El prior estaba hasta las narices
de discutir con el conde de Castro Altivo. Era mas terco que un cabrito. Ya no
había sitio en el cenobio para mas gente. Además los chicos crecían y se
convertían en hombres y mujeres con los consiguientes problemas que ello
acarreaba.¡Que eran hermanos por Dios bendito!. Al menos hermanos de padre y
como poco primos. No debía haber cópula bajo ninguna circunstancia. Lo mejor
era la solución que el había ideado
inspirado por el Señor, por supuesto: crear un pueblo alrededor del castillo y
del cenobio e ir trayendo jóvenes de ambos sexos de otros lugares amen de enviar
algunos de aquí al resto de cortes donde hubiera bastardos recogidos en
monasterios, como los nuestros.
Hoy ya
los había en casi todos los reinos; el mantenía contacto con monjes y monjas
que habían criado varios y comenzaban a tener el mismo problema.
Construyendo una villa al abrigo
del castillo y asentando a los jóvenes constituidos en familias de hidalgos
bien educados y formados, podían vivir, dándoles algunos siervos, de las
tierras sin labrar y sin provecho con las que contaba el conde, pagándole
diezmos y primicias, y de este modo lo improductivo se tornaría en beneficioso
para todos y se terminaría con el problema del mas que posible incesto, además
de aumentar la población del reino. Siempre como Dios manda. Cuando hubiera
excedente se les podía enviar a las marcas como repobladores. Son gente
instruida, disciplinada y hábil en el
manejo de las armas. Resultarán útiles en cualquier parte. Es cuestión de
organización como lo ha sido hasta ahora.
__Tengo que solicitar permiso del
rey.
__Pues no esperéis mas os lo ruego conde.
Por favor. Si sois buen cristiano daros cuenta de que así no podemos continuar.
El peligro de pecado mortal es inminente.
El conde emprendió el camino de muy
mala gana; tuvo que ir en busca del rey al palacio de verano. Sirgo estaba
enfermo y apenas podía moverse del lecho. Adolorida había hecho volver a su
sobrino Alfonso y estaba negociando con los nobles del Consejo para que fuera
elegido rey a la muerte de su tío, evitando así que el bastardo Maragato se
hiciera con el poder. Había reticencias porque los partidarios de Venanciano
que habían participado en el asesinato del padre del infante, temían
represalias. El rey no recordaba a aquellas alturas, haber tenido hijos
naturales ni menos aun que existiera el tal fundo en las tierras del conde.
Castro Altivo, un poco desesperado habló con la dueña García, para que ella
tratara con la reina del asunto.
__Podéis hacerlo vos. Mi reina esta
al tanto de todo.
__¿Ah si?. ¿Desde cuando?.
__Desde hace mucho.
Adolorida hizo un merecido alto en
las negociaciones y atendió al noble. Le pareció bien tanto la fundación de la
villa como el enviarlos a repoblar las marcas.
__¿Que fue de los primeros
recogidos, los hijos de mi padre?. Esos ya peinan canas.
__Creo que la mayoría casó con
gente de la villa cercana. No eran demasiados. Fueron fáciles de controlar. El
prior lleva un censo de todas las familias, no les pierde la pista bajo ningún
concepto. Otros profesaron como frailes y como monjas
__Supongo que lo harían por propia
voluntad.
__Estoy seguro que así fue, señora.
A Castro se le había ocurrido algo
durante la espera: los bastardos eran jóvenes aguerridos que manejaban la
espada con mucha destreza y a los que se les había inculcado el sentido del
deber sobre todo, como hijos de rey que eran.
__Formaré un grupo de elegidos,
junto con los llegados de otros reinos y nos presentaremos aquí para contribuir
a forzar la elección de Alfonso.
__Hecho.
El conde era guerrero por naturaleza y durante
la paz conseguida por Sirgo echaba de menos las continuas escaramuzas de
antaño. Esto de ahora no era vida para un caballero. Parecía una dueña al
cuidado de los bastardos. Regresó a toda prisa lleno de ilusión, para ponerse
manos a la obra.
Mientras el prior, hombre práctico,
se había ocupado de ordenar construir una empalizada bien afilada para cercar
el perímetro de la villa defendiéndola así de curiosos y ladrones. Los vástagos
de otros reinos comenzaban a llegar,
incluso los reyes habían concertado los casamientos de sus descendientes
ilegítimos, excepto Sirgo que estaba moribundo y además era bastante despreocupado
para estos asuntos. El prior creó una comisión encargada de recoger los
convenios de boda y de acomodar debidamente a los jóvenes hasta que todo
estuviera dispuesto. Cada novio o novia venían con su correspondiente dote en
metálico-no podía ser de otro modo dadas las circunstancias. No podían
concederles territorio, ni títulos- y por ello viajaban acompañados de un
amplio sequito armado hasta los dientes.
Como las futuras moradas aun no
habían sido construidas se albergaron entre el monasterio y el castillo. Entre tanto,
los escoltas acamparon en la explanada entre el castillo y el río donde iba a
levantarse la futura villa, para la cual el prior, hombre ocurrente, ya tenía
nombre: Natural de Rey; y el gentilicio: naturales de rey.
Lo que eran; ni mas, ni menos.
Ocurrió que los acontecimientos se
precipitaron en la corte allende la montaña; el rey murió como se preveía. La
reina dispuso las exequias, el duelo y la sucesión, pero Maragato mientras duró
la agonía del padre no se había concedido tregua. Desde su obligado exilio, envió
emisarios al emir mas cercano, solicitando ayuda para alcanzar el poder,
poniéndose a cambio a la entera disposición del moro para lo que hubiera
menester, pagando tributo incluso, siempre que fuera razonable.
El emir aceptó
exigiendo como pago, aparte la alianza entre ambos reinos, un impuesto peculiar
y miserable: la entrega de cien doncellas cristianas cada año. A Maragato le
pareció barato y aceptó encantado.
Puestos los sarracenos en marcha
hacia el norte, para caer sobre el
ejercito del príncipe Alfonso, una avanzadilla divisó la concentración, en los
terrenos del conde, de lo que creyeron tropas
preparadas para acudir a ayudar al sobrino del rey. El caudillo y sus asesores
acordaron, camuflar un reten bien nutrido entre la corte y el castillo, a fin de neutralizarlos a medio camino. La batalla resultó desigual debido a la
sorpresa y a la desproporción; los bastardos, pese a luchar con arrojo y
disciplina, fueron diezmados, el conde muy mal herido y todos los planes del prior
desbaratados, por un error de interpretación, en un abrir y cerrar de ojos.
En la Corte la suerte no fue muy
diferente. Alfonso perdió la batalla y tuvo que huir a toda prisa hacia la
tierra vascona de su madre. Perseguido por Maragato en persona, el príncipe
contó con el valioso y valeroso auxilio del pueblo, partidario de su padre en
su mayoría, que le albergó y acompañó
por montes y vericuetos para que lograra eludir la muerte segura que le
aguardaba como le cayera encima el bastardo que le pisaba los talones. Adolorida
y su hija soltera fueron recluidas por la fuerza en un convento de monjas de
clausura perdido en un valle en medio de la nada. El yerno del rey resultó
muerto en combate y su esposa expulsada de sus tierras con sus hijos. Maragato
subió por fin al trono.
¡Cuanta razón tenía doña García!
Pensaba Adolorida en sus días de
claustro forzoso. El nuevo rey era un bastardo de mierda y su estirpe una
caterva de matarifes. ¡Que lástima de dinastía!.
Por suerte para las doncellas solamente
reinó tres años. Alfonso regresó por sorpresa con un poderoso ejercito,
reconquistando el trono, aprovechando que el emir aliado andaba en luchas con
otros reinos cristianos. Maragato pereció en plena batalla.
En estos años, el conde falleció de resultas de las heridas de la emboscada. Su hijo mayor y heredero dio carta blanca al prior para que hiciera con la villa lo que le diera la gana y le dejara en paz de bastardos y de bodas.
El buen fraile, todo tesón y
voluntad, se puso manos a la obra sin descanso. Hubo que rehacer muchas parejas
con el consiguiente problema de las dotes, porque muerto en batalla el cónyuge pactado
se hizo necesario negociar con cada reino la boda de la novia con otro candidato.
Las mas de las veces, no podía ser hijo del mismo rey, porque no había mas
varones o no eran aun casaderos y había que concertar enlace con pretendientes
de otros feudos. Fue preciso una complicada estrategia porque las monarquías
cristianas no se llevaban bien entre si, como hubiera sido aconsejable, y
sucedía a menudo que cuando se llegaba a
un acuerdo, los reinos rompían hostilidades antes del casorio y éste debía suspenderse
y convenir otra unión con otra corona.
Mientras, los dineros de las dotes
permanecían a buen recaudo en una especie de banca que el prior mando fundar a
un judío de Toledo de nombre Jacob que se dejo caer por aquellos lares, huyendo
de un mercader al que administraba los dineros, las propiedades y a su mujer, asunto este último que a punto
estuvo de acarrearle graves consecuencias. Cuando por fin la villa estuvo en
marcha, los réditos de los dineros acumulados eran cuantiosos.
El monje y el
judío acordaron entonces, constituir una fundación para distribuir equitativamente
la riqueza, institucionalizar disposiciones, normas, deberes y derechos y para
que se reconociera la procedencia regia de los naturales de rey y quedaran así,
legalmente amparados.
Se redactaron declaración y estatutos que fueron
sancionados por todos y cada uno de los monarcas representados o sus sucesores
en documento que cita la
Crónica fechado en Natural de Rey en agosto del año 800,
reinando Alfonso II. Unos meses después de ver culminado su proyecto falleció aquel buen prior.
El mayor de sus hijos le sucedió en
el cargo.
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