VI
Don
Alfonso de León, conocía la sequia en la frontera, y sabía que de continuar así
las cosas llegaría una hambruna. Por ello, antes de partir hacia la contienda
en Asturias, dejó ordenes explicitas de comprar grano en Castilla y carne en
Navarra, y suponía que sus previsiones habrían bastado para solucionar el
problema, no obstante nunca se sabía el rumbo real que tomarían las cosas, ni
los obstáculos imprevisibles, y no tanto, que les saldrían al paso.
Juan
Tabarés no acertaba a explicarle bien el rumbo de la investigación, por ello el
rey dispuso que Juan García le refiriera sus conclusiones, dado que eran de él
en solitario, puesto que el Juan leonés solo había apresado a los curanderos y
poco más.
García
hizo al rey un relato exhaustivo de sus pesquisas con todo lujo de detalles,
incluyendo un dibujo improvisado de la posición en la mesa del caballero
asesinado y como él estaba seguro de que el veneno se había puesto en la copa
de don Pedro y que don Alonso lo bebió por casualidad.
A
don Alfonso, rey, le parecieron sensatas y creíbles las conclusiones de García.
Los hechos estaban claros. Todo era perfectamente veraz. Solo faltaba un
detalle: el principal. ¿Quién puso el veneno en la copa de don Pedro?
__Pienso
sin lugar a dudas que fue el fraile que acompañaba al abad. El tuvo la ocasión.
__Y
vos creéis que es por las tierras del monasterio de Berbio.
__Lo
pensé desde el principio, y al conocer la hambruna lo afirmo con más
rotundidad.
__La
carne se puede comprar en Navarra y en otras partes.
__Si,
pero dada la necesidad del momento puede ser muy cara y el monasterio anda
escaso ahora mismo de peculio. Las lagunas de Villafáfila le han costado un
dineral. El precio subió al pretender las pausatas
otro monasterio gallego de la orden del Cluny y los monjes no andan
boyantes ahora mismo. Por ello es de vital importancia Berbio. El cereal y el
ganado valen un dineral en estos momentos. Con Berbio en su poder ellos aprovisionarían los alimentos; por ello precisan que el litigio
se falle a su favor y estando detenido aquí vuestra alteza, fuera tal vez muy
conveniente que don Pedro desapareciera. De este modo no podría influir en vos,
ni él ni nadie de esta fortaleza. Estando de luto…
No
habría fornicio con la hija, pensaron todos. Las conclusiones eran más que probables,
tuvo que admitir el rey. Alfonso se sentó con gravedad, miró a Juan García con
interés e hizo mentalmente un resumen de lo oído. El monasterio de Eslonza
podría ser, ciertamente, el único interesado en la desaparición de don Pedro,
pero probar el envenenamiento iba a ser muy difícil y así se lo hizo notar a
los dos investigadores.
__Hay
un medio__ afirmó Juan García.
__Decidme
cual.
__Hacer
confesar al fraile.
__
¿Cómo?__ preguntaron a la vez Alfonso y Juan Tabarés.
__Puedo
hacer que lo traigan aquí sin que el convento sospeche y una vez en nuestro
poder, hacerle confesar no será difícil.
__
¿Sabéis con certeza que fraile es?
__El
copero lo conoce bien. Habría pensado que él lo atraiga con una excusa que ya
pensaremos y una vez aquí…
__Cuando
vean que no regresa vendrán a por él.
__No,
si no saben dónde está.
__Bien__
dijo el rey poniéndose en pie__ hacedlo. Confío en vos. Pero antes de tomar
cualquier decisión definitiva, quiero conocerla personalmente.
__Así
será señor.
Juan
García habló con el copero. Este, hombre diligente, ya había pensado en algo.
__Este
fraile es quien provee de peces al monasterio. Tiende redes para salmones, y
cada día va a recoger la pesca. Cuando se trata de salmones va acompañado, pero
ahora solo caen truchas y carpas y se arregla solo. A veces sube hasta las
redes nuestras, cuando lo caído en las suyas le parece poco, no se lleva bien
con nuestros rederos. Cualquiera de ellos lo interceptará con gusto y lo
llevará donde vos digáis.
__No
debe reconocer a los agresores, porque luego vamos a soltarlo; solamente
queremos que hable. Una vez apresado, deben cubrirle los ojos y traerlo aquí.
El resto ya corre de nuestra cuenta.
__Así
se hará. Perded cuidado.
A
primeras horas de la mañana siguiente, el copero avisó a Juan García.
__Ya
está la pesca en su sitio.
__Perfecto.
Gracias copero.
__Permitidme
que yo le interrogue__ solicitó Tabarés.
__Voy
a hablar con él. A lo mejor confiesa por las buenas. Si no lo hace será todo
vuestro, pero recordad: Muerto no nos sirve.
El
fraile pareció sorprenderse de que hubiera habido una muerte en la Torre y negó
por activa y por pasiva tener nada que ver con ningún crimen ni con ningún
veneno. García le sirvió en bandeja los hechos según él pensaba que habían
sucedido, pero el fraile se negó a confirmar la sentencia. El vino a acompañar
al prior, ni siquiera estuvo en el comedor.
__Si
que habéis estado. Tengo infinidad de testigos que lo corroboran.
__Estuve
solo un momento, tan escaso que ni siquiera lo recordaba.
__Mentís,
como habéis mentido antes, cuando afirmabais no haber estado en el comedor.
__Pasé
a recoger al prior y, mientras él conversaba con don Alvar, me acerqué al fuego
porque me encontraba mal y tenía mucho frío.
__Sois
un embustero.
__Yo
no tengo la culpa de que vos no tengáis ni idea y andéis tratando de arrimar el
muerto a algún infeliz.
__Sé
muy bien lo que me digo. Aunque sé también que el crimen no fue idea vuestra.
Hicisteis lo que os ordenaron hacer. Esto será un atenuante. Os librará de la
muerte y si colaboráis yo haré que vuestra condena sea ínfima. Huir de las
mazmorras es fácil…con ayuda. Pensadlo.
__No
vais a convencerme. No voy a cargar con vuestro muerto.
Juan
García se acercó al fraile que no había perdido el aplomo ni la arrogancia.
__Os
conviene hacer memoria. Creedme.
Cuando
se quedó a solas, pensó un momento en el trato que le había ofrecido su
interrogador. Dudó un minuto apenas. En seguida se convenció de que ponerse en
contra de la Orden era firmar su sentencia de muerte. Este reino y los demás
estaban plagados de conventos, donde quiera que fuera estaría en riesgo de ser
envenenado en cualquier momento o muerto de otro modo peor, menos sibilino y
más explicito y más doloroso. Eslonza era mucho convento. Incluso el rey les
tenía respeto y no por la religión precisamente. Además no creía que pudieran
demostrar nada de nada. Eran bravatas.
Juan
Tabarés ya tenía todo dispuesto. Torturar era fácil, además ya estaba todo
inventado. Solamente había que aplicarlo. La tortura que iba a emplear con el
fraile era de lo más simple. Primero le ataron las manos a la espalda y luego
lo colgaron por las muñecas. Utilizando una viga como polea, lo subieron lo más
arriba posible y lo dejaron caer sin miramientos, hasta casi tocar el suelo.
García escuchó los gritos cuando tras un par de caídas los brazos se le
dislocaron. Caso de no resultar, el leonés tenía pensado utilizar el embudo,
aunque García le hubiera indicado la conveniencia de mantenerlo vivo, porque
muerto no hablaría, seguro.
El
fraile aguantó, gritando de dolor eso sí, pero aguantó sin hablar unas cuantas
subidas y bajadas. Tabarés que carecía de paciencia, mandó descolgarlo y traer
el agua y el embudo. Su ayudante, con buen criterio, avisó a García. Cuando
este llegó al sótano de tortura, el fraile estaba a punto de reventar.
__Dejadlo
ya. Muerto no sirve.
__Es
que no habla.
__
¿Cómo va a hablar, si lo estáis asfixiando?
Tras
una pausa larguísima, lo que tardó en recuperarse, el fraile miró a García con
ojos de súplica y este hizo salir a los demás. Cuando pudo hablar, García le
conminó a confesar de una vez.
__Más
que nada, para ahorraros sufrimiento inútil.
__Si
hablo, la Orden me matará tarde o temprano.
__Pero
tenéis una oportunidad. Una vez libre podéis ir donde os plazca. Yo os daré una
buena suma para que podáis comenzar una nueva vida en algún lugar.
Tras
un largo silencio, el fraile pensó en voz alta.
__Tengo
familia en territorio almohade, tal vez allí…Pero estos brazos…
García
asintió.
__Os
llevaré a un lugar seguro donde os curaran, luego podéis ir a donde os plazca.
Es lo que os ofrezco, o vuelvo a llamar a Tabarés.
No
obstante, el fraile volvió a dudar. García tomó asiento. Era cuestión de
paciencia. Tras muchas vacilaciones, el torturado comenzó a hablar entre
dientes. García apenas lo escuchaba.
__Os
ruego que habléis en voz alta. Nadie escucha, solo Dios y yo. Y Dios ya lo sabe
todo.
__El
botánico me ordenó poner el veneno en la copa de don Pedro. Yo no quería. No me
hice fraile para matar a nadie. Pero no tuve opción. El botánico me dijo que
era de vital importancia. Puedo juraros por Dios, que nunca mencionó al abad de
Eslonza, ni a dicho monasterio…
__
¿Intervino el abad?
__No.
Pienso que todo lo urdió el botánico. El abad no pensaba acudir a la cena, dado
que fue invitado muy entrada la noche y su salud es muy precaria. Pero el
botánico le obligó a acudir.
__Manda
mucho ese fraile.
__Es
primo de don Pedro de Gradefes, el
abad de Eslonza. Eso es un grado. Eslonza tiene mucho poder. Él lo urdió todo.
__Te
creo. Voy a ordenar al escribano que redacte una confesión y vos la firmareis.
¿Sabéis escribir?
__No.
__No
importa. Haréis una cruz, bajo vuestro nombre.
__No
me dejéis a solas con el otro.
García
refirió con prontitud los hechos a don Pedro y éste lo llevó a presencia del
rey de León.
__Alteza,
don Juan García os referirá lo acontecido.
Alfonso
el séptimo, rey emperador, escuchó con semblante grave el relato y al final
convino algo que García esperaba.
__Tendremos
que andarnos con cautela. Hay que hacer justicia, desde luego, pero antes debo
hablar con el abad del monasterio. No podemos ni debemos, obrar con ligereza en
este asunto. La muerte de mi caballero debe ser vengada, pero todos debemos
quedar satisfechos. Don Pedro disponed que avisen al abad. Lo quiero en mi
presencia tan pronto como sea posible.
Cuando
iba a salir el emisario, dos frailes aparecieron en las puertas de la Torre.
Preguntaban por el fraile trampero. Había salido ayer al amanecer y no había
regresado. Pensaban que tal vez los tramperos de la Torre le habrían visto en
el río o se habrían tropezado con el por el camino.
Juan
García les habló de regresar al convento.
__Ahora
íbamos a buscar al abad. El fraile ha muerto. Se calló al rió que baja crecido.
Cuando nuestra gente lo vio, la corriente se lo llevaba. Nada se pudo hacer.
Mis hombres os acompañarán de vuelta. El rey en persona quiere ver al prior.
Tras
esto García se fue a ver a Aulaga a casa del herrero y le pidió que curara al
fraile.
__Haré
que lo lleven a vuestra casa, gente de absoluta confianza, no temáis nada. Una
vez le curéis los brazos, se irá y vos habréis ganado una buena suma y yo os
deberé un favor.
__
¿Vais a dejarlo ir sin castigo? El puso el veneno.
__Pasará
el resto de sus días huyendo, preocupado por si lo descubren y lo asesinan.
Tendrá miedo hasta de su sombra. ¿No te parece suficiente castigo?
Continuará...
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