Romance de la media luna, último capitulo

 





El encuentro se organizó para la hora de la cena. El rey de Castilla, estaba en el Alcázar, y toda la corte se preparó para darle la bienvenida. Algunos miembros importantes de su séquito no acudirían por estar heridos, entre ellos, el infante don Hernando, su suegro. Pero su Guan, estaba ileso, como bien sabía, aunque probablemente esa noche no durmieran juntos. Ya se vería.

Estaba muy guapa, cuando entró al comedor. Doña Ramirez se había quedado muy satisfecha, cuando la vio arreglada para la cena. Por fin, había logrado sacarla adelante. El rey y la reina la recibieron con mucha amabilidad y fue el mismo rey quien la presentó a su sobrino don Juan, infante de Castilla.

La princesa le miró...y ¡oh sorpresa! Ese no era su Guan. Miró en torno suyo buscando al otro, pero no lo vio por parte alguna. A doña Ramirez casi le da un soponcio al ver a la niña dando la espalda a su prometido, buscando no se sabía bien el que.

-¿Que hace, esta insensata? ¿Pero que modales le han enseñado?

 El infante don Juan, el verdadero, salvó la situación. Le había gustado la elegida. Le había gustado incluso mucho, y se dirigió a ella tomándole la mano para besársela con delicadeza. A continuación se dirigió a su tío, el rey.

-Alteza, señor, mi prometida no habla apenas castellano y ahora mismo se haya muy perdida. Es muy niña, como veis y está azarada y nerviosa. Pido permiso a vuestra alteza para acompañarla a su sitio en la mesa.

-Concedido, concedido, Juan. Disfrutad de la cena. Si consideras que está cansada os retiráis sin más, cuando creas conveniente.

-Mil gracias, señor.

El infante, la atendió solicito durante todo el ágape. Ella, al principio,  apenas probó bocado. No entendía nada. Si este era Guan, ¿quién era el otro? Lo miraba de reojo. La verdad no era mal parecido. Era más alto, y más espigado. El otro Guan era más cuadrado, de constitución más recia, y un poco brusco. Este nuevo Guan, era muy cortés y parecía cariñoso. Terminó por gustarle. Tras la sorpresa del principio, comenzó a sentirse a gusto con el infante, tanto que le entraron ganas de comer, y dio buena cuenta del resto de los alimentos.

 



 

Tras la cena, mientras los juglares tocaban y cantaban y el vino corría en abundancia, el infante don Juan acompañó a su prometida hasta la puerta de sus aposentos, acompañados a prudente distancia por doña Ramirez y las doncellas de la princesa.. ¡Qué bien había salido todo! Hasta se habían gustado. La dueña estaba contenta, por la princesa a la que había tomado cariño, con lo mal que lo había pasado, y por el infante, al que había ayudado a criar, y que se había convertido en un hombre valiente y bueno, leal con su rey y con Castilla.

Ya en el umbral de alcoba, el infante don Guan, el verdadero, besó de nuevo la mano de su prometida, mirándola a los ojos, ella le hizo una ligera reverencia sin dejar  de mirarlo también.

El tiempo se detuvo unos segundos eternos, hasta que un grito ahogado primero, y un golpe después, les sobresaltaron.

-Alguien se ha caído, -dijo doña Ramirez, cuando el infante se volvió y la miró inquisitivo. -Alguno que ha bebido demasiado.

Hacía mucho frío en la noche castellana, cuando don Juan cruzaba el patio del Alcázar para llegar a sus aposentos. Su tío don Luis estaba increpando a un arcabucero.

-¿Que ocurre, señor?

 -¡Este imbécil, que ha matado a uno de mis criados moros!

-Le sorprendí trepado por la hiedra, hasta una de las ventanas de los aposentos de las infantas. Le disparé sin dudar.

-Bien hecho está don Luis. Ese hombre no tenía que estar ahí. Podía ser un peligro para mis hermanas y mis primas, incluso para mi prometida.

-Era un muchacho. Tenía curiosidad. Solamente eso. Sabía que son mis criados, debería haberme avisado.

-No sabía quién era, señor. Debéis creerme.

-Basta ya,  don Luis.

El infante se interpuso cuando su tío se dirigía a golpear al arcabucero.

-El soldado hizo lo correcto. No temas, está bien, puedes retirarte. Don Luis, será mejor que vengáis conmigo. Quitad ese cuerpo de ahí- ordenó a sus hombres.

 



Transcurrieron siete meses dichosos para todos desde la boda. La princesa era incluso feliz. El infante y su relación con él, rozaban la perfección y poco tenían que ver con las advertencias que le había hecho su madre de cómo podía ser todo en la corte castellana, en el peor de los casos. Se ve que le había tocado el lado bueno. Tampoco hubo grandes escaramuzas en el reino, con todo lo cual, pudo disfrutar de su señor y marido a placer. Así las cosas, se había quedado encinta de inmediato.
-Que buena puntería- había exclamado con entusiasmo doña Ramirez, al conocer la noticia-Va a ser un niño grande porque a la princesa ya se le nota la preñez.
Fue una tarde de esas de bochorno castellano, cuando la ahora infanta de Castilla, se puso de parto.

-¿De parto ya?-preguntó sorprendida doña Ramirez.

-El niño viene antes de tiempo.

-La verdad es que tiene mucho vientre. El niño va a ser grande.

-Oh señor, a ver si se nos muere, como la mayoría de las del norte. Son

muy estrechas de cadera, y con estos calores...

A la infanta nórdica de Castilla, le costó mucho trabajo dar a luz. El niño era enorme.

-¡Qué barbaridad! Menos mal que es sietemesino, si nace en su tiempo, no nace. Hemos tenido suerte.

El bebé era, en efecto, rollizo, moreno y llorón.

-Va a ser tragón- dijo doña Ramirez al ver como chupaba su dedo.- Seguro que la madre no tiene suficiente leche. Haz venir al ama que hemos buscado, por si acaso.

-¿Habéis visto esto?

-¿El que?

-Esta marca que tiene en la espalda. Parece una media luna. Lo cierto es que ya la he visto antes. La tiene el bebé de la infanta doña Margarita.

-Y la niña de la infanta Isabel también.

-Parece ser la nueva marca de la Casa de Borgoña.

-¡Que raro!- dijo doña Ramirez que había visto bebes de Borgoña desde tiempo inmemorial- yo no la había visto antes.

-A lo mejor, todos tienen un padre común...

Doña Ramirez, dio el comentario por no escuchado. Ella era la guardiana de la pureza en el Alcázar.

-Es una marca que ya tenía el bisabuelo del rey, lo acabo de recordar. No hay nada nuevo. No quiero oír ni una palabra más al respecto.

-¿Se la habíais visto vos?

Todas las damas rieron.

-He dicho que ni una palabra más. Todas a lo vuestro. Id a avisar al ama de cría.

-¿De dónde coño habrá salido esa marca?. Señora, habéis visto que niño tan hermoso tenéis, es un varón ¿Habéis previsto un nombre vos y el infante?

-Si nino. Alfonso como el gey. Si nina Matilde como geina.

-No se parece, de momento, a nadie. Pero los niños cambian. Tiene una marca en la espalda.

-¿Una magca? ¿Que magca?

-Una especie de media luna.

La infanta de Castilla, recordó  entonces al falso don Guan, al que había olvidado por completo. Tenía mala memoria, por eso no aprendía bien el castellano. No podía ser...pero si, lo mismo era...

A Doña Ramirez, le extrañó tanto silencio. De pronto recordó el episodio del moro que trepaba por las ventanas, uno de los criados de don Luis, el infante erudito, y tras la sorpresa, tuvo que ahogar un golpe de risa. Tanto elegir princesa en el norte, para tener una estirpe blanca como la nieve, y nacen los niños con la marca de la casa.

-Señora, con vuestro permiso, voy a informar a mi señor don Hernando, de que ha tenido un nieto.

Todo el Alcázar comentó las carcajadas de la dueña Ramirez, cuando iba por los corredores hasta el aposento de don Hernando.

-Mi señor. Ha nacido el niño. Se parece al padre.

-Es lo justo-contestó don Hernando.-Te veo muy contenta.

-Muchísimo, señor. Estoy encantada de la vida. Creo que las cosas han salido como tenían que salir. El Alcázar se ha llenado con nueva savia, como vuestra señoría quería. ¡Enhorabuena!- exclamó la dueña haciéndose a un lado para que saliera su señor a conocer a su nieto, Alfonso el puro, infante de Castilla...




No hay comentarios: