Esta Navidad en lugar de una historia imaginaria
quiero contaros una verdadera, o mejor muchas historias verdaderas.
¿Alguien recuerda a
los refugiados sirios que llegan a la isla de Lesbos y luego emprenden otro largo viaje pretendiendo llegar a Alemania, donde creen, erradamente, que les espera
el paraíso? Pregunto, porque últimamente han desaparecido de los telediarios y
de todas partes. Después de los atentados de París, han dejado de mostrarnos
las imágenes de niños muertos en las playas y de gentes desesperadas tratando
como pueden de llegar a tierra europea auxiliados o rescatados por voluntarios,
entre ellos españoles, con muy buena ánimo y mucha disposición pero
insuficientes a todas luces, mientras la opulenta Europa, si todavía opulenta,
mira para otro lado. Parece que ellos no fueran víctimas del mismo fanatismo
que nosotros. ¿O no somos iguales?
También dejaron de
llegar pateras a las costas españolas, ni nadie salta la valla de Melilla, ni
se tira al agua en Ceuta. ¿Qué raro no? Ya nadie habla de acoger refugiados,
parece como si todo se hubiera resuelto de repente. Es época de elecciones y la
economía va bien, ¿va bien? ¿Recordáis Palestina? Allí nació Jesús, si éste que
está de cumpleaños cada año desde hace 2015. ¿Por qué en vez de festejarle a
él, no hacemos algo por los niños que por no tener no tienen ni esperanza?
Os propongo “ahorrar”
un poquito de lo mucho que nos gastamos a lo tonto en estas fiestas y pensar en
esta gente que carece de todo contra su voluntad. Porque no es que lo hayan
malgastado viviendo por encima de sus posibilidades, como dice alguno de
nuestros preclaros políticos que hacemos nosotros, si no que entre todos,
porque todos somos responsables, les obligamos a dejar sus casas y su vida y a
huir con su familia para tratar de salvaguardar lo más preciado que les queda:
sus vidas y las de los suyos, que ya vemos que muchas desgraciadas veces
resulta imposible.
Y hablando de España y
de su bonanza económica ¿Recordáis el anuncio del bocadillo mágico? “Pan con
pan y nos imaginamos lo de dentro,” o la abuela que no come porque “no tiene
hambre.”
Hay muchas maneras de
ayudar. No olvidándolos la primera y luego dando algo de lo mucho que tenemos a
alguna organización sin ánimo de lucro, de las muchas que colaboran y echan una
mano a tanta gente. Todos conocemos alguna. No obstante, yo dejo aquí unas
direcciones útiles, pero hay muchas más, todas necesitadas de ayuda.
El Dios de ellos lo
agradecerá y al nuestro seguro que no le importa que compremos menos cosas inútiles
estos días.
Mi deseo de todo lo
mejor para el próximo año.
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