__¿Cuando ha sido eso, más o menos?
__Hará dos meses, tal vez a últimos de junio, después del crimen del verano.
__Entonces podían estar aquí perfectamente en invierno.
__Si señor, estuvieron. Vinieron la semana antes de navidad a recoger a
su amigo que se marchó con ellos a pasar la pascua en casa. Lo sabemos porque
desde que sospechamos le hicimos un seguimiento y preguntamos esto en la fonda.
Dijimos que uno se ellos podía haber preñado a una moza y la mujer del posadero
colaboró encantada.
__¿Desde cuándo esta ese fraile aquí, en Saláceres?
__Desde finales del verano pasado.
__Puede ser él__ dijo el marqués mirando a Josefo y luego a la joven__ Es
totalmente posible. Tenemos que conocerlo.
__Yo puedo ir el domingo a la iglesia__apuntó Josefo__supongo que estará
en misa__ dijo mirando a la joven.
__Si. Estará en misa y es fácil de identificar es el más alto y el más
joven.
Continuaron hablando de los candidatos del marqués a saber: el médico y
…
__Perdone que le interrumpa señoría, don Antero tiene coartada en los
dos crímenes de aquí. En el primero estaba con el parto de la esposa del
boticario y en el segundo había acudido a casa precisamente de mi vecino cuyo
hijo se había roto una pierna al caerse de un árbol. Yo estaba en la casa
porque la madre es amiga y allí continuaba el médico cuando escuchamos los
gritos del sacristán.
__Bien, bien, descartamos al médico__ convino don Nuño de mala gana__ os
informaré quienes son nuestros candidatos. Sospechamos del hijo del conde que
desde un poco antes de primavera se ha trasladado a la fortaleza con una mujer,
parece que casada, para vivir su pasión lejos de los rumores de la Corte. Lo conozco desde
niño es un tipo excéntrico, tiene buen porte y anda siempre de Córdoba a
Damasco. También nos hemos fijado en uno de los cuatro banqueros. Los otros
tres son viejos y no tienen demasiado buen porte. Dos de ellos son gordos y
barrigones. Os diré lo que haremos: mi amigo Josefo y yo iremos mañana a visitar al banquero en su
oficina y le haremos un interrogatorio discreto. Los asuntos del condesito los
investigará Cirilo pues es muy amigo de su hombre de confianza. Nos
mantendremos en contacto. En cuanto haga las investigaciones os enviaré recado
para que vengáis y os iré informando. Tenemos que darnos prisa para que no
asesine en otoño.
Tras despedir a la moza Josefo y don Nuño se congratularon del buen
rumbo que acababa de tomar la investigación de los crímenes y alabaron el buen
juicio de las mujeres de la Liga.
__ Son arrojadas, desde luego. Lo mismo se vengan de los alguaciles que
saben llevar una investigación. No se merecen lo que está pasando en la villa.
Mientras hablaban se vieron interrumpidos por unos gritos desgarrados,
seguidos de una sarta de maldiciones dichas por una voz sollozante. Don Nuño
salió todo lo aprisa que le permitió la cojera para ver que sucedía. Tuvo que
bajar hasta la cocina seguido por Josefo. Allí la escena era harto dolorosa. La hija de la cocinera, una
joven disminuida había sido sodomizada
por Tadeo contra la tapia trasera del palacio, cuando la muchacha regresaba de
comprar del colmado. La joven gritando histérica se había escondido debajo de
la mesa y se negaba a salir. Allí se había metido también Carlota para
consolarla, pensando en cómo escapar para avisar a las mujeres de la Liga pues
su tía la había castigado por el asunto de las garrapatas compartidas con
Jacinto.
Don Nuño tuvo que sentarse, porque
la cólera casi le hace perder el equilibrio. Ordenó a Virtudes traer a
Gundemaro y luego hizo una seña a Josefo para que se acercara.
__Tengo que disponer algunas cosas. En cuanto termine me reuniré con
vos. Aguardadme en la biblioteca.
Cuando regresó don Nuño, el asturiano preguntó cómo era posible que los
alguaciles camparan a sus respetos por el pueblo haciendo lo que les viniera en
gana sin que nadie les pusiera freno.
__No hay ante quien protestar. El Alcalde Mayor es un individuo poseído
por la gula que se pasa medio día comiendo y el otro medio cultivando unas
plantas espinosas creo que de origen africano, para las que ha hecho construir
un recinto acristalado en la parte trasera de su casa y allí pasa el tiempo que
no está durmiendo o a la mesa. El Corregidor está poco tiempo por aquí y cuando
está no recibe a nadie. Pensé hace tiempo, trasladarme a Madisboa para ver al rey, aunque me
incomoda bastante, pero lleva meses enfermo y no concede audiencias. Ahora
parece que esta moribundo. El príncipe Manuel esta por lo visto ausente así
que quien gobierna ahora es su tío
Fadrique, un elemento de cuidado. Todo queda en casa. Ellos no atienden asuntos
menores, para eso tienen aquí un representante que es como si no estuviera. Se
ocupa de lo que concierne a las arcas reales, nada más.
__¿Pensáis hacer algo al respecto?
__Acabo de hacerlo. Pero no
puedo deciros nada más por ahora. A su debido tiempo os informaré.
Después de comer Josefo se
dispuso a abandonar el palacio. Cuando lo hacía observó como Virtudes le estaba
esperando en el patio.
__Le había dicho que quería hablar con vuesa merced.
__Lo recuerdo. Usted dirá.
__Se trata de mi sobrina y vuestro criado.
Andan todo el día copulando como conejos…
__Mujer,
yo no diría…
__No me interrumpáis. Como conejos. Ahora los
dos tienen las nalgas llenas de garrapatas, adquiridas en el pajar por estar
con el culo al aire sobre el heno ¿haciendo que? Copulando como conejos. No
quiero que mi sobrina se quede preñada y menos de un mindundi como su criado.
__Virtudes, Jacinto es un criado tal y como lo es su sobrina y es además
un muchacho bueno y trabajador, honrado y fiel. No le dedique epítetos
peyorativos, se lo ruego.
__No me diga palabras raras para confundirme. No quiero que preñe a mi
sobrina, que está castigada y no va a volver a verlo a solas. Espero que vuesa merced colabore.
__Descuide. Hablaré con el. ¿No ha pensado usted por ventura que pueden
haberse enamorado?
__Están engolfados. Eso es lo que están y no se hable más. Se acabó la conversación__
sentenció el ama haciéndose un lado para que Josefo continuara su camino. No
para que continuara si quería sino para que lo hiciera de todas, todas.
__Vaya por dios. Ya estamos como siempre. Sólo es pecado hacer el amor__
pensó en voz alta Josefo.
Cuando ya salía se volvió y le preguntó por la muchacha agredida.
__¿Cómo se encuentra la chica de la cocinera?
__Mal__ respondió Virtudes con brusquedad cerrando el portón en sus
narices.
A la mañana siguiente temprano, don
Nuño le recogió para ir a ver al banquero dando un corto paseo hasta su
oficina. Era, como todos, judío sefardita y se había criado con los abuelos
maternos en Italia, en la Lombardía. Era
realmente un hombre alto con buen porte, con medias de seda y zapatos picados
muy a la moda. Fue lo primero que observaron ambos mientras le estrechaban la
mano. Con la excusa de hacer una inversión don Nuño entabló conversación que el
lombardo acepto encantado. Hablaron de Italia, donde el marqués pasó muchos
años de su vida militar. Hablaron, como no, del gusto por viajar y de la vida
en Saláceres que debe ser aburrida para alguien como vuestra merced
acostumbrado a Milán. Soy de Bérgamo, dijo el banquero. Ah de Bérgamo ¿Cuánto
hace que no visita su pueblo? Bastante, bastante tiempo…
No se enteraron de gran cosa
respecto a los gustos viajeros del italiano. Visitaba Madrid con relativa
frecuencia, pero eso fue antes de que su mujer hubiera parido gemelos. Ahora
todo el tiempo libre lo dedicaba a estar con sus hijos, ya era algo mayor para
la paternidad y pensaba que tendría poco tiempo para disfrutarla. Por ello
había delegado los viajes en su segundo. Hacía casi dos años que no había
visitado España. Don Nuño quiso conocer al segundo banquero. Se decepcionaron
lo suyo, porque el hombre era bajo y rollizo, nada de buen porte ni de buena
facha. Ninguno de los dos era el asesino. Seguro.
Cuando salieron el marqués estaba
casi convencido de que las damas de la
Liga estaban en lo cierto. Podía ser el fraile.
__Mañana iré a la misa de
doce__afirmó Josefo__ observaré a los frailes, descubriré a nuestro hombre y me
haré amigo de él si lo considero menester, luego ya veremos…
Eso fue lo que hizo exactamente ,
desayunó en el huerto con calma y se dirigió a la iglesia. Había varios fieles
congregados en la plaza en corrillos, cambiando impresiones, interesándose por
la salud del convecino e incluso haciendo negocios antes de la misa.
Josefo paseó la mirada sobre la
gente y decidió entrar en el templo, porque a aquellas horas el sol ya hacía
sudar a quien se detenía mucho rato bajo sus rayos.
Cuando se hallaba ante la pila del agua bendita admirando una pintura de
grandes dimensiones , que representaba el martirio de un santo desconocido para
él, asaeteado no precisamente por las flechas de Cupido, se abrió el portón de
nuevo y accedió al templo una enlutada mujer tan bella como joven cuyos ojos
verdes cosieron en el acto de dos puntadas las heridas amorosas del escritor.
Era alta, casi tanto como él, morena y bajo sus vestidos negros se adivinaba
una suave figura. Las manos, que sujetaban el misal, eran largas, finas y blancas. Manos hechas para
las caricias, sin dudarlo. Boquiabierto, rozó los dedos de Raquel con los suyos
bendecidos en la pila y se hizo a un lado medio azorado para cederle el paso.
Ella sonrió apenas mientras su corazón se aceleraba tanto que temió se le
notaran los latidos a través del vestido.
Josefo la vio alejarse por el largo pasillo como si flotara en la
semipenumbra que propiciaban las velas que se agitaron alegres con la brisa de
su andar.
Detrás iba su criada a la que Jacinto había descubierto, también. Era más
delicada que Carlota y posiblemente menos asequible, pero a él le había causado
muy grata impresión. Se le había acelerado el pulso lo que era buena señal.
Josefo contempló a la mujer hasta que ella se acomodó, suponía, que en su sitio
acostumbrado. Entonces se adentró en el templo y se colocó detrás.
Más tarde reconocería avergonzado
que no había prestado ninguna atención a los frailes ni a la misa. Ni recordó
siquiera el motivo por el que había acudido a la iglesia. La silueta de Raquel
ocupaba todo su horizonte. Sacó el
cuadernillo que siempre portaba y escribió sobre la marcha unos versos
dedicados a quien iba a ser de ahora en adelante la mujer de sus pensamientos.
No se enteró de lo que aconteció en la iglesia. Habría sido
una misa como era de suponer, pero si el oficiante hubiera anunciado la venida
del fin del mundo, que la Virgen le acababa
de revelar, reflejada en el agua de la pila mientras se lavaba, le hubiera
pasado absolutamente inadvertido.
Cuando terminó el oficio salió del banco al
paso de la joven y le deslizó el papel lo mismo que hiciera con el agua
bendita. Luego le hizo una respetuosa y rendida reverencia. Se le daban bien
estas cosas, tenía práctica. Había hecho mucho teatro.
Raquel cerró el puño apretando el
papel y con el corazón en la garganta, abandonó la iglesia, atravesó la plaza y
penetró en el zaguán de su casa. Allí casi en penumbra, se dispuso a leer lo
que el apuesto joven le había escrito.
Oh, día iluminado
Ojos que al mirar
Cosen heridas
Abiertas, del pasado
Brisa cuyo soplo
Riza la corriente
De mi sentimiento
Que olvida amarguras
Y presagia sueños.
Luz del porvenir
De amores eternos.
¿Sera poeta? Pensó Raquel.
__Luisa, ¿has visto a los dos
hombres de esta mañana en la misa?
__Si señora. He hablado con el
criado. Se llama Jacinto, son españoles como vuestra señoría, creo que muy del
norte.
__¿Podrías enterarte quienes son?
__Desde luego, señora. No será
difícil.
Continuará...
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