La granja

Ultimo capitulo.



Años arrasados/Viorel Sánchez


Pasó el día . Siguió lloviendo. Parecía  que las nubes, empujadas por la fuerza del viento, chocaran entre sí explotando y vaciándose sobre la granja.. Las espirales de agua y viento arrastraban hojas, ramas y guijarros, haciéndolos chocar contra la casa en un incesante bombardeo.  Félix imaginaba que los elementos se estaban interesando por lo que acontecía dentro de la vivienda.
   Pese a la tempestad, el lunes sonó el teléfono.
   __Por lo menos funciona.
   Eran los panaderos para advertir que era imposible llegar hasta allí. El puente estaba sepultado bajo la avenida del río. Preguntaron por la salud de los dos moradores de la granja.
   __Don Higinio está empeorando mucho. Debería ir al hospital y Petra está bien
   __Llame una ambulancia del otro lado de la frontera. Vendrán sin problemas. Bueno, ya lo sabe Petra. Pueden también hacer allí la compra hasta que se restablezca la comunicación. Cuando esto suceda les volveré a llamar. Cuídense mucho.
   Comprobó las provisiones. Había comida suficiente para bastantes días. Soltó a Petra. No creía que intentara huir ¿ a dónde iba a ir con aquel temporal?. Además era dócil y había entendido muy bien la nueva situación.
   Decidió hacer justicia con el viejo.
   Hacía tres días que no le había dado medicinas ni comida. Pese a ello, no se había muerto. Recordó la Heparina que utilizaba para despejar la vía. Cogió la jeringa y le metió una buena dosis.
   __Te irás desangrando poco a poco, verás que bien. Luego te enterraré bajo el roble. Si tuvieras cerdos te echaría en el corral para que te comieran, que es lo que te mereces.
El viejo no se inmutó. Estaba más muerto que vivo.

   Mientras Petra hacía sus tareas como siempre, el recogió los recibos e hizo una lista. Conocía, aproximadamente, a la mitad de los niños de la granja. Algunos continuaban viviendo en la casa familiar. Otros se habían ido. Eran aproximadamente unos doscientos. Se quedó pensativo.
   ¡Casi doscientos niños habían nacido en todos aquellos años! Doscientas familias habían sido clientes del viejo y nada había trascendido. Ni se sospechaba. Solamente él tenía la certeza que sus padres no eran los verdaderos. Pensó que quizá alguien más sospechara, pero claro, nunca lo sabría.
   Continuó con la tarea.
   Puso en primer lugar los famosos. Tendría que averiguar sus direcciones. Vivían fuera de la ciudad, incluso de la provincia.
   Luego hizo otra lista con los restantes cuyo lugar de residencia continuaba siendo la ciudad. Los conocía a casi todos.
   Al día siguiente, martes, el viejo aún no había muerto.
   Llovía.
   No amainó hasta el miércoles por la tarde.
   Ese día llegó por fin la hora de Higinio. La habitación apestaba. Cogió una  jeringa estéril, retiró el émbolo y la llenó de aire. A continuación lo insufló por la vía. Murió en el acto.
   Entre él y Petra lo enterraron en el huerto con los demás. Luego se fueron a la otra orilla para ver la casa y preparar el traslado. Regresaron el viernes por la noche. Félix, que llevaba noches de vigilia ya había ideado un plan para cobrar los chantajes.
   Crearía una sociedad anónima como tapadera difícil de rastrear, dedicada a la importación y exportación en general, en cuya cuenta abonarían el dinero los hijos de la granja.
   El sábado por la mañana llamó el panadero. Se había terminado la inundación y la carretera estaba despejada. Félix contó que don Higinio se había muerto y le habían enterrado en el otro país.
   __No pudimos esperar más.
    __Natural. Han tenido suerte que estuviera usted.
   Quemaron el colchón y la ropa de la cama del viejo. Petra se empeñó en limpiar la habitación.
   __Es una tontería. No se para que limpias, si vamos a irnos.
   Ella se encogió de hombros.
   __Será la costumbre, supongo__ pensó Félix para sí.
   Guardó todo cuidadosamente. El libro, los recibos y el dinero. Echó al fogón la documentación y las fotos de las mujeres. Contempló la de su madre durante un buen rato. Ciertamente se parecían mucho. También Petra se parecía a Irene; al fin y al cabo era su sobrina.
   Metió en el coche la fotocopiadora bien empaquetada. Echó un último vistazo al entorno. Sintió deseos de volver a contemplar el camino. Después de todo le había traído hasta su casa. Se dirigió a pie, sin prisas, y lo contempló en sentido inverso a como lo había visto siempre. Se imaginó que ahora él era el hombre de la mula. Sintió como si la senda estuviera dispuesta sólo para que avanzara por ella. Sólo para él. Supuso que algo así pudo sentir Higinio…su padre.
   Regresó a la casa. Ahora sentía todo como suyo. En aquellos días había cambiado muchísimo. En este momento se veía como el amo del mundo. Tenía el futuro de mucha gente en sus manos. Era alguien importante. Era… ¿feliz? Probablemente sí.
   Comió con agrado por primera vez en mucho tiempo. Petra le miraba con simpatía, incluso con arrobo. Harían un buen tándem.
   Por la tarde llamó Marta. Ya había estado llamando el viernes. Se notaba enfadada, más bien agresiva, como una fiera.
   Félix se había olvidado por completo de ella. La puso al corriente de la situación y le dijo que era mejor que no viniera.
   __¿ Que dices? Voy a ir quieras o no.
   __¿ Para qué? Yo ya he terminado aquí y regresaré a la ciudad. Ya nos veremos. Estoy muy cansado. Han sido unos días difíciles.
   __Sólo dices idioteces. Voy a ir porque me muero de ganas de verte y de lo otro…
   __Mira Marta. Te  rogaría que no lo hicieras. Estoy agotado. Ha sido muy duro. Por favor.
   __Tu es que eres tonto Félix. ¿Cómo no voy a ir? Te ha sentado muy mal el campo. Llegaré en un par de horas.
   __Marta, verás es que, no puedo más. Te lo aseguro.
   __Por eso. Yo voy a buscarte. ¡Y deja ya de llevarme la contraria!
   __Bueno pues tú te lo has buscado__ dijo tras colgar.
   Subió a la habitación e hizo los preparativos.
   Era un contratiempo con el que no había contado. Para él Marta ya no existía. Incluso había olvidado que llegó a la granja para cuidar al viejo y no llevado por su sueño. Todo había cambiado por completo.
   Subió al primer piso. En su cuarto había otra argolla. Trajo la cadena y  encajó uno de los grilletes en ella, dejándola después, bien escondida bajo la cama. Comprobó que no se veía desde la puerta ni desde ningún sitio. Buscó también una mordaza. Lo dejó todo dispuesto.
   No había elección.
   Estaba seguro de que Marta no iba a querer acompañarlos por las buenas.



FIN




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