Natural de Rey crecía y prosperaba;
su población aumentaba y la vida transcurría en paz. Muchos naturales hubieran
sido buenos reyes de haber podido subir al trono; mejores que algunos de sus
hermanos de padre. Varias familias eran desplazadas cada año a repoblar diferentes
marcas, cada vez mas al sur.
A veces terminaban pereciendo en alguna incursión musulmana, otras eran
ellos los que hacían retroceder a los lugareños, aunque tenían ordenes precisas
de llevar la vida en armonía con todos: moros o cristianos. Eran casos
puntuales en los que no quedaba otra que aniquilar o sucumbir. Todo lo demás marchaba
según lo dispuesto en las normas de la Fundación.
Pero siempre surgen contratiempos. Por
mucho celo que se ponga, si hay algo o alguien susceptible de salirse de lo establecido,
se saldrá. Las normas están para no cumplirlas. Es inherente a la naturaleza
humana.
Los naturales de rey supieron
siempre que eran bastardos. Ocultarlo con tantas obviedades alrededor hubiera
sido imposible, pero no se les informaba, como parece prudente, sobre su corte de procedencia a fin de evitar
curiosidades malsanas, reclamaciones al
trono u otras zarandajas. Sin embargo los que fueron sacados de la corte del
primer Alfonso, ya creciditos, conocían de sobra su procedencia y aunque el prior
les había advertido y el conde amenazado seriamente sobre la tentación de
hablar mas de la cuenta, no pudieron resistirse a contar a sus nietos lo que
habían ocultado a los hijos: la corte de origen. El residir en estos momentos,
lejos de la villa original hizo que se sintieran a salvo, para cometer una imprudencia
tan temeraria como esa. Y sucedió que uno de aquellos nietos se creyó con mas
derechos a ocupar el trono que el actual Alfonso que acababa de proclamarse
emperador. Echó cuentas y comprobó que su abuelo debería haber sido rey antes
que el abuelo del tal Alfonso y se juramentó remediar tamaño desvío en la
dinastía.
Los habitantes de la población
fronteriza donde residía este aspirante, fuera del reino de Alfonso, por
cierto, se dividieron en dos mitades cuasi simétricas. Los que estuvieron de
acuerdo se dividieron en otras dos: Una de las partes procuraría alianzas con
otros naturales de las marcas e incluso con otros reinos, moros mejor que
cristianos, no fuera ser que estos se mosquearan con la pretensión, y la otra
mitad proporcionaría armamento e intendencia para el ejercito que esperaban
formar. La parte no afecta al alzamiento, se las ingenió para informar a la
villa matriz de lo que se empezaba a preparar, pese a la vigilancia a la que se
les sometió rayana en el acoso mas explícito. En principio, no se les perdía de
vista ni cuando iban al corral a hacer las necesidades; mas tarde y ante la
persistencia en no avenirse a razones, se les ajustició sin miramientos, por
traidores a la causa justa de la reclamación dinástica. No se respetaron
mujeres, ni niños, ni ancianos. Se decapitó hasta los perros, porque
sospecharon que había sido un perro adiestrado quien viajó hasta Natural con el
recado atado al cuello en una bolsa de cuero.
Nada mas leer el papel, el actual prior
y su consejo de ancianos tomaron, por unanimidad, la determinación de caer sobre los insurgentes
y hacer un escarmiento. Porque, si el emperador o cualquiera de los reinos
vecinos se enteraban de las pretensiones del bastardo, capaces eran, de llevar
a cabo una razzia contra la villa y provocar una escabechina. Que había en
aquellos tiempos monarcas muy feroces por los alrededores. Menos mal que los
levantiscos habían tenido la prudencia de no solicitar ayuda de ningún reino
cristiano.
El emperador, siempre con la corte
itinerante por todo el vasto reino,
tardó en apercibirse. Cuando lo hizo, por una indiscreción que un miembro del Consejo cometió en una
casa de lenocinio que solía visitar, el asunto ya estaba zanjado. Enfadose
Alfonso, menudo era- tenía el mismo carácter que su madre- y pidió airadamente explicaciones
al Consejo; el presidente le hizo notar que la rebelión era un asunto interno.
Exclusivamente. Los estatutos prohibían claramente,
bajo pena de muerte, cualquier tipo de reclamación, fuera contra quien fuera. Y ellos ya lo habían
resuelto. Además, no constaba en parte alguna que la reivindicación se dirigiera
contra su trono, dado que como era fácil comprobar, se había producido fuera de
su reino, casi en tierra de nadie.
__Si, pero habéis hecho componendas
a mis espaldas con mis enemigos.
__No ha habido componenda alguna.
Nadie ha pedido auxilio a ningún reino.
__Quiero que se haga un
escarmiento.
__Ya se ha hecho, majestad.
El emperador amenazó con una razzia
contra la villa.
__No os lo aconsejo, majestad.
Tened en cuenta que residen en ella multitud de descendientes de varios reyes
de los alrededores. Caer sobre ellos sería considerado una provocación y mas
teniendo en cuenta que todo está ya resuelto y que, como ya os hice notar no
consta que…
__Voy a suprimir los dineros que
doy a la organización.
__Como gustéis señor.
__¡Quitaros de mi vista!.
Menos mal que andaba contento el
emperador aquellos días por el nacimiento de su primera hija, una bastarda por
cierto, a la que llamó Urraca como su madre. En vista de ello- tenía prisa por
trasladarse a Asturias para conocerla- dio por zanjado el asunto con los
naturales, pero no consintió, en
represalia, que la niña fuera entregada a la Fundación que se habría
honrado y mucho, con la nueva vástaga del emperador. En consecuencia, Urraca la
asturiana, se educó en León con sus tías, como una infanta mas.
El choque entre naturales había
sido peor que aquel contra los moros en el origen de todo. Las tropas reunidas
contra el pretendiente multiplicaban por diez
a las de este, que aunque disciplinadas y valientes terminaron por ser exterminadas
sin que persistiera rastro alguno para
la posteridad, ya que los cadáveres recogidos del campo de batalla , fueron apilados
por orden de la superioridad, en varias piras e incinerados. Ni las cenizas
permanecieron dado que, tras la cremación, se desató una tempestad de viento y
lluvia que borró cualquier rastro de las hogueras. Las familias de los
sublevados fueron pasadas a cuchillo por los propios naturales. Iba en ello la
supervivencia de toda la población. Estaban destinados a casarse entre ellos o
con gente distinguida de las villas cercanas, o como comenzaba a suceder ahora,
con algún príncipe o princesa extranjeros, pero jamás se les debería volver a
ocurrir pretender el trono de sus ancestros.
Y jamás se les ocurrió. Por lo
menos en España.
Con los siglos llegó a Paris un
pupilo corso que se coronó emperador tras invadir y asolar media Europa. La
tenaz resistencia de la pérfida Albión y el levantamiento popular en España
fueron definitivos para detener a aquel militar bajito y codicioso que instaló,
incluso, a uno de sus hermanos en el
trono de España, arrebatándoselo a su legitimo rey. Se saltó a la torera las
normas de la Fundación
que lo había encumbrado. Lo pagó caro. No obstante con los siglos bastantes
pupilos mas se salieron de las directrices del Consejo, y éste en algunos
casos, fue impotente para castigar la desobediencia.
Pero en ese tiempo la Fundación ya estaba en
otras manos.
Se sucedieron los lustros con
profusión de guerras entre cristianos, entre moros y entre unos y otros como había
acontecido siempre. Los naturales supieron estar en su sitio. Lo cierto es que
eran poseedores de una disciplina y un temple envidiables, incluso por sus
hermanos reinantes, algunos de los cuales se interesaron por contar con un
determinado medio hermano, de probada inteligencia, como asesor. Era una
situación nueva no contemplada en los estatutos. Hubo graves deliberaciones
entre los consejeros y al fin se decidió otorgar el permiso, puesto que
encumbrar a uno de los pupilos hasta el Consejo privado del rey era un reconocimiento
y un honor para la Fundación ;
además el evangelio sugiere ayudar al prójimo, cuanto mas a un hermano y cuanto
mas si es el rey.
Hubo otra petición por parte de la
reina para contar entre sus damas con alguna natural. Reuniose de nuevo el
Consejo. Este acuerdo fue mas difícil de tomar. Sabedores eran, por propia
experiencia, de lo que solía ocurrir entre las damas y el rey. Era el pecado
original de la Fundación. Talmente
como mentar la soga en casa del ahorcado.
Tras extensísimas y acaloradas
discusiones se acordó denegar el permiso.
Protestó la reina. Secúndola el rey
y el Consejo se reunió de nuevo. Ante la insistencia se llegó a un acuerdo
puntual: permitir por esta vez, el envío de dos damas a palacio. Se eligieron
con sumo cuidado. Primero, que no fueran parientes cercanas de la dinastía, por
si acaso, evitando así la consanguinidad; segundo, que fueran virtuosas y
disciplinadas y tercero, que no fueran excesivamente agraciadas. Eran cultas y
bien educadas, pero un poco feuchas.
No hubiera sido necesaria tanta
precaución. No ocurrió nada anormal; todas fueron tratadas con una delicadeza
exquisita. Era la corte de Fernando III de Castilla y León, mas tarde santo y
de su primera esposa la virtuosa reina Beatriz de Suabia. La vida en palacio
fue dichosa para las pupilas, que terminaron por casarse con altos dignatarios
de la corte. Algunos de sus hijos continuaron ocupando cargos de importancia en
los consejos de sucesivos monarcas. Una de las hijas, de vocación religiosa,
fundó varios conventos y terminó elevada a los altares. Fue la primera santa de
la Fundación ,
aunque no la única. Constituyó aquella una grata experiencia, que no sería la
última. Muchos naturales brillaron en las Cortes de sus medio hermanos y
algunos casaron, incluso, con sobrinas lejanas. Muchos fueron requeridos para
desposarse con segundones y segundonas de otras monarquías. Se fue terminando
así con la costumbre de hacer profesar a las hermanas o hermanos de reyes, si
no encontraban consorte adecuado. Ahora existía un amplísimo plantel de
candidatos y candidatas de todas edades y condiciónes, instruidos en la
disciplina y el deber sobre todo lo demás, para hacer honor a su procedencia
real.
Pero, siempre ocurren
contratiempos. La felicidad nunca es eterna. Algo que sabían bien los naturales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario