi que lo comprendo.

Me agrada que te hayas divertido con el antropólogo. Buen domingo y un besin.

Belkys Pulido dijo...

Me gustan los finales mazasos. Muy muy bien. Te sigo

Maria Jose Mallo dijo...

Muchas gracias Belkys, me agrada sobremanera que te gusten mis relatos.

Yo también te sigo con muchísimo gusto.
Un abrazo.

la otra Mª Jose dijo...

Bien,interesante el antropólogo,siempre deseando llegar al final,pues estos me intrigan bastante.


Un beso y disfruta el dia a dia.

Maria Jose Mallo dijo...

Hola tocaya. Me alegro que el antropólogo te haya hecho pasar un buen rato, el pobre... que vida le espera.

Besinos para todos, supongo que ya sin catarros no toses.