Capitulo V
La noche fue larga. Parece increíble lo
que tardan en pasar las horas, incluso los minutos. Ana se durmió después de un
rato, pero Juan estuvo el resto de la velada dándole vueltas a la cabeza.
Parecía una broma absurda. No podía ser verdad lo que les había sucedido.
Seguro que estaba en una pesadilla. De un momento a otro se despertaría en su
cama y todo habría sido un mal sueño.
Pero, amaneció y todo continuaba igual,
Ana se despertó, a la vez que la patrona y su marido, ya con la cara lavada,
aparecieron en el salón.
__Vamos
a desayunar y podrán irse. Hace un sol espléndido.
Juan
no se había dado cuenta de que la niebla se había disipado por completo.
Mientras preparaban el desayuno salió a la calle. Instintivamente, miró hacia
arriba. El cielo era de un azul limpísimo y la luz tenía un brillo muy
especial. Nada que hiciera recordar los sucesos de la noche anterior. Todo
estaba en silencio. Le extrañó no escuchar ni siquiera el canto de un pájaro a
aquellas horas tempranas y con aquel día magnifico.
El
coche estaba aparcado delante. Por lo visto Ana lo había movido del sitio en el
que lo dejaran anoche.
La
fonda era la última casa habitada a ese lado de la calzada. En frente estaban
los restos de lo que parecía haber sido la escuela. Se notaba por la forma del
edificio típico de los años sesenta, con la vivienda de los maestros encima.
Juan era arquitecto técnico; aquellos edificios siempre le habían parecido un
modo magnífico de aprovechar el espacio. Eran un ejemplo de funcionalidad y de
integración. No desentonaban en ninguna parte, tuvieran alrededor, la
arquitectura que tuvieran.
Siguiendo
la calle hacia la izquierda, se llegaba a la plaza. Al fondo, estaba la iglesia
cerrada, con la espadaña medio derruida y casi invadida por el bosque que
aparecía inmediatamente detrás. La campana, abollada y herrumbrosa, estaba
colocada delante de la puerta. El gran tejo desde donde, según el relato de la
patrona, se descolgaba la mariposa, se veía en cambio verde y frondoso, como un
triunfo de la naturaleza sobre lo construido por el hombre. El resto de las
casas estaban medio derruidas. Algunas, con un poco más de suerte o de solidez,
aún conservaban las fachadas en pie, aunque la techumbre se había venido abajo,
ayudada, muchas veces, por
derrumbes de la montaña.
__Que
desolación de lugar.
Había algo que le chocaba, no sabía decir el
que, pero notaba algo extraño en todo el conjunto. Estaba tan embotado después
de los acontecimientos y de la noche de vigilia que no tenía la mente clara.
Regresó
a la casa, al oír que Ana le llamaba.
__Venga,
vamos a desayunar para poder irnos. ¿No tenías tanta prisa?
Desayunaron
en silencio. De pronto a Juan se le ocurrió preguntar.
__¿Cuantos
vecinos hay en el pueblo?
__Nosotros
nada más.
__ ¿Como ustedes? Ayer vimos por lo menos otras dos casas con gente.
__Imposible.
No hay nadie más. Todo el mundo se fue hace años.
Juan
miró a Ana, pero estaba concentrada en el café como si tuviera delante una bola
de cristal que le fuera a mostrar el futuro de un momento a otro. La tocó con
el pie por debajo de la mesa, pero ni se inmutó. De pronto se levantó, como
accionada por una palanca y le instó a irse ya de aquel lugar.
__Vale,
vale…
Se
despidieron de la patrona y su marido, que no quisieron cobrarles bajo ningún
concepto. Ni aceptaron una propina, siquiera por la comida.
__Vamos,
vamos, déjalo ya__ Insistía Ana, que parecía tener de repente mucha prisa. Se
sentó al volante antes de que Juan tuviera tiempo ni de abrir la puerta.
__El
retorno de Ana la rápida.
__¡Déjate de tonterías! Tú no has dormido y la carretera es peligrosa.
Conduzco yo. Punto.
Juan
no se atrevió a llevarle la contraria. Al abandonar el pueblo por donde habían
llegado ( no existía otro camino), le chocó no ver más casas en pie.
__Vete
despacio, quiero ver la primera casa donde llamamos anoche. La patrona dirá lo
que quiera, pero ayer…
__No
te molestes, no existe. Ya lo comprobé esta mañana, cuando fui a buscar el
coche.
__ ¿Entonces?
__Entonces,
nada. Es todo muy extraño. Cállate y salgamos de aquí cuanto antes.
Siguieron
en silencio. Ana miraba continuamente por el retrovisor, quizá esperaba que el
pueblo desapareciera de pronto como por arte de magia. Fue entonces cuando Juan
cayó en la cuenta.
__Las
casas, las casas…__exclamó de pronto chasqueando los dedos.
__
¿Que dices?
__Las
casas, es como si las hubieran bombardeado. Están todas destruidas del mismo
modo. No es que se fueran cayendo; es que arrasaron el pueblo. Ahora lo veo
claro.
__
¿Con que objeto?
__Quizá
para matar a la mariposa.
Ana
detuvo el coche. El pueblo ya no se veía.
__Arrasaron
el pueblo para matar a la
mariposa. ¿Por qué motivo? No creo que viva en el pueblo. ¿Dónde iba a esconderse
un ser así? A no ser…
__
¿A no ser…?
__Que
algún vecino se transforme como los hombres lobo o como los vampiros. Por eso
nunca dieron con su escondite y por eso nadie le disparó, porque averiguaron
quien era.
__Tú
no has podido hacerlo.
__No,
pero entre varios si hubieran podido. Mientras uno la distrae los otros le
disparan. Además le trajeron comida. ¿Recuerdas?
__Si,
también la gente de la estación.
__No
lo creo. Ni en la estación ni en los otros pueblos. La patrona nos mintió.
__
¿Y por qué no dejaron que me matara?
__Pienso
que quieren que conozcamos la historia. No sé por qué motivo, pero estoy segura
de que quieren que sepamos lo que pasa. Voy a dar la vuelta.
__
¿Queee? de ninguna manera.
__Te
apuesto lo que quieras a que tampoco existe la fonda.
__No
vuelvas. ¿quieres que esta vez nos maten?
__¿Quienes? Estoy segura de que no hay nadie. Ayer los vimos, pero hoy
ya no, no te preocupes.
Era
inútil discutir. Ana comenzó a maniobrar. Juan se vio volando montaña abajo con
coche y todo; tuvo intención de bajarse, pero Ana era capaz ¡ya lo creo!, de
dejarlo allí abandonado. Ella
era una buena conductora y logró dar la vuelta apenas sin problemas. Condujo en
silencio. Al dar la última curva donde el pueblo dejara anteriormente de verse,
éste no apareció por ningún lado. Juan estaba mudo y pálido como un muerto
__Quizá
sea la siguiente__ pensó Ana en voz alta.
A
la siguiente tampoco apareció el pueblo. Continuaron un buen trecho. No había
ni rastro. Comenzaron a cruzarse con otros vehículos.
__Hoy
hay tránsito por esta carretera, es extraño.
__Ya
teníamos que haberlo encontrado. Te lo dije, no está.__ Ana seguía concentrada
en lo suyo.
__Fue
una visión. Ya lo sabía.
__De
eso, nada. Ayer fue real por completo.
__¿Y
por qué no está hoy?
__Pues,
porque no.
__Ah.
La montaña del pueblo fantasma, que aparece y desaparece como la isla de san Balandrán…
De
pronto, vieron muy en la lejanía, las torres del parador con su techumbre de
pizarra.
__No
puede ser. No puede ser, es increíble.
__Continua
por aquí. Quizá hayamos venido por este lado.
__No,
llegamos por el otro. Recuerda como estaba aparcado el coche esta mañana.
__Esto
es todo una broma…
__¿De
quién? Hemos vivido lo que hemos vivido. Un suceso extraordinario y paranormal.
__Hemos
tenido una alucinación y punto. Lo cierto es que se me quita un peso de encima.
Cuando lleguemos sigues de largo. Nos vamos a casa.
Ana asintió no tenía ganas de
discutir. Juan se quedó relajado y después de un rato se durmió. La visión del
parador le había sedado.
__Genial__
pensó ella__ Por lo menos estará callado.
Llegaron tras casi media hora. Juan continuaba dormido. El sitio era
precioso, la paz era tan evidente que casi se podía tocar. Ana salió del coche
y sacó el equipaje antes de que su todavía novio, se diese cuenta. Cuando él
despertó, tuvieron una bronca de mucho cuidado. Tanto, que llamaron la atención
de modo tal, que la gente salía de las cafeterías, a pesar del frío, para ver
que estaba pasando.
Al
final Juan decidió pasar allí la noche y regresar a casa al día siguiente a
primera hora. Podría haberse marchado ese mismo día, pero no sabía por qué no
quería dejar allí sola a Ana, de momento, aunque pidió otra habitación.
__
¿Otra habitación, para qué?
__Es
que no quiero ni verte delante.
__Esto
es totalmente ridículo, Juan…
__Aquí
la única ridícula eres tú. Tú y tus alucinadas visiones. No discutas, no quiero
verte ni volver a hablar del tema. Allá te las compongas. Mañana me iré en el
Bus a primera hora.
__Acuérdate
de maquillarte por la noche__ le gritó Ana cuando él ya estaba en el ascensor.
El
recepcionista la miró por encima de las gafas con mucha curiosidad.
Cuando Ana se fue avisó al director.
Continuará...
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