Sí, hay un cierto
misterio en el hecho de que una isla casi despoblada en medio de un mar
inhóspito, repleto de temporales que atormentan una costa ya de por sí complicada,
tenga una de las mayores concentraciones de buenos escritores por metro
cuadrado del mundo. Esta isla es Irlanda. Algo parecido ocurre en Cuba; debe de
ser fruto de la insularidad. Lo cierto es que mis dos islas favoritas poseen
una genialidad innata para escribir, y en el caso de Cuba para cualquier
actividad artística, en general. También parece ser que ocurre esto mismo en
Islandia, isla que desconozco, aunque sé que fue colonizada por monjes
irlandeses antes de llegar los escandinavos.
Hoy vamos a hablar de
Irlanda, con su alfabeto propio el Ogham,
presente en sus inscripciones ancestrales, que data de los años 400, a 600 de la era cristiana (los eruditos no
terminan de ponerse de acuerdo en la fecha exacta), con su Literatura vernácula
de varios siglos, (ciclos del Ulster y del Finn), a la que hay que añadir los
relatos paganos, continuados por los monjes desde el siglo V hasta hoy, más los
medievales que influyeron en el romance artúrico, traducido al gaélico. Existe
también una muy interesante literatura de origen latino, de raíz religiosa,
porque Irlanda no formó nunca parte del Imperio Romano. Con el paso del tiempo
el inglés se fue imponiendo como lengua hablada y literaria; esta convivencia,
casi siempre violenta, entre ambas lenguas gaélicas e inglesa, estimula una
interacción de la que surge la gran fertilidad literaria actual del país.
De los ciclos Gaélicos, el más antiguo es el ciclo del
Ulster (Rúraiocht), conocido también
como ciclo de la Rama Roja. Es un
conjunto de escritos en prosa y en verso, dedicados a los héroes tradicionales
de los Ulaid, los antiguos pobladores
del Ulster moderno, que toma su
nombre de ellos. Explica la historia de Conchobar
mac Nessa, hijo de la reina Nessa,
rey del Ulster, contemporáneo de Cristo, enemigo mortal de la reina Maeve.
La sociedad que
describen los cuentos del ciclo, se corresponde con la europea de la Edad del
Hierro. Los guerreros compiten desde carros, toman como trofeo las cabezas de
sus rivales, se dejan aconsejar por los druidas y se enfrentan cuerpo a cuerpo
en los vados de los ríos.
El ciclo consta de
ochenta historias. La más importante es la de Táin Bó Cúailnge, en el que la reina Maeve invade el Ulster para
robar el Toro Pardo de Cooley.
El ciclo Finn o ciclo Fenniano, narra las
aventuras de Fionn mac Cumhaill, un
mítico guerrero celta, (que también aparece en las leyendas de Escocia y de la
isla de Man), y sus seguidores, los Fianna.
Está supuestamente narrado por el hijo de Fionn, el poeta Oisín. Por eso se le llama también ciclo Ossianico. Fionn o Finn significa claro en gaélico y se
refiere al color del pelo blanco o brillante. Su nombre real era Deimme y según las leyendas su apodo le
viene porque su pelo se tornó blanco prematuramente.
La organización
revolucionaria irlandesa del siglo XIX, conocida como Hermandad Fenniana, toma su nombre de estas leyendas. Nacida para
luchar por la Independencia del Eire, da paso al Sinn Fein en el siglo XX.
Existieron otros
relatos mitológicos menos importantes y abundante prosa religiosa cristiana. La Leyenda del Rey Arturo, llegó a la
isla y fue traducida al gaélico en la Baja Edad Media.
Pese a la invención
de la Imprenta, los textos continuaron siendo copiados a mano y trasmitiéndose
por medio de los bardos. Durante el reinado de Isabel I, los bardos desaparecen cuando lo hace la nobleza del
país. Se escribieron, no obstante textos clandestinos contra los ingleses como
la famosa sátira La corte de medianoche
de Brian Merriman.
La lengua gaélica va
decayendo como lengua literaria, siendo sustituida por el inglés. Como lengua
hablada casi desaparece con la emigración masiva a causa de las persecuciones y
la terrible hambruna de 1845. Hoy en día existe un renacimiento gaélico,
recuperándose cuentos populares, obras de teatro, poemas y novelas en la lengua
vernácula.
Haremos otro Post con
la Literatura moderna irlandesa.
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