La novia era Pilar Primo de Rivera, hermana del fundador de la Falange, fundadora
a su vez de la Sección Femenina, rama de dicha Falange, creada en Madrid en
1934, y disuelta tras la muerte del dictador Franco, cuarenta años después.
El novio era, nada menos, que Adolf Hitler, el
mismísimo führer, el austrohúngaro fundador del Partido Nacionalsocialista
alemán, o Partido Nazi, Canciller Imperial desde 1933, dictador y líder de
Alemania, desde 1934 hasta su muerte, iniciador de la Segunda Guerra, y artífice
del Holocausto.
Ella lo idolatraba a distancia. Era su ejemplo y
su guía. Tenía una foto suya de gran tamaño sobre su escritorio, junto a otra
de su hermano José Antonio, más pequeña.
Él ni la conocía. Pero alguien dentro del aparato
de la Falange tuvo la idea de que ambos podían iniciar, o mejor dicho, renovar,
incluso reanudar, lo que Carlos II, el Hechizado, dejó inconcluso, y que el
otro austriaco, el archiduque Carlos, malogró haciendo que España perdiera
Gibraltar para mayor inri.
¿Qué había que reiniciar? Una nueva dinastía
hispano austriaca, que traería un armisticio a Europa, por medio de un enlace
tradicional y revolucionario. El ideólogo fue el jefe de propaganda de la
Falange, Ernesto Giménez Caballero, uno de los primeros falangistas en abrazar
las ideas de Mussolini, con el que se entrevistó en varias ocasiones, fervoroso
partidario de la intervención de España en la Segunda Guerra. El plan de
Giménez Caballero contaba con la aprobación de Franco y del Vaticano.

Muy amigo de Joseph Goebbels, el ministro de
propaganda nazi, y sobre todo de su mujer Magda, fue con esta con la que el
falangista comenzó a fraguar la idea. Una noche mientras tomaba una copa en
casa de los Goebbels, se atrevió a formular semejante proyecto. En ese momento,
1938, la candidata ya había realizado su primer viaje a Alemania, que según la
revista “Y”, la había recibido con los
más altos honores y la más sincera simpatía. Hitler le había dispensado el alto
honor de recibir y conversar largamente con la fundadora de la Sección
Femenina. Las organizaciones femeninas nazis y, sobre todo, su delegada la
señora de Scholz-Klink, la han rodeado de
un ambiente de verdadero cariño y camaradería. La revista destacó algo que para Giménez Caballero, debió ser el
destello que iluminó el plan de boda: El führer le obsequió un florero con
flores rojas y amarillas y algo que concedía muy raramente, un retrato con
marco de plata y efusiva dedicatoria.
Gimenez Caballero
La idea de la unión la confirmó el embajador de
Franco en 1941, con motivo del siguiente viaje a Berlin de la falangista, para
acudir a un congreso, invitada por las Juventudes Femeninas Hitlerianas.
La hermana del fundador de la Falange, fusilado al
inicio de la guerra civil española, se convirtió en una especie de fervorosa embajadora
de la Alemania nazi en la España franquista. No había ninguna mujer tan
perfecta como ella, ejemplo de virtudes cristianas, capaces de impulsar la
transformación católica del nazismo.
Una Navidad en casa de los Goebbels, con cuya esposa
había hecho muy buenas migas, “una mujer
maravillosa que me impresionó desde el primer momento”, Giménez Caballero
que lleva como presente un capote de torero y un Belén para los niños, se
atreve a abordar el tema completamente en serio.
Joseph Goebbels
Copio literalmente de su autobiografía:
Antes de sentarnos a la mesa, durante los
aperitivos, enseñé al pequeño y cojito jerarca de la propaganda nazi a manejar
el capote, el modo de ceñirlo para el paseíllo, y a los niños les monté el
Belén junto a la chimenea. Magda estaba radiante y conmovida. Tras la cena Goebbels
tuvo que ausentarse y yo me quedé a solas hablando con la esposa. En un momento
que guardó un breve silencio, aproveché para encarecer la urgente reanudación
de la estirpe hispano-austriaca, que traería la paz a Europa, y ella me
pregunto.
¿Cuál
sería su candidata a emperatriz?
Solo
puede ser una. En la línea de las princesas hispanas como Ingundis, Brunequilda
o Eugenia. Solo una, por su limpieza de sangre, por su profunda fe católica y
porque arrastraría a toda la juventud española. ¡La hermana de José Antonio
Primo de Rivera!
Magda
no respondió, sus ojos se humedecieron, tomó mi mano y me la estrechó, y en voz
muy baja me dijo: Su visión es extraordinaria y audaz y su misión también,
además es valiente y concreta. Calló de nuevo para proseguir: Mi marido está
encantado con usted y el führer desea conocerle. Yo les hablé de esto que ahora
vuelve a proponerme de manera concreta y sería posible…
¿Sería
posible Magda? ¿Sería Posible? ¡Magda!
Sería
posible si Hitler no tuviera un balazo en un genital desde la Primera Guerra
Mundial, que le ha invalidado para siempre…Es imposible, gran amigo…imposible.
¿Y
Eva Braun?
Un
piadoso enmascaramiento para la galería.
Entonces
adiós para siempre Magda, dije levantándome y tomando sus manos.
¿Y
por que para siempre? Preguntó ella antes de poner sus manos sobre mis labios y
luego los suyos.
Magda Goebbels
Ahí terminó la aventura de reinstaurar el imperio.
No sabemos si Magda Goebbels, considerada de hecho, la primera dama no oficial
de Alemania, y la madre de todo el país, se habría ofrecido para
reanudar la estirpe con Giménez Caballero, mucho más apuesto que el cojito jefe
de la propaganda nazi.
A finales del mes de abril de 1945, el ejército
ruso entra en Berlín. Goebbels desobedece la orden del Führer de abandonar la
capital de Alemania, por razones de humanidad y lealtad personal.
El 30 de abril Hitler y Eva Braun se suicidan. Al día siguiente, Magda
Goebbels, que había sido la última persona en ver al führer con vida, asesina a
sus seis hijos inyectándoles morfina. Tras esto, el matrimonio, sube a los
jardines donde habían enterrado a Hitler y allí, arrodillados al lado de la tumba del dictador, muerden una ampolla de cianuro. El ayudante
de Goebbels, Günther Swchägermann, ordena a un soldado disparar varias veces
sobre los cuerpos. A continuación son rociados con gasolina y quemados.
Cuando llegaron los rusos, el cuerpo de Goebbels
aun era reconocible. Los cadáveres no habían sido enterrados.