Capítulo XI
Una boda sin rostros/ Viorel Sánchez 2010 |
El viejo era un cabrón de cuidado, aficionado a zurrar la badana a
diestro y siniestro con razón y sin ella. Una vez mató a palos a uno de los
bueyes que tiraban del carro con las uvas para el vino. No sé que le haría que
lo ató al pesebre y le dio con una cadena hasta que lo mató. Del mismo modo nos
zurraba a la vieja y a mí. Me tenía
sentenciado: como viniera quejándome por algo, me encerraría en la bodega y con
un poco de suerte, los vapores del vino, me asfixiarían. Lo decía porque una
vez me pelee con los hijos de los vendimiadores y vine llorando para casa. Me
advirtió que no toleraba maricones. Le tenía un miedo cerval.
__Bienvenido al club. Pero yo no me dedico a
secuestrar y violar mujeres, ni a vender niños.
La vieja me enseño a leer y a
escribir a escondidas. Hasta que nos descubrió y ese día casi la mata y a mí
también. De la paliza me rompió un brazo: el que puse para protegerme. Ella
estaba preñada y tuvo un aborto. Por poco se muere. A partir de ese día se
acabaron las clases. Tuve que quedarme con lo que había aprendido que no era
demasiado. La vida aquí consistía en trabajar y trabajar. Traer del bosque leña
para el invierno, arar las tierras, sembrar, recolectar, recoger la uva, hacer
vino, cuidar los animales. Siempre lo mismo.
Un año tras otro.
A pesar de las peleas con los
niños me encantaba la época de la vendimia. La explanada se llenaba de gente
que vivía en tiendas de lona. Yo aprendí a defenderme, además crecí pronto y
era muy alto. Me tenían un poco de miedo. Una vez una de las familias, una
venida del otro lado, trajo una hija rubia preciosa. Tenía los ojos tan azules
como se pone el cielo cuando calienta el tiempo, por el viento del sur. Le
traía moras y arándanos y flores del campo. Un día nos besamos. Su hermano nos vio
y se lo dijo al padre. Le prohibieron verse conmigo. Yo quise hablar con su
padre y con los hermanos, pero no me dejaron ni acercarme.
No tenían por qué hacerme eso.
Les quemé la tienda, con ellos dentro, si.
Ella se abrasó tanto que murió aquí mismo. Los médicos tardaron mucho en venir.
También murieron los padres y uno de los hermanos. El otro quedó tullido
de por vida. Si no puede ser para mí,
pues no será para nadie. ¿Qué se cree esa gente? Se dijo que el fuego había
sido fortuito. “Tienen muy poco cuidado” dijo el guardia. Prohibieron hacer
fogatas delante de las tiendas y se habilitó una zona alejada para cocinar. Mi
padre me dio un puñetazo en el estómago, porque le había dejado sin tres
obreros y había interrumpido el trabajo un día. Pero, después de cenar, me dijo
que había hecho lo correcto.
Tras este incidente mi relación
con las mujeres fue difícil. Menos mal que están las putas ¿Qué hubiera hecho
sin ellas? Je,je.
Un año una epidemia de hongos mato
las vides. Solamente sobrevivieron unas cuantas en la zona más cercana a la casa. Dejamos de hacer vino y se terminó
la vendimia. A mi ya no me importaba. Me había hecho mayor y prefería otras
compañías. Bendije las plagas de las cepas.
La última vez que la vieja parió,
nació una niña. Mi padre la hizo desaparecer como a los demás. Ese día llegó borracho a casa.
Se pelearon. Ella le dio con algo en la cabeza y salió huyendo. El se fue tras
ella tambaleante, con la escopeta. Ella nunca regresó. Yo no pregunté.
Desde ese día tuve que ocuparme de
hacer la comida y las faenas de la casa. Cuando algo no estaba bien, me
amenazaba con matarme ”como hice con ella”.
Me tenía harto.
Cuando volví de la mili, estaba a
punto de estallar la guerra del 36. Por aquí pasaba gente huyendo. Eran años
difíciles. Yo había hecho amistad con
partidarios de los sublevados.
Los invité a la casa cuando llegaron al pueblo.
__Oye, este sitio es cojonudo para
traer enemigos y hacer que canten. Si no
hablan se les da pasaporte y listo. ¿Me la prestas?
Dije que sí. El viejo me monto un
escándalo. Quiso pegarme con la cadena de los bueyes, me amenazó con traer la
escopeta. Le quité la cadena y le di un golpe. Perdió el conocimiento. Luego lo
arrastré y lo tiré por la trampilla a la bodega. Puse encima varios toneles.
Pasado un tiempo eche hormigón al suelo. Adiós para siempre.
Los falangistas me preguntaron por
él.
__Desapareció. Un día se echó al
monte y no regresó__ Lo creyeron ¿Por qué no?
__Oye ¿no tienes bodega para que
sirva de calabozo?
__Esta sellada. Lo hicimos al dejar
de producir vino. Son peligrosas, los vapores pueden asfixiarte.
__¿Tienes desván?
__Si.
__Bueno, eso servirá.
Lo acondicionaron, tapiando las
solanas. Pusieron un candado en la puerta
Colaboré con ellos. Hay que ver
qué cosas les hacían a los prisioneros. Que imaginación. A cambio podía moverme
libremente a uno y otro lado y hacer lo que me pareciera. Estar protegido por
el poder es buena cosa. Lo aprendí entonces y siempre lo he tenido en cuenta.
Si alguna vez cambia la tostada sabré reciclarme, no me cabe duda.
Irene me dijo una vez que yo era
el diablo. ¿Qué otra cosa se puede ser viviendo en el infierno?
__Curiosa reflexión.
Volvió al principio y comenzó a leer la
contabilidad.
2 de agosto de 1940. Madre Irene.
Venta niño de dos meses.
Comprador: Juan Ferrán, el
boticario. Calle Principal n.º 10.
Pagó 10.000 Ptas. Una fortuna. Me dio también
medicamentos.
El capitán mandó a un hombre de confianza vigilar el camino, por si
hubiera algún inconveniente. Los niños lloran. Pero éste se quedó dormido con
el movimiento de la mula. Además de conseguirle una niña, le voy a dar un
porcentaje. Así todos contentos.
30 de diciembre de 1940. Madre
Ana.
Venta niña de tres semanas.
Comprador: Adolfo Linares, el
capitán. Calle Libertad n.º4.
__¡El mismo! Cuando le enseñe el libro a don
Antonio…
Yo pensaba cobrarle 5000 ptas. (las
madres comen). Pero me dijo que tururú. Me paga con la protección y otro tipo
de servicios.
Unos días después, me envió una
mujer joven que habían capturado con más gente tratando de huir por el monte.
Se llama Carmen. Ya estaba preñada. Al día siguiente trajo otras dos.
He terminado de acondicionar el
desván. Ya hay cuatro inquilinas. Irene
sigue abajo. Con otras dos arriba, el negocio será de lo mas productivo. El
capitán quiere participar en la “fabricación” de los niños. Acepté, pero eso no
aumentará el porcentaje que le doy. Se lo he dejado claro.
2 de Abril de 1941: Madre Carmen.
Venta niño de un mes.
Comprador: Venancio Márquez, el
médico.
7.000 ptas. Mas la promesa de
atenderme gratis, siempre que lo necesite.
El capitán y yo nos reímos a
gusto. El niño es hijo de un maquis y el médico falangista. Ahora tiene un niño
rojo y además hijo de puta…
Hablaba
de los niños y las mujeres como si fueran animales.
Era fácil imaginar el terror que se viviría
en la casa. Las mujeres sujetas a la pared por una cadena, siendo sometidas por
ese par de canallas. Dándose consuelo las unas
a las otras, ayudándose en el parto… pensó en las escenas de dolor
cuando les quitaban a los hijos.
Siguió leyendo. Era lo mismo siempre.
__Aquí hay algo nuevo. Llegan más mujeres.
¡Oh no, por Dios!
Continuará...
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