Su padre se lo advirtió: Es que no
solo tienes que estar tocado por un don, tienes que hacer algo muy grande, muy,
muy grande. Algo excelso. El listón esta altísimo. Imposible para alguien
mediocre como tu.
Mi primo Genaro, hacía méritos
desde pequeño para ser diferente, pero sólo había logrado que lo expulsaran del
colegio y de la universidad y el día que quiso incendiar el Congreso consiguió
que lo metieran en la cárcel, lo que no habían hecho cuando puso una bomba en
el metro, ni cuando voló el Pirulí de la radiotelevisión pública.
Le condeno por ineficaz, por inepto
y por incompetente, porque tres errores para ganarse el apodo ya son demasiado,
le había dicho el juez, que por cierto vivía en
el gueto, con el sobrenombre de Iniquus.
Se lo había ganado por inhabilitar
a todo el Poder Judicial del país que había votado a favor de reconsiderar la
existencia del barrio. Todos los jueces del si, se tuvieron que ir al exilio
para continuar trabajando, y el resto de compañeros que los apoyaron, también.
La judicatura se transformó completamente para peor. Como casi todo lo demás.
Haré una muy gorda, amenazó Genaro.
Cumplió, aunque transcurrieron
años.
Mientras, en la ciudad una
incipiente resistencia iba tomando cada día mas cuerpo, pese a la férrea
vigilancia. Jueces, policías y algún que otro político se ponían al frente de
la ciudadanía con sentido común que era poca, todo debe decirse, porque la
sinrazón se había instalado en las vidas de la gente como la cosa mas natural
de este mundo. Tanto como respirar. Matar, robar, injuriar, estafar, delinquir
en una palabra, era visto como un rasgo de madurez social, el resto eran apartados
como gente pusilánime, incapaz, marginal, despreciable. Basura que no merecía
casi ni el honor de visitar el barrio y pasearse por el. Si no fuera porque el
ego de los residentes sufriría mucho, se les hubiera prohibido el acceso.
Para las gentes de mirada
anaranjada, la vida transcurría feliz y la población aumentaba que daba gusto. A
Genaro, el inepto, como lo apodaba su padre, la suya se le iba en discurrir
modos y maneras de ganarse la plaza en el gueto sin que lograra nada definitivo
que lo elevara por fin a la gloria. Había aprendido muchas cosas en la cárcel y
ninguna era buena, sin embargo eran de poca trascendencia para ganarse el
ansiado puesto. Prefirió no ponerlas en práctica para no irritar mas a Iniquus.
Hasta aquella tarde en la cual el
nuevo alcalde, antiguo compañero de colegio, le ofreció el cargo vacante de
concejal de basuras.
Espero mucho de ti, le había dicho.
No te defraudaré. Llenaré de gloria
este ay-untamiento.
Para ello, atiborró la ciudad de
mierda hasta los topes. Basura sin recoger durante meses, un olor insoportable
que era perceptible desde kilómetros de distancia, toneladas de porquería
apilada en las calles visible desde el espacio exterior; ratas y todo tipo de
animales carroñeros invadieron las calles y las viviendas, surgieron enfermedades
cutáneas, alergias, infecciones, seguidas de muertes por problemas
respiratorios, por infartos, por asfixia, por asco. Los vecinos desesperados se
mataban entre si por la mínima, se suicidaban arrojándose de cabeza sobre los
montones de basura. En fin, una nueva plaga bíblica.
Esta vez, si.
Pero no. Los ciudadanos normales,
los comunes, se echaron a las calles y sacaron la basura en sus propios
vehículos, atropellando a los empleados municipales que osaran oponerse y
arrollando a los policías locales a los que el alcalde ordenó disparar a
discreción contra los voluntarios. No contaba con que estos también iban
armados y terminaron por imponerse al ser bastantes mas. De este modo se acabó la
huelga, con cientos de muertos de ambos bandos. Genaro no subió a los altares y
se vio obligado a tomarse unas largas vacaciones, puesto que la población se
empeñó en lincharlo, por cerdo. La gente común de la resistencia estaba
perdiendo el miedo. Lo cual era un problema.
Me voy a algún lugar exótico, pero
volveré con la solución.
¿Por qué no pruebas por el lado
bueno?, preguntó el padre ingenuamente.
Porque no me sale de los cojones.
Seré el Carnifex Maximus. Lo tengo
decidido.
Durante el tiempo de ausencia de
Genaro, ocurrieron en la ciudad problemas serios. Los resistentes se habían reunido
y habían acordado una disposición que en principio pareció excesiva y dolorosa:
disparar contra toda persona de ojos naranja. Muchos se opusieron dado que en
el barrio vivía también gente buena.
No comprendo como siendo buenos
pueden vivir allí rodeados de delincuentes de la peor calaña. Si muere alguno
les está bien empleado por cómplices.
No tienen otra opción. Si te
ofrecen el puesto debes ir, de lo contrario se toma como desobediencia civil y
te vas a la cárcel. El gueto es un mal menor.
Yo considero que el mal menor es la
cárcel.
No se puede exigir heroísmo a nadie.
Además tienen familias que quedarían marcados para siempre. Lo que viene
ocurriendo desde hace mucho es que los buenos lo son en absoluto anonimato.
Nadie bueno realmente desea ser premiado con el barrio y esta gente nos están apoyando,
ahora, desde la sombra. Consideran que la verdadera bondad, la mas prioritaria,
es convencer a la población del error que lleva decenios cometiendo.
Entonces, ¿disparamos
indiscriminadamente?
Si.
Los primeros cayeron sin esfuerzo, como
es natural, pero rápidamente los naranjas se blindaron tras un muro de
guardaespaldas cada vez que salían a la calle. Sin embargo todo fue a peor: los
residentes no podían acudir al trabajo y los niños tuvieron que dejar de asistir
al colegio. Era complicado abandonar el gueto. Las provisiones comenzaron a
escasear, dado que la resistencia interceptaba los camiones de
aprovisionamiento aunque fueran defendidos por guardas armados hasta los
dientes, incluso con ametralladoras. En el último atentado, un coche cargado de
explosivos conducido por un resistente suicida, se estrelló contra el camión de
víveres, provocando un socavón que originó escapes de gas y dejó a oscuras y
sin agua a media ciudad, barrio incluido.
Algo tan simple como ir a la
peluquería resultó imposible, incluso lo fue asistir a los funerales de la
gente asesinada. Hubo que improvisar una capilla dentro del barrio e incluso
habilitar un columbario. Los muertos debían ser incinerados porque para
construir un camposanto no había sitio
dentro del recinto y la resistencia había advertido que los cadáveres-caso de
ser enterrados en el cementerio municipal- serían exhumados y arrojados a los
buitres como carroña.
Esto es la guerra, exclamó el
alcalde. Vamos a tener que quitar los microchips a la gente. Así no podemos
continuar.
El sabio descubridor había muerto,
lustros atrás, atropellado por el tren;
se dice que alguien lo empujó a las vías cuando ya había traspasado los
saberes y no resultaba imprescindible. Los herederos de su ciencia, que también
moraban en el barrio, tuvieron que hacerse cargo de la extracción, comenzando
por ellos mismos. El proceso resultó algo mas laborioso que el anterior y se
alargó demasiado en el tiempo. Tal vez hubiera un método mas rápido que solo
conocía el inventor asesinado. Es lo que trae consigo la petulancia.
Cuando andaban en todo esto, regresó
Genaro con la idea definitiva.
El último capítulo la próxima semana.
2 comentarios:
Maria Jose, un relato ideal para leer antes de dormir ¡y no poder dormir! jejeje, vamos, que no falta de nada: asesinatos, plagas, robos, caos, huelgas, animales carroñeros.... vamos, casi, casi, como estamos ahora jejeje. Y a ver lo que se le ocurre al Genaro, aunque yo no me fiaría mucho de él. Besinos,
Haces bien no fiarte de Genaro...Jaja.
Mañana se desvelará el misterio.
Un besin.
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