Aconteció,
pues, que en los días aquellos, salió un edicto de César para que se
empadronase todo el mundo.
Para Josef supuso una
contrariedad; acababa de lograr un buen empleo y trasladarse con su mujer desde Galilea a Judea le suponía pedir un
permiso de por lo menos dos días y tal como estaban las cosas en este momento
de crisis, no iba a ser lo mejor. Pero el edicto era claro:”todos los
palestinos, sin excepción, deben empadronarse en su lugar de origen.”
La carretera de
acceso a la ciudad de David, a sea a Belén, era peligrosa. Soldados del imperio
y milicianos nacionalistas se enfrentaban a todo lo largo de su trazado,
atacando sin preguntar a cualquiera que se moviera, fuera de la nacionalidad
que fuera, y aunque se pactara una tregua durante los días del empadronamiento,
era fácil que alguno lo olvidara y actuara por su cuenta. Sería mejor viajar
por caminos secundarios, pero el problema era María, su esposa, que estaba
encinta ya casi a punto de dar a luz. Como no se dieran prisa el parto les
sorprendería por el camino.
El hermano de Josef,
Cyrino, les prestó un medio de transporte que saltaba como una cabra con cada piedra, causando graves molestias a
María que sentía dolores de parto a cada sacudida.
_Vete más despacio Josef, por favor.
_Es que no vamos a poder hacer el viaje en los
dos días que me concedieron en la carpintería.
_Ya lo se, pero si
continuamos así, el parto se adelantará y tendré que quedarme por el camino. Yo
seré la que no llegue a tiempo.
_También que ocurrencia, un padrón ahora…
Se detuvieron un rato
para comer algo y dormir un poco. Estaban cansados del traqueteo y sucios del
polvo. Además se había levantado viento. Lo que faltaba. Se abrazaron y se durmieron
camuflados tras unos arbustos y cobijados bajo los olivos de Judea que siempre
esperan al viajero, con paciencia de siglos, para darle la bienvenida.
Les despertó un
murmullo cada vez más cercano de voces y pisadas. Josef se incorporó y se
acercó a un altozano cercano para echar un vistazo. Era un grupo nutrido de
pastores y cabreros que avanzaban por el camino sin apariencia de miedo al ejército
que patrullaba sin descanso por allí. Iban también en dirección a Belén,
posiblemente a causa del edicto. Eran demasiados para pasar desapercibidos.
_Es raro, no creo que acudan a empadronarse
todos juntos. Son un blanco fácil. Ni que fueran suicidas.
Despertó a María y
reanudaron la marcha. Adelantaron a los pastores que se abrieron en abanico
para dejarles pasar.
Cuando ya se
divisaban las luces de Belén, María no pudo más; la hora había llegado.
_Para, para, por favor Josef.
_Aguanta un poco mujer, ya se divisa Belén.
_No puedo, el niño ya viene.
_Nos cobijaremos en ese establo.
Se detuvieron y
María, tras un parto fácil, asistida por su marido el carpintero Josef, parió
un niño robusto y sano; llorón y tragón.
_Mira Josef, parece un príncipe.
_Es el hijo de Dios, que ha nacido en un
pesebre.
Josef se había dejado
llevar por el entusiasmo.
Los pastores, se habían
detenido para recoger de un pozo vacío los explosivos. Se los colocaron
alrededor del cuerpo y continuaron la marcha hacia Belén. Cuando llegaran la
ciudad estaría a rebosar de soldados. El ejército se habría desplegado por
todos los rincones. Morirían también civiles, pero era inevitable. Las guerras
son así.
A la altura del establo
escucharon el llanto de un niño y se acercaron a ver qué pasaba. El recién
nacido, tan gordito y sonrosado, les alegró la jornada y se entretuvieron haciéndole
carantoñas, arrodillados delante del pesebre. Antes de partir, le dieron a la madre los alimentos que llevaban para el
camino.
_Acéptelos señora, nosotros ya estamos
llegando.
_Dios os lo premiará.
Los pastores
propusieron a Josef que esperara hasta que ellos regresaran de empadronarse y
así se quedarían con María y el niño, mientras él iba y volvía.
Josef consultó a
María con la mirada y ella asintió. Los pastores se pusieron en marcha de
nuevo.
Cuando salían del
pesebre, una luz los cegó.
En el desierto de Judea, unos
hombres que preparaban sus camellos para pasear a los turistas vieron un
destello, como un cometa, que brillaba a lo lejos y se dirigía a las afueras de
Belén. De pronto escucharon un estruendo ensordecedor, mientras una potente
llamarada les cegaba. La luz se vio desde muchos kilómetros a la redonda y las
gentes se sorprendieron y después se entristecieron al comprender lo que había
ocurrido.
El ejército israelita
había disparado un misil Nimrod 2A tierra-tierra contra el pesebre, al detectar
sus sensores un grupo grande de gente, posiblemente guerrilleros palestinos,
detenido allí.
Era el pan de cada
día.
Evidentemente no hubo
sobrevivientes.
3 comentarios:
Hola guapa, muy acertado el cuento, en efecto es el pan de cada día.
Me gustó mucho el misterio de la torre sur. Tas hecha una Ágata de cuidado.
Feliz navidad y que te vaya siempre muy bien.
Soy Angel, que se me olvidó. Un beso.
Hola Angel, ya te había reconocido, hombre, no hacen falta aclaraciones.
Me alegro que el cuento te parezca acertado y sobre todo que te haya gustado "El misterio de la torre sur."
Te agradezco la comparación, pero Agata no es mi autora favorita ni mucho menos...Se repite más que la morcilla.
Feliz Navidad para todos por ahí. Muchos besos.
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