Al palacio de Picos Erizados, no llegaron aquella noche ni
médicos ni sacerdotes, por ello, al marqués del no le quedó otra que avenirse a
hacer de intermediario entre Dios y el noble leonés.
Bastante contrariado, se sentó en un frailero al lado de la cama del
moribundo, dispuesto a escuchar lo que tuviera a bien referirle.
El conde español agarró con las pocas fuerzas de que disponía la mano de
don Nuño, como si ello le mantuviera asido a la vida, y comenzó la confesión, o
digamos mejor el relato, para no incomodar al marqués.
__No se por donde comenzar.
__Hacedlo por el principio, es lo mejor.
El noble del Páramo inspiró aire con avaricia y comenzó a relatar entrecortadamente
los hechos que tanto le atormentaban. Don Nuño atendía con resignación.
“Ocurrió padre, que uno de nuestros pastores estaba casado con una
hermosa mujer, hija de la costurera de la condesa, a la que dejó preñada un
caballero leones que pasó por la casa para hacer negocios con el trigo y la
cebada de sus tierras del Páramo. La condesa se empeñó en casarla a toda prisa
con quien fuera para que su criada no
sufriera esa deshonra. Ella y sus damas se afanaron con ahínco en buscarle un
marido lo más pronto posible porque esas cosas son difíciles de mantener en
secreto ya que el tiempo navega en contra.
Providencialmente apareció el pastor de ovejas por la casa porque el
lobo había hecho estragos en el rebaño y precisaba ayuda para poder mantenerlos
a raya.
La condesa y yo nos miramos y sin
mediar palabra nos entendimos. Luego de tantos años juntos es lo normal.
El pobre rapaz venia con una herida muy seria que por poco lo transporta
a la otra orilla; estuvo en la casa bastante tiempo, entre la fiebre, los
delirios y los sopores del licor que le daban para poder aguantar el dolor
cuando el médico le curaba las laceraciones de los dientes del animal, afilados
y ponzoñosos como la lengua de las viejas putas. Perdonad padre, eso es lo que
decimos por mis lares.
__No os preocupéis hijo, me hago cargo de sobra.
Cuando volvió en sí, se encontró casado con la muchacha y esperando un
niño, lo que le llenó de estupor al
principio, pero que una vez observada
mejor la moza le pareció todo ello un regalo de los cielos, aunque no
comprendía cómo había sido que no recordaba nada de nada. El médico le hizo
notar que las fiebres producen graves fallos en la memoria, pero que como era
bien patente había cumplido como cumplen los hombres que se visten por los
pies. El pobre pastor era un alma noble y creyó de muy buena fe todo lo que le
contamos, aunque hizo constar que le hubiera agradado sobremanera recordar
siquiera un poco de lo que había hecho con la moza para engendrar al zagal que
venía en camino.
La gente de la aldea que conocía de sobra las andanzas de la hija de la
costurera con el triguero y antes con
muchos otros, le echaban en cara su credulidad rayana en la bobería.
¿Cómo me va a mentir mi amo?, replicaba cuando alguien le reprochaba su
candor. Tonto que eres tonto. No te consiento que insultes al señor conde, el
no me mentiría jamás. Tenéis envidia de la belleza de mi esposa, eso es lo que
os pasa.
Se la llevó a vivir a la aldea, en las afueras, a la casa junto al
camino del monasterio. Bastante antes de los nueve meses, contando desde la
boda, nació el niño; un varón, que tenía el mismo rostro que su padre verdadero
y su misma mata de pelo negro. Nunca habíamos visto, ni la comadrona tampoco,
un recién nacido con tanto pelo. Es costumbre de los sietemesinos, dijo la
partera que estaba en el ajo, para disimular. Todos nacen con mucho pelo. Esto
constituyó una burla añadida para el padre que lo repitió por toda la aldea,
para regocijo de los aldeanos.
El bonachón del pastor me pidió permiso para llamarlo Julián como yo, a
lo que accedí de buen grado; con el consentimiento le entregamos ropa para el
niño y un dinero para la crianza. El buen hombre se hincó de rodillas y me besó
la mano sollozando agradecido.
El muchacho se fue criando bien. Era guapo y dicen que inteligente y
listo, que no es lo mismo, aunque la gente piense que sí. Decidimos, porque ni
la condesa ni yo le perdíamos la pista, aunque por razones diferentes, que
fuera a estudiar con los frailes para que aprendiera a leer y a escribir y no
se malograra su inteligencia.
Estos, estaban sorprendidos de su facilidad para aprender cualquier cosa
y de su destreza en el manejo de las armas. Además era trabajador y
voluntarioso. Sin embargo su maestro le advertía un ligero contratiempo, algo
poco aconsejable: estaba demasiado enmadrado, aunque su madre no le prestaba
excesiva atención, todo hay que decirlo, dado que prefería la compañía de otros
hombres antes que la del hijo y no digamos el marido.
Mi querida condesa, si, la quería mucho
aunque le puse los cuernos en varias ocasiones. Me arrepiento, padre, es
que me gusta la variedad, no fue por otro motivo. Mi querida esposa, como os
decía, se enteró por otras criadas de como esta mala mujer tenía tratos con la
curandera de la casa de la marca, que sabía deshacer preñeces con hierbas y
malas artes acudiendo a ella en muchas ocasiones puesto que se metía en la cama
con cualquier buen mozo que pasara por el pueblo. Hace no demasiado tiempo que
esta bruja ardió en las hogueras del Santo Oficio, gracias sean dadas.
Mientras el niño fue pequeño no estorbaba, pero al crecer, su presencia
en la casa desagradaba a la madre, porque le quitaba albedrío para tener
coyunda con los forasteros. Sin embargo el muchacho no quería separarse de ella
ni con agua hirviendo. Así que la puta de la hija de la costurera de mi señora
pensó en desembarazarse del niño del modo que pudiera, incluso se le pasó por
la cabeza ahogarlo en el río, pero gracias a los santos, creyó más conveniente
y menos trabajoso, dejarlo en el convento y habló con los frailes para llevarlo
interno al cenobio, ya que así estaría más tiempo con ellos y podría aprender
con más provecho, dado que cuando regresaba a la casa se distraía con cualquier
cosa dejando olvidados los estudios y ella no era capaz de controlarlo, porque
con ella se mostraba díscolo y desobediente, que el chico no es tan dócil como
parece, reverendo padre, decía la muy puta con tanta maestría que hasta al buen
fraile engatusó. A cambio puede ayudarles en los trabajos de esta santa casa.
Los frailes antes de tomar cualquier decisión me lo comunicaron, porque en ello
habíamos quedado. Mi esposa y yo creímos que acaso fuera bueno para el muchacho
la estancia en la abadía, puesto que se iba haciendo mayor y acabaría
comprendiendo como era su madre, de puta, quiero decir, con el consiguiente
daño que eso podría causar en su carácter y en su comportamiento futuro.
Su padre, el pastor, me refiero, no creyó conveniente separar al chico
de la madre, así tan temprano, el infeliz, pero nosotros le hicimos ver la
conveniencia que permanecer con los frailes al menos durante la semana y que
los domingos, después de la Misa, fuera
a comer a la casa y a pasar el día con ellos, cosa que contentó al padre y
desagradó a la madre.
De este modo transcurrieron los años y Julián se fue transformando en
adolescente.
Era muy buen estudiante y muy
trabajador y los frailes le permitían acercarse a la casa de los padres siempre
que lo deseara, una vez terminadas las clases y el trabajo. El chico,
demostraba cada vez mas amor por su madre a la que contemplaba embobado y a la
que seguía como un perrito cuando ella se movía por los alrededores de la casa
hasta que, cansada de llevarlo pegado a sus faldas, le tiraba piedras para que la dejara en paz.
No obstante, reparó una tarde en lo
atractivo que era el muchacho al que sorprendió desnudo cuando se bañaba en el
río. Se dio cuenta de pronto de cómo le iba cambiando el cuerpo, como iba
apareciendo el vello púbico y como el muchacho salía del baño cada día con una
deslumbradora erección de adolescente.
__Que desperdicio__ comentaba la muy pervertida.
Un mal día, se metió desnuda en
el río cuando el chico se estaba bañando. El se sorprendió al verla y
retrocedió azorado. Ella se acercó despacio como una sirena, le puso los brazos
alrededor del cuello y le besó; primero la frente, después la nariz, luego los
labios, metiendo de pronto la lengua como una serpiente dentro de la boca del
muchacho.
__ ¿Es necesario que refiráis estos pormenores?
__Si, padre. Debo contarlo todo tal y como sucedió. De otro modo mi alma
no se verá aliviada. Permitidme hacerlo a mi manera. Os lo ruego.
__Como queráis.
Os decía que le besó con lujuria.
El chico se quedó al principio un poco perplejo, estas cosas eran nuevas para
él, aunque no parecieron desagradarle. La muy pécora le tomó las manos y las
puso sobre sus senos, rodeó las caderas del joven con sus muslos, mientras le
pasaba la lengua por el cuello…
Don Nuño se levantó del asiento.
__Padre ¿Acaso os incomoda escuchar estas cosas? Perdonadme.
__Continuad, hijo. Es que me duele la pierna, no os preocupéis.
El deseo del muchacho despertó y respondió al estímulo de la puta con la
fogosidad y el vigor de sus quince años
una primera vez dentro del agua y otras dos en la ribera del río sobre la
hierba. Uno de mis criados lo presenció todo sin dar crédito. De todos modos,
los gemidos y los gritos iban en progresión
a medida que los orgasmos ganaban en intensidad, por lo cual mas vecinos
los oyeron, creyendo por ello que la
puta de la mujer del pastor estaba retozando con algún forastero y se
apresuraron a acercarse para mirar. La gente disfruta con estas cosas. Cuando
están en pleno éxtasis les tiran piedras. Pero ella se apercibió del peligro,
como una loba, y se fueron a toda prisa para la casa.
No la denunciamos por respeto al
pastor, porque nos daba mucha pena el hombre y porque yo me sentía culpable.
Llegado este punto el conde casi se ahoga del sofoco. Don Nuño se
apresuró a darle agua y aguardó el tiempo necesario a que se calmara para que
prosiguiera. Ya le estaba interesando la historia.
Conseguí
que los frailes no dejaran salir al muchacho como antes, argumentándoles que la
madre andaba con muchos hombres y no era conveniente que el chico la
sorprendiera. Pero este lograba escaparse para yacer con ella como si fuera su
novia. Yo no daba crédito, por eso mi criado me sugirió que me acercara para
ver. Y eso hice.
__¿Eso hicisteis?__ se escandalizó don Nuño.
Si, cuando el chico se llegaba a la casa por las tardes, ella atrancaba
la puerta y se lo llevaba al dormitorio. Todas los días igual. Ya no yacía con
otros hombres, con Julián tenía más que suficiente y él acudía al tálamo como
un corderito. Observamos por una rendija de las contraventanas. Al principio ella
estaba sobre el muchacho. Desnudos los dos por completo…
__Evitad estos pormenores.
__No puedo, debo descargar mi conciencia. Tengo que referirlo como pasó.
Me siento muy culpable.
Luego,
tras dos o tres penetraciones, ella le tomaba el pene firme con la mano,
moviéndola arriba y abajo y, ¡no os lo vais a creer!, cuando Julián estaba
nuevamente erecto…ella, ella…"
Por suerte para don Nuño, el conde se ahogaba y tuvo que hacer un alto
forzoso en el pormenorizado y descriptivo relato. El marqués salió para beber
agua, mientras, entró don Pedro para acompañar al conde por si precisaba algo.
Cuando reanudaron la confesión don Julián del Páramo continuó refiriendo las
relaciones incestuosas que la pastora mantenía con el hijo.
"Nos
fuimos escandalizados. Decidí, sin decirle nada a la condesa porque no me
atreví para no hacerla sufrir, hablar con la madre, recriminarle su conducta
escandalosa y amenazarla con contarle al padre sus relaciones con el muchacho.
No os atreveréis, me dijo. Mi marido no os creerá de todos modos y vos
perderéis la oportunidad de probar alguna de las delicias que habéis
presenciado. Seguro que mi señora la condesa no es capaz de satisfaceros del
modo que yo lo haré, si mantenéis la boca cerrada.
__¿Que me harías?, pregunté curioso. Todo lo que habéis visto y algo más
que no tenéis ni idea de que se pueda hacer.
__ ¿Me harías lo de la boca?
__¡Don Pedro!__ exclamó don Nuño escandalizado.
__Perdonadme padre. Soy un pecador y un lascivo, lo sé. Pero si vierais
lo placentero que resultó. Hacía años que no sentía un goze tan…
__¡Don Pedro!. Os prohíbo que continuéis. Ya me hago una idea bastante
exacta de las artes amatorias de la mujer. Continuad con la historia, por
favor.
El conde del Páramo tuvo que resignarse a obviar lo referente al sexo y
referir los hechos sin falta de ilustrarlos tan detalladamente.
La
relación con el hijo continuó durante al menos un año más. En ese tiempo hizo
un par de visitas a la vieja bruja de la marca. Luego pareció irse cansando del
muchacho. Prefería la variedad.
Mientras tanto la villa fue tomando auge. Eran años de paz y los
peregrinos a Santiago comenzaron a circular de nuevo en cantidad. El hospital
del convento necesitó más medicinas para los muchos transeúntes que circulaban
por los caminos y que traían todo tipo de males y de heridas propias de
caminantes. Así que el monasterio de San Julián envió al boticario con
frecuencia para traer hierbas y medicamentos que nuestro cenobio no poseía.
Este hombre era buen mozo y un pecador compulsivo, que obviando el voto de
castidad se entregaba a los placeres de la carne con demasiada frecuencia. Le
gustó la esposa del pastor, como era de suponer y como ella no le hacía
remilgos a los hombres y menos si eran atractivos, pues se convirtieron en
amantes.
El fraile, hombre duro al que le gustaban algunas cosas raras en la
cama, sabedor de la promiscuidad de su amante le prohibió taxativamente tener
relación carnal con ningún otro bajo amenaza de muerte, que así se las gastaba
el boticario que Dios confunda. Ella pareció obedecerle y rehusó a los hombres
excepto a Julián que como era el hijo no despertó el recelo del fraile. Voy a
referíos algunas cosas que le vimos hacer al fraile. No os ofendáis.
__Pero, ¿es que mirabais también?__ se escandalizó don Nuño.
__Si padre. A estas alturas yo estaba dominado por el deseo. Ella era
capaz de hacerle a un hombre cosas que nunca se habría podido imaginar.
__Poca imaginación observo por la comarca__ pensaba don Nuño.
Por eso fuimos a ver lo que hacía
con el fraile, por si había alguna novedad.
__ ¿Húbolas?
__Si, padre. Húbolas.
El ya os digo era un poco especial. Disfrutaba atándola a la cama de
manos y pies y lo que es peor fingía ahogarla con la almohada mientras la
penetraba, con tanta fuerza, que una vez casi intervengo pues creí que la había
matado sin querer, ya que ella sufrió unos espasmos muy violentos y luego se
quedó quieta como si se hubiera muerto. Ya os digo que iba a irrumpir espada en
mano, cuando ella abrió los ojos y dijo: hoy ha sido el mejor de todos, casi
pierdo el conocimiento de placer. Luego, ella se ponía encima y le hacía lo mismo a él. Yo quise probarlo, pero
los acontecimientos se precipitaron y no pudo ser.
__Señor, señor. Cuanta concupiscencia__ Exclamó don Nuño muy metido ya
en su papel de confesor.
Era el
primer día de primavera de aquel infausto año. Había llegado lluviosa y fría.
El boticario venía a la villa cada cambio de estación para traer medicinas,
brebajes y ungüentos. Había tenido algún encontronazo con el muchacho a quien
no le agradaba en absoluto, podéis imaginaros porqué. Este había llegado una
tarde a la casa y los había visto copular por la misma ventana que nos. Seguro
que le extrañó lo de la almohada, porque no creo que ella hubiera hecho eso
antes con nadie. Fue también una novedad.
Llegó la noche y el boticario no se había presentado
en el monasterio, los frailes extrañados salieron a buscarle. La mula continuaba atada en el corral del
pastor. La puerta de la casa estaba abierta. El fraile le llamó por su nombre y
al no obtener respuesta, penetró en la vivienda. En medio de la cocina yacía el
cadáver del boticario con un hacha clavada en medio del cráneo, sobre un charco
de sangre negra como el alma del lujurioso monje. Estaba medio desnudo. Un poco
más allá vio el hábito tirado en el
suelo de la habitación. Allí, en la cama, atada de pies y manos yacía la
pastora. La habían ahogado con una almohada que aun tenía sobre la cara.
El fraile salió corriendo aterrado pidiendo socorro. Todo el pueblo
creyó, sin dudarlo un instante, que había sido obra del pastor; cansado de
tantos cuernos, por fin había reaccionado, el hombre. Más vale tarde, decían
los aldeanos, a los que pareció de perlas la venganza. A mí me resultaba
imposible creer una cosa así, conociéndole como le conocía. Los frailes
aseguraron que Julián, que no demostró ningún sentimiento, tan conmocionado
quedó, el pobre, estaba esa tarde en el convento estudiando. Se pensó en
cualquier otro amante celoso. Pero el pastor confesó.
__He sido yo don Julián__ me dijo cuando fui a visitarle a la cárcel__ fui
yo. Ya no aguantaba más. La había visto con nuestro hijo. No os vais a creer lo
que le hacía. Casi me vuelvo loco.
__El pobre pastor sollozaba con verdadero sentimiento. Daba mucha pena,
padre y yo me sentía tan culpable, me sentía responsable de todo lo acontecido.
__No debéis sentiros así. Vos no tenéis la culpa de que ella fuera tan
depravada.
El pobre pastor sólo me rogó que hiciera una cosa. Cuidad de mi hijo.
Prometédmelo. Sabéis que es un muchacho inteligente y bueno, no lo abandonéis
señor conde. Jurádmelo. No lo abandonéis. ¿Qué será de él solo en el mundo? Aun
es muy niño. No lo abandonéis, por caridad.
Jamás creí que mi pastor fuera el asesino. Pensé en cualquier amante de
la puta que los sorprendió ese día, les mató, se largó del pueblo y nunca más
volvió por aquí. Conmocionados como nos quedamos, nos ocupamos del hijo la
condesa y yo porque así se lo había prometido al padre. Le instalamos en el
castillo y más tarde le enviamos a Salamanca. Quería estudiar leyes. Fue tan
bueno y tan agradecido con nosotros, era tan gentil y tan guapo que mi esposa y
yo, ya mayores y sin hijos, decidimos adoptarle legalmente para que el titulo
no se perdiera y el castillo y las tierras quedaran en buenas manos. Además de
este modo pensábamos reparar de algún modo el daño que le hicimos a nuestro
pastor sin mala intención. Solamente tratábamos de ayudar a la costurera de mi señora
y ya veis lo que aconteció con ello. Por eso Dios nos castigó.
Don Pedro guardó silencio un buen
rato. Esta vez no le faltaba el resuello, se calló porque el llanto no le
permitió continuar. Don Nuño dejó que llorara todo el tiempo que fuera preciso,
para aliviar su tristeza. Cuando se recobró un poco, el noble español prosiguió
su relato.
Continuará...
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