La granja

Capítulo II



 Viorel Sánchez: Proyecto collage 2010

 Se sintió enseguida a gusto en su nueva morada.  Le pareció una suerte que lo hubieran echado de la suya. La buhardilla era un poco baja de techo, pero muy luminosa y amplia. Desde la solana se veía buena parte de la ciudad con las estribaciones de la cordillera al fondo. Además estaba limpia como una patena. Todo relucía. Colocó su escasa ropa en el armario con luna de la habitación y las cuatro cajas de libros en la estantería de la salita. Ese era todo su equipaje, además de un montón de recuerdos desagradables.
   No tenía que pagar alquiler y tanto la mujer de su jefe como éste, le cogieron pronto cariño y prácticamente, le obligaron a comer y a cenar con ellos.
   __Es absurdo que te pongas a cocinar, si aquí hay comida para todos.
    El aceptó solamente comer en la casa.
   __La cena me la preparo yo. No debo abusar.
   Eran un matrimonio mayor con una hija de doce años.
   __Llegó cuando ya no la esperábamos__ decía doña Gloria mirando embelesada a la niña, que era clavada a su padre.
   Félix le cogió cariño a Teresita; Fue  como su hermana menor. La  ayudaba con los deberes y le compraba golosinas. Algunos domingos la llevaba al cine, cuando ponían una película tolerada. Ella lo adoraba.
   ¡Se encontraba tan bien en la casa! Olía a comida, a ropa planchada y a suelos de madera fregados con lejía. El era uno más. En esa época comenzó a sentir algo parecido a la felicidad.
   Dejó de tener el sueño del camino y la mula y cuando soplaba el viento, ya no le temía. Incluso comenzó a gustarle. Se arrebujaba  debajo de las suaves y perfumadas sábanas pensando:
   __Aquí no hay fantasmas, ni puertas a otra dimensión que aprovechen la furia del cielo para abrirse.
   Poco a poco sus antiguos temores se iban alejando. Su pasado reciente se iba adentrando en una bruma cada vez más densa, que como una húmeda cortina, separaba sus mundos: el anterior y el presente.

   Los muebleros como se les conocía en la ciudad, eran buena gente, se notaba enseguida. Su ahora jefe, don Antonio, era un hombre afable y sumamente educado. Conservaba cierta amistad con su padre, que Félix después de conocerle no comprendía muy bien.
   __Conozco a tu padre desde hace años. Durante la guerra me salvó la vida. Me llevó herido por el monte muchos kilómetros, con grave riesgo para él, hasta un caserío donde me atendieron y me curaron. Si no fuera por Tamargo no estaría aquí ahora. El nunca le dio importancia, pero a mí no se me olvida.
   A Félix le parecía imposible que su padre hubiera tenido un gesto generoso con nadie. Recordó lo que siempre le decía Luisa:”la guerra le cambió”. Sería eso. El ya lo conoció cambiado.
   Años atrás, unos cuantos antes de nacer Teresita, habían sufrido una tragedia: Teresa la hermana menor de don Antonio había desaparecido sin dejar rastro. El entonces capitán de la guardia civil, amigo de la casa, se desvivió por encontrarla haciendo venir incluso, efectivos de otros cuarteles. Rastrearon el municipio y la zona fronteriza a ambos lados, con ayuda de algunos vecinos de caseríos diseminados por el campo. La búsqueda duró semanas. No quedó resquicio donde no miraran. Cada río y cada monte. Cada pueblo casa por casa. Los sembrados, los pozos, las acequias. Todo.
   Se repartieron retratos por la comarca. Se interrogó a todo el mundo. La esposa del capitán acompañaba a diario a misa a doña Gloria, para implorar ayuda divina.
   Fue inútil.
   __No se preocupe Antonio, el caso seguirá abierto hasta que demos con ella.
   Jamás apareció. Pero, desde entonces era un hombre reverenciado en la casa. Cada año el día de Santa Teresa, acudía a comer al hogar de los muebleros, a pesar de residir en otra provincia, con su mujer y su hija.
   A Félix no le cayó bien desde el principio. Quizá porque no le gustaban las autoridades o quizá porque el primer día, cuando su jefe les presentó: “Es el hijo de los Tamargo…”, adivinó un gesto de burla en el rostro del capitán.
   __Ah, el hijo de Tamargo. Je, je.
   __Otro que piensa que soy marica.
   Se inventó una excusa para no estar presente el día de la próxima visita
    __Aprovecho la jornada para ver a mis viejos.
   A don Antonio le extrañó, pero no insistió. Sin embargo no era del todo mentira. Teniendo en cuenta que resultaba imprescindible ausentarse y como le sobraba dinero,( era de pocos gastos), se acercó a la casa familiar y le ofreció al padre algo de ayuda económica para que  pudieran vivir con cierta dignidad. La madre no se asomó ni a saludar. No había ni señal de ella por la casa.
   __¿Quién te ha pedido nada?__ contestó el viejo, que salió a recibirle apuntándole con un rifle__ ¿Y quién te ha dado permiso para entrar? Vete por donde viniste. Ya te dije que no hacía falta que volvieras. Si apareces por aquí otra vez, te disparo sin más. Diré que te confundí con un ladrón.
   A pesar de todo, visitó la tienda en la que compraban provisiones, pagó la deuda que tenían acumulada y le dijo al tendero que les siguiera dando lo necesario.
   __Yo pasaré cada mes a pagar.
   A partir de ahí, nunca volvieron a verse.
   Tiempo después,  un hombre que había trabajado mucho tiempo en la casa como pastor, se acercó cierto día a la mueblería a hablar con él.
   __He pasado por la casa. Todo está en un estado lamentable, sucio y lleno de basura. Tu madre, según el viejo, no sale de la habitación. Hace años que nadie la ve. Deberías tomar cartas en el asunto…
   Lo comentó con su nueva familia cuando regresó a casa. Gloria le aconsejó:
   __Vete a la asistenta social, le cuentas como son tus relaciones con ellos y que ella se haga cargo. Lo mejor sería trasladar a tu madre a una residencia y con tu padre, veremos lo que se puede hacer. Yo te acompañaré…

   La asistencia social se ocupó del asunto. Como había predicho Gloria, a la madre la trasladaron a un geriátrico. Presentaba un estado lamentable. Estaba pálida, sucia y desnutrida. El pelo, ralo y greñudo, le llegaba a la cintura. Parecía un cadáver desenterrado.
   Al padre fue imposible hacerle abandonar la casa.
   __Yo moriré aquí, cabrones, en mi mansión. Donde debo estar.
    Félix ya había advertido de la hostilidad del viejo, así que, les acompañaron un par de agentes locales. Costó que dejara entrar a nadie en la vivienda. Cuando, después de venir la ambulancia a recoger a la vieja, se disponían a abandonar la finca, el hombre les despidió disparando al aire.
   __Fuera de mis tierras, hijos de puta.
   __Acabará mal__ le dijo uno de los agentes a Félix, que esperaba en el coche.

   Mientras vivió su madre, solamente unos meses, la visitó a menudo. Un día, ella le acarició la mano cuando la apoyó en su brazo para despedirse.
  __Demasiado tarde__ pensó él. No obstante le dio un beso de refilón en la frente, mientras se iba. Fue algo mecánico. La primera vez que la besaba. Y la única.
   No lo pudo ver, pero a ella se le cayeron las lágrimas.
   Tiempo después de morir la madre, el tendero avisó a Félix.
   __Tu padre hace más de una semana que no aparece por aquí.
   Cuando llegó la policía, lo encontraron muerto en el comedor. Caído de espaldas, sin rastro aparente de violencia.
   __Posiblemente le dio un síncope. La autopsia lo dirá.
   Efectivamente eso fue lo que dijo y que hacía siete días que había palmado. Unos cuantos antes, Félix había vuelto a tener el sueño.



 Continuará...

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