IV
Mientras
continuaba la nevada, el rey de León, don Alfonso el séptimo y doña Gontrodo
Petri continuaron sin tregua sus encuentros amorosos. La joven allerana no
volvió a acordarse de su marido ni cuando se hallaba a solas, puesto que
Alfonso, como había dado en llamar al rey, era un buenísimo amante y parecía
totalmente rendido a sus encantos.
Don Pedro y doña María casi no se hablaban
en los escasos momentos en los que se veían. Don Pedro prefería no escuchar a
su esposa ni tan siquiera ver su cara de consternación cuando preguntaba por
los amantes. Esa mañana, no obstante, los hados quisieron que ambos se encontraran
un momento en el refectorio para que don Pedro murmurara antes de irse:
__A ver si la niña cumple y se queda
preñada.
__ ¡Cómo! ¿Sería necesario?
__Sería perentorio__ sentenció don Pedro
saliendo de la estancia.
__ ¡Aulagaaaaaa! Que venga Aulaga__ casi
suplicó a sus sirvientes.
Cuando llegó la hechicera doña María lloraba
con desespero. Todo eran problemas y ella ya no sabía qué hacer. Cada decisión
que tomaba estaba errada a criterio de don Pedro. Doña María no entendía para
que necesitaban un bastardo con la mala fama que tenían.
__Haz que se quede preñada.
Aulaga no preguntó, pero hizo notar algo.
__El efecto de la hierba que toma para lo
contrario tardará en retirarse unos días.
__ ¿Cuántos?
__Tres o cuatro, cinco incluso.
__ ¿No puedes darle algo para anular el
efecto?
__No. Ya toma demasiadas cosas. Dejemos que
cada una siga su curso natural.
__Que no deje de nevar entonces.
__Estoy en eso. Don Pedro me lo pidió.
__Menos mal. Me voy a mis aposentos, ya no puedo
más.
Cuando estaba a punto de tomar la escalera,
el encargado de la despensa la interceptó con cara de preocupación.
__Señora, no hemos podido ir de caza y en
las trampas solamente han caído conejos y un raposo. Las ocas se terminan hoy.
¿Qué hacemos?
__Los cerdos__ respondió doña María con la
mirada perdida.
__De acuerdo.
__¡Despensero!
__Señora.
__Reza para que caigan jabalíes en las trampas.
Mientras los amantes se amaban como
corresponde y los señores de la fortaleza se preocupaban por motivos diferentes,
los dos Juanes continuaban la investigación del crimen.
Juan García sabía varias cosas. Los frailes
de Eslonza eran benedictinos como los del monasterio vecino a la fortaleza, que
aunque en territorio de don Pedro, obedecían a la orden y era lógico que
desearan las tierras en litigio, que no eran cosa baladí, para sus compañeros
de hábito. ¿Qué tenía eso que ver con la muerte de Camponegro? Pudiera parecer
que nada en absoluto, pero a estas alturas Juan García ya tenía una sospecha
fundada de la que no hablaba porque solamente era eso: sospecha, indicios. Sin
embargo había motivo y eso era importante. Si hay motivo, ocasión y
beneficiario, hay criminal. Otra cosa iba a ser hallar pruebas. Pero tiempo al
tiempo. El abad había sido invitado a última hora; doña María fue quien se dio
cuenta del olvido y don Pedro envió un emisario a invitarle en nombre del rey y
en el suyo propio, haciéndole notar que la tardanza había estado motivada por
no saber exactamente si el rey iba a llegar para la cena o no.
García cotejaba cada día las pesquisas con
Juan Tabarés. Este había averiguado que el hijo de don Alvar muerto en combate,
se hallaba muy lejos de los leoneses, en el flanco opuesto, porque en la toma
de Gauzón no se habían mezclado las tropas. Cada una había cumplido un cometido
diferente. Por tanto no había ningún leonés entre los asturianos, ninguno por
ende, sospechoso de nada. O sea que la probabilidad de que los caballeros
trataran de envenenarse mutuamente por rencillas de la batalla, era remota.
Entonces ¿para quién era el veneno? Según él para el rey o para don Pedro. ¿Por
qué? Por el litigio con la orden de San Benito.
__ ¿No iréis a pensar que alguien alentado
por la orden ha cometido el crimen?
__ ¿Por qué no?
__Es muy grave acusar a la orden de tratar
de asesinar al rey.
__Tal vez no fuera al rey. Probablemente
fuera a don Pedro. Tratar de envenenar al rey es improbable puesto que su
ayudante prueba cada copa de vino y cada vianda antes de que el rey las toque.
Aunque siempre hay un resquicio. Nada es imposible. Pero a don Pedro es fácil.
Por otra parte el rey no acudió a la cena, con lo cual la teoría del veneno
para el rey se desvanece por sí misma.
__El copero trae el vino en las jarras y de
esas jarras se sirven todos, incluso el rey, no sé como…
__No ha sido el copero. Alguien puso el
veneno en una copa específica…
__En la de Camponegro.
__Tal vez no. Acompañadme al refectorio.
Vamos a hacer otra reconstrucción.
Volvieron a precisar los servicios del
copero no tanto para que les indicara
donde estaba sentado cada caballero, sino para que detallara lo más exactamente posible, de qué
modo se sirvió el vino, una vez que los caballeros comenzaron a levantarse de
sus puestos.
__ ¿Eso aconteció una vez que don Pedro se
retiro, verdad?__ Preguntó el leonés que no estaba muy de acuerdo con las
sospechas del otro Juan.
__No, no señor; ocurrió toda vez que doña
María se fue.
Juan
García le interrogó con la mirada e hizo un gesto ostensible para que
continuara el relato.
__Cuando la señora se levantó para irse, los
comensales se pusieron en pie, y a partir de ahí, comenzaron las charlas
informales y los corrillos; algunos caballeros no volvieron a sentarse y otros
lo hicieron en puestos diferentes al que ocupaban desde el principio. Don Pedro
ordenó dejar el vino sobre la mesa y que cada caballero se dispensara a su
gusto. Yo, no obstante, permanecí atento, porque los caballeros están
acostumbrados a que les sirvan.
__Fue en ese momento cuando se envenenó la
copa que bebió don Alonso.
__ ¿Participó el abad en los corrillos o
permaneció en su sitio?
__ ¡Qué manía habéis cogido con el buen
abad!
__El abad continuó sentado. No está el buen
hombre para muchos trotes, casi se queda dormido. Permaneció en su puesto y
mantuvo una cierta conversación con don Alvar.
__ ¿Y don Gualtero?
__Don Gualtero se levantó porque la pierna
le dolía bastante y daba pequeños paseos alrededor de la mesa, parándose cuando
era preciso, cuando el dolor se agudizaba y vuelta a empezar. Apenas probó el
vino, lo necesario para tragar la cena.
__En una de esas vueltas pudo envenenar el
vino__ apuntó el leonés convencido.
__ ¿Quien acompañó al abad?
__Lo acompañó otro fraile que cenó en la
cocina. Allí estuvo hasta que el prior lo mando llamar para irse, una vez que
doña María abandonó el refectorio.
__Pero no se fueron inmediatamente…
__No señor, tardaron un buen rato, hasta que
don Pedro se retiró.
__ ¿Y que hizo el fraile?
__Estuvo tras la silla del abad y luego se
acercó al fuego, mientras el abad conversaba con don Alvar.
__Frente al fuego estaba el puesto de don
Pedro.
__Si señor.
__Muy interesante. ¿Alguna vez lo perdiste
de vista?
__Si señor, muchas. Los caballeros se movían
y yo les seguía con la jarra de vino. Me llamaban continuamente de un sitio y
otro.
__ ¿El fraile bebió?__ preguntó Juan el
leonés.
__No, no señor. El abad si, bebió bastante.
__O sea que nuestro fraile pudo tener acceso
a la copa de don Pedro…
__Los caballeros no se separaban de las
copas de vino.
__Los caballeros tal vez no, pero don Pedro
pudo haberla dejado sobre la mesa en algún momento…
__Como poder sí que pudo…
__ ¿Tú no observaste nada así? ¿No viste su
copa sobre la mesa?
El copero pensó un buen rato. Juan García le
dejó a su aire.
__La copa de don Pedro, permaneció sobre la
mesa, si. Don Pedro la dejó allí, para mayor comodidad, supongo. Porque lleva
el bastón en la derecha y sostener cualquier cosa con la izquierda le acaba
molestando. Además, la pierna le duele tanto, que precisa apoyarse en el bastón
con ambas manos, y eso fue lo que hizo mientras conversaba de pie con los
caballeros.
__O sea, que la copa de don Pedro permaneció
sobre la mesa durante casi toda la sobremesa.
__Si señor. Pero le hago notar que don Pedro
no bebió. Yo no recuerdo haberle vuelto a servir.
__Pero eso el asesino no podía saberlo.
__ ¿A dónde queréis llegar?__ inquirió el
leonés__ Os noto muy empecinado con vuestra teoría.
__Mi teoría tiene más enjundia de la que vos
creéis. Muerto el can terminó la rabia o dicho de otro modo: Sin don Pedro, no
hay pendencia con el abad de Eslonza.
__Y lo envenenan así, estando el abad de
aquí presente en la cena…
__El abad y un montón de caballeros astures
y leoneses. Mucha gente sospechosa, caballeros enfrentados por un sinfín de
historias: rencillas, cuernos, pendencias de todo tipo… ¿Quién va a sospechar
de unos frailes y en concreto de un abad achacoso y viejo que casi se duerme,
que de hecho se durmió sobre la mesa en algún momento.
__No lo veo.
__Pues yo si lo veo y os lo voy a demostrar:
Alonso de Camponegro fue hallado muerto aquí ¿verdad copero?
Mientras el copero asentía Juan García se
sentó en el puesto que ocupó don Pedro.
__Supongamos que Camponegro se sentó aquí en
un momento de la sobremesa, cuando ya don Pedro se había retirado.
__Si, lo hizo__ confirmó el copero.
__Bien. La copa de don Pedro permanecía en
su sitio llena de vino y Camponegro la bebió y se envenenó, se sintió mal y al
tratar de levantarse se desplomó aquí, delante de la chimenea…que fue donde se
le encontró. Los caballeros tardaron en apercibirse porque la mayoría estaban
ebrios y muchos dormidos de cualquier manera. En principio, que Alonso
estuviera desplomado en el suelo no llamó la atención, hasta que los caballeros
comenzaron a irse, ya amanecido.
__Eso es solamente una teoría.
__Es una buena teoría__ aseveró el copero.
__Tú te callas. Tu opinión no cuenta.
__Si cuenta. Demuestra que es una deducción
lógica.
__Bien. Sabemos que don Alonso murió y
suponemos que el veneno era para don Pedro, pero ¿quién lo puso en la copa? Esa
es la cuestión.
__El fraile que acompañó al abad. Es el
único que tenía motivo. Y no el fraile en concreto__ se apresuró a precisar Pedro García, ante el gesto de escepticismo del otro Juan__ sino la orden. La orden
tenía y tiene motivo para querer muerto a don Pedro y habiendo motivo y ocasión
hay asesino.
__Tendréis que probarlo.
__Lo haré, no os quepa duda.
Continuará...
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