Capítulo III
Era físicamente atractivo. Bastante alto,
rubio, con los ojos verdes y las facciones delicadas, un poco femeninas, lo que
había provocado que en el colegio alguna vez le hubieran llamado “marica”. Era
tímido y tenía ese aspecto desvalido que
gusta tanto a las mujeres. Sin embargo, nunca había tenido novia.
A la asistente social una treintañera
pelirroja, fogosa y exuberante, le gustó en cuanto le puso la
vista encima.
__Hay que ver qué cosa más mona. Con esa
carita de no haber roto un plato…
Aunque estaba casada se fue a por él
descaradamente. No le resultó difícil llevárselo al huerto. El se dejó seducir
encantado. No había tenido novia, pero si relaciones intimas, naturalmente,
desde que un conocido le llevó de putas en un permiso de la mili.
Años
atrás, cuando estaba en el instituto, algunos compañeros tenían planeado
estrenarse en el viaje de estudios. El no se atrevió, lo que corroboró la fama
de homosexual que le habían adjudicado sin ningún fundamento.
Las mujeres que traía su padre a casa,
siempre le habían dado miedo. Le parecían locas, tan pintadas y con la ropa tan
ceñida, como si no fueran capaces de aprenderse su propia talla y aquellos pelos estropajosos de colores
imposibles… En su imaginación, las veía como criaturas amorfas provenientes de
otros mundos, que habían sido transportadas a la Tierra y abandonadas
en medio del monte; allí las recogía su padre, y ellas para aprovechar
la oportunidad, adquirían aspecto
femenino a toda prisa. El resultado no podía ser más desafortunado. Eran como
caricaturas grotescas. Además, se oían en la habitación unos ruidos muy
extraños, como gruñidos de animales. Alguna vez que se paró a escuchar en el
pasillo, salió corriendo aterrado y se metió debajo de la cama. Sonaba lo mismo
que el cerdo cuando lo arrastraban desde la pocilga para matarlo.
__ ¿Son extraterrestres, Luisa?
__Son putas.
__ ¿Las ha traído una nave?
__La guerra en Europa fue quien las trajo.
__ ¿Qué es la guerra?
__Un monstruo que destruye todo lo que
encuentra a su paso y transforma a las personas en monstruos también.
Desde entonces, siempre asoció la palabra
puta con lo paranormal. Un mundo de aparecidas y de monstruos. “Ir de putas”
era para él como atravesar una puerta hacia otra dimensión. No sabías que
podría salir a recibirte.
Por eso, le costó tanto decidirse. Su amigo
tuvo que arrastrarle prácticamente. Sin embargo, pese a sus recelos, todo salió
bien. La chica que le correspondió era jovencita, incluso guapa, estaba limpia
y no tenía cara de loca. Iba pintada, pero sin exagerar. Tampoco hacía aquellos
ruidos tan desagradables. Todo lo contrario. Era callada y cariñosa. Tenía los
pechos como dos manzanas, las piernas largas y los muslos suaves. Le gustó la
experiencia. Así que, repitió todas las veces
que tuvo ocasión, olvidando para siempre la connotación mitad asco y
mitad miedo, que había tenido hasta ahora el oficio de esas mujeres a las que
siguió frecuentando a partir de ese día. Le parecía lo natural. En realidad, era lo que había visto siempre y
nunca se detuvo a pensar si estaba bien o no.
De sus tiempos de mili, conservó también la costumbre de hacer pesas
y gimnasia. Estaba hecho un autentico cachas. Era pura fibra.
Marta, la pelirroja, lo invitó a una casita
que tenía en el campo.
Se llevó una sorpresa con él.
__Vaya, vaya, pero que viciosillo. Si las
mosquitas muertas sois los peores…
Según
Marta, tenían una relación abierta, aunque sería más exacto decir que ella y su
marido tenían una relación abierta. El no se veía con nadie más, ni se le había
pasado por la cabeza. Tampoco había vuelto a acudir a ningún club. Con Marta
tenía suficiente. La compartía con total naturalidad y sin ningún atisbo de
celos ni cosa parecida…. solamente se acostaba con ella; no sentía amor,
ni un poco de afecto siquiera. Lo que
hiciera luego le traía sin cuidado.
Más de una vez, Jesús, el marido los vio irse
juntos.
__Tu marido nos está mirando…
__Tranquilo, piensa que eres homosexual.
Su vida entre Marta y el trabajo era
totalmente plácida. Sin embargo pronto algo comenzó a enturbiar su
tranquilidad.
__Ya me parecía a mi demasiada calma.
Cuando unos años antes, se fue al servicio
militar, su jefe contrató otro ayudante temporalmente. Pero el recién llegado
era un chico listo y vio la oportunidad. Conquistó a la hija del jefe, que
tenía entonces diecisiete años y la embarazó para más seguridad. Los casaron rápidamente. Así que cuando
Félix regresó el yerno ocupaba su puesto de vendedor.
__Tú te ocuparás de la contabilidad y de
hacer las compras, yo ya estoy mayor, iré delegando en ti. Juanito será el
vendedor y le echaré una mano de vez en cuando. Tiene mucho que aprender.
Marta
comenzó a la vez que él, a tener problemas en el trabajo. Ella con una
compañera dispuesta a progresar, que se acostaba con el jefe, un hombre mayor,
de físico bastante desagradable.
__Me entran ganas de arrastrarla por los
pelos.
Félix, porque el yerno del suyo era un trepa
y un prepotente, que se esforzó en hacerle la vida primero difícil y luego
imposible.
__Quéjate a don Antonio__le aconsejaba
Marta.
Pero él no quería en modo alguno disgustar
al hombre que había sido lo más aproximado a un padre que tuvo jamás. Hacía ya
un tiempo que había vuelto a soñar con el camino. Era señal de alarma
inequívoca. Desde la boda, dejó por decisión propia, de comer en la casa y
ahora, el marido de Teresita, insinuaba que podrían necesitar la buhardilla
para cuando el hijo se fuera haciendo mayor y quisiera vivir su vida.
__Queda mucho tiempo todavía__ decía la
suegra, visiblemente aturdida por la falta de tacto de su yerno. Miraba a su
hija buscando complicidad, pero ésta que nunca tuvo carácter, no osaba
rechistar cuando hablaba el marido.
La atmosfera era a veces asfixiante y Félix
sufría al ver como don Antonio y doña Gloria, ya mayores y bastante
achacosos, estaban siendo arrinconados
por el marido de la hija, sin miramientos.
A veces sentía deseos de coger al yerno por
la solapa del remilgado traje y golpearle la cabeza contra la pared. Pero, era
evidente que no podía hacer algo así.
Marta se lo propuso una noche después de
hacer el amor, mientras permanecían abrazados como a ella le gustaba.
__Aquella compañera de la que te hablé, me
está machacando viva. No tengo ganas de seguir aguantando, voy a dar en loca.
Se incorporó para sentarse en frente de Félix.
__Sabes lo que he pensado?
__No__ dijo mientras le oprimía un pecho con
suavidad.
__Deja de hacerme eso__ le dio un manotazo__.
Tenemos que hablar en serio. Voy a explicarte lo que tengo planeado__ Se levantó
y se puso una bata, para volver a sentarse en la cama.__ Escucha, en esta
provincia la población mayor de setenta años es del sesenta por ciento. ¿Te das
cuenta de lo que eso significa?
__¿Que hay pocos jóvenes?
__Jaa, muy gracioso. Esta gente mayor
necesita cuidados, no todas las familias pueden hacerse cargo y no hay
suficientes geriátricos, por lo cual se
esta comenzando a utilizar la asistencia en el propio domicilio. Pero, ¿qué
sucede?
Félix negó con la cabeza
__¡Hombres, siempre tan poco prácticos!.
Pues, que no hay gente preparada. Ahí entramos nosotros.
__ ¿Nosotros?
__Si, tú, yo y mi amiga Lourdes. Voy a pedir
la excedencia y crear una empresa de asistencia a domicilio. Conozco el
negocio. Atenderemos abuelitos en sus casas. La empresa no necesita apenas
infraestructura. Con una oficina pequeña es suficiente. Yo recibiré los
encargos y distribuiré al personal según las necesidades. Lourdes es enfermera,
se ocuparía de los casos que necesiten gente diplomada. Algunos los atendería
ella y si tenemos varios a la vez echaríamos mano de otra gente que ya tenemos
contactada. Tú tendrás que hacer un cursillo de auxiliar de geriatría para
cubrir el expediente.
__Oye, espera, espera, yo no hago más
cursos…
__Es muy simple. Sólo son unas 60 horas.
Aprendes lo básico: vigilancia de constantes vitales, higiene del paciente,
movilización, cosas así. Necesitaremos algún hombre para casos de abuelos que
haya que mover…¿comprendes?
__Si lo comprendo, pero yo no puedo pedir
excedencia. En mi caso sería dejar un trabajo fijo por una aventura.
__Claro que puedes pedir la excedencia.
Aunque sólo sea un año. Después ya veremos.
__A mi no me interesa el “ya veremos”.
__ Lo hemos estudiado y creo que haremos
negocio. Vamos, seguro.
__Además, yo pierdo mi casa si dejo la mueblería…
__La pierdes igual. ¿No te anda insinuando
la marcha el yernísimo? Te dejo para vivir el apartamento de mi madre. Se ha
muerto la inquilina. No te cobro renta, pagas los gastos y ya.
Marta tenía solución para todo.
__Pero está en tu mismo edificio.
__¿Y qué?
__¿Oye, a Jesús no le mosquea nuestra
amistad?
__No, ya te dije que cree….
__Vale, no me lo repitas. Pensaré lo que me
has propuesto, pero no se….
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