La Fundación



V



Tras una larga reconquista, España consiguió al fin la unidad nacional cuando expulsó al último rey nazarí. La pareja real del momento llamados los católicos, estaban jubilosos. Mientras duró el avance y el cerco a Granada se detuvo la llegada de ilegítimos a la Fundación que ya para entonces abarcaba toda la península, Portugal incluido, y constituía casi una nación dentro de la nación que acababa de nacer.
   Después de la contienda,  las arcas de Castilla quedaron esquilmadas y la reina que era la administradora, acordó con sus asesores de economía restringir gastos a toda costa, aunque el reparto de los bienes y tierras de los nazaríes proporcionó un respiro a la maltrecha hacienda, pero así y todo había que restar de donde se pudiera. El banquero lombardo que era su principal asesor hizo la propuesta: dejemos de financiar la FVI. Que se las arreglen como todo el mundo.
   —Hay algún medio hermano del rey y creo que mío también… Y recuerdo que durante el pleito con la Beltraneja la Fundación estuvo de mi parte. Incluso recuerdo que aportó dineros para armamento.
   —¿Y qué? Vos lo habéis dicho. Tienen dinero, que se las arreglen. Ni un maravedí más.
   El lombardo era bastardo de un príncipe veneciano. No hay nada peor que la cuña de la misma madera. Así se hizo por tanto. La FVI dejó de percibir ayuda real. El Consejo se reunió como solía pero esta vez para un asunto doloroso, algo que no ocurría desde el alzamiento del pretendiente de la marca.
   La comisión rectora puso el grito en el cielo y se presentó ante la reina. El lombardo sugirió a Isabel que no los recibiera. Que noten que ya no tienen predicamento. La católica, era de otro parecer y accedió a la audiencia. El portavoz de la embajada, primo de la monarca aunque no de modo oficial, como es de suponer, hizo valer el documento de fundación sancionado, entre otros, por uno de los ancestros de la reina, pero  Isabel no cejó ni un ápice. Era muy terca, parecía mas aragonesa que Fernando y cuando se trataba de dineros era también muy roñosa. Sabedores de que se había quedado sin alhajas para financiar la expedición a la India por el oeste, que un italiano visionario se había empeñado en llevar a cabo, los dirigentes de la Fundación le obsequiaron una tiara de esmeraldas, que formara parte de la dote de una de las hijas bastardas de Alfonso XI de Castilla. Recibiola la reina con mucho agrado, pero no cedió. Lo había dicho su asesor económico: ni un maravedí. Y ella era muy obediente cuando se trataba de negar dineros.
   —¿Que esperáis? —preguntó Isabel al ver que los naturales no se retiraban.
   —Nada señora, nada —respondieron resignados comprendiendo que no volverían a ver la joya.


  
   Pese a la grave crisis económica que propició la  prolongada guerra de reconquista, la Fundación salio adelante. Había remanente, estaba muy bien administrada desde siglos. No obstante la directora de bodas y alianzas, una bastarda de Juan II de Castilla, medio hermana por tanto de Isabel, tuvo una idea: Dadas las peculiares circunstancias económicas del momento cobraremos por cada boda. Cobraremos una cantidad por el novio o la novia. Es justo. Hemos tenido que criarlos, educarlos y formarlos durante estos años, amen de seleccionarlos convenientemente según la corte a la que vayan destinados. Todo ello constituye un arduo trabajo que lleva implícito un coste importante; supongo que todo el mundo lo comprenderá.
   Así fue como desde 1492, con reticencias y regateos al principio, y con absoluta naturalidad más tarde, la Fundación comenzó a cobrar por cada pupilo suministrado como consorte a las diferentes cortes europeas. Aquella tacañería de la reina católica se convirtió en un negocio de lo mas productivo. La Fundación siempre había tenido a los hados de su parte y en los peores momentos la fatalidad se trocaba en bonanza.
   Pero todo cambia, incluso la suerte, y  lo peor estaba por llegar.

   Tras la unidad nacional primero, y más tarde, la grandeza del imperio logrado por Carlos I y Felipe II, la ineptitud de los últimos Felipes, o mejor de los validos de estos reyes, trajo la ruina a la hacienda y al país. Para mas colmo el rey actual, Carlos II, enfermizo, raquítico y de corta inteligencia, fruto de la consanguinidad de la dinastía, va a fallecer sin hijos, lo que hará extinguir la rama española de los Austrias, sin remedio.
   España va a dividirse por ello, en una sangrienta guerra de sucesión entre los partidarios de los dos aspirantes al trono: Felipe de Anjou y Carlos de Habsburgo. Ambos eran nietos de infantas españolas, hijas de Felipe IV y Felipe de Anjou era además hijo de María Teresa  la hermana mayor de Carlos II, el ultimo Austria. Carlos de Habsburgo era hijo del emperador Leopoldo, primo de Carlos II. Temiendo un nuevo eje España-Austria como en el reinado del primer Carlos, las potencias europeas fuerzan el nombramiento como Príncipe de Asturias de un tercer candidato: José Fernando, hijo del Elector de Baviera. Pero el joven fallece prematuramente, y Carlos II presionado por Francia, hace testamento reconociendo como  heredero a Felipe de Anjou que en principio es bien recibido por el pueblo. Pero el intervencionismo y la prepotencia de Luis XIV da origen a una alianza internacional que reconoce al Archiduque Carlos como sucesor y desata una guerra europea en suelo español a la que se suma una guerra civil entre la corona de Aragón mas el papa de Roma, partidarios de Carlos, y la corona de Castilla con el clero nacional, partidarios de Felipe.
   Como es de suponer los naturales, tanto españoles como de otras nacionalidades, se ven involucrados en el conflicto. En España los bastardos se dividen, pese a los esfuerzos del Consejo, entre los dos aspirantes.  A estas alturas, nadie sabe ya de que corte procede, así se da el caso de aragoneses apoyando a Castilla y viceversa. La fundación asiste impotente al enfrentamiento.
   Un gran número de naturales fallecen en las múltiples batallas, quedando sus familias desasistidas y muchas de ellas aisladas en los territorios perdedores. La victoria de Felipe V aumenta los contratiempos y los sinsabores para la Fundación. El rey toma represalias contra la parte no afecta, retirando privilegios y reconocimientos y encarcelando a dirigentes y significados, leales a la corona de Aragón. Muchos, huyen  precipitadamente de España hacia Italia y el norte de África, intentando a duras penas, mantener el contacto entre ellos. La Fundación dentro de España queda reducida a menos de la mitad de sus efectivos, porque ocurre también, que una parte importante de naturales había sido destinada a repoblar Gibraltar y tras la contienda y en virtud del Tratado de Utrecht, el territorio pasa a manos de Inglaterra.
Los naturales trataron de huir hacia España pero la mayor parte fueron detenidos,  obligados a regresar y a adoptar la nacionalidad inglesa a cambio de mantener sus negocios y poder continuar con su vida habitual. De lo contrario les esperaba la expropiación de sus bienes y la cárcel.
   El nuevo rey se incauta de todos las posesiones de la Fundación en los territorios rebeldes y obliga a la institución a pagar un canon  a las arcas reales por las ganancias que proporcionan sus bodas concertadas, ordenando además,  investigar a fondo los negocios de los naturales, una vez que fue sabedor de sus pingües beneficios.
   Constituyó un duro golpe para la Fundación. Su rector de aquel momento falleció repentinamente de un ataque al corazón debido a los numerosos disgustos. No obstante los naturales eran disciplinados, como ya sabemos, y pusieron de inmediato manos a la obra para intentar reagruparse y establecer comunicación con las diferentes facciones dispersas por los alrededores, allende el Mediterráneo. Fue una labor intensa y complicada, por esa causa,  aun no lo habían conseguido cuando llegó la oferta. Pero no adelantemos acontecimientos.
Felipe V

   Tras unos años de paz, y en vista de la política desarrollista y de las transformaciones, para mejor, en el ejercito y en la administración que se venían dando, comprobado en fin, el buen cariz que tomaba el reinado de la nueva dinastía, el Consejo decidió solicitar audiencia al rey para  interceder a favor de sus camaradas dispersos por el mundo, dado que la Fundación mantenía, además,  buenas relaciones con la corte francesa suministrando consortes para  príncipes e incluso funcionarios de alta gama. Tal vez por esto último el primer Borbón les recibió, no de muy buen grado, todo debe decirse.
No llegaron a ningún acuerdo. Felipe V no iba a perdonar infidelidades ni desafectos.
   —Messieurs, todo el mundo debe atenerse a las consecuencias de sus actos. No hay excepciones.
   —Majestad, señor, permitidme que os muestre el documento de fundación de nuestra institución. Esta sancionado por reyes de todos los reinos del momento, año 800 de nuestro Señor. Los pupilos cuentan con el reconocimiento de su procedencia regia;  están amparados por sanción real. Gozan de ese privilegio.
     Fue una osadía reclamar privilegios ante un monarca absoluto, tan absoluto como era, además,  el quinto de los Felipes.
   El rey alargó la mano de mala gana para alcanzar el documento que ni se molestó en leer, rompiéndolo en tantos trozos como fue capaz dada la dureza del pergamino.
   —¡Majestad!, el documento…
   —Je l´ai passé dans le cul.
   Menos mal que era una copia. Los naturales no eran tan ingenuos como para presentarle el original.
   —El rey solo rinde cuentas ante Dios. No lo olvidéis. Y ahora, fuera de mi vista.
   —Muy ordinario para ser francés ¿no crees?
   —Sí y para ser rey, también.
   Fue el comentario de los embajadores al retirarse, una vez hubieron abandonado el salón de audiencias a toda prisa.


Continuará...



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