ÚLTIMO CAPITULO
—Lo que sea. Voy solo. Tú tampoco
puedes venir__e dijo a Isabel_ porque es muy peligroso.
—¿Cómo lo vas a encontrar?
—No lo sé. Seguro que actúa en alguna
parte.
— ¿Y cómo se anuncia, como Gilda? No creo.
—Lo encontraré hasta debajo de las piedras.
Antes de salir
llamó a García “voy a por el” le dijo y colgó. Aníbal era muy enigmático cuando
le daba la gana.
Mientras él hablaba
por teléfono Isabel tuvo una idea o mejor tuvo la idea. Luego de
que se marchó, ella y Casimiro fueron a hablar con García.
—En Cannes tengo un amigo en la
prefectura. Un amigo de la infancia de cuando mi padre iba a Perpiñán a ver
películas. Su padre era gendarme allí. El y mi padre se hicieron amigos y yo he
pasado muchos veranos en casa de ellos y mi amigo Pierre aquí. Ahora está
destinado en Cannes. Le llamaré y le pondré sobre aviso. Trazaremos un plan de
apoyo. Así que Richard Gere, eh.
El Hotel Carlton Cannes estaba completo como
era de esperar, pero en Le Grand Hotel también de cinco estrellas encontró
habitación. La crisis hacía mella en todo y el cine no era ajeno. En el avión
se enteró a través de internet de cómo el festival había sido fundado por los
franceses a sugerencia de los americanos para contrarrestar la propaganda del
cine italiano y alemán que impregnaba el recién creado festival de Venecia
impulsado por Mussolini y apoyado por los nazis. El primer festival de Cannes
se había inaugurado el primero de septiembre de 1939 para ser cancelado al día
siguiente cuando comenzó la segunda
guerra mundial.
“Todo es política, hasta la creación de un
festival de cine. Que hartazgo”.
Una vez instalado en su habitación y tras
firmar, con sorpresa, más de un autógrafo, pidió los diarios locales y se
dedicó a ojear la cartelera de espectáculos, sin saber muy bien que buscar.
Llamó a Isabel y se la leyó de pe a pa. Ella era más perspicaz para esas cosas
del cine y estaba mejor informada. La echaba de menos y sólo acababa de llegar.
Tras un buen rato diciéndose tonterías como todas las parejas, fueron al grano
que es este caso era la cartelera. ¿Qué otra cosa podía ser con el Mediterráneo
de por medio?
—Sólo dime los nombres de los
artistas. No hace falta que me digas en que sala.
—Bien. Veamos…La nueva Edith Piaf…
—Dime el nombre si lo pone, además del
alias_ le interrumpió ella.
—Brigitte Brie “la nueva Edith Piaf.” Pone
foto, no es ella.
—Recuerda que se disfraza.
—Así y todo, no es.
—Carmen “la belga”. Parece gitana. Tampoco.
Trascurrió un buen rato mirando todas las
estrellas del cabaret y la noche de la ciudad del festival sin ningún
resultado.
—Puede estar en alguna ciudad cerca de Cannes, Niza por ejemplo. Podemos mirar.
—Está bien. Buscaré le información y te
volveré a llamar.
—Ten mucho cuidado.
—Si todavía no la he encontrado.
Decepcionado y un tanto perdido decidió
bajar a tomar una copa para luego darse una vuelta por la sede del festival y
observar a los mirones.
Lo vio de reojo al salir del ascensor,
aunque era más que probable que estuviera ahí desde el principio. Era el cartel
que anunciaba la actuación estrella de la noche en el night club del hotel. No
había foto, pero le sonó el nombre de algo. Llamó a Isabel.
—¿De qué me suena Mar Cansino?
—¡Es ella!
—¿Por qué lo sabes?
— Así se llamaba Rita Hayword, Gilda.
Era de origen español, ya te lo dije. Se llamaba Margarita Cansino. Es ella, ni
lo dudes. ¿Donde la has visto?
—No te lo vas a creer. Actúa en el hotel.
—Ten mucho cuidado, por Dios.
Aníbal preguntó discretamente por la
estrella del espectáculo de la noche. Le dijeron que era sudamericana y ¡qué
casualidad! nadie sabía donde vivía ni como se llamaba en realidad “Monsieur
Gere”.
“Tengo que esperar a la noche”.
Isabel le contó a García lo de la Cansino y
este a su amigo Pierre. En el hotel ya había un par de gendarmes, hombre y
mujer, que estaban, en ese momento, en la barra justo en frente de Aníbal.
Las noticias vuelan y más en el mundo de la
noche y el festival. Por eso uno de los camareros no perdió tiempo en contarle
a Gilda que el “mismísimo Richard Gere, se interesó por ti. Como lo oyes.”
Isabel había tenido
la idea de que dado su parecido con el actor, sería bueno que acudiera a Cannes
con el look Gere. Aunque sin el pelo canoso, dado que Gilda lo había visto así
en el ascensor y según todos tenía memoria. “Serás un Gere un poco más joven,
aunque nadie se extrañará porque los actores van siempre con el look de su
último trabajo.” El resultado era muy bueno. Todo el mundo lo confundió,
incluso el mismísimo recepcionista del hotel dudó cuando vio el pasaporte.
Sin poder averiguar nada sobre el paradero
de Gilda durante el día, se dedico a pasear un rato por la ciudad y los
alrededores del festival. No había a esas horas apenas movimiento. Alguna
estrella “de poco fuste” posando en la playa para media docena de periodistas y
nada más. Pocos mirones y ninguna cara conocida entre ellos. Para no cansarse y
estar despejado por la noche decidió retirarse a su habitación y esperar.
La sala estaba medio llena cuando él llego.
En ese momento un mago hacía desaparecer un cofre con los anillos de una pareja
dentro. En la barra dos solitarios y otra pareja que juraría haberla visto
antes en algún sitio.
Por fin el presentador o como se llamara,
“vestido de mamarracho” anunció a la estrella de la noche. El local se había ido
animando y estaba a rebosar.
La pareja conocida se había sentado detrás
de él.
Cuando Gilda apareció, tras los aplausos, se
hizo el silencio absoluto. Ni un silbido de admiración, ni un comentario subido
de tono. Nada. La chica imponía, desde luego. Saludó a los presentes primero en
francés y luego en inglés. Alguien desde la barra hizo alguna observación
también en inglés que ella respondió con descaro, para regocijo del público, no
exento del erotismo que desprendía por cada poro.
Comenzó a cantar en inglés mientras su
cuerpo embutido en un vestido que parecía una segunda piel, se movía sensual al
compás de la música. De pronto, pareció fijarse en él, descendió del escenario
y se acercó meciendo sus caderas con suavidad. Sentada en el borde de la mesa
le dedicó la canción, podíamos decir que se la entregó entera solo para él,
como si no hubiera nadie más. Cuando terminó le acercó el rostro y le murmuró
al oído “te espero en mi camerino Richard.”
Anibal no se lo
podía creer. Todo había sido muy fácil. Sonriendo embobado, se dejó llevar por
el ambiente desconcertante que Gilda creaba a su alrededor y disfrutó del
momento. Pero enseguida regresó a la realidad.
Todo había sido muy fácil, si. Demasiado.
Mar Cansino, se había vuelto a equivocar.
Le había llamado Richard, pero le había
hablado en español.
“Sabe quién soy. Esto se va a complicar. Si
acudo a la cita me pegará un tiro en cuanto entre por la puerta. Tengo que
pensar algo, rápido”. Ensimismado no
se dio cuenta de que la mujer de la pareja conocida se había sentado a su lado
mientras el hombre salía del local.
—Hola Monsieur Aníbal. Soy policía. Mi
compañero ha salido a decirles a los de afuera que se preparen. La caza va a
comenzar. Tenemos tomado el hotel. No tiene escapatoria. No pensaría acudir a
la cita ¿verdad?
Aníbal sorprendido negó con la cabeza.
—De cualquier manera será bueno que lo
vea dirigirse a los camerinos. Por el camino notará policía y ahora me voy, es
posible que tenga ojos en la sala. Despídame con un beso en la mejilla como si
ya nos conociéramos.
Se despidieron como viejos amigos y Aníbal
salió en dirección al camerino de Gilda. Por el camino noto policía, en efecto.
Tanto era así que un camarero, posiblemente los ojos de Gilda en la sala, había
sido retenido contra su voluntad, esposado cuando se resistió y amordazado
cuando quiso comenzar a gritar para avisar al asesino.
Cuando llegó, el hombre de la pareja
conocida estaba al otro lado de la puerta con otro gendarme. En el interior
sonó la sintonía de un móvil. “Mierda, alguien la está avisando.”Ambos hombres
se miraron. El policía francés asintió con la cabeza y pegó una patada a la
puerta que se abrió con violencia. Gilda se había vuelto de espaldas mientras
hablaba; tenía una pistola en la derecha, a la vez que sujetaba el teléfono con
la zurda. Perdió unas décimas de segundo vitales. Cuando se giró, el policía le
disparó a la mano, mientras Aníbal y el otro gendarme la inmovilizaban.
—Ya estás en mis manos, hijo de puta —le
susurró Aníbal.
Ella se volvió y le escupió a la cara.
—Queda detenido. Recítale sus derechos —dijo
Pierre a su compañero, mientras pedía una ambulancia. Luego tomó a Aníbal del
brazo y lo llevó al pasillo.
—Suyo
es el méggito Monsieur Maneggó. Suya es también la ggecompensa.
Aníbal se encogió de hombros. La recompensa
era lo de menos en este momento.
—Voy a
llamar a mi amigo Gaggsia y poneglo al coggiente.
—Permítame que yo se lo diga a García.
—D´ ccord.
Gilda, esposada a una silla y rodeada de
gavachos, insultaba a todo el mundo en español y en francés, hasta que uno de
los gendarmes le dio un puñetazo en la boca, sin contemplaciones.
Los dos hombres, detective y policía,
avanzaron juntos por el pasillo en dirección a la salida. García hubiera
terminado la escena tomando por el brazo al gendarme y diciendo, al más puro
estilo Casablanca: “este va a ser el comienzo de una bonita amistad”.
Pero ya
sabemos que Aníbal Manero no era aficionado al cine.
FIN
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