Ruth Bader, juez del
Tribunal Supremo de los Estados Unidos, fue una pionera en la lucha por los
derechos de la mujer en su país, y por la igualdad legal de género. Su
activismo no se desarrolló en las calles, si no en los tribunales, y durante el
último año de su vida, su lucha resurgió con fuerza ante la opinión pública por
sus sonadas diferencias con los veredictos del Tribunal escorado cada vez
más a la derecha. A sus ochenta años,
Ruth Bader, se convirtió en una especie de icono pop o rock, (los jóvenes la
apodaron Notorius R.B.G, en
referencia al célebre rapero Notorius B.I.G),
una inspiración para las mujeres y un modelo de resiliencia ante la adversidad.
Nacida en Brooklyn de
familia judía humilde, fue educada por su madre, Celia, en el amor a los libros
y al estudio. Su madre falleció, precisamente, el mismo día que Ruth se graduó
en el instituto. Fue a estudiar a Cornell con una Beca y con el dinero que su
madre había ahorrado en secreto para ella, y allí conoció al que sería su
marido Martin Ginsburg, un hombre seguro de sí mismo que no temía a las mujeres
inteligentes. La pareja termina sus estudios de Derecho en Harvard. Pese a las
excelentes notas de Ruth, ningún despacho de abogados de Nieva York, la contrata,
por el simple hecho de ser mujer, y tiene que dirigir sus pasos hacia la
enseñanza en la Universidad de Rutgers.
Motivada por las
desigualdades que había observado en su
vida y en su trabajo, comenzó a trabajar como voluntaria para la Unión de Libertades
Civiles de América, donde creó un departamento solo para la mujer. En 1971, al
alto Tribunal falló, partiendo de una de sus demandas, que tratar diferente a
un hombre y una mujer es inconstitucional. Bader siempre votó a favor del
aborto y de los derechos de los homosexuales y en contra de la pena de muerte.
El presidente Carter,
la nombró juez de la Corte de Apelaciones de Washington, y en 1993, Clinton la
propone candidata al Tribunal Supremo recibiendo su nombramiento noventa y seis
votos a favor y uno en contra.
Con la llegada al
Supremo de más jueces conservadores, la voz de Ruth fue quedando en minoría.
Pero ella, frágil de aspecto físico, pero con mucha fortaleza y tesón, redactó
apasionadas notas de disentimiento, que dispararon su popularidad incluso entre
las generaciones más jóvenes.
Superó varios
cánceres, y nunca faltó durante sus enfermedades, a ninguna sesión del
Tribunal. Falleció por metástasis de su cáncer de páncreas. Al conocerse su
muerte, las escaleras de la Corte comenzaron a llenarse de velas y flores.
Antes de morir, la magistrada dictó a su nieta una nota con su última voluntad:
Mi más ferviente deseo es no ser
sustituida hasta que un nuevo presidente tome posesión.
El actual presidente
del país, hizo caso omiso de su petición y la señora Bader acaba de ser
sustituida por una juez de cuarenta y ocho años, ultra conservadora y ultra
católica, que se declara en contra el aborto y del Obama Care.
No hay comentarios:
Publicar un comentario