Cuento de Navidad


Quiero desear a todos los lectores del Blog unas Navidades felices y un año próximo colmado de salud y felicidad.

Merry Christmas and happy new year 2017.






Viajaban hacinados en la bodega de un enorme carguero, vetusto y desvencijado que surcaba renqueante todos los océanos conocidos  y algún que otro mar por descubrir, con bandera de Panamá, capitán griego y tripulación coreana.
   Ella iba apretujada con sus hermanas sin moverse del sitio que les había correspondido, expectantes y temerosas ante el incierto futuro que les esperaba en Europa, el lugar de  destino. Sabían que el viaje terminaría para todas y cada una en alguna casa o en algún establecimiento, pero no sabían nada más. Desconocían la función que les correspondería, si es que tenían alguna, e ignoraban si serían bien o mal consideradas y por consiguiente bien o mal tratadas. El futuro era muy incierto, pero en China no había sitio para tantas.
   Habían nacido para emigrar.
   A él le pasaba exactamente lo mismo. Pero era decidido y práctico, así que para animarse un poco el viaje, decidió ligar. Y se fijó en ella, porque era un poco más alta y sobresalía del resto de las que le pillaban más cerca. Se dedicó a hacerle la corte con descaro. Ella se resistió al principio, pero al fin sucumbió a su insistencia y se dejo llevar.
   Fue un viaje inolvidable. Aunque navegaron un mes dando casi la vuelta al mundo, les sorprendió alguna galerna de cuidado, hubo un incendio a bordo y estuvieron a punto de ser apresados por piratas, el amor superó todos los tedios, todas las zozobras, todos los pánicos, todos los sobresaltos y cuando llegaron a buen puerto la certeza de la inevitable separación les causó el mayor dolor que jamás creyeron fueran capaces de experimentar. Nunca habían imaginado que se pudiera llegar a sufrir de ese modo.
   Trataron de pasar inadvertidos para conseguir continuar a bordo, aunque el futuro fuera más que incierto. Podía acontecer que al ser descubiertos la tripulación les arrojara por la borda en alta mar, sin miramientos. Pero, por lo menos morirían juntos. Era preferible a vivir separados sin volver a verse jamás.
   No hubo suerte. Fueron desembarcados como todos los demás, llevados a un lugar de espera y conducidos mas tarde a sus respectivos lugares de exposición donde serían elegidos por sus futuros dueños. Casi no tuvieron tiempo de despedirse. Ella evitó mirarle, mientras él la contemplaba, confiando en un postrer milagro, hasta que dejo de verla.




   Llegó diciembre. No había vuelto a tener noticias de ella. A su lado en la tienda estaban algunas de sus hermanas, pero ni rastro de su enamorada. A los pocos días, fue elegido, llevado a una casa y colocado en lo que parecía ser la estancia principal, justo al lado del Belén. En el barco había visto muchas figuritas como aquellas y había escuchado que el niño hacía milagros.
   __Encuéntrala y tráemela aquí. Haz algo por un compatriota. Tú estás con tus padres y con tus animales, pero yo estoy sólo y triste sin ella. Compadécete de mí. Al fin y al cabo somos chinos los dos.
   Llegó Nochebuena. El contemplaba en el salón, como terminaban de colocar a sus pies,  los regalos para la mañana siguiente.
    De pronto ¡oh milagro!, la dueña de la casa entró con ella en brazos y la colocó a su lado, sobre la mesa, retirándose unos pasos para comprobar el efecto. Precioso, se dijo, mientras salía de nuevo.
   Después de haberlo pedido tanto, no podía creérselo. Temblaba por la emoción y las manzanas de resina roja que le servían de adorno, tintineaban como campanillas.
   Se volvió hacia ella maravillado.
   __Soy yo, le dijo. Soy yo ¿no me reconoces?
   Ella miraba en derredor con curiosidad, cuando le escuchó preguntar. Ni siquiera le había visto.
   __ ¿Estás seguro?
   __Naturalmente.
   __No sé, es que…
   __ ¿Ya me has olvidado?__ preguntó con tristeza.
   __No. Es que te noto cambiado.
   __Claro. Es por todos estos adornos que me han puesto. Pero mira soy yo__ dijo tocándola__ pincho como siempre.
   Ella se sorprendió.
   __ ¿Cómo me has reconocido?


   __Tienes los pétalos más anchos y uno de cada tres tiene la punta doblada hacia abajo. He comprobado que el resto no. He visto muchas en todo este tiempo. Pero no hay otra Flor de Pascua de tela de plástico igual que tu.
   Ella se quedó pensativa. Tal vez fuera él. Tal vez, pero es que a ella todos los abetos le parecían iguales. De todos modos, iban a pasar mucho tiempo juntos, porque había escuchado decir a la dueña, que luego, nada de tirarlos, se iban al trastero y servirían de nuevo para el próximo año. Que había que ahorrar. Así que le sonrió y asintió sacudiendo sus rojas brácteas con sensualidad.
   El dio un respingo. Alguna manzana se vino al suelo. ¡Qué buena suerte habían  tenido después de todo!
   __Gracias, gracias__ le dijo al niño del Belén.
   El niño le guiñó un ojo con malicia.
   Ella suspiró resignada. Nunca más volvería a ver al Papa Nöel con el que había ligado en la tienda. Pero bueno, más vale algo que nada. A lo mejor el próximo año ella también tenía suerte…
   Miró al niño del Belén y recordó haber escuchado que hacia milagros.
   __Ya hablaré contigo más tarde__ le dijo resuelta, apuntándole con uno de sus pétalos sin doblar.
   __Vas lista__ se dijo el niño bostezando, harto ya de tanta cháchara.__ Aborrezco a Papa Nöel. No hay sitio aquí para los dos. Lo vas a tener jodido.
   Y se quedó dormido tan contento.


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